La guerra de uno, Roberto Rueda Monreal

Viernes, 25 de junio de 2021

El siguiente texto es a todas luces un proyecto de traducción literaria. Una osada apuesta por la ópera prima del escritor francés Philippe Besson, cuya publicación sería verdadera agua fresca para el panorama mexicano de la literatura traducida, planteada de manera muy franca por este traductor literario mexicano desde un espejeo de la diversidad sexual asumido en primera persona.

Mientras el autor francés nos pone en perspectiva una guerra, el traductor literario mexicano Roberto Rueda Monreal nos ofrece la suya propia cual herramienta íntima de traducción.

 

Traducir una guerra es traducir la de uno

Ganadora del Prix Emmanuel Roblès en 2001 y ovacionada por la crítica francesa en el mismo año, En l´absence des hommes (En la ausencia de los hombres), la primera novela del escritor francés Philippe Besson (Barbézieux, 1968), que me propongo traducir, no sólo es una oda a un amor imposible para su época y otra a los avatares de la adolescencia en sí misma, sino también un vasto recorrido histórico por los caminos del horror de la guerra intuidos, cual certeras y, por momentos, violentas pinceladas, a través de un sublimado diálogo franco, profundo e intelectualmente muy atractivo entre dos gigantes de la cultura universal, Vincent van Gogh y Marcel Proust, tamizado en todo momento por la mirada fija, poderosa y especial de un personaje en extremo joven y encantador en pleno despertar sensual, creativo, cuestionador y sexual.

Desde la perspectiva de una introspección juvenil, la vida, el arte, la muerte, la figura de la madre, la amistad, el amor y el descubrimiento de sí mismo se tornan ingentes asuntos de reflexión en medio de un contexto en donde los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial son sutil y, por momentos, hasta elegantemente esbozados desde la desoladora y brutal realidad de un pequeño pueblo, de un país entero, en el fondo, que se ha ido quedando subrepticiamente sin sus jóvenes varones, sin sus hombres.

Y es ahí donde la contundencia y la pericia de la pluma de Besson nos plantea una enorme tragedia por partida triple: la sangre derramada de los hijos de una Francia rural devastada por el conflicto armado, el asombroso valor adolescente ante la más absoluta de las desolaciones y la brutal ausencia no sólo de los hombres o de la figura del padre sino esencialmente del objeto del amor y del deseo de un muchachito que trae a todas luces a cuestas su propia y encarnizada guerra interna a muerte.

En toda traducción de la realidad debe de existir siempre un referente, cuantimás en las de carácter absolutamente íntimo. No obstante, en En l´absence des hommes, el protagonista de la trama de Besson carece en todo momento de esa contraparte humana cómplice en la cual reflejarse (algo cercano a un amor platónico), pues de un día para el otro la han enviado con fusil a su suerte. Así las cosas, en lo pasional y en lo sexual, ¿cómo traducirse sin la referencia carnal, física, presente, palpable? En ese sentido, ¿cómo hacer que el barquito no sólo lleve su mensaje, sino que también retorne con alguna respuesta, cualquiera que esta sea, cuando pareciese que no hay puerto del otro lado del infinito mar… cuando pareciese que no existe siquiera, justamente, ese «otro lado»?

En medio de la terrorífica confusión y de la brutal incertidumbre, luego entonces… ¿cómo enfrentar-se?, ¿cómo poder vivir, sobre-vivir, ante la desgarradora ausencia?

No queda otro camino. El amor entre un hombre relativamente mayor (que no alcanza ni siquiera los cuarenta años aún, valga aclarar) y un ensimismado pero muy curioso y despierto jovencito tendrá casi a sangre y fuego, por fuerza, que abrirse paso entre los interminables escombros de sus propias circunstancias.

En medio de tanta oscuridad, Vincent y Marcel son en definitiva algo más que seudónimos, nombres-pretexto, por donde el diálogo-monólogo colmado de pensamientos, reflexiones, pétalos, bofetadas y agallas arrojará, sin desviarse jamás de ese sendero, finalmente, algo de luz, en un momento inesperado, enceguecedora, valga advertir.

