Traducción en PowerPoint, María José Furió

Viernes, 14 de octubre de 2022.

Creo que a todos nos ha ocurrido: nos llega una propuesta para traducir tal texto con la petición de establecer un presupuesto y, haya o no urgencias económicas o necesidad de construir un currículum en ese idioma o en ese género, sentimos que queremos traducirlo. Por motivos diferentes, ligados exclusivamente a los valores que encontramos en el texto: su estilo, los personajes, el enfoque del tema, experimentalismo, etc., queremos pasar por la experiencia de traducir esta obra de teatro, esta recopilación de poemas o este detallado informe de un organismo internacional.

Porque me ha ocurrido varias veces, sé que conviene esperar a que llegue el correo con el mensaje de «presupuesto aprobado», acompañado del texto definitivo, para empezar a traducir. Pero la última vez que recibí una propuesta de este tipo tenía tiempo por delante y me puse a ello. Había que traducir al castellano los subtítulos que el público va a leer de una obra de teatro interpretada no en italiano sino en dialecto siciliano. Naturalmente, a mí me enviaban el texto italiano –y en copia el original siciliano con las acotaciones en italiano, solo para dar una idea más completa del proyecto–.

Los diálogos de la obra venían desglosados en una presentación en diapositivas e integrados en el programa PowerPoint. Es curioso, pero hace tres años oí decir que el PowerPoint estaba a punto de desaparecer de la circulación y aquí estamos en 2022 descubriendo sus ventajas. Según la norma en la traducción de subtítulos, para no dificultar la lectura cada diapositiva solo puede incluir dos líneas de texto. El cuadro en el que encajar las frases así como el tamaño de letra y el tipo de fuente ya estaban definidos por el cliente.

Quizá pensemos que es una restricción más añadida a la tarea, pero no es muy distinta de plantearse qué tipo de verso conviene antes de empezar a traducir poesía… En la traducción de estos diálogos hay que estar atentos a la puntuación, pues no siempre aparece la raya de diálogo que indica que otro personaje toma la palabra: se sobreentiende que el público que asiste al espectáculo presencia ese cambio. Dado que no incluye las acotaciones o didascalia ni ha enviado la grabación del espectáculo, hay que deducir quién habla o si un personaje interrumpe a otro completando su frase, un recurso frecuente para aportar dinamismo en escena. Es preciso estar vigilantes también sobre la composición del texto: espaciado, tamaño de guiones y otros detalles tipográficos, porque el público se distraerá con un texto desaliñado.

Igual que con el procesador de textos, en PowerPoint es recomendable guardar copias conforme avanza la traducción y creo especialmente útil tener una copia en PowerPoint y otra en pdf. Este último recurso ayudará a cotejar versiones cuando avancen las correcciones en las que habrá intervenido el editor –o quien se ocupe de revisar y comentar la traducción–.

Aquí llega la parte que me ha parecido un avance. Hasta ahora todos hemos trabajado ya con un procesador de textos en el que insertamos comentarios al margen y dejamos visibles nuestras correcciones mediante el menú de revisión y «Control de cambios». A muchos editores les gusta esta opción porque deja a la vista el trabajo del corrector sobre el texto, aunque visualmente el conjunto final queda estilo literatura vanguardista, cual caligramas apocalípticos que dejarían pensativo a Apollinaire. Otra ventaja es que son reversibles: si no te gusta la corrección, la borras y recuperas la versión original o introduces una alternativa. Terminada la revisión, se aceptan las correcciones y el documento limpio resultante se graba para entregar.

Creo que no hace falta describir la imagen del programa PowerPoint, habitualmente utilizado en presentaciones de empresa porque permite combinar texto con gráficos o con imágenes, presentación de diapositivas y revisar, etc. Ofrece la opción de dejar anotaciones –abajo, a la izquierda, al pie de cada diapo–. También lleva un traductor automático, que es de suponer irá mejorando en calidad, como ha ocurrido con Deepl.com. Sin embargo, para encargos literarios, un traductor automático es contraproducente; a fin de cuentas, una compañía teatral contrata a un traductor de carne y hueso no solo porque comete menos errores que la máquina, sino sobre todo porque tiene criterio y la traducción de diálogos, en la medida que representa una comunicación viva, nunca será literal.

Terminada la traducción y guardada nuestra copia de referencia –muy importante además de para cotejar cambios y recuperar soluciones que habíamos descartado en una primera corrección, por si surgen problemas de guardado o catástrofes similares–, podemos invitar a que trabaje sobre esta versión la persona que decidamos.

