De te fabula narratur: los sistemas de cómputo y el rendimiento del trabajo de traducción en el sector editorial, Carlos Milla Soler y Marta Pino Moreno

Verano de 2006. Recuperado el miércoles 29 de diciembre de 2021.

A pesar de los años transcurridos desde la publicación de este artículo y de los libros blancos sobre la traducción editorial, los sistemas de cómputo distan de ser claros y transparentes. Reproducimos aquí el artículo de Carlos Milla y Marta Pino publicado en VASOS COMUNICANTES 34 con el objetivo de aclarar conceptos a quienes se inician en el mundo editorial, tanto como traductores como editores.  

Introducción

En los últimos diez años un curioso malabarismo algorítmico ha permitido a ciertos editores reducir sus gastos de producción a costa de traductores y correctores de estilo. Nos referimos a los sistemas de cómputo derivados del uso de nuevas tecnologías, en particular a la tarificación por recuento automático de caracteres. Esta circunstancia, gravemente lesiva para los intereses del traductor de libros, ha sido el punto de arranque del presente estudio, cuyo objetivo prioritario es crear una tabla de equivalencias justa entre los distintos sistemas de cómputo —folios/palabras/caracteres— y cuantificar así las pérdidas reales del traductor en determinados casos.

Durante décadas, las traducciones de libros se pagaron por folios, ya que la tecnología dominante en el medio, la máquina de escribir, no permitía grandes variaciones al respecto. Dichos folios, que en los contratos de traducción se denominan a veces «páginas» u «holandesas»[1], se atenían a una plantilla establecida por el editor, normalmente de 2.100 espacios (70 líneas x 30 espacios en cada línea) o bien 1.820 espacios (28 líneas x 65 espacios en cada línea); estos «espacios» incluían tanto los espacios pulsados como los espacios en blanco, y aunque en el lenguaje contractual es aún ahora el término más extendido, conviven con él, de manera minoritaria y con el mismo significado, los términos «matrices» y «caracteres»[2]. Este sistema de cómputo, llámese folio, página, holandesa o plantilla, sigue vigente en muchas editoriales. Consolidado a fuerza de años y años de uso, es todavía hoy la única norma consuetudinaria que define una unidad de tarificación. De ahí que en este estudio tomemos el folio o la página como punto de referencia ineludible para determinar los ingresos de un traductor antes de la aparición de otros sistemas de cómputo.

Hasta la irrupción de otros métodos de cálculo —el recuento automático de caracteres y palabras—, el sistema de cómputo por folios jamás se consideró ambiguo. Los editores de texto más comunes (Wordtm, WordPerfecttm, AppleWorkstm, OpenOfficetm, etc.), así como los programas de traducción asistida (Tradostm, DéjàVutm, etc.), incorporan una herramienta estadística que aporta información sobre el número de palabras, caracteres, párrafos, líneas, páginas o secciones del texto. En los últimos tiempos se ha generalizado la tendencia a incorporar el recuento de caracteres para tarificar los trabajos de traducción de libros. En tales casos, se recurre a dichas herramientas automáticas, que aportan el número total de caracteres, y a continuación se divide esta cifra por un número X de caracteres, que en muchos casos es 2.100. Como se pone de manifiesto en este artículo, tal equivalencia es errónea y sumamente perjudicial para el traductor[3].

El folio, o más exactamente la sucesión ordenada de folios que constituye una traducción completa, es la caja donde el traductor redistribuye el texto original respetando en gran medida los formatos de origen: división en capítulos, párrafos, diálogos. Esa caja, esa unidad, rara vez incluye 2.100 caracteres, por la sencilla razón de que todo libro fluye según las pautas de su género, según la voluntad del autor, según las convenciones de puntuación de la lengua de partida y la lengua de llegada, etcétera. El folio así definido era la unidad de referencia sobre la que se fijaban las tarifas. El editor, pues, no pagaba por bloques de 2.100 caracteres, sino por bloques de texto traducido con arreglo al formato original, incluyendo puntos y aparte, líneas en blanco, canciones o poemas, textos centrados. Este bloque, esta unidad, este folio contiene, como se verá en nuestro estudio, un promedio de 1.700 caracteres (y 290 palabras), no 2.100.

Por tanto, la transición del sistema de cómputo por folios, antiguo pero aún muy vigente, debe realizarse contemplando esta circunstancia. En los contratos de traducción nunca se ha dicho que se pagará al traductor por bloques de 2.100 caracteres, sino por folio, sean cuales sean las medidas de éste (líneas x espacios). El pago por caracteres sin tener en cuenta las convenciones tarifarias existentes es, pues, una práctica fraudulenta, que algunos editores, cada vez con mayor frecuencia, imponen unilateralmente al traductor sin más objetivo ni virtud que el propio beneficio. Esta trampa se ampara en ciertas imprecisiones terminológicas que han surgido en torno a las unidades tarifarias desde que se recurre a las herramientas de recuento automático. Como hemos visto, el «folio» tiene una definición inequívoca en nuestra tradición contractual, al igual que sucede con los términos «caracteres», «espacios» o «matrices». En este lenguaje contractual, cuando se habla de espacios, caracteres o matrices se está hablando del número de espacios posibles que comprende la caja del folio. Se incluyen todas las líneas, con todos sus espacios, desde el margen izquierdo al derecho, abarcando los blancos que impone la correcta división de las palabras y los párrafos. En esta tradición, los términos no se prestan a equívoco. La confusión comenzó cuando se equiparó, de forma reduccionista, un folio o página u holandesa a 2.100 «caracteres con espacios» (aquí «espacios» debe entenderse como «blancos entre palabras»; véase nota 2), tal como los calculan las herramientas de recuento automático integradas en los editores de texto.

