Entrevista a Isabel García Adánez, por Ana Alcaina

Miércoles, 30 de diciembre de 2020.

Isabel García Adánez (Madrid, 1972) es licenciada en Filología Alemana y Española y doctora en Filología Alemana, así como diplomada en Piano y en Teoría de la música. Es profesora y directora del Departamento de Filología Alemana y Filología Eslava de la Universidad Complutense de Madrid y ha traducido a numerosos autores de lengua alemana, principalmente de los siglos xix y xx. Acaba de obtener el Premio Nacional a la Mejor Traducción 2020 por su versión al castellano de Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío, de Herta Müller (Rumanía, 1953), Premio Nobel de Literatura 2009.

 

Fotografía de Lisbeth Salas

 

En primer lugar, enhorabuena por este merecidísimo premio, Isabel. En 2006 ganaste la primera edición del premio Esther Benítez por tu traducción de La montaña mágica, de Thomas Mann. ¿Qué sentiste entonces al ganar el premio y qué supone ahora para ti este nuevo reconocimiento en este momento de tu carrera? ¿Por qué son importantes los premios en el mundo de la traducción literaria?

En su día me hizo una ilusión enorme el Esther Benítez, que además se creaba ese año y fue el primero, y ahora me ha hecho una ilusión enorme el Nacional, cómo no. Creo que los premios son importantes siempre, porque dan visibilidad a la profesión –en este caso, espero que también a la autora, que merece tener mucha más–. Igual de importantes me parecen otros premios en otros ámbitos de la cultura que nos pasan muy desapercibidos, importantes para las personas concretas o instituciones que los reciben y para la profesión en general.

En este momento «de mi carrera» por así decirlo, lo que más me ha ilusionado es ver que el mundo sigue funcionando y que todavía cuentan el valor poético y el trabajo bien hecho, que sigue habiendo vida más allá de lo que resolvemos por Zoom y medio con el piloto automático. No me puedo quejar de encargos, y además muy interesantes, de autores que me gustan mucho, pero creo que la forma de vida que ha impuesto la pandemia nos empieza a pasar factura. Y eso que los traductores casi vivimos como en la cuarentena, pero no es lo mismo en absoluto. Tengo la sensación de que nos queda el refugio de los libros, como siempre, y para mí este premio significa ver valorado ese refugio, así que es una buena inyección de optimismo.

 

Has dedicado tu vida profesional a la docencia y a la traducción de libros. ¿Qué te empujó a dedicarte a la traducción literaria? ¿Cómo compaginas los dos mundos, el académico y el de la traducción?

Siempre me ha gustado jugar con las palabras y siempre he querido traducir. En realidad, me encanta escribir, pero en ese sentido formal, no de tener que inventar una historia y menos aún contar la mía, sino de reconstruirla con otras palabras. Me encanta escribir en general, pero no quiero «ser escritora». Como ni de la traducción ni de la escritura se puede vivir medianamente bien en Madrid sin apoyo familiar, patrimonios previos y otros «posibles», llevo desde el año 2000 en la universidad. Compagino las dos cosas malamente, a costa de muchos cafés y muchos dolores de cabeza, y quizá a costa de no hacer mucho más que estas dos cosas. Siempre pienso que en algún momento me organizaré mejor. Pero hay autores o libros que merecen la pena, y sin duda Herta Müller sería de las que más merecen quedarse sin dormir o sin vacaciones. Es un regalo de autora.

 

Centrándonos en su figura, en 2014, en el marco del Festival de las Letras de Bilbao «Gutun Zuria», Herta Müller dijo: «Habría preferido no vivir un solo día en una dictadura y no escribir una palabra. Habría sido otra persona, me hubiera dedicado a otra cosa». A priori, una declaración como esa, en boca de una Nobel de Literatura, debería bastar para que todos fuésemos corriendo a las librerías a comprar sus libros, pero ¿por qué hay que leerla y por qué este libro de ensayos en concreto?

