De redes y enredos, María Ramos Salgado

Lunes, 28 de noviembre de 2022.

Así que los rumores son ciertos: el más lelo (Elon Musk, en inglés) ha tenido la feliz idea de hacerse con la red social Twitter, en principio para mejorar su funcionamiento y para hacerla más rentable para los inversores. A raíz de este cambio de jefatura, no han sido pocos los internautas twitteros que han dicho «hasta aquí» y bien han mudado de madriguera social y ahora se alojan en otras plataformas, bien han cortado por lo sano y se han desentendido de las redes en general. Pero, y esto qué nos importa a quienes leemos VASOS COMUNICANTES, se preguntará el ávido lector, y con razón. Si bien Twitter es hogar de todo tipo de personajes, gentes y alimañas, también acoge a multitud de personas de nuestro mundo de traducción. Precisamente porque creo que se ha convertido en uno de los grandes puntos de encuentro de traductores quiero dedicarle a Twitter este artículo; o más bien, no a Twitter en sí (no será hoy el día en el que abrace una empresa privada estadounidense), sino a todas aquellas personas que habéis conectado mediante su plataforma.


Precisamente porque creo que se ha convertido en uno de los grandes puntos de encuentro de traductores quiero dedicarle a Twitter este artículo; o más bien, no a Twitter en sí (…), sino a todas aquellas personas que habéis conectado mediante su plataforma


Por dar un ejemplo, yo creé mi cuenta de Twitter cuando aún no había terminado la carrera, y aunque mis amigos llevaban tiempo insistiéndome para que me abriera un perfil, yo me resistía. Ya bastante tiempo paso con el móvil, me decía yo. Pero he aquí que descubrí un cómic que pensé que bien merecía una traducción al castellano; una cosa llevó a la otra y Twitter me permitió contactar por mensaje directo con el escritor. La propuesta de traducción no ha salido aún adelante, seré sincera, aunque albergo esperanzas para el futuro, pero lo importante de todo este asunto es que me posibilitó adentrarme en el mundo de la traducción por una vía que yo no había contemplado.

Hace poco se celebró en la Universidad Complutense de Madrid la decimotercera edición de mi bienamado Ojo de Polisemo: un encuentro al que le debo mucho y al que no he fallado desde su edición del año 2017 (que fue mi primer curso en la Pontificia de Comillas, que acogió el Ojo de ese año). Desde aquí animo a jóvenes y mayores acudan a estas juntanzas, de las que siempre sale una con mucho ánimo para acometer cualquier tipo de empresa traductoril. Pero el ávido lector, de nuevo, se pregunta sin duda qué relación tiene Twitter con el Ojo de Polisemo. No tema, ávido lector, que todo se andará.

Cuando una llega al Ojo de Polisemo, acuda acompañada o por su cuenta, descubrirá en seguida tres grupos: el grupo de las eminencias, que se sientan en las butacas con una sonrisa que solo te concede la eminencia; el grupo de las grandes mentes, que se arremolinan y se saludan y se besan porque ya se conocen; y el grupo de los estudiantes, que hacen piña y se sientan juntos porque piensan que aún están en clase y quieren mirar lo que ha puesto el de al lado. Los años en los que acudí al Ojo de Polisemo en calidad de estudiante, no cabe duda de que estaba en el grupo de estudiantes. Pero una vez superada esa fase, ¿dónde entraba yo, que ni era eminencia, ni gran mente, ni estudiante ya?

El Ojo de Polisemo siempre es agradable y acogedor, principalmente porque se palpa en el ambiente que casi es más una reunión de buenos amigos que da la casualidad de que trabajan en lo mismo que un congreso institucional. Uno quiere acercarse, participar en esos corrillos que se forman al término de las ponencias, compartir pareceres, teléfonos, anécdotas… Pero hay muchas veces en las que la timidez, la vergüenza, el reparo nos detienen. En mi caso, a veces me viene a la cabeza una idea: «Esta gente va a pensar que qué hago poniendo la oreja, si a esta no la conoce nadie, quién la ha invitado, quién es».

Y es aquí donde entra Twitter. Porque no es lo mismo acudir a un encuentro en el que no te suena la cara ni el nombre de nadie, que asistir si ya los conoces de Twitter. El gran avance, la inmensa ventaja que para mí (y quiero creer que estoy describiendo la experiencia de más personas) ha supuesto esta red social es que me ha permitido acercarme a esa gente que tanto admiro y que tengo ganas de conocer sin que se le haga raro o brusco a ninguna de las partes. Un darle me gusta a un tweet por aquí, un dejar un comentario amable por la publicación de una traducción por allá… son pequeños gestos que van haciendo que el nombre de esa persona se nos quede en la cabeza, tanto para quien da como para quien recibe. Es un conocerse que se me hace suave y además, con el tiempo, los roles se van también intercambiando: aquella traductora que sacó un libro tan bonito te ha comentado ahora un tweet, ¡y menuda alegría te llevas! Además, no quiero pasar por alto que Twitter permite también ir conociendo a editores, cosa que de otro modo habría sido mucho más difícil y, en los inicios, uno siempre agradece estos pequeños empujones.