Por último, tenemos el cómputo por palabras. La palabra como unidad se ha empleado tradicionalmente en las agencias y en la prensa, no en la traducción de libros. Tiene la ventaja, quizá, de la claridad: una palabra es una palabra, y nadie ha encontrado aún sinónimos útiles para enturbiar el lenguaje contractual. Sin embargo, adolece de los mismos inconvenientes que el cómputo automático de caracteres. Si se aplica sin tomar como referencia la convención del folio a la hora de fijar las equivalencias, da pie a la misma clase de engaños y controversias que los caracteres. Es habitual encontrar editores que, sin más rigor que el de la propia conveniencia, aplican una página de 330 palabras, y facturan en función de eso, con la consiguiente pérdida media de un 12% de ingresos para el traductor. Nos consta que se utilizan asimismo páginas de 350 y hasta 400 palabras; en tales casos, la disminución de ingresos del traductor es equiparable a la que padece con el recuento automático de caracteres.

Con el propósito de sacar algo en claro en medio de este totum revolutum, en mayo de 2005 la junta rectora de ACEtt solicitó a los asociados datos sobre las plantillas que utilizan en sus traducciones, a fin de averiguar las equivalencias reales entre los distintos tipos de cómputo. Aunque el objetivo inicial de dicha petición era utilizar los datos en negociaciones futuras entre la asociación y las editoriales, por su interés colectivo los exponemos y analizamos ahora en este artículo. Para mayor rigor y validez, exponemos las características de la muestra recogida en la encuesta, el análisis de los datos y el proceso por el cual se ha llegado a determinar la principal conclusión del estudio: la equivalencia entre tipos de cómputo. Asimismo se reproducen, en los apéndices finales, todos los datos del sondeo.

 

  1. Recopilación de la muestra

En el sondeo participaron 31 asociados, que aportaron datos relativos a la plantilla que utilizan habitualmente para facturar sus traducciones. En concreto, se les pedía que indicaran la proporción entre el número de palabras, el número de caracteres con espacios —según el recuento automático de Word— y el número de folios calculados con la plantilla. La muestra resultante está constituida por datos correspondientes a 88 libros, de los cuales 63 son textos narrativos y 25 son ensayos. Se eliminó de la muestra una entrada anómala, porque presentaba proporciones poco verosímiles en el recuento de caracteres y palabras. Se ha incluido íntegramente el resto de los datos remitidos por los socios que participaron en el sondeo (véase apéndice A).

Por su extensión y por el número de participantes en la encuesta, la muestra es representativa de las plantillas que se utilizan en la actualidad para la facturación de traducciones en el sector editorial. Como se verá en el análisis expuesto en los siguientes apartados, se observa una notable dispersión en los datos, con marcadas diferencias entre los casos más excéntricos y una desviación típica no desdeñable. Esta dispersión es un interesante reflejo de la realidad y en ningún caso impide la correcta aplicación de las herramientas estadísticas. En este estudio se ha intentado dejar constancia de esta realidad heterogénea, más o menos aceptada en el sector editorial, a partir de la cual se han ido fijando unas tarifas de referencia un tanto difusas. Consideramos necesario analizar la variación de los datos con el fin de fijar unas equivalencias realistas, acordes con la situación actual, pero basadas en el intervalo central de la muestra.

Como indicio añadido de la fiabilidad de la muestra y del propio estudio, los resultados coinciden con cálculos realizados meses antes a partir de datos recogidos entre miembros de las tres asociaciones que constituyeron la extinta mesa interasociativa (AELC, ACEC, ACEtt). En aquella ocasión se empleó una muestra de alrededor de 15 traductores, cada uno con 2 o 3 textos, y si bien el tratamiento posterior de los datos no fue tan exhaustivo y riguroso como el del presente estudio, se advierte que los promedios entonces obtenidos coinciden aproximadamente con los actuales[4] .

