Viernes, 26 de enero de 2024.
El pasado jueves 14 de diciembre, ACE Traductores celebró en la sede del Instituto Cervantes de Madrid la entrega del XVIII Premio de Traducción Esther Benítez, otorgado ex aequo a Rita da Costa, por su traducción de La vida, después, de Abdulrazak Gurnah, y a Julia Osuna Aguilar, por su traducción de Pequeñas desgracias sin importancia, de Miriam Toews. Reproducimos aquí la intervención de Manuel Rico, presidente de la Asociación Colegial de Escritores, en la entrega del premio.
Buenas tardes a todas y a todos.
Quiero, en primer lugar, agradecer al Instituto Cervantes en la persona de su director, Luis García Montero, su hospitalidad para acoger este acto, algo que es, desde hace algunos años, una tradición.
Agradezco, también, la colaboración y el patrocinio de CEDRO.
Y a Marta Sánchez-Nieves, presidenta de ACE Traductores, le agradezco su invitación a intervenir en nombre de nuestra entidad en el ámbito estatal.
Ese agradecimiento a Marta es también una felicitación por una doble circunstancia: ACE Traductores ha cumplido en 2023 cuarenta años de saludable vida, y el premio Esther Benítez de Traducción alcanza hoy su edición 18, el equivalente a lo que socialmente se entiende por mayoría de edad. Mi doble enhorabuena.
Esa felicitación la extiendo, por supuesto, a las ganadoras del premio en esta edición por su espléndida labor como traductoras: a Rita da Costa, por La vida, después, de Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de 2021, y a Julia Osuna, por su traducción de Pequeñas desgracias sin importancia, de la canadiense Miriam Toews.
En estos días he recordado muy especialmente mi primera presencia, en el año 2015, en la entrega del Premio Esther Benítez, una presencia que me comprometí a repetir cada año en tanto fuera presidente de ACE. Y me he acordado porque, curiosamente, fue el año en que se le otorgó el galardón a Celia Filipetto, por su traducción de Las deudas del cuerpo, de Elena Ferrante, a quien recientemente se le ha concedido el Premio Nacional a la Obra de un Traductor por su dilatada trayectoria profesional. También porque entonces me presentó, como nuevo presidente de ACE, Carlos Fortea, que este año ha completado el dúo de premios nacionales a la traducción con su Nacional a la Mejor Traducción por su trabajo con Los Effinger, una saga berlinesa, de Gabriele Tergit.
Más de una vez he contado mi relación con Esther Benítez en tiempos de clandestinidad, en el tardofranquismo, y no oculto que es un factor sentimental que se añade a los literarios a la hora de acudir a esa celebración tan especial.
Pero en estos días estamos viviendo, como ciudadanos y como escritores y traductores, una situación excepcional que, estoy completamente seguro, hubiera conmovido y conmocionado a Esther. Una situación especialmente dramática que afecta a decenas de miles de ciudadanos en un lugar del mundo llamado Palestina. Estoy convencido de que la raíz de toda obra literaria tiene una conexión directa con los valores del Humanismo, con las grandes incertidumbres que, como seres humanos, vivimos en una sociedad llena de contradicciones. La vida y la libertad en su más profunda concepción están ahí. Se explican y definen con palabras y dan sentido a toda obra artística.
Por eso, no puedo sino condenar los gravísimos atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre y exigir la libertad de los rehenes. Pero también, y con redoblado énfasis, condeno los bombardeos indiscriminados que están devastando y llenando de víctimas inocentes la Franja de Gaza. Y me sumo a las demandas que, comenzando por el Director General de la ONU, están planteando la necesidad de un inmediato alto el fuego para buscar vías de convivencia civilizada basada en la existencia de dos estados que puedan vivir en paz y en libertad.
Hoy celebramos la traducción. Nos conciliamos con la traducción como puente entre culturas, idiomas, tradiciones y valores. Como instrumento que derriba muros y fronteras.
Pero esa celebración no debe hacernos olvidar los desafíos que tanto ACE como ACE Traductores, en su condición de organizaciones profesionales, tenemos sobre la mesa.
Ahí están, como retos para el nuevo gobierno, el Estatuto del Artista que es preciso concluir, la compatibilidad entre pensiones y derechos de autor a la que hay que aliviar de trabas burocráticas y retrasos administrativos, la necesaria actualización de la fiscalidad del régimen de autónomos, dando al epígrafe de Escritores el nombre de Autores literarios, de tal modo que integre a traductores y traductoras; la creación de una casilla específica para los Ingresos derivados de la Propiedad Intelectual, la equiparación de la normativa del préstamos público bibliotecario a la de los países más avanzados de Europa y la extensión de la legislación europea, en estos momentos en elaboración, sobre la Inteligencia Artificial y el respeto a los derechos de autor y a sus propietarios, los escritores y traductores, las escritoras y traductoras. Algo que está teniendo consecuencias especialmente graves para vuestro colectivo.
Termino reiterando mi enhorabuena más calurosa a Rita y a Julia y deseando que los dos libros traducidos y premiados tengan un rodaje feliz y venturoso, algo de lo que estoy seguro.
Muchas gracias y buen trabajo.