Palabra de libreras: entrevista a Marian Recuerda Solana y Teresa Soto Tafalla, de la librería Ubú

Jueves, 2 de julio de 2020.

Continuamos con esta serie de entrevistas breves, que siguen el formato de nuestra sección «Del amigo, el consejo», con las respuestas de Marian Recuerda Solana y Teresa Soto Tafalla, responsables de la librería Ubú Libros de Granada (Calle Buensuceso 13), a nuestras preguntas sobre la lectura y los libros traducidos. Porque #TodoEmpiezaEnUnaLibrería.

Entrevista a cargo de la traductora Alicia Martorell.

 

ACE Traductores trabaja, entre otras cosas, por defender los derechos de los traductores de libros y por que se reconozca la importancia cultural de su labor. ¿De qué manera os parece que las librerías pueden ser aliadas de los traductores en sus reivindicaciones?

Acorde con el papel de prescriptoras que tenemos como libreras dentro de la cadena del libro creo que nuestra labor en este sentido se centra en prestar atención al trabajo de los traductores y traductoras. Ponerlo en valor, destacarlo. Es importante conocer el nombre de quien traduce, dar a conocer cómo influye su trabajo en el desarrollo de una obra literaria concreta para que finalmente llegue a los lectores la mejor y más veraz versión del libro original.

¿Qué traducción reciente os ha parecido especialmente destacable y por qué?

Podríamos destacar varias. Es impresionante el trabajo realizado por Enrique Maldonado en la traducción de la novela neozelandesa El mar alrededor, de Keri Hulme, editada por Automática. Esta creadora de lenguaje no solo tiene una prosa vivísima, sino que deforma y manipula de una forma muy plástica la lengua inglesa para acercarla a la lengua indígena de su región. Enrique ha comprendido su sistema literario y lo ha volcado en una traducción que respira y llega a los lectores de forma clara y muy agradable en la lectura.

También la editorial Akal está publicando la obra de Virginia Woolf traducida por Itziar Hernández, Orlando, y en unos días estará disponible Al faro, que esperamos con impaciencia.

En estos momentos estoy leyendo la última novela publicada por Malas tierras en conjunción con la editorial Underwood. Se trata de la novela experimental Berg escrita por Ann Quin. Los traductores (Axel Alonso Valle y Ce Santiago) han sabido respetar el estilo rompedor de la autora, su uso peculiar de la puntuación y el ritmo y lo han adaptado perfectamente. Es un delirio sumergirse en sus páginas.

Aunque tiene ya seis años la traducción, no podemos evitar nombrar Inquieto, de Kenneth Goldsmith, en traducción de Carlos Bueno Vera (editado por la uÑa rota). Un monólogo interior densísimo que el traductor supo resolver con una frescura y un ritmo admirables.

¿Qué libro traducido marcó vuestra infancia o adolescencia?

Marian: En el caso de mi adolescencia fue Los miserables de Víctor Hugo, realizada por Nemesio Fernández Cuesta. En realidad, hay bastante polémica con esta traducción porque «corrigió» algunos elementos que le parecieron demasiado laicos y que transmiten una visión del personaje principal, Jean Valjean, bastante alejada del original en francés. De hecho, según indica María Teresa Gallego, autora de la última traducción de esta obra (Alianza, 2013), en la versión de Fernández Cuesta las canciones populares francesas se traducen como jotas segovianas.

Teresa: A mí me marcaron mucho H. P. Lovecraft y Edgar Allan Poe. Recuerdo En las montañas de la locura, la edición de Valdemar traducida por Francisco Torres Oliver, que lo leía una y otra vez, embobada con ese lenguaje tan adjetivado repleto de monstruos y sucesos indescriptibles. De Poe me marcó la traducción de Cortázar, ¡no dormía por las noches!

¿Cuál fue el libro que os hizo cobrar conciencia de la labor de los traductores, de estar leyendo palabras extranjeras que alguien había reescrito en tu idioma?

Marian: Recuerdo como revelador el momento en el que descubrí que Julio Verne se llamaba Jules y era francés. Aparte de esta anécdota compartida con muchos lectores de mi generación, recuerdo como una experiencia fascinante recorrer las páginas de Los hermanos Karamazov comparando las dos traducciones diferentes que encontré en una librería de viejo: José Laín Entralgo y Rafael Cansinos-Assens.

Teresa: En mi caso, estudiando la carrera de traducción, recuerdo leer Retrato del artista adolescente y Dublineses de James Joyce en las traducciones de Dámaso Alonso y Guillermo Cabrera Infante, respectivamente, con mucha atención. Ambos libros los leí en inglés y en español y, aunque las historias me encantaron, presté mucha más atención a la labor de cada uno de los traductores, a cómo fueron capaces de trasladar un lenguaje tan complejo al entorno cultural de las letras hispánicas. Quizá son los trabajos que más me han marcado como traductora.

¿Qué libros, autores, géneros o temas asociáis con algún traductor en concreto?

Marian: Quizá los autores que más asocio a los libros que traducen sean los de poesía, Jorge Gimeno y el barroco francés, Jordi Doce y la poesía norteamericana. También en filosofía es inevitable pensar en el trabajo de José Luis Pardo asociado a Giles Deleuze, Jameson o Debord.