 

  1. Análisis de los datos

Cálculo de promedios y equivalencias entre sistemas de cómputo

Los datos recopilados se estructuraron en una tabla inicial constituida por cuatro variables: una variable independiente de género —ensayo o narrativa— y tres variables dependientes numéricas: número de folios o páginas de plantilla, número de palabras y número de caracteres con espacios. Cada entrada de la muestra contenía información para cada una de las variables. Por ejemplo, un ensayo tiene 256 folios, 74.245 palabras y 428.176 caracteres. A continuación se procedió a calcular el promedio de caracteres y de palabras por folio para cada una de las entradas de la muestra. Así se averiguó que el ensayo del ejemplo anterior tiene un promedio de 290 palabras/folio y 1.672 caracteres/folio. Se hizo el mismo cálculo para todas las entradas de la muestra (véase apéndice A). A partir de los promedios de palabras/folio y caracteres/folio de cada entrada, se calculó el promedio de palabras/folio y caracteres/folio en ensayo, en narrativa y en el conjunto de la muestra (apéndice B). Se obtuvieron los siguientes datos:

 

Promedio de palabras/folio Promedio de caracteres/folio
Narrativa 293,75 1.682,60
Ensayo 296,32 1.738,97
Conjunto de la muestra 294,48 1.698,61

 

Una vez calculados los promedios, el siguiente paso consistía en fijar una cifra de equivalencia media para las conversiones entre diversos tipos de cómputo. Para ello se podía tomar, sin más, el promedio del conjunto de la muestra. Sin embargo, esta opción presentaba dos inconvenientes importantes. En primer lugar, los promedios resultantes no son cifras redondas, manejables en el marco de una negociación, y además dificultan las operaciones de conversión entre diversos sistemas de cómputo. El segundo problema, de consecuencias más graves para la facturación de los trabajos, es que si se toma como referencia el promedio matemático del conjunto de la muestra se pierde dinero en la facturación de traducciones de textos narrativos, que en general se caracterizan por una menor densidad de caracteres y palabras por folio.

Con el fin de fijar la equivalencia justa entre los diversos tipos de cómputo, se calcularon los porcentajes de pérdida y ganancia con distintas opciones comprendidas entre 1.700 y 2.100 caracteres/folio y entre 270 y 330 palabras/folio. En el apéndice D se muestran los resultados obtenidos con cada una de las opciones. A partir de estos datos, que presentan una notable diversidad entre entradas, así como entre géneros, se definieron tres condiciones necesarias para determinar la equivalencia óptima entre sistemas de cómputo. Para que tal equivalencia resulte justa y válida como criterio general aplicable a cualquier tipo de texto, debe cumplir tres condiciones: (1) el porcentaje máximo de casos de pérdida en la conversión del cómputo por plantilla al recuento automático de caracteres o palabras en el género narrativo, que es el menos denso en relación con la plantilla, no debe superar el 50%, con un margen de variación de ± 3%; (2) el porcentaje máximo de pérdida sobre el importe de la facturación no debe ser mayor del 15%, salvo en casos residuales, y mayoritariamente oscilará entre el 5% y el 10%; (3) el porcentaje de casos de ganancia, en narrativa, no debe ser superior al 50%, con un margen de variación de ± 3%; esta tercera condición garantiza un equilibrio aproximado entre la pérdida y la ganancia en la facturación de textos narrativos.

Se cumplen las dos primeras condiciones si se establecen estas equivalencias:

  • 1 folio = n palabras, donde n ≤ 290.
  • 1 folio = n caracteres, donde n ≤ 1700.

Para que la equivalencia sea justa, se requiere también la tercera condición; la aplicación conjunta de las tres condiciones determina como proporción más aquilatada la siguiente:

  • 1 folio = 290 palabras.
  • 1 folio = 1700 caracteres.

Los siguientes gráficos y tablas muestran los casos de pérdida y ganancia, así como los porcentajes de pérdida con las equivalencias señaladas.

 

1 folio = 290 palabras

 

 Porcentaje de pérdida o ganancia Frecuencia Porcentaje Porcentaje válido Porcentaje acumulado
<-20% 1 1,1 1,1 1,1
<-15% 3 3,4 3,4 4,5
<-10% 6 6,8 6,8 11,4
<-5% 8 9,1 9,1 20,5
<0% 20 22,7 22,7 43,2
<5% 20 22,7 22,7 65,9
<10% 16 18,2 18,2 84,1
<15% 9 10,2 10,2 94,3
<20% 2 2,3 2,3 96,6
<25% 2 2,3 2,3 98,9
<35% 1 1,1 1,1 100,0
Total 88 100,0 100,0

 

 

 

 

 

1 folio = 1700 caracteres

 Porcentaje de pérdida o ganancia Frecuencia Porcentaje Porcentaje válido Porcentaje acumulado
<-20% 2 2,3 2,3 2,3
 <-15% 6 6,8 6,8 9,1
<-10% 5 5,7 5,7 14,8
<-5% 11 12,5 12,5 27,3
<0% 18 20,5 20,5 47,7
<5% 20 22,7 22,7 70,5
<10% 19 21,6 21,6 92,0
<15% 3 3,4 3,4 95,5
<20% 2 2,3 2,3 97,7
<25% 1 1,1 1,1 98,9
>25% 1 1,1 1,1 100,0
Total 88 100,0 100,0

 

 

Como se observa en las tablas y gráficos anteriores, el porcentaje de casos de pérdida en narrativa es de 47,82% con una equivalencia de 1 folio = 290 palabras, y de  52,38% en una equivalencia de 1 folio = 1.700 caracteres. Tales porcentajes se sitúan en los límites establecidos en la condición (1). Por lo que se refiere a la condición (2), en la equivalencia entre folios y palabras se aprecia que el porcentaje máximo de pérdida en narrativa es del 15% (salvo en un caso residual) y mayoritariamente oscila entre el 10% y el 5%; en el paso de la facturación por plantilla al recuento automático de caracteres, el porcentaje máximo de pérdida en el mismo género es del 15% (salvo en dos casos residuales) y mayoritariamente está comprendido entre el 5% y el 10%. La condición (3), que es complementaria de la (1), se cumple también, puesto que el porcentaje de casos de ganancia en textos narrativos es de 52,38% en la conversión al recuento de palabras y de 47,62% en el paso al cálculo de caracteres.