Pues yo te diría que este es su libro más bonito, porque tiene varios textos en los que hace un recorrido por toda su vida, algo que puede hacer ahora, cuando ya está a bastante distancia de todo el pasado: por ejemplo, el primer ensayo, Cada palabra sabe del círculo vicioso, es una elaboración del discurso que dio cuando obtuvo el Nobel, en 2009, y luego hay un ensayo que se llama Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío, que da título al libro y que también es una especie de reconstrucción de toda su trayectoria general. Ella escribe maravillosamente, es todo tan poético y surrealista… te puede no gustar, obviamente, pero así son sus textos. Luego, en este libro, incluye además diez o doce textos que son de otros autores, y habla de cómo a ella le han servido y cómo los ha leído, pero también habla de la vida de otros, de modo que no se trata solo de ella hablando de su circunstancia, constantemente, algo que entiendo que puede resultar duro e incluso demasiado sórdido a veces, como puede pasar en el caso de otro libro suyo, Hambre y seda, que también es muy interesante, durísimo, pero son todos textos escritos sobre la Rumanía de la dictadura. En cambio, la variedad de Siempre la misma nieve hace que puedas encontrarte con un texto de poesía experimental que a lo mejor no te gusta nada y no te apetece nada leer, así que tienes la posibilidad de saltártelo si quieres y pasar al siguiente, que habla de Masa y poder de Canetti, por ejemplo, y entonces ya es otro estilo y otra temática. De manera que, sí, yo desde luego recomendaría, a quien no haya leído nada de Herta Müller, empezar por este, porque es claramente el mejor y el que más fuerza tiene en todo.

 

De entre todos los autores que has traducido, siempre te he oído hablar de Herta Müller como de la autora que más admiración te despierta, y, de entre todos sus libros, dices que es este libro suyo, por el que acabas de obtener el Nacional, el que más difícil te ha resultado de traducir. ¿Por qué?

Pues porque este libro es Herta Müller y es siete autores más, y dentro de esos siete autores más, hay dos especialmente difíciles de traducir: uno, Oskar Pastior, con su poesía experimental, y Jürgen Fuchs, que estuvo preso en la prisión de la Stasi y que después fue uno de los primeros que luchó para que no cerraran la cárcel y la demolieran, sino que la convirtieran en un sitio de memoria donde hicieran proyectos didácticos, etc., y también para que abrieran los archivos. Fue muy activo y escribió dentro de la prisión de la Stasi o al salir de esta experiencia. Es un autor del que la propia Herta Müller dice que no hay una sola letra en su escritura que no esté pensada y repensada. Así que, claro, traducir esos textos, que están muy muy depurados, te plantea un reto que no es traducir a Herta Müller, sino que es traducir otra serie de cosas. Con todo, Herta Müller es difícil, pero no es la autora más difícil del mundo, y sobre todo no es difícil cuando ya has traducido mucha obra suya porque ella en sus ensayos explica un poco sus novelas, pero también explica su poética, su forma de trabajar, y claro, la primera vez que te encuentras eso, se hace muy raro, te preguntas «¿ha dicho esto, seguro, seguro?», pero luego, conforme vas traduciendo ya no tienes esa inseguridad de no saber si efectivamente ha dicho lo que ha dicho o es que no lo has entendido tú o no sabes cómo reproducirlo.

 

En ese sentido, en cuanto al proceso de traducción en sí, no sé si has abordado este libro como abordas todas las traducciones en general y las de Herta Müller en particular, y estoy pensando especialmente en la dificultad de cosas como el poema experimental de Pastior en El extraordinario poder de lo ordinario, con ese particular juego de palabras con «Heimat» y las terminaciones en -at. ¿Qué estrategia has seguido para abordar esta traducción?

