Viernes, 4 de octubre de 2024.
VASOS COMUNICANTES empieza hoy su número de otoño de 2024, un número en el que podremos leer textos sobre la actividad cotidiana de los traductores, sobre nuestros problemas concretos, como las dificultades que plantea la terminología protestante o la idoneidad de usar un tiempo verbal u otro en una traducción. Publicaremos también reseñas, no necesariamente de últimos lanzamientos, sino de todo libro que nos parezca enriquecedor para nuestros colegas. Y, por supuesto, novedades traducidas, como las de los magníficos libros finalistas del Premio Esther Benítez.
Atrás queda un número muy variado, con una entrevista a Claudia Cabrera, un centón en dos entregas con recomendaciones de lectura para el verano, algunas reseñas y algunas novedades traducidas. También hemos tenido dos artículos sobre la cuestión de las subvenciones a la traducción y las tarifas en Francia (de Marianne Millon) y en España (de Juan Arranz) Sin embargo, el tema dominante ha sido la inteligencia artificial. Desde el artículo del 5 de julio firmado por Isabel Hurtado de Mendoza (en el que hila argumentos de distintos profesionales y recoge preguntas muy pertinentes respecto a la IA y su papel en la creación) hasta el manifiesto publicado con motivo del Día Internacional de la Traducción (en el que el CEATL describe su posición frente a la IA), el tema reaparece con cierta insistencia.
¿Cómo no iba a hacerlo? La inteligencia artificial suscita una profunda inquietud en nuestro sector. Las posturas, además, parecen volverse más extremas justo cuando deberíamos mantener la mente abierta, puesto que esta tecnología no parece que vaya a desaparecer ni a dar marcha atrás. Desdeñarla o endiosarla no nos va a ayudar. En cambio, podemos aprovechar este momento de crisis (entendiendo crisis como cambio profundo) para que la profesión se mire en el espejo, para que reevaluemos el valor de nuestro trabajo (y no solo en términos económicos: ¿qué valor tiene nuestra actividad para el conjunto de la sociedad?), repensemos los aspectos éticos y legales de nuestra situación actual y cómo les afectaría el uso o abuso de las nuevas tecnologías. Si no lo hacemos, ¿cómo podremos argumentar nuestra posición ante lo que el tecnofeudalismo[1] pretenderá imponernos para «ahorrar costes»? ¿Cómo podremos justificar siquiera la supervivencia de nuestra profesión?
Ya hay voces reclamando mayor protección para los trabajos creativos frente a la inteligencia artificial. La nuestra, sin ir más lejos: ACE Traductores ha firmado, junto con otras asociaciones y colectivos, un manifiesto del que ya se está hablando en el Ministerio de Cultura (como se puede leer en este artículo), y no es la primera vez que se pronuncia (como queda reflejado en esta relación de comunicados sobre la inteligencia artificial firmados por la asociación). En VASOS COMUNICANTES, además, seguiremos recogiendo las reflexiones de nuestros colegas para que las personas documentadas y abiertas al debate no se topen con la puerta cerrada del miedo.
Notas
[1] Varoufakis, Yanis (2024). Tecnofeudalismo: el sigiloso sucesor del capitalismo. Barcelona: Deusto. Traducción de Marta Valdivieso.