Conviene recordar que, según los datos analizados en este estudio, la plantilla media de 2.100 espacios equivale a 1.682 caracteres y 293 palabras en narrativa, y a 1.738 caracteres y 296 palabras en ensayo. Las equivalencias definidas aquí, aunque no coinciden exactamente con estos promedios, se sitúan en el intervalo central de los valores correspondientes a la relación entre caracteres/folio y palabras/folio.

El porcentaje de casos de pérdida aumenta, como es lógico, cuanto mayor sea el número de palabras o caracteres que se toma como equivalencia. Si se establece una equivalencia de más de 290 palabras o de 1.700 caracteres por folio, el porcentaje de casos de pérdida se dispara; el porcentaje de pérdida aumenta también, aunque en menor medida. Es decir, son más los textos que sufren una pérdida en el importe global de la factura, si bien el porcentaje de pérdida no es mucho más alto que el que se observa en las equivalencias fijadas como referencia. Algunos editores, por ejemplo, han definido una fórmula que equipara una página a 330 palabras. Según la muestra en que se basa este estudio, tal equivalencia supone un 77% de casos de pérdida en la conversión del cómputo de folios al recuento de palabras, un porcentaje máximo de pérdida del 20% (con casos residuales del 25%-30%) y una pérdida media del 12%. La proporción de 1 página = 2.100 caracteres, que también se considera normal en algunas editoriales, arroja los siguientes resultados de pérdida según la muestra de que disponemos: 98,41% de casos de pérdida en narrativa; un porcentaje máximo de pérdida del 30% en el mismo género (con dos casos residuales del 35%); un porcentaje mayoritario de pérdida de en torno al 15-20%. Los resultados hablan por sí solos. Una equivalencia establecida en estos términos comporta graves perjuicios para la situación profesional del traductor.

Otras equivalencias intermedias, propuestas tanto en el sector editorial como en el medio asociativo, fijan la correspondencia entre folios y palabras del siguiente modo: 1 página = 300 palabras. Aunque ésta es una equivalencia cercana a la nuestra, conviene tener en cuenta que trae aparejado un 58,73% de casos de pérdida en narrativa, según la muestra en que se basa este estudio, porcentaje que se aleja del equilibrio óptimo definido anteriormente. Supone también un porcentaje máximo de pérdida en narrativa del 15% (con tres casos residuales comprendidos entre el 20% y el 25% de pérdida), y un intervalo central de pérdida del 5%-10%. Tal equivalencia resulta, por tanto, algo imprecisa, tal vez porque se basa en una muestra de datos menos representativa que la expuesta aquí, o quizá porque da excesiva prioridad al redondeo sobre el equilibrio en los porcentajes de pérdidas y ganancias.

 

Diversidad de plantillas

La encuesta pone de manifiesto la existencia de una enorme diversidad de plantillas. La traslación de un modelo propio de una tecnología preinformática, la plantilla de 70 espacios por 30 líneas de la antigua máquina de escribir, a los programas de edición de textos, en especial desde la era Windows, ha generado mucha confusión en los usuarios. En la configuración de la plantilla intervienen múltiples variables: tipo de letra, cuerpo de letra, márgenes superior e inferior, márgenes izquierdo y derecho, encabezado y pie, interlineado, justificación, espaciado anterior y posterior, sangrados, control de líneas viudas y huérfanas, etcétera. Las posibilidades de combinación de todos estos elementos son casi infinitas. Como cada usuario define una plantilla personalizada, este sistema de cómputo dista mucho de ser exacto. No es extraño, por tanto, que la muestra de datos en que se basa esta encuesta presente proporciones muy distintas entre el cómputo por plantilla, que es esencialmente difuso, y los recuentos automáticos de caracteres o palabras, mucho más exactos.

La enorme diferencia en el porcentaje de pérdida o ganancia en el paso de un cálculo por plantilla al cómputo de palabras o caracteres dentro de un mismo género, distancia que en ocasiones alcanza el 55% —entre -20% y +35%—, no es atribuible a la mayor o menor densidad del texto. Si fuera así, dentro de los textos ensayísticos se observaría una menor distancia intercuartil, es decir, una menor diferencia entre los porcentajes extremos de pérdida o ganancia, puesto que este género presenta una menor variación en el grado de densidad. Sin embargo, tanto en ensayo como en narrativa dicha distancia es bastante similar, lo cual indica que gran parte de la variación se debe a la heterogeneidad en la definición de la plantilla.

La desviación típica en el porcentaje de ganancia o pérdida con una equivalencia de 1 folio = 290 palabras es de 9,44 puntos en narrativa; 9,46 en ensayo (véase apéndice C). La desviación con una equivalencia de 1 folio = 1.700 caracteres es de 9,20 puntos en narrativa; 9,63 en ensayo. Al igual que la distancia intercuartil, el análisis de la desviación típica permite constatar, una vez más, menor variación entre géneros que entre tipos de plantilla.