Además, no quiero pasar por alto que Twitter permite también ir conociendo a editores, cosa que de otro modo habría sido mucho más difícil y, en los inicios, uno siempre agradece estos pequeños empujones


Por lo tanto, no es de extrañar que cuando recibimos las funestas noticias de que el futuro de Twitter era incierto, muchos traductores se llevaran las manos a la cabeza. La asociación no corre peligro, ni los encuentros profesionales y no profesionales; la lista de ACE Traductores sigue activa y el Wordreference aún funciona… pero da la impresión de que no es lo mismo. Me enterneció ver que hubo quienes, como pescadores intentando salvar a los navegantes de otros botes, lanzaban cabos para podernos encontrar en otras plataformas: «¡Buscadme por aquí! ¡Encontrémonos por allá!». Hasta entonces, no me había planteado lo que supondría para mí que desapareciera Twitter, pero ahora me doy cuenta de que perdería muchísimo. La vida adulta, y me atrevo a decir que en especial la del traductor autónomo, se organiza en torno a unas fechas muy marcadas, plazos ajustados, entregas programadas, y Twitter ofrece esa sensación de patio, de calle, de salón. Cuando paro de trabajar y me meto en Twitter, me viene a la cabeza esa imagen de haber quedado con amigos y verlos ya al otro lado de la calle, estar a punto de llegar, y unirte en seguida a la conversación. Mira lo que le ha pasado a Fulanito, ¡qué bien por lo de Menganita! Esto de Fulanita no tiene perdón, ¿tú te habías enterado?

No sé cómo envejecerá este artículo: quizá dentro de un par de años estemos todos en otras redes sociales, o Twitter esté más vivo que nunca. Tampoco hace falta que me vaya tan lejos: puede que lo que cuento en estas líneas no sea la experiencia de nadie más que la mía. En ese caso, valga para ser agradecida por un gremio en el que me alegra estar, por unas personas a las que aprecio y admiro mucho. Sea como fuere, y acompañe o no la marea, confío en que sigamos faenando juntos con las mismas redes.


No sé cómo envejecerá este artículo: quizá dentro de un par de años estemos todos en otras redes sociales, o Twitter esté más vivo que nunca


María Ramos Salgado (Irun, 1998) estudió Traducción e Interpretación en la Universidad Pontificia de Comillas, donde obtuvo el Premio Extraordinario de su promoción. Comenzó su andadura en el mundo literario traduciendo Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, y en la actualidad sigue a la búsqueda de proyectos de traducción al tiempo que colabora con VASOS COMUNICANTES.

 

 

 

 

7 Comentarios

  1. Isabel+Ll Responder

    Pero qué bien que lo ha descrito todo. Los encuentros y los sentimientos.

  2. Concha Responder

    Sí, qué punto de vista, o mejor, qué manera de vivirlo tan enriquecedora, María. Hace meses que no puedo entrar en FB ni en Twitter y, aunque nunca entendí muy bien cómo funcionaba, sobre todo este útlimo, me gustaba leeros. A ver si mi hija la mayor me soluciona el problema de no poder entrar y vuelvo al patio de recreo. Un abrazo, María.

  3. María+Alonso+Seisdedos Responder

    Servidora es de las que ha saltado del barco huyendo de su nefasto capitán. Twitter, aunque muchos crean lo contrario, era un lugar maravilloso, donde se podía conocer a gente y colegas estupendas (como la que ha escrito este artículo, sin ir más lejos) y donde descansaba durante un rato del trabajo: era como salir a tomar café con las colegas e informarse de las novedades. Pero no todo vale y no estoy dispuesta a darle medio céntimo a ganar a un individuo tan impresentable, me lo prohíbe mi religión. Me ha costado irme y os echo de menos, pero tendremos que reunirnos en otra plaza. Tal vez aquí.

  4. Concha Responder

    Pues también es verdad lo que dices, María 6d2.

  5. María Ramos Salgado Responder

    Muchas gracias a todas por vuestros amables comentarios; me alegra mucho ver que os veis reflejadas en mi experiencia. Entiendo a la perfección los motivos de tu huida, María; si no fuera porque estoy en los albores de mi recorrido profesional (o eso quiero creer, porque si estoy en el ocaso, mal vamos) y siento que la red es también una de seguridad para mí, te habría acompañado y habríamos cerrado la puerta juntas. Un abrazo,
    María RS

  6. Isabel HM Responder

    Conocerse y descansar juntos en el patio. Para mí, es básico y tendrán que echarme. Gracias, María, por este artículo.

  7. Isabel HM Responder

    Conocerse y descansar juntos en el patio. Para mí, es básico y tendrán que echarme. Gracias, María, por este artículo.

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