Uno de los retos de traducir novelas que fueron escritas hace casi cien años es qué hacer con las referencias culturales que manejan los autores, unas referencias que seguramente resultaban perfectamente comprensibles para los lectores de su tiempo porque formaban parte de su acervo cultural, pero que, hoy en día, muchos lectores no «pillan» (sobre todo los más jóvenes) porque los referentes han cambiado. En The Wheel Spins, una novela de Ethel Lina White que se publicó por primera vez en inglés en 1936 y que recientemente he traducido al catalán (A tota máquina, Clandestina, 2024), me encontré con el siguiente párrafo:
[Iris] was aware of a fastidious streak, which kept her aloof from any tendency to saturnalia. On this holiday she heard Pan's pipes, but had no experience of the kick of his hairy hind quarters.
Mi traducción:
[L’Iris] era plenament conscient de ser una persona massa primmirada com per prescindir de certes convencions socials. I, durant aquelles vacances, ella havia escoltat la melodia encisadora de la flauta de Pan sense tenir prèviament cap mena d’experiència amb relació a les puntades de peu que podien infligir les seves potes peludes.
El contexto del párrafo en cuestión es que la tal Iris era una chica un tanto ingenua que, durante unas vacaciones con unos amigos, había sido objeto de las atenciones del marido de una de sus amigas, sin ser plenamente consciente de las consecuencias que socialmente aquello tendría. Naturalmente podría haber puesto una nota a pie de página para explicar en qué consistían las Saturnalia (dando por hecho que muchos lectores no entenderían la alusión), pero, en este caso, de manera excepcional, decidí prescindir de la alusión a las Saturnales que hay en el original y traducir, simplemente, que Iris era demasiado remilgada como para prescindir de ciertas convenciones sociales (que era lo que ocurría durante las fiestas en honor a Saturno que se celebraban en Roma).
La decisión obedece a dos razones: en primer lugar, porque la importancia que la protagonista otorga a las convenciones sociales no es una mera anécdota, sino un hecho relevante que tendrá consecuencias a lo largo de la novela (y, por tanto, el lector tiene que «pillarla»). Y, en segundo lugar, porque ya me había visto obligada a poner algunas notas al pie para explicar algunas referencias culturales que son lugares comunes para un lector inglés, pero no para un lector catalán.
No estoy totalmente en contra de poner notas a pie de página, al contrario, pero sí creo que hay que procurar ponerlas con cuentagotas y, en la medida de lo posible, incorporar la explicación al texto. A veces, basta con un par de palabras: escribir, por ejemplo, «la revista satírica Punch», en vez de explicar qué tipo de revista era Punch en una nota a pie de página. En otras ocasiones, sin embargo, resulta imposible. Así, en la mencionada novela me vi obligada a poner una nota a pie de página para explicar quién es la «senyora Harris» —un personaje imaginario al cual constantemente hace referencia la alcohólica Sara Gamp en Vida y aventuras de Martin Chuzzlewitt, de Charles Dickens—, y quién es el «prisionero español» —una conocida estafa que consistía en convencer a la víctima de la existencia de un personaje muy rico prisionero en España que no podía revelar su identidad, pero que estaba dispuesto a recompensar generosamente a quien contribuyera económicamente a su liberación.
Por otro lado, en el párrafo en cuestión dejé la referencia a la flauta de Pan pero añadí «la melodia encisadora (la melodía cautivadora) de la flauta de Pan», por si algún lector poco versado en mitología clásica no caía en la cuenta de que Pan, un semidiós que vive en los bosques y que representa el mundo salvaje frente al mundo civilizado de la polis griega, utilizaba su flauta para cautivar y seducir. Al fin y al cabo, las referencias a la mitología clásica eran comunes en una época en la que el estudio del latín y el griego era obligatorio en las escuelas, y en la que los mitos griegos y romanos formaban parte de la «cultura general», cosa que me temo no sucede en nuestros días, en que los superhéroes de Marvel han sustituido a los viejos dioses del Olimpo y los clásicos grecolatinos han caído en el olvido.
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