Así, la reflexión profunda y el intercambio epistolar representarán la esencia misma, el alma, de la obra. El amor, la desolación y la tristeza irán construyendo los sólidos cimientos de unas presas por cuyas compuertas se desbordará no sólo lo idílico de la pasión viril, la peculiar amistad, camaradería varonil y la solidaria ternura, sino también el absurdo, el dolor, la confusión, el terror y, sobre todo, la compasión.

La guerra de esta forma sugerida y expresada va arrojando casi quirúrgicamente la construcción de un antihéroe que, a pesar de no haber partido fusil en mano a encarar su suerte, tal como sí lo ha hecho su idílico amoroso, también de a poco se desgarra, igual recibe metralla y se desangra, se derrumba, hasta yacer igualmente aniquilado.

Antihéroe que, a pesar de su corta edad, de su aparente ecuanimidad y enorme madurez, sufre y evoca el amor ausente al tiempo que se engancha en titánicas batallas que en todo momento prometen soledad y muerte, acaso algo de esperanza. Niño asustado.

Mientras que en las típicas novelas históricas sobre la Primera Guerra Mundial (de esas que pululan por todo el mundo, cuyas traducciones cinematográficas hemos visto todos), lo literariamente más socorrido es que el soldado evoque inequívocamente al deseo y al amor dejado atrás, muy lejos, a través de fotos de novias llevadas en el pantalón o en postales de mujeres en poses sugerentes escondidas debajo del militar colchón, en En la ausencia de los hombres la piedra de toque no es ninguna foto, ninguna femenina postal, sino la pericia epistolar por donde, en todo momento, se evocará una amistad de mano extendida, un colosal deseo acumulado, una «guía paternal» vuelta cariño masculino, varonil, viril, ese guiño helénico al amor y al deseo utópicos condenados a la imposibilidad entre el adulto obligado a partir y el menor abandonado en medio de la nada, a pesar de la presencia materna. Una terrible y casi sangrienta ausencia. Para nuestro antihéroe, aunque celebración e invitación a la vida, mortal orfandad.

Esta esencia, esta alma, su voluntad de estilo, esta ausencia, debe ser captada por la literaria traducción. ¿Las almas pueden ser traducidas?

A pesar de todo, la belleza y la poesía se hacen posibles a través de dichas cartas enviadas desde trincheras y desde casa, respectivamente, de parte de un hombre al que se lo coloca constantemente a las puertas de su destino en el frente de batalla y de parte de un muchachito que está dispuesto, a cada envío y a cada recepción, a dar la vida por él, por ese peculiar, inmenso, inviable, pero, palpable, amor.

Como se intuye, he ahí también su grandiosidad, la inédita de Besson es una obra de diálogos paralelos a través de la ingenuidad y la inocencia de toda una generación que tuvo que aprender desde muy temprano, demasiado temprano, tal vez, a vivir con paranoia, con exacerbada ansiedad y, sobre todo, con un incontrolable temor inoculado en medio de la más absoluta desolación, peste, bombardeo, enfermedad y devastación.

Una novela, vuelvo a insistir, en donde la introspección juvenil, la vida, el arte, la muerte, la figura de la madre, la amistad, el amor y el descubrimiento de sí mismo serán curiosa y fatalmente claros bosquejos de toda una época que, ya por bien, ya por mal, marcaría el devenir de la humanidad entera.

En resumen, En l´absence des hommes es un intenso recorrido por partida doble. Es una íntima historia pecho tierra sobre el alma de un adolescente despertando al mundo justo antes de que éste le explote en pleno rostro y otra, conmovedora, desgarradora en realidad, sobre un universo en donde los hombres sencillamente no están, se han ido, con todo lo que esa ausencia implica.

Una historia, pues, a final de cuentas, sobre el nacimiento del bélico siglo XX y sus contradicciones como nunca pluma ninguna las había narrado.

