Alicia Martorell: Yo que nunca supe de los hombres, Jacqueline Harpman

Lunes, 16 de agosto de 2021.

Alicia Martorell ha traducido del francés la obra de Jacqueline Harpman Yo que nunca supe de los hombres, Alianza Editorial, febrero 2021.


 Sinopsis

En un futuro cercano, en un planeta irreconocible, cuarenta mujeres son mantenidas en una jaula custodiada por silenciosos hombres uniformados. La más joven de ellas, la única que no recuerda cómo era el mundo antes de la catástrofe, narra este relato inquietante y se pregunta sobre lo que nos hace humanos. Mientras, va descubriendo las emociones esenciales: la nostalgia, el amor, la amistad y la muerte. Los años pasan en esa cárcel subterránea hasta que un día los guardias desaparecen, y las mujeres consiguen salir al exterior. Entonces comenzará una errancia en busca de sentido por una tierra baldía, en un mundo sin pasado ni futuro. Jacqueline Harpman (1929-2012) fue una novelista y psicoanalista belga de origen judío, cuya obra fue galardonada con el Premio Médicis y traducida a varios idiomas. Parte de su familia fue asesinada en Auschwitz, y la experiencia del antisemitismo que sufrió en carne propia inspiró el escenario postapocalíptico de esta novela inusual, que indaga sobre la dignidad y la dificultad de permanecer humanos frente al sufrimiento, en un relato conmovedor, fantástico y terrible.

Comentario de la traductora

Traducimos muchos libros, pero algo pasa cuando sabes que ha aterrizado encima de tu mesa un texto que es importante. Y este libro es uno de los mejores de ficción que me han encargado, y es una autora completamente desconocida, no solo en España, sino también en el ámbito francés.

Lo más difícil fue encontrar el tono. Se trata un monólogo que incluye descripciones muy precisas, pero también divagaciones, pequeños relatos dentro del relato principal. Es necesario encontrar la voz y dejarse habitar por ella y, esto, aunque en un principio se basa en decisiones conscientes, en algún momento deberá funcionar solo, la protagonista que no tiene nombre, la «niña» hablará con su voz a través de mí.

No es fácil de hacer en un texto de registro híbrido e inclasificable: la que habla es un mujer cultísima pero autodidacta, su único bagaje con sus reflexiones y las historias que escucha de sus cada vez más escasas compañeras de cautiverio, aunque sabe leer y escribir, no sabe lo que es un libro hasta los últimos momentos de su vida y tiene enormes lagunas de realidad, pues solo conoce el tiempo el espacio y los objetos que aparecen en la propia novela. El resto no pasan de ser pinceladas de recuerdos ajenos y chispazos intuidos. Le cuesta encajar las palabras con realidades que le son ajenas: puede conocer la palabra «leche», pero no sabe lo que es la leche. Es difícil hablar con un vocabulario tan amplio y tan limitado al mismo tiempo.

El tono es muy seco, cortante, no hay digresión alguna, su intensidad puede llegar a ser insoportable, sobre todo cuando habla de los momentos más crudos de su vida, de la muerte, el dolor, el miedo, la desesperación.

A pesar de todo, es un libro que se lee de un tirón y resulta muy gratificante acompañar este viaje al conocimiento partiendo casi de la nada. Estamos conquistando tierras ignotas que habitan en nuestra propia mente y que, fuera de nosotras, solo existen en forma de pequeños indicios. Es casi un monólogo de aventuras.

Nunca sabes si cuando habla de «hombres» se refiere a la humanidad o a las personas de género masculino, pues ambas le son totalmente ajenas. Esa dificultad ha sobrevolado toda la traducción de la novela, empezando por el mismo título.

Y en realidad, este discurso que tan ajeno y distópico nos resulta en un primer momento, no es sino la voz de una niña superviviente de un holocausto fuera del tiempo y del espacio. Podría calcarse con exactitud sobre el de otras tantas niñas que solo conocieron el horror.

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