Por supuesto, lo normal es que sea el corrector o el editor el receptor de la instrucción «Compartir». Abrimos esa pestaña y en «Enviar vínculo» basta con indicar la dirección electrónica; el destinatario podrá acceder a nuestra versión.

Terminada la intervención del editor, corresponde aceptar o no sus alternativas, responder a sus preguntas y trabajar hasta la versión definitiva. Ya se ve que es el mismo método de trabajo que al traducir a varias manos. Pinchando en la pestaña «Revisiones» se abre la opción de «Nuevo comentario», y luego la de leerlos y corregirlos sucesivamente. Como las diapositivas están numeradas, podemos indicar las diapositivas que contienen algún comentario con revisiones y nuestro interlocutor –o nosotros si es el otro el que envía la corrección– saltará directamente agilizando la tarea. Para no perder la unidad de estilo, lo recomendable es que las decisiones las tome el traductor, por lo que el editor/corrector podría limitarse a escribir en comentarios sus observaciones y sugerencias. Puede corregir errores o erratas indiscutibles, pero es preferible no «enredar» en el texto si luego, al no aceptar sus cambios, hay que retroceder. (Distinto sería si al otro lado tuviésemos a un autor que conoce nuestro idioma.)

El programa PowerPoint permite una edición limpia. Cuando se habla de subtitulado, una queja recurrente es que el traductor debe trabajar con prisas, a destajo, por imposición de la empresa ya que abundan las ofertas en las que al solicitar presupuesto se pide concretar la cantidad de páginas, o palabras, líneas, diapositivas, que es capaz de traducir, o revisar o corregir, en un margen de tiempo concreto. No digo nada nuevo si recuerdo que el proyecto suele adjudicarse a quien ofrezca la combinación más barata y más rápida. Lo bueno del método PowerPoint es que se trabaja al modo clásico: permite considerar el texto como un todo formal y de estilo. Las frases de la obra que yo debía traducir están muy sopesadas y por eso era preciso eliminar redundancias para no superar las dos líneas o bien sintetizar una expresión sin perjudicar la coherencia del personaje ni del argumento, pero sin incurrir en el lenguaje telegráfico. Por ejemplo, si las protagonistas son mujeres de los barrios populares, como es el caso, no es lógico que empleen vocabulario o sintaxis de otro registro, excepto cuando se pretende hacer un énfasis, en tono irónico casi siempre; esto es habitual cuando personas con poca formación adoptan expresiones o términos puestos de moda por los media, o cuando repiten una palabra de una jerga profesional tomada de alguien que ostenta autoridad: un médico, un abogado, un asistente social…

 

Lenguajes modernos para un viejo problema

Misericordia, de la directora siciliana Emma Dante, es un texto relativamente corto pero muy intenso. Se trata de la traducción al italiano del original siciliano, del que hay ya versiones en varios idiomas, pues la obra de la Compagnia Sud Costa Occidentale cosechó bastante éxito en el Festival de Avignon de 2020/1. Si el texto enviado por el cliente no incluye indicaciones de escena y acotaciones, puede costar entender algunos detalles del argumento o saber a ciencia cierta qué personaje habla. Por eso es imprescindible disponer de información complementaria que ayude a solventar ambigüedades y descartar errores: son de ayuda los programas de mano publicados en otros países –yo conseguí el catalán, pues resulta que el Teatre Lliure puso en escena la obra a finales de diciembre de 2021–, reseñas, tráilers, fotografías de la obra. Aunque parezca baladí, esta información ayuda a decidirse por una palabra en lugar de otra: «fisgar» en vez de «mirar a través de la cerradura» y otros verbos que dan colorido al diálogo y son los más verosímiles en boca de personajes de estratos populares, sin extremar en dialectalismos o localismos que la mayoría de público podría no entender.

En esta obra de teatro en concreto, la acción se presenta in media res: tres prostitutas, Anna, Nuzza y Bettina, charlan y discuten por el niño, Arturo, un deficiente mental al que está previsto que vengan a buscar para llevarlo a un internado-orfanato. Comparten un piso minúsculo –un tugurio– y una de ellas está peleada con las otras, que la acusan de no pagar su parte de los gastos. Esta discusión ayuda a plantear en pocas escenas el presente, el pasado –el origen del niño– y el futuro inmediato de los protagonistas. Sí, porque el niño parece un objeto, es el motivo de las discusiones, pero es sobre todo el «resto» de una realidad que no se puede pasar por alto, el deficiente está ahí como signo. El tema que va asomando es la violencia que padecen las mujeres, con consecuencias más graves para las marginales, aquí las prostitutas, mientras el crío deficiente sintetiza el decaimiento social y personal que sufren las mujeres que se dedican a «hacer la calle».