Dado que la muestra recopilada en este estudio es representativa de la variación real de los tipos de plantilla utilizados actualmente por los traductores para sus recuentos, y por todas las razones aducidas en la introducción, se ha tomado como referencia este patrón, a pesar de su heterogeneidad, con el fin de establecer las equivalencias con otros sistemas de cómputo. Como se ha visto en el apartado anterior, la proporción se basa en el intervalo central de la muestra, a fin de evitar pérdidas o ganancias excesivas en la conversión entre sistemas.

 

Variación entre géneros

El mayor o menor grado de densidad de un texto influye en el porcentaje de casos de pérdida en la conversión de un cómputo por plantilla a un recuento automático de caracteres o palabras. En general, el ensayo es mucho más denso que la narrativa, de modo que el paso del recuento por plantilla al cálculo de caracteres o palabras en un texto ensayístico supone un porcentaje mucho menor de casos de pérdida. Tal como se ha establecido la equivalencia entre sistemas de cómputo, si un folio equivale a 290 palabras, la conversión de la plantilla al recuento automático conlleva un 32% de casos de pérdida (es decir, un porcentaje mayoritario de casos de ganancia, 68%) en textos ensayísticos, frente al 47% de casos de pérdida en narrativa; y si el folio o la página equivale a 1.700 caracteres, la conversión da como resultado un 36% de casos de pérdida en ensayo, frente al 52% de los textos narrativos.

En definitiva, para poder aplicar un único sistema de conversión válido para ensayo y narrativa, hay que buscar un punto de equilibrio que compense las diferencias entre géneros. Se ha procurado evitar la pérdida excesiva en el género de menor densidad, la narrativa, a través de las condiciones expuestas más arriba, que fijan el umbral máximo de casos de pérdida en el 50%, con un margen de variación de  ± 3%.

 

  1. Fórmulas para el cálculo de tarifas con distintos sistemas de cómputo

Como hemos señalado, desde hace unos años se recurre cada vez con mayor frecuencia al recuento automático de caracteres o palabras para la facturación de traducciones en el sector editorial, por lo cual coexisten diversos sistemas de cómputo, cada uno de ellos con un rango de tarifas de referencia. Esta diversidad hace aconsejable disponer de un mecanismo de conversión que permita fijar tarifas justas y determinar cuánto se gana o se pierde con cada procedimiento. A partir del estudio de las plantillas y la fijación de una equivalencia basada en la proporción 1 folio o página = 1.700 caracteres = 290 palabras, se ha diseñado un sencillo procedimiento de conversión entre sistemas de cómputo, que se expone en los siguientes apartados.

 

Conversión de una tarifa por plantilla de 2.100 espacios a una tarifa por caracteres con espacios calculados con Word

Para convertir una tarifa calculada para un folio clásico de plantilla de 2.100 espacios (por ejemplo, 11 euros) a una tarifa fijada para una unidad de 2.100 caracteres con espacios según el recuento automático de Wordtm, se deben seguir estos pasos:

  1. Dividir la tarifa de la página de plantilla (11 euros) por 1.700.
  2. Multiplicar el resultado por el número de caracteres de la nueva tarifa, es decir, 2.100. El resultado es una tarifa de 13,58 euros por 2.100 caracteres con espacios:

(11/1700) * 2100 = 13,58 euros por 2.100 caracteres con espacios

Si se quiere calcular una nueva tarifa para unidades de 1.800 caracteres con espacios, la operación será:

(11/1700) * 1800 = 11,64 euros por 1.800 caracteres con espacios

 

Conversión de una tarifa por plantilla de 2.100 espacios a una tarifa por palabras

Para convertir una tarifa calculada para una página clásica de plantilla de 2.100 espacios (en nuestro ejemplo, 11 euros) a una tarifa fijada para cada 1.000 palabras, el procedimiento es el siguiente:

  1. Dividir la tarifa de la página de plantilla (11 euros) por 290.
  2. Multiplicar el resultado por el número de palabras de la nueva tarifa, es decir, 1.000. El resultado es una tarifa de 37,93 euros por 1.000 palabras:

(11/290) * 1000 = 37,93 euros por cada 1.000 palabras

Para calcular una nueva tarifa por palabra, la operación será:

(11/290) * 1 = 0,037 euros por palabra

 

Conversión de una tarifa calculada por el sistema de recuento de caracteres con espacios a una tarifa por plantilla de 2.100 espacios

Este es un ejemplo especialmente significativo porque reproduce la situación que con mayor frecuencia representa un grave perjuicio para el traductor. Aquí la fórmula nos permite conocer con toda exactitud la pérdida en el caso de aceptar el recuento automático de caracteres. Si una editorial propone una tarifa calculada para cierto número de caracteres con espacios (por ejemplo 11 euros por 2.100 caracteres con espacios), es interesante convertirla a la tarifa por plantilla para saber a qué equivale. Para ello hay que seguir este procedimiento:

