Mariano Antolín Rato, in memoriam

Lunes, 13 de enero de 2025.

Nos llega la triste noticia de que la semana pasada falleció repentinamente nuestro compañero y amigo Mariano Antolín Rato. Nacido en Gijón el 8 de diciembre de 1943, tradujo del inglés, francés e italiano. Entre sus autores están Jack Kerouac, Douglas Coupland, Ezra Pound, F. Scott Fitzgerald, Malcolm Lowry, Raymond Carver, William Faulkner, Charles Baudelaire, Jean-François Lyotard, Bret Easton Ellis y William Burroughs. Obtuvo el Premio de la Nueva Crítica de novela y, también dentro de ese género, los premios Fernando Quiñones, Villa de Madrid y Juan March, entre otros. En 2014, recibió el Premio Nacional a la Obra de un Traductor. Fue también autor de obra propia y cabe destacar que en alguna de sus novelas aparece un traductor como protagonista: No se hable más: novela sobre traducciones, jardines y soledades (Alianza, 2005).

Mariano Antolín fue uno de los socios fundadores de ACE Traductores. Tal como contó a sus interlocutoras, Celia Filpetto y María Ramos Salgado en su última participación en VASOS COMUNICANTES, en el número extraordinario 2023:

Los sábados, después de comer, a eso de las cuatro, nos reuníamos para charlar en la cafetería del hotel Suecia. Estas charlas las organizaba Esther Benítez, y acudían Ramón Sánchez Lizarralde, Catalina Martínez Muñoz y Miguel Sáenz, entre otros. Yo conocía vagamente a Esther a través de su marido, Isaac Montero, que era escritor (…) Esther y Ramón habían sido miembros de partidos muy de izquierdas y tenían soltura para moverse. Yo era más bien oyente. También se decidió hacer una revista, VASOS COMUNICANTES; el nombre fue idea de Ramón y los primeros números los diseñó su hermano. Se buscaban colaboraciones variadas.

Así pues, en 1993 estuvo entre los socios fundadores de VASOS COMUNICANTES, a cuyo consejo de redacción perteneció durante años, y formó parte de la junta rectora de ACE Traductores constituida en 1999.

A lo largo de estos años participó en jornadas y encuentros relacionados con la traducción literaria, por ejemplo, varias ediciones de las Jornadas de Tarazona (incluidas las primeras). Véase aquí su conferencia en el Ojo de Polisemo que tuvo lugar en Granada en 2014; también ha colaborado regularmente con VASOS COMUNICANTES y El Trujamán; de hecho, el pasado mes de diciembre nos prometió una serie de textos para este 2025 que, lamentablemente, ya no podremos leer.

En la mencionada conversación para el número extraordinario 2023, reflexionó sobre las condiciones laborales del traductor:

El único libro con el que he ganado dinero ha sido American Psycho, y fue porque la editora era amiga mía y me dio un porcentaje más alto del que suelo percibir en derechos. Ese es el único libro en el que me ha compensado el esfuerzo de traducirlo. Cualquier traductor sabe las horas que se exige uno a sí mismo para que la traducción le parezca presentable; horas que, si cuentas su valor en dinero… Creo, sin la menor duda, que la situación actual del traductor es muy mala. (…) Por otra parte, que el traductor cobre derechos es un logro de la Asociación, algo por lo que hubo que luchar. Antes se vendía la traducción al editor, con contratos que simplemente eran de compraventa. Tengo libros que sé que se venden por miles y, como firmé el contrato antes de que tuviéramos derechos, la editorial sigue ganando dinero pero yo no he visto ni un euro. Sé que hay editoriales que me han puesto el cartel de «traductor problemático» por querer pelear estas cuestiones.

Sus traducciones de literatura norteamericana contemporánea supusieron una importante aportación al castellano del momento:

Dada mi casi especialización en literatura norteamericana actual, con frecuencia me encuentro cara a términos que aún no se utilizan en castellano. Términos, modos de expresión que, tal vez —y no es descaminado suponerlo, teniendo en cuenta que somos una provincia del Imperio Americano—, van a hacerse de uso común en español. Fue el caso de la versión de la novela de William Burroughs, Yonqui. Así aparecía en el título cuando la traduje en 1975. La palabra entonces aún no era utilizada como hoy —no había tantos yonquis, es cierto—, por lo que incluí debajo de ese neologismo, y entre paréntesis, el original inglés: Junkie. El término se difundió y en sucesivas ediciones desapareció esa forma del original.

Sin embargo, tengo que confesarlo, bastantes veces he apostado por formas —sobre todo jergales— que posteriormente nunca se han adaptado al español. Con todo, los traductores introducimos en bastantes ocasiones términos que pueden resultar extraños en un momento, pero que luego pasan al uso común —dejo sin tratar ahora el problema que plantea la validez de esos términos jergales para hablantes de círculos alejados del propio del traductor, o en el que éste se apoya—. Y no sólo en términos concretos. El traductor también introduce modos de decir, construcciones, ritmos poco usuales que, con el tiempo, aparecen integrados en la escritura habitual. (VASOS COMUNICANTES 2).

Sobre el uso de las jergas y el castellano no normativo reflexionó en más de una ocasión. En VASOS COMUNICANTES hizo un interesante repaso a lo publicado hasta la fecha como obras de consulta (en una época anterior a Internet…):

En cualquier caso, los diccionarios españoles de jergas son incompletos, a veces gratuitos y, desde luego, nunca datados. Cuando uno se enfrenta a un texto en inglés en el que esos términos abundan —y me ocurre con frecuencia—, se necesitan consultas verbales, una buena memoria y, en general, todos los recursos habituales propios de un traductor. (VASOS COMUNICANTES 4).

Conversar con Mariano era siempre una ejercicio mental estimulante, ya que sus intereses y reflexiones solían transitar por los márgenes del canon. Prueba de ello es esta fantástica entrevista de 2018 en la revista JotDown, de Fran G. Matute, con unas fotos buenísimas de Lupe de la Vallina.

Te echaremos de menos, colega. O tronco. O lo que corresponda decir en jerga no obsoleta ni excesivamente local…

La redacción de VASOS COMUNICANTES

 

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