Un amigo ecuatoriano, cuyo nombre prefiero omitir y al que daré las iniciales apócrifas de R. C., es muy activo en Facebook. No soy usuaria de FB, pero por sus dichos y los de amigos comunes sé que su página dista de ser banal o autorreferencial: comentarios políticos, información sobre manifestaciones artísticas y movilizaciones populares, crítica a la política —social, cultural, económica— del Gobierno, fotografías testimoniales de calidad, todo aparece bien articulado y motivado. Por añadidura —y este es otro de sus méritos—, da espacio a quienes lo contradicen, enmiendan o completan. De hecho, da espacio a muchos… pero no a todos, como veremos enseguida.
Todos los meses de diciembre, R. C. publica la lista de cinco de los libros que ha leído durante el año y cuya lectura recomienda. En su gran mayoría, se trata de traducciones de literatura extranjera procedentes de diferentes ámbitos lingüísticos, aunque con una marcada predominancia de novelas estadounidenses en versión castellana. Como R. C. es un lector a la vez ávido, curioso y lúcido, su lista anual tiene montañas de likes, de agradecimientos, de comentarios para discrepar de la inclusión de determinado título en los recomendados de diciembre o para marcar la más entusiasta aprobación.
Cuando R. C. me contó su costumbre anual, le pregunté si incluía el nombre del traductor o de la traductora de sus «recomendados». Me contestó que no, que no hay espacio, que es apenas una lista, que FB no está para eso. Ajá. Volví a la carga y le pregunté si incluiría mi nombre si yo fuera la traductora de una de las obras listadas. Sí, por supuesto. Ajá. Varios días después, me dijo que había agregado los nombres de los traductores a la lista de 2023 y que nadie había reaccionado al respecto, lo cual demostraba que la inclusión de sus nombres hace justicia, sí, pero es inútil en FB. Ajá.
Varias ideas preconcebidas subyacen a sus respuestas. En primer lugar, la idea de que la mención del traductor de una obra literaria depende del soporte en que esa obra es citada. Por supuesto que el primer escándalo es omitir la mención en el soporte libro, pero es necesario extender a otros medios la indignación; la excusa de la falta de espacio no se sostiene. Además, si FB sirve para tantas cosas, ¿por qué no podría servir para hacer justicia con los enunciadores de un puñado de obras recomendadas? En segundo lugar, una mal disimulada voluntad compensatoria: no menciono a ninguno de tus colegas, pero al mencionarte me redimo de la omisión de los demás. Yo lo veo sobre todo como una forma de «amiguismo» que distorsiona la percepción de la tarea del traductor: habría libros que se traducen solos y otros que no, según una primera hipótesis disparatada; habría traductores que merecen ser mencionados y otros que no, según una segunda hipótesis exasperante. Por último, la ingenuidad de creer que basta un clic (o muchos) para cambiar eo ipso una relación de fuerzas en un ámbito determinado.
Es cierto que hay una especie de narcisismo en esa creencia, como afirma el sociólogo francés Erik Neveu en su análisis de las operaciones por las cuales un hecho social se constituye en «problema», capaz de ser objeto de debate y, ulteriormente, de una política pública.1 Sin embargo, también es cierto que las redes sociales facilitan las manifestaciones espontáneas, entre otras acciones de visibilización de un hecho social. En todo caso, sin ánimo de convertirse en los gendarmes de las redes, los traductores activos en ellas deberían velar por que sus contactos no omitan la mención de las autoras y los autores de las versiones leídas, citadas o recomendadas. Mi amigo R. C., por ejemplo, ya está ganado para la causa.
- (1) Erik Neveu, Sociologie politique des problèmes publics, París, Armand Colin, 2015. volver
Elogio de la periferia. Apuntes de una doctoranda italiana en Galicia
Por Chiara Albertazzi
15/01/2025