Bueno, básicamente, este libro tenía tres dificultades: una, traducir a Herta Müller, a ella misma en general, con su poética y sus imágenes y su texto como… como muy desnudo y surrealista. Eso ya lo conozco y no era nuevo, digamos; y luego tenía otras dos dificultades: una, que eran textos de otros, y ahí sí, la que se lleva la palma obviamente es la poesía experimental de Pastior, porque está ese poema y luego hay otros diez o doce más, y luego también están las canciones de María Tanase. Y por último, otra dificultad añadida eran las citas, que pueden ser suyas, pueden ser de otros, pueden ser de textos que están en alemán, pueden ser traducciones que ella cita y que son traducciones alemanas pero del rumano o del ruso…, entonces esa es la parte de investigación filológica, y es que muchas veces ella lo que hace es una especie de ensayo filológico sobre textos de otros y, claro, si el español tiene una edición de ese otro libro, hay que citar la edición que está publicada —y si está publicada en Siruela, con más razón aún—. En muchos casos, digamos, me hubiera sido mucho más fácil traducirlo yo, pero como son textos que están publicados, en este caso no se puede hacer. Hay que pensar que si el lector quiere cotejar el texto de Herta Müller con un libro que ya tenga, yo no puedo darle otro texto distinto del que tiene. De este tipo de citas había cuatro o cinco capítulos, y como ella no está haciendo un trabajo académico, sino que a veces son conferencias y demás, claro, ella no cita dónde está todo, de modo que te cuesta mucho reconstruir todo este proceso de una forma satisfactoria. Así, por todo eso, mi forma de trabajar consistió en dejar un poco aparte estos artículos, y a esos los capítulos con «problemas» les di más vueltas aparte. Con los poemas, por ejemplo, empecé a trabajar desde mucho antes de empezar con el grueso del libro, fui traduciendo el resto y al final solo me quedaba acabar de pulir los poemas otra vez. En Alemania, este libro se publicó antes que la autobiografía (Mi patria era una semilla de manzana), pero en España tradujimos antes la autobiografía, así que esos poemas yo ya sabía que estaban ahí y los miraba de vez en cuando (con horror). Había empezado a trabajarlos antes, dos de los capítulos se publicaron en Granta a modo de avance, y en el caso de los poemas experimentales, el proceso era de trabajarlos cada día un ratito, o como no se te van de la cabeza, en algún momento se te ocurre algo clave, o te dices «me voy a poner con el poema» y avanzas un poco. Son textos en los que tampoco por dedicarles muchas horas seguidas te quedan mejor. El trabajo que era de búsqueda, documentación y de puro trabajo filológico, a eso ya le dediqué muchísimas horas, pero no es algo creativo, sino más de resistencia. En ese caso me decía «me dejo las citas y termino todas las citas un día». O al revés, porque por ejemplo, con el autor de la prisión de la Stasi, en el caso de Jürgen Fuchs, lo que hice fue traducir todos sus textos por separado, pulirlos bien y hacer después el texto de Herta Müller donde los comenta, porque si no, no tiene sentido luego. En realidad, lo que es difícil es que ella comenta los textos, lo cual te obliga a ser coherente: lo que ella dice tiene que ser lo que tú también haces. En esos sí que quizás he trabajado más como separando textos en vez de trabajar tanto de corrido como con cualquier otro texto normal, incluso con los otros de ella. Lo difícil, y también el gran atractivo de este libro, es que exige todas esas formas de trabajo a la vez, o cuando ya te has recuperado de una, te toca la siguiente.

 

Porque tú has traducido todo el ensayo de ella, que son cinco libros, ¿verdad?

De ella estaba traducido casi todo por Juan José del Solar, pero no todo, de los años noventa, de cuando más o menos publicó en Alemania también. Cuando le dieron el Nobel, en el 2009, faltaba la novela que acababa de publicar en Alemania y que hubo que traducir corriendo. Se la encargaron a Rosa Pilar Blanco, que por cierto hizo un trabajo magnífico, porque Juanjo del Solar estaba ya enfermo y no podía trabajar con tanta presión de tiempo. En Alemania se habían publicado, después de las novelas, tres libros de ensayos. En Siruela (para los que yo ya trabajaba traduciendo policiaca y haciendo informes de lectura) me preguntaron si quería hacerlos yo y, por supuesto, me puse con el primero y luego ya fui siguiendo con los demás. De hecho, yo me ocupé de todo el ensayo, porque lo otro ya estaba hecho o en su momento corrió prisa. En la editorial han sido muy flexibles con las fechas porque, claro, tampoco son libros que estén de moda, que digamos. Tenían programado publicar todo, pero de manera más o menos pausada, yo contaba con ello, pero lo hemos programado a lo largo de años —entre 2009 y 2019—, no ha sido como otras veces, cuando te dan la fecha en la editorial y tú te tienes que ajustar a ese calendario que no se puede mover mucho.

 

¿Y cuál es la diferencia entre traducir las novelas y traducir los ensayos?