Fotografía de Masiar Pasquali en el programa de Misericordia del Piccolo Teatro, Milán.

 

A un niño pequeño se le habla como tal pintándole una realidad suavizada; pero como un deficiente apenas progresa, las repeticiones de frases, el hacerse eco de sus percepciones y habilidades limitadas, caracterizan su vida en bucle, la incapacidad de hacerse autónomo. Como incapacitado y dependiente, requiere un cuidado especializado, que estas mujeres –ninguna de las cuales es su madre– no pueden proporcionarle. Se plantea entonces qué circunstancia se esconde tras la existencia de Arturo. Y así pasamos del cuento para niños al cuento para adultos y se concreta el tema de la obra, al menos como la he entendido: la responsabilidad civil ante situaciones de violencia.

Ambientado en el submundo de la prostitución, no solo se presenta el problema de la explotación del cuerpo femenino –el hombre como cliente impone su deseo y fantasías, elige a quién quiere llevarse al catre como el que en la carnicería elige la pieza de carne según la oferta–, sino también una de las problemáticas que sostiene la violencia machista: la doble faz de vergüenza y alienación que caracteriza a un determinado tipo de hombre frente a sus deseos. Conforme al tópico, el hombre que acude a una prostituta satisface una necesidad fisiológica, pero se avergüenza menos de esa necesidad que de recurrir al sexo pagado; la prostituta esconde, también según el tópico, un anhelo de convenciones: amor, pareja, familia. El embarazo –una prostituta que no toma medidas asume riesgos que debería evitar a toda costa— revela esa fantasía imposible: un niño es el marcador de un cambio de vida. Pero la realidad revoca sus anhelos cuando el hombre –un sujeto que fabrica cajas de fruta para el mercado—le da una paliza como método abortivo; una explosión de violencia tal que acaba con la mujer después de, en un parto prematuro, dar a luz una criatura que nunca podrá valerse sin ayuda.

La obra recorre diversos estilos: el neorrealismo, regado con las habituales notas de humor y picaresca, el tremendismo, con la paliza y el parto fatal, antes de llegar al realismo social: una de las prostitutas, precisamente la que es interpelada por no «contribuir» a los gastos fijos, echa en cara que no denunciaran la paliza.

Este es el punto álgido: si no se denuncian las agresiones, la situación de la víctima puede empeorar, como se ve en la obra. Aunque con los años la criatura adquiere un poco de autonomía –es capaz de vestirse sin ayuda–, la impasibilidad cobarde de las testigos tiene consecuencias irreversibles que condicionan la vida de todas las implicadas. La directora y dramaturga Emma Dante propone una lectura con esperanza, es decir moderna, aunque la referencia fundamental quizá no le resulte evidente al espectador español: al carpintero lo llaman Gepetto, como al creador del muñeco Pinocho; del mismo modo, de Arturo, el niño que nace impedido, dicen que es como un pedazo de madera que cobra vida gracias al amor y los cuidados de las tres mujeres. Pensando en darle un futuro mejor, las mujeres deciden enviarlo al orfanato, donde, además de garantizarle las necesidades básicas, adquirirá algunas destrezas. De este modo, la obra se libera del tópico lacrimógeno y señala dos fases necesarias en la conformación psicológica de toda criatura: los cuidados y afectos que crean al «niño» y la enseñanza adecuada, que crean al ser «social». Emma Dante toma referencias muy consolidadas en la cultura italiana del siglo XX y le da una salida moderna, para respaldar su convicción, según subrayaba en la entrevista de presentación de su obra en Milán, que el teatro y el arte en general han de servir para ablandar los corazones, y encontrar formas no estereotipadas de transmitir la complejidad de los aspectos que convergen en temáticas como las que aborda en Misericordia.

 

María José Furió es traductora de francés, italiano, catalán e inglés al español, colabora además con editoriales y empresas españolas y extranjeras como lectora de textos ya publicados o de manuscritos para su posible traducción al castellano y en la revisión y editing de textos. Especializada en no ficción, entre los libros traducidos se cuentan: Smash!, la explosión del punk californiano en los ’90, de Ian Winwod (Ediciones Cúpula), Los cuentos de una mañana y El último sueño de Edmond About, de Jean Giraudoux (Lom Ediciones), La travesía del libro, de J.J. Pauvert (Trama) y Las ambiciones de la historia, de F. Braudel (Crítica). Publica regularmente crítica literaria y reportajes sobre fotografía y cine en diferentes revistas españolas y extranjeras.