 

La traducción de «La Ausencia»

 Contextos culturales, literatura universal y perspectivas de autor

Philippe Besson - Absence hommesEn l´absence des hommes es una de esas novelas que se dejan leer de un modo aparentemente sencillo. Las más difíciles y peligrosas de traducir. A diferencia de otros autores, cuyas tramas de novela también tienen como trasfondo alguna de las guerras mundiales, Besson no desea en su ópera prima forzosamente, o de manera esencial, restregarnos en la cara su evidente erudición. Antes bien, la inteligencia envuelta en cierta delicadeza. La traducción, en este sentido, implicará un profundo trabajo de investigación tanto de acontecimientos históricos, así como de movimientos literarios y culturales para asir por completo lo que subyace en el metatexto y en la íntima complicidad entre un refinado adulto que tiene que ir a la guerra, pero que también se asume como escritor y un adolescente cargado de admiración, pero impregnado de una sabiduría que bien puede hasta provocar cierto temor.

En este punto, la traducción tendrá por fuerza que aspirar a rescatar esa complicidad (plasmada en el original), sin descuidar ese armazón investigativo en el que habrá de sustentarse.

El relato traducido, pues, tendrá que ser también de una gran introspección, de una muy intensa. Y es que, como ya lo he sugerido más arriba, Besson nos plantea la miseria de Europa ligada con la historia universal, pero también nos coloca de facto en medio de un particular desamparo observado desde varias perspectivas:

  1. La tragedia de la Francia rural (cuya ausencia masculina comienza a hacer estragos);
  2. La abrumadora valentía del personaje principal frente al horror de una catástrofe, la Guerra, aunada a la forma que tiene de encarar la ausencia generalizada de los hombres en su pueblo;
  3. La presencia omnipotente de la madre;
  4. Su deseo carnal, sin evocarlo nunca como tal.

Vincent van Gogh y Marcel Proust. Vincent y Marcel, pretextos perfectos para tender un velo y hacer guiños y referencias al mundo literario y a la literatura de una época específica, provocando que salten a escena ciertos términos, ciertas referencias, algunas específicas anécdotas y hasta fragmentos, cual metralla, en donde el tiempo y el espacio se verán trastocados por el mundo francés de los libros, las casas editoras y de los mencionados artistas.

¿Podrá este traductor literario plasmar el evidente pretexto de los famosos pseudónimos en donde subyace un universo entero ligado a la literatura íntima, dada la condición de escritor de un personaje y el estudio y la erudición del otro por donde pasa la vida en medio del horror, la ternura entre el miedo, el deseo en medio de la muerte?

 

Traducción, dudas y deseo

A veces resultará muy difícil lograr discernir entre el deseo sexual homosexual y la camaradería que están todo el tiempo aparentemente entablando y fortaleciendo, intercambiando, el personaje principal de dieciséis años y «el amigo», «el camarada», «el hombre admirado» de casi cuarenta que ha partido a la guerra. El refinado escritor.

El intercambio epistolar bien podría pasar actualmente como una extraordinaria Clase Magistral de cultura, historia y literatura. No obstante, mientras va transcurriendo el intenso intercambio, a su vez van emergiendo, encegueciéndonos, ciertas miradas que no todo mundo podría a la primera reconocer, interpretar. Algo muy cercano a traducir.

Así, y al igual que sucede con los muy banalizados y contemporáneos ligues gays callejeros (se supone que en desuso), en donde no cualquier mirada, sino, justamente, ¡esa mirada!, será la inequívoca señal de lo que habrá de venir, en En la ausencia de los hombres será necesario armarse de no pocas finas herramientas para saber identificar literariamente esas miradas y no malinterpretar el fenómeno con formalismos o distorsionando lo que el mensaje subrepticio y oculto está queriendo decir en el fondo.

¿Un traductor literario heterosexual sabría identificar esa «mirada», esas «miradas»?

Con este juego de miradas, Philippe Besson, escritor abiertamente homosexual, todo el tiempo le pone trampas al lector. El gran peligro para cualquier traductor, particularmente para el que todo el tiempo quiere demostrar ser extremadamente culto, es sucumbir al canto de las sirenas y comenzar a poner inconscientemente en boca del adolescente protagonista discursos farragosos e intelectualoides que no está exponiendo en realidad.

Como aquel aparentemente inocente pasaje en donde el escritor, el soldado, desde alguna trinchera, le comparte al muchachito que Gaston Gallimard le ha pedido que abandone su casa editorial y que se vaya a la suya, una vez que se acabe la guerra (si acaso se acaba). Planteada la encrucijada, el escritor afirma que quiere realizar ese cambio, sí, pero con elegancia y serenidad, y que prefiere a un editor que verdaderamente desee sus libros y no a uno que, distante, no se preocupe de corazón por él.

