Lunes, 2 de octubre de 2023.
La temporada de verano ha terminado, y VASOS COMUNICANTES ha seguido publicando semanalmente artículos, crónicas, reseñas y novedades traducidas. Queda cerrado un número con un contenido similar a los demás en cuanto a extensión, variedad y calidad de contenido. Las publicaciones más leídas durante el mes, como se puede ver en la columna de la derecha, no siempre son las más recientes. Nuestros lectores bucean en nuestras páginas en busca de textos que les sean útiles, independientemente de la fecha de publicación.
Este verano, además, hemos visto la publicación de un informe de la UE titulado The Status and Working Conditions of Artists and Cultural and Creative Professionals. Se trata de un texto fruto de un método abierto de coordinación en el seno del Plan de Trabajo para la Cultura 2019-2022 similar al que se publicó en 2022 con el título Translators on the Cover (en el que participó ACE Traductores y del que ya hablamos aquí). Este nuevo informe sirve de panorámica de los retos a los que se enfrentan los artistas y los profesionales culturales y creativos europeos. Está lleno de recomendaciones utilísimas que, esperamos, sean tenidas en cuenta por los distintos gobiernos de Europa. Además, cuenta con un anexo muy esclarecedor si se quiere comparar la situación entre los distintos países de la Unión. Demuestra también que los pasos que se han dado en España para llegar a la aprobación del Estatuto del Artista por el Real Decreto-Ley 1/2023 (proyecto en el que ACE Traductores ha participado desde su gestación) eran necesarios, e imaginamos que sus grupos de trabajo tienen todavía mucho por delante.
Y, hablando de retos, cada vez parece más urgente reflexionar sobre las tarifas de la traducción editorial. Resulta descorazonador el número de colegas dedicados en exclusiva a la traducción editorial que, dadas las bajas tarifas que se les ofrecen, están considerando abandonar la profesión para huir de la precariedad. Cuesta no pensar en la entrevista a María Luisa Balseiro, que declaraba que «Para un traductor que compagina la traducción con otro trabajo puede ser más fácil aceptar estas tarifas. El problema es cuando pretendes vivir de esto». Y un poco después, añadía: «[…] si hay señores que basan su negocio en la comercialización de traducciones, ¿por qué no podemos vivir de traducir? Ahí hay una contradicción flagrante. Yo no puedo basar mi negocio en la fabricación de un producto en una de cuyas etapas se requiere la afición como sustituto de la remuneración». En 2002 ya era difícil vivir de esto en exclusiva. Lo fue antes también. Pero ahora, que las tarifas llevan años congeladas (por no decir que han menguado con la popularización del recuento de Word), para muchos colegas el delicado equilibrio entre remuneración y afición ha desaparecido.
Quién sabe, quizá haga falta que voces de fuera de la profesión señalen este desequilibrio y logren poner el foco en esta injusticia económica que ACE Traductores lleva tantos años denunciando. Isabel Coixet lo hizo recientemente en una entrevista en La Vanguardia a propósito del estreno de su película Un amor (basada en la novela homónima de Sara Mesa) en la que declaró: «Mi vecina se ha pasado tres años traduciendo Los hermanos Karamazov para el francés y cuando me dijo lo que cobraba te preguntas cómo se puede vivir así con una dedicación tan brutal». Ojalá se sumen a ella muchas más personas, ojalá consigamos entre todos un cambio de tendencia en el ecosistema del libro que asegure que grandes profesionales dedicados a fabricar la literatura universal no abandonen el barco por falta de pan.
Codirector de VASOS COMUNICANTES
Gracias, Arturo.
Perdón, debería haber dicho: gracias, equipo.
Hola, Arturo. Muchas gracias.
El tema de las tarifas debería estar sobre la mesa siempre, por lo menos a final de año cuando el resto de los mortales revisa sus tarifas o ve incrementado su salario. No termino de entender que se diga «cada vez parece más urgente reflexionar sobre las tarifas de la traducción editorial. Resulta descorazonador el número de colegas dedicados en exclusiva a la traducción editorial que, dadas las bajas tarifas que se les ofrecen, están considerando abandonar la profesión para huir de la precariedad.» para referirse a una realidad vieja de más de 15 años. No es descorazonador, es una vergüenza porque la solidaridad en la profesión está por ver, por lo menos en mi experiencia personal.