Cuatro poemas neerlandeses, Ricardo Bada

Ilustración de Su Blackwell de un poema de Jan Hanlo (fuente: Amazon)

Viernes, 28 de junio de 2024.

Durante la infancia y la juventud de mis hijos, las amistades que venían a visitarnos siempre preguntaban qué idioma se hablaba en nuestra casa, y los niños aprendieron a decir que éramos trilingües, dependiendo de cuál era la lengua de quien nos visitaba. Y es cierto, en casa se hablaban tres idiomas: alemán, español y neerlandés. Cuando conocí a Diny, mi esposa neerlandesa, decidí que tenía que aprender su idioma, como ella decidió aprender el mío, de lo que se beneficiaron nuestros hijos, quienes además aprendieron inglés en su Abitur, el bachillerato alemán.

La consecuencia natural en mi caso es que, de ese modo, tuve acceso a una literatura muy rica y prácticamente desconocida a nivel internacional: el neerlandés es el único idioma occidental que nunca ha recibido un Nobel, aunque han escrito en él autores de un formato harto superior al de varios galardonados. «Lo digo y no me corro» (© César Vallejo).

De ese idioma he traducido al nuestro dos o tres cuentos y aproximé una media docena de poemas breves, así como uno largo y narrativo al que le pienso dedicar el próximo texto para VASOS COMUNICANTES.

El primero que trasladé al castellano fue uno de Jan Hanlo (1912-1969), nacido en lo que hoy es Indonesia, en aquel tiempo colonia neerlandesa, y su poemita me gustó por lo que tiene de alegre sorpresa adulta al descubrir que un niño, a su vez, descubre el idioma que tienen en común, cuando lee en voz alta: «Een paal! (¡Un palo!)» Pero juzguen ustedes mismos:

Jan Hanlo, «Su sonido»

Een paal! Een paal! ―leyó el crío.
¡Oh lengua mía natal,
cuán bella eres, cuánto amor el mío,
al oír que una criatura,
párvula todavía,
tus palabras, tu música leía!

El siguiente poemita es de Theun de Winter (1944), quien ha publicado en casi todos los medios y a quien se debe, en 1975, la edición de Once poemas para Pîet Keizer, el legendario extremo izquierda del Ajax, y cuyos quinientos ejemplares numerados se cuentan entre los objetos de culto más buscados en los Países Bajos. Su poema me cautivó por la imagen que transmite.

Theun de Winter

El otro día
en el tranvía
un negro
tan sumido en sus pensamientos
justificaba mantener
ocupado el
ASIENTO RESERVADO
PARA INVÁLIDOS

Remco Campert (La Haya 1929 – Ámsterdam 2022) era el único hijo de Jan Campert, poeta neerlandés embanderado con la Resistencia y asesinado por los nazis en el siniestro campo de concentración de Neuengamme. Remco cuenta como una de las voces poéticas más relevantes de su país y su credo lo dejó establecido en estos versos: «Creo en un río / que del mar a las montañas fluye. / A la poesía no le pido más / sino que lo describa».

Remco Campert, «Un poema en vano»

Como andas
por el cuarto, desde la cama
hasta la mesa con el peine,
nunca podrá andar un verso.

Como hablas,
con tus dientes en mi boca
y tus orejas en mi lengua,
nunca podrá hablar una pluma.

Como callas,
con tu sangre a mi espalda,
por tus ojos en mi cuello,
nunca podrá callar una poesía.

Clara Eggink (Utrecht 1906 – Scheveningen 1991) fue elogiada por la crítica gracias a la sencillez, brevedad y claridad de sus poemas, y se desempeñó amén de ello como traductora de Hemingway, Maupassant, las Brontë, Somerset Maugham, Dostoievski e Iris Murdoch. El poema que sigue lo descubrí por pura casualidad y enseguida sentí la obligación de aproximarlo a nuestro idioma, acaso por lo mucho que me define.

Clara Eggink, «El gandul»

No me llamen gandul porque a menudo
pasar dejo los días sin moverme.
El pequeño deber que desatienda
no vale nada, afán no se merece.
Lo que de siempre me ha decepcionado
significó un honor para los otros.
Trabajar como hormiga y por dinero
sencillamente nunca fue lo mío.
Pero hay en mí vigores en barbecho;
quizás a alguno un día le apetezca
obligarme también a una tarea:
titánica y por nadie reclamada.

 

 

 

Ricardo Bada (Huelva, España, 1939), escritor residente en Alemania desde 1963. Coeditor allí de dos antologías de literatura española contemporánea, y en solitario, de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la poeta costarricense Ana Istarú, y en Bolivia de la única antología integral en castellano de Heinrich Böll (Don Enrique).