Si al evocar la amistad de mano extendida, el colosal deseo acumulado, la «guía paternal» vuelta cariño masculino, varonil, viril, ese guiño helénico al amor y al deseo utópicos condenados a la imposibilidad entre el adulto obligado a partir y el menor abandonado en medio de la nada, a pesar de la presencia materna, el único mensaje que pasamos es el horror de la guerra entre países y no las guerras que se han desatado en peculiares almas colmadas de aquellas miradas, la única ausencia será, precisa y tristemente, la inteligencia y la intuición del traductor.

En resumen, la traducción literaria de En l´absence des hommes tendrá que ser, por fuerza, un intenso recorrido por partida doble. La mexicana gemela de una íntima historia pecho tierra sobre el alma de un adolescente despertando al mundo justo antes de que éste le explote en pleno rostro y otra más, conmovedora, desgarradora en realidad, sobre un universo en donde los hombres sencillamente no están, se han ido, con todo lo que esa ausencia podría implicar como lectura gozosa y reflexionadora para un país tan desigual y tan contradictorio, México, cuya cultura y educación sentimentales, por ejemplo, yace erguida y bien firme sobre la ausencia total del padre, sobre la violación de la madre y sobre la abierta idolatría de una sociedad misógina y homófoba hacia los incontestables éxitos de un cantante, ya fallecido, de cuya homosexualidad él mismo dijo: «lo que se ve, no se juzga».

Para la obra de Besson, ¿el traductor se abstendrá de juzgar o bien, para no dejar de hacerlo, se concentrará justamente en el atractivo mundo de los cafés literarios, los libros, la literatura, la diplomacia, las fechas históricas, los rimbombantes nombres, la política mundial de la época, las tragedias normalizadas y las estrategias de las potencias de la Entente o las Centrales desgarrando así el sutil velo con el que yace cubierta esta ausencia de los hombres?

Una traducción literaria mexicana, de mi autoría, pues, a final de cuentas, bien podrá estar basada en dudas (¿qué traducción de este calibre podría no estarlo?) y bien podrá versar sobre un amor en pleno descubrimiento de sí mismo (una guerra que también es toda mía) y sobre el nacimiento del bélico siglo XX y sus contradicciones, que, esta vez, requerirá de todo, menos de una literaria ausencia traductora.

He aquí una guerra. Una que también, luego de verterla al español, bien puede ser la de uno.

 

Roberto Rueda Monreal nació en el entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, en 1972. Férreo defensor del reconocimiento del traductor literario como autor, es politólogo por la Universidad Autónoma Metropolitana, traductor literario por el Diplomado en Traducción Literaria y Humanística del Instituto Francés de América Latina (Embajada de Francia en México) y escritor porque, simplemente, cayó en la trampa de las historias y las letras.

 

Ha traducido a varios autores francófonos al español mexicano, entre ellos a Hélène Rioux Olivier Clément, Robert Antelme, Jean Meyer, Aimé Césaire, Hubert Aquin, Patrice Favaro, Lucie Dufresne, entre otros más.   

 

Es autor de las novelas La Cloaca, el infierno aquí… (Ediciones B, hoy Penguin Random House, 2012) y Pétalos Negros (Saxo, Dinamarca, 2020). Es miembro fundador de la primera asociación que vela por la comunidad traductora de literatura en su país, Ametli (Asociación Mexicana de Traductores Literarios). Imparte el curso «Proyectos editoriales» en el Diplomado en Traducción Literaria y Humanística de Ametli, en colaboración con la UDIR/UNAM y la CANIEM/editamos.

 

Ha sido colaborador de medios como Milenio Semanal o de corte académico como Istor; de Milenio Diario, de los suplementos culturales Laberinto y Traspatio de Milenio Diario; de los portales periodísticos Animal Político, Replicante, La Silla Rota y Huffington Post; del suplemento Milenio Dominical; de las revistas El Malpensante (Colombia) y Nexos y del diario El Sol de México.

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