A ver, las novelas son tremendas. Las imágenes son las mismas, lo que pasa es que Herta Müller en el ensayo comenta toda la experiencia vital que hay detrás de lo que escribe en las novelas; entonces, las novelas son muy desnudas, muy de fragmentos, hay muy poca trama, en realidad son como escenas. En tierras bajas, por ejemplo, no es una novela, son como relatos, o más bien como instantáneas muy sueltas, muy quebradas y, claro, como no tienes contexto, se traduce un poco como cuando se traduce poesía, que se interpreta mucho… y luego a lo mejor no cuadra, o luego es cuando realmente se te abre la imagen. Ahora que está todo traducido, se entienden muy bien las novelas si te lees la novela y los ensayos, pero como a las traducciones les falta contexto porque los ensayos son posteriores y no estaban escritos cuando se escribieron las novelas, pues ahí hay imágenes que no se entienden o que no se corresponde cómo está traducido con lo que luego ella explica lo que era, pero claro, es que no se podía saber, porque solo lo sabía la autora. La lectura de El rey se inclina y mata, por ejemplo, que es su primer libro de ensayos, ayuda mucho a entender los símbolos, porque ella recoge la parte biográfica que retrata en la ficción, que a veces mezcla elementos biográficos de distintas personas. En las novelas hay escenas sin contexto y no entiendes lo que les pasa a los personajes.

 

¿Y no merecería la pena retraducir entonces las novelas?

Pues por ejemplo, en el caso de En tierras bajas, la traducción está hecha sobre la primera edición alemana de 1984 (creo), que estaba censurada y a la que le faltan bastantes fragmentos. Claro, el problema es que incorporar ahora los fragmentos nuevos en el texto de otro traductor… pues habría que hacer la traducción nueva completa, y eso a la editorial no le compensa, claro, porque tampoco es un best seller, no venden ni los ensayos, que son nuevos, conque una novela… Estos fragmentos eran justo los que citaba luego en Siempre la misma nieve… y no había modo de encontrarlos, porque no estaban, hasta que ya reconstruí la historia completa, compré la edición original nueva, reconstruí lo que faltaba y lo expliqué en una nota, porque si un lector luego quiere releer En tierras bajas, tiene que saberlo, porque no le va a cuadrar el artículo de la autora que habla de determinadas cosas. A mí me encantaría retraducirlo, porque es de las obras de ficción que más me gustan, es la primera que escribió.

 

¿Y no hubo un incremento en las ventas después de la concesión del Nobel?

No, yo creo que no… Bueno, ahí tal vez sí hubo un repunte en las ventas, reimprimieron y reeditaron, pero… En el caso de este último libro, bueno, a ver, yo sé de bastante gente que por lo menos me ha dicho que se lo iba a comprar, pero es que también la visibilidad de los premios dura, como mucho, una semana, yo creo… En las librerías está, desde luego, y ahora que vienen las Navidades, espero que se regale mucho y que se lea mucho.

 

Volviendo a la figura de Oskar Pastior, ¿cuál fue su influencia sobre ella?

Oskar Pastior es de la generación de la madre de Herta Müller, a la que obligaron a hacer cinco años de trabajos forzados en campos rusos para reparar la participación de la generación anterior en el ejército nazi. El padre de Herta Müller fue oficial nazi, y su madre fue de la generación de la reparación con trabajos forzados y ninguno de los dos habló del tema. Oskar Pastior, que hacía poesía experimental, era su referente en los libros durante su juventud en Rumanía y la lectura con la que ella se evadía cuando trabajaba en la fábrica (donde le hicieron la vida imposible). Luego, a Pastior lo conoció una vez habían emigrado los dos a Alemania, a finales de los años noventa, de manera que Herta Müller empezó a reconstruir la vida de Pastior, y estuvo mucho tiempo yendo a su casa a documentarse, a anotar, a recoger toda esa experiencia vital por escrito, historia que Pastior nunca había sido capaz de contar, para reconstruir la historia de su madre también y entender algo, porque además su madre era una señora que prácticamente no hablaba con ella. Era ese carácter campesino de la Rumanía profunda, ese carácter seco del campo que aquí también conocemos, pero añádele además cinco años de trabajos en los campos rusos; una mujer de una dureza brutal, imagino. Se hicieron muy amigos y la idea era escribir la historia juntos, pero Pastior murió de repente y el libro que debían haber hecho juntos, a partir de todo lo que ella había recopilado, quedó en manos de Herta Müller, a la que por un lado le faltaba información, por otro analizaba mejor que Pastior, porque tenía distancia y no le causaba tanto dolor, y luego no le podía preguntar a él si estaba de acuerdo con ciertas cosas. Lo cuenta en este libro de ahora, por cierto. Al final, se publicó la novela Todo lo que tengo lo llevo conmigo, en la que ella ficcionó mucho, porque ya no tenía a Pastior allí, ya no puede ser un libro de memorias, y explica que algunas cosas las cuenta mejor cuando las transforma mucho simbólicamente. Esta es su única novela, su única ficción, que no está basada en su propia biografía, sino en la biografía de Pastior. Tuvo que hacer otra cosa diferente de la primera intención y poner un filtro de ficción en medio, porque el trabajo de construcción del libro, después de recopilar recuerdos de tantos años, ya no lo pudo hacer con Pastior. Pero es una figura importantísima para la trayectoria de Herta Müller, al principio como autor de referencia y por lo que aprendió leyéndolo, sobre todo ese trabajo surrealista y a la vez hiperrealista con el lenguaje, y luego por la parte biográfica. Lo explica todo ella misma estupendamente.

