Martes, 22 de junio de 2021.
Vicente Cazcarra falleció el 22 de junio de 1998, hace exactamente 23 años. Traductor de ruso, fue presidente de ACE Traductores entre 1995 y 1998. Publicamos este artículo en su memoria.
Me parece que era primavera de 2021; en conversaciones de correo de ACE Traductores se mencionó a Vicente Cazcarra. Andaba yo esos días ajetreada con múltiples tareas y apenas me entretenía en las charlas de los colegas, pero cuando leí el nombre de Vicente me detuve, dejé todo y, creo que sin mucha relación con lo que se estaba comentando, dije: «Yo quería mucho a Vicente». Y es cierto, lo quería, la simple mención de su nombre tuvo tanta fuerza que paré todo lo que estaba haciendo y evoqué su imagen. ¡Qué borrosa evocación! ¿Por qué la memoria es tan cruel? Creo que con nitidez solo rescaté su sonrisa, no era de boca muy abierta, pero sí serena, transmitía sosiego, y a mí, que soy un poco torbellino, me aquietaba. Lo conocí en el local de la asociación en la calle Sagasta, era el presidente entonces, y traductor de ruso.
En aquellos años por la asociación entraban y salían traductores de gran talla, merecedores todos de semblanzas, como Ramón Sánchez Lizarralde, Esther Benítez, Catalina Martínez Muñoz, José Luis López Muñoz, Miguel Sáenz, Maite Gallego, Miguel Martínez-Lage, por citar solo a algunos. Y allí estaba Vicente, callado, parco en palabras, tranquilo. A veces, después del trabajo asociativo, él, Pilar Jimeno y yo volvíamos andando a nuestras casas dando un largo paseo por la calle Hortaleza, cruzando la Puerta del Sol, hasta Jacinto Benavente, donde nuestros caminos se separaban. A veces las conversaciones versaban sobre nuestros intereses comunes, las literaturas eslavas y la dificultad de traducirlas. Los dos, cada uno en su lengua, nos enfrentábamos al desconocimiento en España de aquellos mundos, a las traducciones que se habían hecho de obras capitales partiendo del francés u otras lenguas y no del original, al poco rigor editorial a la hora de publicar, que se movían más «por acontecimientos políticos y sociales que por verdadero interés», como decía Vicente. Su visión sobre la traducción de la literatura rusa en España expuesta en la conferencia que dio en las III Jornadas en torno a la Traducción Literaria de Tarazona, publicada en VASOS COMUNICANTES 6, continúa en pleno vigor, pese a que se hayan producido algunos cambios, en particular porque ahora contamos con más traductores de ruso en nuestras filas. Curiosamente en esta conferencia nombra a varios traductores, pero jamás a sí mismo. Traducía con su compañera, Helena S. Kriúkova, y nunca lo oí vanagloriarse de haber traducido a Yeroféiev, a Platónov, a Bajtín, a Bulgákov. Nunca lo oí vanagloriarse de su vida ni de sus logros, y tenía muchos para hacerlo.
Los dos, cada uno en su lengua, nos enfrentábamos al desconocimiento en España de aquellos mundos, a las traducciones que se habían hecho de obras capitales partiendo del francés u otras lenguas y no del original
El día que me dijeron que había muerto, hace este mes de junio 23 años, me di cuenta de cuántas cosas no sabía de él, y del poco tiempo que lo había disfrutado, y me reproché todas las veces que me dediqué a hablar solo de traducción desperdiciando la posibilidad de que me hablara de su vida tan llena de lucha y sucesos históricos que hubiera podido escuchar de primera mano de la persona que los vivió. No me dio tiempo a oír todas sus anécdotas de marino mercante, no tuve horas suficientes para indagar más en sus años de cárcel, para que me hablara de su libro autobiográfico Era la hora tercia, de las cartas a su familia en las que mostraba su generosidad, disculpándose por los disgustos que les acarreaba, «Mi única pena aquí [en la cárcel] es saber que estaréis tristes», les escribía.
En realidad, hay personas mucho más idóneas que yo para hablar de Vicente Cazcarra. Yo solo puedo hablar de muy poco tiempo, casi se podría contar en horas, siempre dentro de unos límites. Los límites de nuestro oficio, la traducción, los límites del lugar donde nos conocimos, la Asociación. Él era el presidente. Un presidente convencido de la necesidad de dotar a la profesión de un marco legal y digno, algo por lo que luchó con la misma pasión, pero también con la misma serenidad y talante conciliador, con los que luchó en su vida por la libertad. Compartimos un tiempo, para mí breve, una esperanza, un objetivo, y lo que más ilusión me hace de escribir estas palabras es la posibilidad de recordarlo, de que su memoria y esfuerzo no se pierdan, y de que socios nuevos conozcan un poquito más la historia de ACE Traductores y de las personas que la hicieron posible, y que una de esas personas fue Vicente Cazcarra, traductor de ruso y hombre de sonrisa serena.
Más sobre Vicente Cazcarra:
Nota necrológica en El País, «Vicente Cazcarra, traductor literario y luchador antifranquista».
Gran Enciclopedia Aragonesa: Vicente Cazcarra Cremallé
Luisa Fernanda Garrido es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (1981), especialista en Historia Medieval de los Balcanes, y licenciada en Lenguas Croata y Serbia y Literaturas Yugoslavas por la Universidad de Zagreb (1988). Ha traducido junto con su marido, Tihomir Pistelek, a autores como Ivo Andrić, Danilo Kiš, Aleksandar Tišma, Dubravka Ugrešić, Predrag Matvejević o Miljenko Jergović, entre otros. Ha sido directora de los centros del Instituto Cervantes de Sofía, Amán y Túnez. En la actualidad dirige el centro de Praga.
En noviembre de 2005 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por la traducción del serbio al español de la novela de Aleksandar Tišma El kapo.