  1. Multiplicar la tarifa propuesta para 2.100 caracteres con espacios (11 euros) por 1.700.
  2. Dividir el resultado por el número de caracteres de la tarifa, es decir, 2.100. El resultado es una tarifa de 8,90 euros por página de plantilla:

(11*1700) / 2100 = 8,90 euros por página de plantilla

Si la tarifa se establece para una unidad de 1.800 caracteres, la operación necesaria para calcular su equivalencia en páginas de plantilla es:

(11*1700) / 1800 = 10,38 euros por página de plantilla

 

Conversión de una tarifa calculada por el sistema de recuento de palabras a una tarifa por plantilla de 2.100 espacios

Si se define la unidad tarifaria en relación con cierto número de palabras (por ejemplo, 35 euros por 1.000 palabras), se puede averiguar su equivalencia en el sistema de tarifa por folio clásico con el siguiente procedimiento:

  1. Multiplicar la tarifa propuesta para 1.000 palabras (35 euros) por 290.
  2. Dividir el resultado por el número de palabras de la tarifa, es decir, 1.000. El resultado es una tarifa de 10,15 euros por página de plantilla:

(11*290) / 1000 = 10,15 euros por página de plantilla

 

Fórmulas generales para el cálculo de tarifas

En resumen, para realizar conversiones entre tarifas, se pueden aplicar las siguientes fórmulas generales:

 

Conversión de una tarifa por caracteres con espacios a una tarifa por plantilla Tpg = (Txcr *1700) / xcr
Conversión de una tarifa por palabras a una tarifa por plantilla Tpg = (Txpl *290)/ xpl
Conversión de una tarifa por plantilla a una tarifa por caracteres con espacios Txcr = (Tpg /1700) * xcr
Conversión de una tarifa por plantilla a una tarifa por palabras Txpl = (Tpg /290) * xpl

 

 Significado de los símbolos
Tpg = tarifa por folio o página de plantilla
Txpl = tarifa por x palabras
Txcr = tarifa por x caracteres con espacios
xpl = número de palabras de referencia en la tarifa (ejemplo: 35 euros por 1000 palabras)
xcr = número de caracteres de referencia en la tarifa (ejemplo: 11 euros por 1800 caracteres)

 

Más ejemplos:

Una tarifa de 37 euros por 1.000 palabras equivale a 10,73 euros por página de plantilla:

37 * 290 / 1000  = 10,73

Una tarifa de 12 euros por 1.800 caracteres con espacios equivale a 11,33 euros por página de plantilla:

12 * 1700 / 1800 = 11,33

Una tarifa de 11 euros por página de plantilla equivale a 12,48 euros por 1.930 caracteres:

(11/1700) * 1930 = 12,48

 

  1. Conclusiones

A partir de una muestra de datos sobre las plantillas que utilizan los traductores en la facturación de sus trabajos, se han podido determinar las equivalencias reales entre los distintos tipos de cómputo: folio, palabras y caracteres. Pese a las diferencias relacionadas con la heterogeneidad en la definición de la plantilla y con el grado de densidad del texto, generalmente mayor en el género ensayístico que en la narrativa, se ha propuesto un sistema de conversión válido para cualquier tipo de trabajo, independientemente de cuál sea la tarifa de la que se parta. La proporción en la que se basa dicho sistema es la siguiente: un folio o página de plantilla equivale a 290 palabras y 1.700 caracteres. Estas equivalencias, aunque no coinciden exactamente con los promedios de caracteres/folio y palabras/folio del conjunto de la muestra (1.698 caracteres, 294 palabras por cada página definida según la plantilla de 2.100 espacios), se sitúan en el intervalo central de los valores obtenidos en el análisis.

Para que una equivalencia entre sistemas de cómputo resulte justa y válida como criterio general aplicable a cualquier tipo de texto, debe cumplir tres condiciones: (1) el porcentaje máximo de casos de pérdida en la conversión del cómputo por plantilla al recuento automático de caracteres o palabras en el género narrativo no debe superar el 50%, con un margen de variación de ± 3%; (2) el porcentaje máximo de pérdida sobre el importe de la facturación no debe ser mayor del 15%, salvo en casos residuales, y mayoritariamente oscilará entre el 5% y el 10%; (3) el porcentaje de casos de ganancia, en narrativa, no debe ser superior al 50%, con un margen de variación de ± 3%; esta tercera condición garantiza un equilibrio aproximado entre la pérdida y la ganancia en la facturación de textos narrativos. Cumplen las tres condiciones las proporciones señaladas: 1 folio o página = 290 palabras = 1.700 caracteres. Con una proporción de más de 290 palabras o de 1.700 caracteres por página, aumenta el porcentaje de casos de pérdida más allá de los límites razonables antes definidos.

Como se ha señalado insistentemente a lo largo de este artículo, las proporciones que equiparan una página a 330 palabras o bien a 2.100 caracteres, propuestas por algunos editores, arrojan resultados muy desfavorables para el traductor. Según la muestra en que se basa este estudio, si una página equivale a 330 palabras, la conversión del cómputo de folios al recuento de palabras supone un 77% de casos de pérdida, un porcentaje máximo de pérdida del 20% (con casos residuales del 25%-30%) y un promedio de pérdida del 12%. De manera que, en este caso concreto, por más que el editor insista en que una tarifa de 36 euros por 1000 palabras equivale a 12 euros la página, si aplicamos nuestras fórmulas veremos que la tarifa real es de 10,44 euros por página. Y si una página equivale a 2.100 caracteres con espacios, el porcentaje de casos de pérdida en narrativa es del 98,41%, con un porcentaje máximo de pérdida en narrativa del 30% (con dos casos residuales del 35%) y un porcentaje mayoritario de pérdida que se sitúa en torno al 15-20%.

