Del amigo, el consejo: entrevista a Íñigo Sánchez Paños

Viernes, 26 de junio de 2020.

Continuamos la serie de entrevistas breves originada en el número 43, en esta ocasión con Íñigo Sánchez Paños, traductor del francés al español y del español al francés; trabaja casi siempre con Elena-M. Cano; empezó en la enseñanza de la traducción en 1979 (IULMyT, UAX, CES Felipe II-UCM); ha traducido, solo o en equipo, a François Rabelais, Isabelle de Charrière, Alain Finkielkraut, Françoise Mallet-Joris, Jean-François Lyotard, Dani Laferrière, Gilles Kepel, Blanca Andreu, Lola Velasco, Ramón Buenaventura… Es ferviente defensor de la traducción a cuatro manos, de la posibilidad de teorizar sobre la traducción y su enseñanza, de la revisión y la autorrevisión como pasos indispensables en el proceso traductor.

 

Un libro sobre traducción

¿Vale uno (muy) superado hoy por el costado comparatista? Me refiero a Teoría y práctica de la traducción, de Valentín García Yebra. Fue el primero que leí y subrayé, el primero que me sedujo, el primero con el que entendí que puede teorizarse sobre la traducción. Y sobre su enseñanza. Luego, Interpréter pour traduire, de Danica Seleskovitch y Marianne Lederer, me llevó suavemente hacia otro enfoque de la traducción y, sobre todo, de cualquier intento de enseñar a traducir, que ha sido lo que me ha ocupado durante más de treinta años. Me queda en lo íntimo del almario un libro nunca escrito, al alimón con todos mis alumnos y compañeros de brega, un libro que siempre he tenido presente.

Una traducción favorita

Dejando a un lado las traducciones de amigos y familiares, difícil, por el aquel del afecto. Pero, visto que no se especifica si por buena o por otra razón, tengo dos que me dieron, por contrarreacción, muchísimo (y agradecido) juego en clase y en charlas y charletas y en barras de bar… La primera —la genuina, no la modificada luego al hilo de las incontables críticas que ha ido recibiendo— que hizo del Petit Prince Bonifacio del Carril; y no pocas de las aventuras de Astérix, de traductores varios. Estas últimas, entre aciertos y desatinos, son fuente inagotable de regocijo. Las más de las veces, con cierta pena. En cualquier caso, me obligaron a cavilar. Y eso es siempre impagable.

Torre de Babel de Pierre Fourdrinier

Un diccionario

¿Un solo diccionario? Imposible, claro. Sobre todo, teniendo en cuenta la fuente inagotable que es la posibilidad de consulta en línea de muchísimos de ellos. Por lo que tuvo de normativo y aspira a tener hoy de práctico, a pesar de todas sus deficiencias, sigo con el DRAE. Más aún con su aplicación «Enclave».

Mencionaré también el de Autoridades. Un auténtico peligro. Y más aún en sus cuatro volúmenes en papel… Cada vez que, desatendiendo mis propias llamadas a la prudencia, caigo en la tentación de abrirlo: sé que no saldré ni fácilmente ni indemne de su red de términos y definiciones sabrosas.

La página The Free Dictionary saca de apuros y facilita la consulta de muchos diccionarios al mismo tiempo.

La búsqueda más rara que he hecho en mi vida

Después de haber traducido —siempre con Elena-M. Cano— bastantes libros de escaso lucimiento, pero de documentación agotadora (ensayos, filosofía, historia…), creo que tengo en «el zurrón de la memoria» unas cuantas búsquedas raras. En particular, por el empleo tirando a caprichoso que hacen no pocos autores de términos y fraseología que, en teoría y por cosa de la especialización, deberían ser técnicos y de un solo sentido. Aunque, pensándolo mejor, son, más que búsquedas raras, difíciles.

Raro de verdad, los signos y símbolos que emplea Nostradamus en su libro de afeites y recetas… traducción que proyectaba hacer con Pedro Gomis, alumno, compañero y amigo querido, que me dejó solo una mañana, sin llegar siquiera a despedirse…