 

En cuanto a ese trabajo con el lenguaje, tú dices que no es la autora más difícil de traducir del mundo, pero cuando, hablando de su propia escritura, ella dice cosas como: «Estaba obligada a encontrar palabras que ni me conocían a mí ni se conocían ellas pero que podían expresar más de lo que se dice al hablar (…). Escribir palabras teniendo miedo… tal vez era como comer plantas, era hambre de palabras. Reinventar la vida real en una forma irreal, no buscando una equivalencia de uno a uno, sino con mucha más precisión», sí que se intuye ahí todo un reto para el traductor, ¿no? «Y es que, para escribir una frase, tengo que transgredir los hábitos lingüísticos de las palabras, y las palabras se recomponen de acuerdo con un ritmo y una sonoridad, se vuelven precisas de un modo inesperado y dicen por primera vez aquello que yo no sabía que sabía». ¿Cómo haces tú eso en castellano? ¿Y cómo es su alemán?

Bueno, hay ciertos autores que tienen a gala escribir en un lenguaje intraducible (más de un Nobel en lengua alemana hay por ahí presumiendo de eso), y este no es el caso ni mucho menos. No se puede traducir a Herta Müller sin imaginación, sin sensibilidad poética, sin paciencia y sin mucho cuidado de que no se te vaya el texto de registro, que te quede más denso, con palabras más cultas o con imágenes menos potentes, o que no funcione el ritmo…  cosas así. Es un lenguaje que parece muy sencillo, pero eso es lo difícil, que no tiene nada, porque has tenido que quitarle todo lo que sobra. Es como bailar muy muy despacio, que es mucho más difícil que bailar deprisa, porque se ve todo. O como las imágenes agrandadas, en que cualquier cosa que desentona se ve mucho. Los farragosos son más fáciles de traducir que los autores muy depurados, en mi opinión. Pero todo eso se puede hacer, puede funcionar en español igual. Dándole vueltas, pero es posible, y muy agradecido, además.

El equivalente de su alemán con respecto al estándar puede ser, un poco por hacerse idea, como un español de América frente al de España, sólo que en alemán no es habitual que haya lenguas fuera del estándar. Ella habla con un poco de acento, pero el alemán es su lengua materna, claro. De hecho, reivindica que en Alemania son unos prepotentes al imponer la dictadura del estándar, que sería el alemán occidental, de gente con estudios, y que a todo el que es extranjero y venido de fuera le hacen notar que no es de allí e igual no está a la altura. A ella siempre le dicen: «Usted, qué bien habla alemán» y ella contesta: «Pues si es que es mi lengua materna», y que hay otros alemanes y más gente en el mundo además de los occidentales prósperos. Tiene un artículo precioso sobre eso (Aquí, en Alemania). También es verdad que lleva ya treinta años fuera de Rumanía, no creo que le siga pasando eso. Un poco de acento sí conserva, al menos yo lo recuerdo así.

 

¿Y cómo reacciona a esa crítica la Alemania occidental?

