En torno a los Premios Nacionales de Traducción, Marta Sánchez-Nieves y Carmen Francí

Viernes, 10 de septiembre de 2021.

En los próximos días se reunirán los jurados de los Premios Nacionales de Traducción para conceder los galardones correspondientes a 2021 en sus dos modalidades, el Premio Nacional a la Mejor Traducción y el Premio Nacional a la Obra de un Traductor. (Véanse aquí y aquí ambas convocatorias en el BOE con los datos sobre el jurado, la dotación y los requisitos).

La mera existencia de un Premio Nacional de Traducción ha sido, desde sus orígenes, un respaldo a la figura del traductor literario. Decía Esther Benítez en 1989 en una conferencia pronunciada en la Asociación de Mujeres Universitarias en recuerdo de Consuelo Berges:

En ese mismo año [1972], Consuelo ya se había fijado otro objetivo: repristinar para los traductores el Premio Nacional, creado por iniciativa de APETI en 1954 y cuyo primer galardón recibió ella misma, por la traducción de la Historia de la España cristiana, de Jean Descola. En la etapa de inactividad [de APETI], el premio, falto de difusión, había ido a parar, con algunas excepciones, a lo que Consuelo llamaba con mucha gracia «los lectores del BOE», funcionarios o profesores con alguna obra traducida que, enterados de la convocatoria, la presentaban y se lo llevaban; para más inri, el jurado estaba constituido por «funcionarios con idiomas», que en su vida se habían enfrentado con una página para verterla al castellano. Consuelo Berges se puso en campaña, pues, y cuando ella iba a la guerra había que resguardarse lo mejor posible si uno estaba enfrente; empleando la artillería pesada –aquellas maravillosas cartas que enviaba a ministros y directores generales, mezcla de una extremada racionalidad y de insolencia, con tonos volterianos que ya por entonces ella empezaba a permitirse–, Berges consiguió que un representante de la Asociación volviera a estar en el jurado, se negó a participar hasta que nos «devolvieran» –con todas las comillas del caso– el local de la [Biblioteca] Nacional. Pues bien, se salió con la suya, y a partir de 1975, y hasta hace un par de años, APETI estuvo alojada en tan docta sede y el premio ha ido recayendo, con raras excepciones, en importantes traductores.[1]

Así pues, gracias a la insistencia de Consuelo Berges y Esther Benítez, las asociaciones de traductores han tenido desde el principio un representante, como mínimo, en el jurado de los premios en sus distintas modalidades.

En sentido estricto, el premio creado por iniciativa de APETI fue el Fray Luis de León, que se concedió entre 1956 y 1983 a la mejor traducción del año (a partir de 1978, la convocatoria incluía varias modalidades en función de la lengua de partida). En 1984 pasó a denominarse Premio Nacional de Traducción y con este nombre se sigue convocando anualmente. El Premio Nacional a la Obra de un Traductor se instituyó en 1989 para premiar el trabajo de toda una vida traductora. Para una descripción más detallada de los ministerios convocantes y los traductores premiados, véase la página web de ACE Traductores o la del Ministerio de Cultura y Deporte.

Debemos asimismo recordar que entre 1978 y 1992 existió también el Premio Nacional de Literatura Infantil a la Mejor Labor de Traducción de Libros Infantiles, galardón que merecería la pena recuperar en algún momento, dada la importancia cualitativa y cuantitativa de la literatura infantil en la edición en España. Y entre 1980 y 1984 tuvimos el efímero Premio de Traducción entre Lenguas Españolas, si bien en 1981 y 1983 quedó desierto.

Es interesante ver cómo a lo largo de los años han ido cambiando los requisitos, las categorías e incluso la composición de los distintos jurados: en el BOE de la convocatoria de 1990, por ejemplo, se anuncia que la composición del jurado tendrá, entre otros, «seis miembros de Instituciones relacionadas con el mundo de la traducción». Cabe destacar, además, que desde 2005 la convocatoria exige paridad en la composición del jurado. De un modo u otro, no cabe duda de que estos cambios han influido en el perfil de los premiados y lo han acercado al del verdadero profesional de la traducción.

 

VASOS COMUNICANTES se ha hecho siempre eco de estos premios y, mientras ACE Traductores organizó las Jornadas en torno a la Traducción Literaria celebradas en Tarazona, los galardonados ocuparon un lugar destacado como conferenciantes. En VASOS COMUNICANTES 10 publicamos el «Retrato del traductor como un autodidacta anciano», conferencia de Francisco Úriz, Premio Nacional de Traducción 1996 por la traducción de Poesía nórdica, antología de poesía escandinava, en colaboración con José Antonio Romero.