En vista de que se recurre cada vez con mayor frecuencia, y en muchos casos con perjuicio notable para el traductor, al recuento automático de caracteres o palabras en la facturación de traducciones en el sector editorial, y por lo tanto coexisten diversos sistemas de cómputo, cada uno de ellos con un rango de tarifas de referencia, en este estudio se ha presentado un mecanismo de conversión que permite calcular la equivalencia real entre las tarifas por folio, por caracteres y por palabras, a partir de la proporción 1 página = 1.700 caracteres = 290 palabras. Además de resumir el sistema de conversión en una serie de fórmulas de fácil aplicación, se han expuesto ejemplos prácticos que ilustran el procedimiento.

Como se puede adivinar, pues, todo esto no es un mero divertimento matemático. A veces los números, en su desnudez, son la expresión más contundente de la cruda realidad. Si nos hemos propuesto elaborar unas equivalencias precisas, y justas, entre los tres sistemas de cómputo dominantes, no es sólo para proporcionar a traductores y editores unas fórmulas de sencilla aplicación. El objetivo prioritario es dotar a los traductores de argumentos sólidos para defenderse de una de las peores agresiones que ha padecido esta profesión en tiempos recientes: el cómputo por caracteres o palabras aplicado sin el menor respeto a las tarifas y pautas ya existentes, hecho que ha redundado en una disminución real media del 19% en los ingresos del traductor (o el 12% cuando se aplica el recuento automático por palabras con una página de 330 palabras).

Y el principal argumento nos lo proporciona la aritmética más elemental. Imaginemos a un joven traductor a quien se ofrece una tarifa de 9 euros. Nos será fácil imaginarlo puesto que ocurre a diario. Supongamos que lleva trabajando en el medio dos o tres años, cuenta con el beneplácito de los editores y, por tanto, recibe encargos continuamente. Supongamos que traduce unas 200 páginas al mes, trabaja 11 meses y cobra esos 9 euros página. Al final del año ha ingresado unos 19.800 euros (3.300.000 pesetas). No es gran cosa si no tiene otros ingresos. A eso descontémosle el 15 por ciento del IRPF, y nos quedan 16.830 euros (2.800.000 pesetas). Como vemos, la situación es bastante lamentable, sobre todo si tomamos en consideración que se trata de un trabajo altamente especializado, inestable, autónomo, complejo. Pero ahora restemos además, por el arbitrio de un editor, otro 19%, y nos quedan 13.632 euros (2.268.173 pesetas). O sea, un esforzado traductor, ya con cierta experiencia, con trabajo continuado, debe renunciar a más de 3.000 euros (más de medio millón de pesetas) anuales a causa de un cambio tarifario que, bien por desconocimiento o por avaricia, imponen algunos editores. Cuanto más trabaje y más gane, más perderá. Con lo cual, pasamos de una profesión difícil a una profesión inviable, ya que, en realidad, ese traductor joven no trabajará tan continuadamente, pero sí tendrá que cotizar a la Seguridad Social y mantener unos gastos fijos mínimos para el ejercicio de su profesión (teléfono, adsl, impuestos).

Los motivos del editor para llevar a tal extremo la explotación del traductor no son ningún misterio. Al fin y al cabo, la traducción representa más del 20 por ciento del coste de producción de un libro; y un editor medio que publique 40 traducciones al año (a una media de 300 páginas por título y una tarifa de 10 euros/página) puede ahorrar un mínimo de 24.000 euros al año con la aplicación de una sencilla trampa. ¿Y por qué a ese editor le ha sido tan sencillo poner en práctica una picaresca torpe y evidente como ésta? Simplemente porque ha sabido aprovechar la disgregación de los traductores en cuanto colectivo, el individualismo del traductor, la pereza del traductor ante el cálculo numérico, el diletantismo curricular de tantos traductores y la actitud apática del traductor ante problemas estructurales de los que depende su futuro. Y aprovecha en particular la transición generacional o, mejor dicho, la mala comunicación entre los traductores: si quienes traducimos desde hace tiempo nos mostramos indiferentes ante esta agresión porque nos afecta menos y quienes empiezan a incorporarse al mercado laboral no entienden bien el problema porque nadie se lo explica, dentro de diez años la situación será irreversible.

Pero, además, el editor deshonesto que recurre a estos ardides abusivos entra en competencia desleal con el resto de las editoriales. Al abaratar sus costes con tal desaprensión, con mentalidad tan tercermundista, se sitúa en una posición ventajosa ante los otros editores porque puede recortar el precio de venta de su producto y competir en mejores condiciones. Y también aquí resulta preocupante la transición generacional, puesto que algunos nuevos editores, poco informados o mal aconsejados, aplican ya espontáneamente una práctica abusiva que otros introdujeron con plena conciencia y sin ningún escrúpulo.