Yo creo que ellos, por ser políticamente correctos, no se pueden meter con ella, pero no se calla, no tiene pelos en la lengua. Es un Nobel y es alemán, claro, así que si la prensa no la trata mal, yo creo que debe de ser porque no se atreven. Ella, por ejemplo, no se prodiga en Alemania en los medios, no está en los canales de televisión, etc. Casi nunca se la ve, y eso que políticamente no se corta un pelo tampoco. Seguro que con el tema de los refugiados se ha pronunciado también. Me encantaría saber qué piensan respectivamente Angela Merkel de ella y a la inversa. Y además dan una combinación muy graciosa, porque Herta Müller es muy menuda y muy delgada, parece que se va a romper en cualquier momento, aunque luego me parece que tiene una fuerza increíble.

 

¿Y sabes si se ha expresado también sobre las reivindicaciones del feminismo?

Pues, ahora que lo dices, no sé yo… Yo no recuerdo ahora mismo especialmente ningún rasgo de activismo feminista en Herta Müller. Tenemos que pensar que, en los países del Este, la integración de la mujer en el mundo del trabajo estaba bastante más avanzada que en el Oeste, es decir, allí eran proletarios todos, ellos y ellas, todos estaban igual de mal. Y eso sí, eso yo creo que es por ser del Este, porque había una integración real —bueno, también hay que ver a costa de qué—, pero la participación de las mujeres era casi como la actual de ahora, no como la equivalente en la Alemania o la España de la época.

 

Decías en otra entrevista reciente que esperabas que a Herta Müller también le hiciera ilusión el premio. ¿Has sabido cuál ha sido su reacción al conocer la noticia?

Sí, se lo notificaron a través de la editorial y enseguida respondió diciendo que se alegraba mucho también, que me mandaba muchos abrazos y esperaba dármelos en persona cuando pase la pandemia, y que también esperaba que más allá del reconocimiento literario, el premio fuese acompañado de una buena retribución económica. De hecho, lo dijo de una manera bastante más directa. Yo quiero regalarle algo, pero no sé qué. Tiene que ser algo de valor simbólico, ya se me ocurrirá…

 

Hablando de retribuciones económicas y casi como quien habla con los premiados del Gordo de Navidad: ¿qué piensas hacer con el dinero del premio?, ¿qué se compra una traductora profesional con esa suma de dinero (aunque no te cambie la vida ni dé para dejar de trabajar, claro)?

Me voy a dar algún capricho de arreglillo en la casa, ya que tampoco voy a salir de ella mucho en todo el año que viene, y ahorraré para un viaje, quizá, o para algo que me haga mucha ilusión y que todavía no se me ha ocurrido. Curiosamente, no he pensado tanto en qué voy a hacer con los dineros, como en que ojalá pueda volver pronto a Alemania, donde lo que me compre serán libros y alguna antigualla del mercadillo, de esas con historias que prometen, que es lo que me gusta comprar cuando voy. Quizá significa también que esto me dará el valor de traducir solo aquellos libros por los que yo misma pagaría por leer, pero no tanto por cuestión económica. Que no suene esto mal, como traductor profesional uno tiene que traducir de todo, incluso a autores que no le gustan nada, igual que los médicos también operan órganos que igual no les son simpáticos. Y si uno tiene que vivir de esto, o intentarlo, no se le ponen peros a que te aburra el libro, porque luego el trabajo de traducción siempre tiene algo que te gusta. El traductor no es el lector, y traducir un libro que no te gusta o que es malo es un reto profesional igual de difícil y que se ha de cumplir con el mismo rigor, con independencia de la calidad del encargo. Claro, con la universidad, ya tengo que seleccionar qué puedo asumir, porque no puedo hacer todo, pero me sigue pasando lo que a la mayoría: tengo, por un lado, el miedo de que, si digo que no a un libro, luego no me volverán a ofrecer otro; y luego está el vicio de que a ciertos encargos no se les dice que no… y luego te quieres morir. Tener este colchón económico espero que me quite un poco este agobio de traductor de que tienes que economizar, y que luego no me remuerda la conciencia por irme a un spa de los finos para recuperarme. O igual es por la vinculación con Alemania, donde también tienen mucho esta mentalidad de ahorro y vida austera. Voy a ser menos austera.

 

Ana Alcaina es traductora y profesora de Traducción en la UAB.

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