Teresa: En poesía, me quedo con las traducciones de Daniel Aguirre de Un país mundano de John Ashbery y también Ideas de orden de Wallace Stevens. Me gustan tanto que no sé si sería capaz de leer otras versiones traducidas. También asocio Moby Dick a la traducción publicada por Akal de Fernando Velasco Garrido. Tanto la introducción como el glosario y las notas me resultan brillantes y aportan una información muy valiosa a la hora de comprender la dimensión de la gran novela de Herman Melville. Acabo de terminar también El unicornio negro de Audre Lorde, también poesía, y me fascinó la capacidad de Jimena Jiménez Leal, su traductora, de trasladar la fuerza poética de la escritora afroamericana.

¿Cuál es la traducción más curiosa que os han pedido?

La librería está situada cerca de la Facultad de Traductores y tenemos un buen fondo de libro usado así que no es raro que nos pidan libros buscando una traducción concreta. La última anécdota que nos ocurrió fue que una chica nos pidió alguna edición bilingüe en francés y griego clásico y justo tenía encima de la mesa una preciosa de primeros de siglo que acababa de catalogar, la única de toda la librería y la única que hemos tenido en todos estos años.

¿Cómo influyen las traducciones en los libros que encargáis y que recomendáis en la librería? ¿En qué medida creéis que los lectores se fijan en la traducción a la hora de comprar un libro de un autor extranjero?

Influye indudablemente. Escogemos nuestros títulos traducidos motivadas por presentar la versión más clara, precisa y razonada del libro original. Nos basamos en nuestra propia experiencia como lectoras —y traductora en el caso de Teresa— y las reflexiones que nos hacen llegar nuestros clientes más avezados.

Creo que cada vez los lectores se fijan más en las traducciones. Hay una conciencia de lo importante que es, por ejemplo, volver a traducir a los clásicos para comprender lo máximo posible su época y estilo. Aun así, todavía queda mucho trabajo que hacer sobre todo para animar a los lectores y lectoras menos exigentes.

En España hay varios premios que reconocen la labor de los traductores de libros, como el Premio Nacional a la Mejor Traducción, el Esther Benítez o el Ángel Crespo. ¿Los conocéis? ¿Soléis enteraros de los fallos? ¿Soléis destacar las obras ganadoras en la librería? Si no lo habéis hecho hasta la fecha, ¿os animaríais a hacerlo a partir de ahora?

Hay tal abundancia de premios y galardones literarios en estos momentos que es difícil mantenerse al corriente de ellos. Además, al haber tantos y tan variados sucede que se vuelven relativos y pasan al olvido muy pronto. En esta librería procuramos prestar atención únicamente a los premios que consideramos que aportan conocimiento y mejoran el criterio en nuestros lectores y los tenemos presentes a lo largo del tiempo, no solamente cuando son noticia. Por supuesto, el Premio Nacional de Traducción, el Esther Benítez y el Premio Ángel Crespo son de absoluta relevancia para nosotras.

Decís más arriba que vuestro local está cerca de la facultad de Traducción e Interpretación de Granada. ¿En qué medida condiciona esa cercanía la vida de la librería? ¿Vienen muchos estudiantes y profesores? ¿Organizáis alguna actividad con ellos?

Vienen estudiantes, pero sobre todo profesores. Hemos organizado actividades con ellos, las más importantes han sido las lecturas de poesía bilingüe y las charlas literarias. Hubo dos lecturas que tuvieron mucho éxito: la de poesía en catalán y la nórdica. Las charlas literarias fueron realizadas en colaboración con el Centro Ruso: proponíamos un autor y Benamí Barros pasaba cerca de dos horas encandilando a todos.

En Granada viven muchos traductores y es corriente que participen en vuestras actividades, ya sea presentando libros o participando en la presentación o en las sesiones del club de lectura. Algunos animan en vuestra librería todo tipo de actividades. ¿Cómo puede una librería hacer de nexo entre todos los implicados en la vida cultural de su ciudad?

Las librerías son un nexo entre los implicados en la vida cultural si eligen serlo, pero también pueden ser simplemente comercios y es totalmente respetable. Para nosotras ha sido inevitable porque nuestra vocación no es comercial, sino de trabajo en torno a lo literario. Ha sido inevitable porque por la puerta de nuestra librería entran desde catedráticas a pintores de brocha gorda y todos tienen en común el amor y obsesión por el hecho literario. Quizá las actividades que organizamos son justo para eso, para unirlos a todos en tiempo y espacio y que sucedieran cosas.

 

Sobre la librería

Ubú Libros es una librería cultural de viejo y nuevo situada en el centro de Granada. Trabajamos principalmente con editoriales independientes de poesía y teatro, aunque también disponemos de un fondo de narrativa y ensayo político, literario y sobre feminismos. Nuestros libros usados tienen diversas procedencias y ocupan la mayor parte de nuestro espacio. También somos un espacio abierto en el que suceden cosas. A veces presentamos libros, pero también ha habido conciertos, charlas, talleres de filosofía, cine o poesía, verbenas y sesiones de jazz clandestinas y dramaturgias varias.

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