En VASOS COMUNICANTES 12 encontramos «Los sofistas, intérpretes de la traducción», de Antonio Melero, Premio Nacional de Traducción 1997 por la traducción de Testimonios y fragmentos, textos presocráticos, y la intervención de Clara Janés, Premio Nacional de Traducción a la obra de un traductor.

En VASOS COMUNICANTES 15 publicamos la conferencia «La tempestad y el último Shakespeare», de Ángel Luis Pujante, Premio Nacional de Traducción por la traducción de dicha obra, así como «Sobre mi experiencia como traductor», de Valentín García Yebra, Premio Nacional de Traducción 1998 al conjunto de la obra.

VASOS COMUNICANTES 18 contiene «De mi experiencia como traductor», Luis Gil Fernández, Premio Nacional de Traducción al conjunto de la obra, y «La traducción del Banquete de los Eruditos, de Ateneo de Náucratis», de Lucía Rodríguez-Noriega, Premio Nacional de Traducción del año 1999.

En VASOS COMUNICANTES 21 aparece «El sueño eterno, novela y película», de José Luis López Muñoz, Premio Nacional de Traducción al conjunto de su obra en el año 2000, así como la intervención de José Luis Reina Palazón, Premio Nacional de Traducción en el año 2000 por la traducción de la obra completa de Paul Celan.

En VASOS COMUNICANTES 24 podemos encontrar la conferencia de Francisco Torres Oliver,  Premio Nacional de Traducción 2001 a la obra de un Traductor.

En VASOS COMUNICANTES 27 aparece la intervención de Carlos García Gual, galardonado en 2002 con el Premio Nacional de Traducción a la obra de un traductor.

VASOS COMUNICANTES 30 publica «Ocho apuntes sobre el traducir y un esbozo (prestado) de poética», texto de Vicente Fernández González, Premio Nacional de Traducción por la obra Verbos para la rosa, del poeta griego Zanasis Jatsópulos, así como «Luces y sombras del mester de trujumanía», Eustaquio Barjau, Premio Nacional al conjunto de la obra en 2003.

VASOS COMUNICANTES 33 contiene «Proclama poética. Narcisismo in/verso», de Mario Merlino, Premio Nacional de traducción 2004 por la traducción de Auto de los condenados, de António Lobo Antunes.

En VASOS COMUNICANTES 36 tenemos el texto de la conferencia de Luisa Fernanda Garrido, Premio Nacional de Traducción 2005 por la traducción de El Kapo, de Alexander Tisma, realizada conjuntamente con Tihomir Pistelek.

VASOS COMUNICANTES 39 publica la intervención de José María Micó, Premio Nacional a la mejor traducción 2006 por la traducción de Orlando furioso, de Ludovico Ariosto y, por último, VASOS COMUNICANTES 43 contiene una conversación entre tres Premios Nacionales de Traducción: Adan Kovacsics, Selma Ancira y Olivia de Miguel.

En fechas posteriores, VASOS COMUNICANTES ha seguido publicando textos y entrevistas de los premiados, tanto a una obra concreta como a la obra de toda la vida, si bien ya no de manera sistemática y regular.

Merece también la pena destacar el encuentro titulado «El traductor y su autor: los dos lados del espejo» que tuvo lugar el 25 de enero de 2010. La sede central del Instituto Cervantes acogió una mesa redonda entre cuatro galardonados con el Premio Nacional de Traducción —José Luis López Muñoz, Miguel Sáenz, Ramón Sánchez Lizarralde y Teresa Gallego Urrutia— para hablar de la relación traductor-autor, los problemas con el idioma y la ideología, y la legislación de los derechos de los traductores. Es un verdadero placer poder escucharlos y verlos de nuevo, junto a Mari Pepa Palomero, y sus intervenciones son muy recomendables para los jóvenes traductores (y el tema guarda relación muy estrecha con un CENTÓN publicado en fechas recientes).

En definitiva, al margen de la enorme dificultad que implica elegir las mejores traducciones y de la posible discrepancia sobre los méritos de los premiados, no cabe duda de que la existencia de unos premios a la traducción ha contribuido en gran medida a reivindicar la figura de quien, en palabras de Ortega, ejerce la más humilde de las faenas.

 

[1]  Benítez, Esther, En recuerdo de Consuelo Berges, Cuadernos de Traducción e Interpretación, 11-12, 1989-1991, 261-267

 

Marta Sánchez-Nieves 

Carmen Francí