Y no acaban ahí los efectos de esta triste forma de cicatería empresarial. Un golpe de esta magnitud a una profesión de por sí precaria pone definitivamente en peligro la supervivencia del oficio de traductor. Se condena la traducción al amateurismo, a trabajo de verano para estudiantes, a pluriempleo idóneo para docentes y funcionarios, a un intrusismo endémico. Y en un país como España, o cualquier otro país hispanohablante, donde los libros que llegan a los lectores son en gran parte textos traducidos, el progresivo deterioro de la profesión implicará a su vez un gradual empobrecimiento del patrimonio lingüístico.

Para terminar, queremos hacer hincapié en el hecho de que ningún sistema de cómputo es bueno o malo en sí mismo. Todo se reduce a aplicar bien las equivalencias reales y saber que, por ejemplo, una tarifa de 10,5 euros el folio (o la página o la holandesa) es mayor que una tarifa de 34 euros la palabra y es menor que una tarifa de 6,6 euros los 1000 espacios (o caracteres o matrices). Las distintas formas de recuento deben entenderse, pues, como distintos sistemas de medida. Para mayor claridad, utilicemos un símil físico. Supongamos que hasta el día de hoy el traductor ha cobrado su mercancía, su género, en libras de peso. Por una libra de palabras (454 gramos) cobraba 10 euros. Un editor, de pronto, decide pasar al sistema métrico; a partir de ahora pagará también a 10 euros la unidad pero por kilos, es decir, 10 euros por 1 kg (1000 gramos). Nosotros le damos el doble y él nos da lo mismo. El problema, la trampa, está en que esa «unidad» ha cambiado de contenido: donde antes había 454 gr ahora hay 1000 gr; el saco que antes contenía 290 palabras o 1700 espacios ahora debe contener, por arbitraria exigencia, 330 palabras o 2100 espacios[5]. He ahí el problema, he ahí la trampa. Los sistemas de medida sólo deben medir la realidad física, sin pretender alterarla. El editor deshonesto no sólo cambia de sistema métrico, sino que quiere alterar también la realidad física que mide, quiere duros a cuatro pesetas.

Por último, a modo de colofón, se reproducen los principales datos de la encuesta en los siguientes apéndices.

 

[1] En este artículo se emplean alternativamente los términos «folio» o «página» como equivalentes, en el sentido definido en este párrafo.

[2] Aunque en los contratos el término «caracteres»  aparezca como sinónimo de «espacios» en el sentido aquí definido, en este artículo lo utilizamos sólo para referirnos a los caracteres que nos ofrece el recuento automático de  Wordtm. Cabe señalar asimismo que en la terminología de Wordtm, «espacios» significa sólo «espacios en blanco entre palabras», y no tiene nada  que ver, pues, con los espacios de que hablamos en este párrafo.

[3] En los colectivos de traductores se ha denunciado también la tendencia, algo menos frecuente, a fijar la tarifa a partir del número de «caracteres sin espacios», tal como lo calcula el editor Wordtm. En el estudio estadístico expuesto en este artículo no hemos tenido en cuenta esta práctica extrema. Cuando nos referimos al «recuento automático de caracteres» o simplemente «recuento de caracteres», hacemos alusión al número de «caracteres con espacios», es decir, símbolos alfanuméricos, signos de puntuación y espacios pulsados, según el cómputo automático de los editores de texto. El número de palabras se calcula también con estas mismas herramientas.

[4] Cuando este artículo estaba ya en composición, hemos tenido noticia de que Anna Prieto, responsable de redacción de Random House Mondadori, ha llevado a cabo durante meses un estudio similar al nuestro con el objetivo de determinar el porcentaje de pérdida generado por el recuento automático de caracteres. Nos complace
observar que sus resultados y los nuestros presentan notables coincidencias. En el estudio de Anna Prieto, basado también en una amplia muestra de textos traducidos, se obtiene un porcentaje medio de pérdida del orden del 20% para narrativa y del 15% para ensayo, cuando se equipara un folio a una unidad de 2.000 caracteres calculados con una herramienta de recuento automático; según nuestro estudio, el porcentaje medio de pérdida en el conjunto de la muestra es del 19,1% (19,88% en narrativa, 17,19% en ensayo). En nuestro caso, aunque hemos tenido en cuenta la distinción entre géneros, hemos partido de la muestra completa para establecer equivalencias entre diversos sistemas de cómputo para la traducción de libros, en lugar de proponer equivalencias distintas para las dos submuestras, ensayo y narrativa. Aun así, resulta llamativa la coincidencia de los resultados globales. Si consideramos que ACEtt es la asociación que mayor número de traductores de libros aúna y que Random House Mondadori es el grupo editorial que más traducciones publica en nuestro país, queda claro que estos resultados pueden considerarse definitivos y que ambos estudios se legitiman mutuamente.

[5] Mutatis mutandis, algo similar ocurrió cuando se equiparó el euro (166,386 pesetas) a 100 pesetas, falsa equivalencia que, junto al redondeo, desencadenó una inflación de la que todavía nos resentimos.