El viaje: diario de traducción de ¿Quién teme al género?, de Judith Butler, I, Alicia Martorell

Viernes, 10 de mayo de 2024.

Este texto (que publicaremos en dos entregas, la segunda la semana que viene) está redactado a medida que iba avanzando la traducción de ¿Quién teme al género?, de Judith Butler. Se trata de reflexiones bastante deslavazadas que me venían a la mente a medida que intentaba resolver todos los rompecabezas que trae consigo cada traducción. Algunas se refieren a terminología, otras a estructuras mentales, estilo, procesos de trabajo.

Es la primera vez que lo hago, pero espero que no sea la última. He optado por el formato más sencillo: reflexiones independientes, a veces contradictorias, casi fichas (de hecho, muchas lo son) que voy anotando según irrumpen en mi cabeza, lo que las convierte en una especie de diario de traducción.

Desde que empecé a traducir este libro he estado volando por un universo supraestelar. En primer lugar, porque enseguida tomé la decisión de traducirlo sin marcas de género, lo que ha abierto un melón que no para de estallarme en las manos, en muchísimos sentidos, que no son solo lingüísticos. Pero además, los libros se mezclan con la vida, hunden las raíces muy hondo y eso me ha generado la necesidad de guardar un registro lo más puntual posible.

Espero que esta huella escrita de algo volátil por naturaleza, que suele desaparecer sin dejar rastro en el momento de entregar la traducción, me pueda ser útil en el futuro y que también sea útil para quienes lo lean.

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Lo primero que he hecho, antes de empezar, es volver a leer Ni por favor ni por favora, de María Martín, el libro que me deslumbró porque no me di cuenta de que estaba redactado sin marcas de género hasta que no lo vi escrito, negro sobre blanco. A lo largo de estos meses, supongo que he prolongado, reformulado o cuestionado muchas de sus afirmaciones, pero esta es la base sobre la que he construido y es de justicia rendirle un tributo agradecido.

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Me he propuesto que no haya ninguna marca de género que no esté previamente en el inglés, en un intento de no dar nada por hecho y de no dar al binarismo más lugar del que le da la autora. Empiezo a creer que es posible. Esto me ha llevado a una reflexión fantástica sobre género, binarismo y lenguaje que no me esperaba en absoluto. He dado un paso que ya no tiene marcha atrás, como si me hubiera cambiado la perspectiva sobre el mundo.

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Creo que soy capaz de suprimir la mayor parte de las marcas de género, o al menos de no presuponer ninguna que no esté en el inglés, pero, ¿debo suprimirlas con «feminists», por ejemplo? ¿Debo usar «las feministas», asumiendo que todas las feministas son mujeres, o eso no es más que una presuposición binarista? ¿No será un caso de femenino genérico? Por otra parte, ¿por qué Butler no usa «feminist people» si podría hacerlo y lo hace en otros casos?

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Cuando intentas suprimir las marcas de género te das cuenta de dos cosas: a) el masculino genérico y el específico con mucha frecuencia se refieren a cosas diferentes y esa distinción queda subsumida en el masculino genérico; b) a veces asoma un femenino genérico como con «feministas» y cabe preguntarse sobre su legitimidad en este contexto, dado que sigue enmarcándose en un esquema binario.

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Me cuesta mucho suprimir las marcas de género con «other». Podría poner «otras personas», pero aquí cambia el sentido de «otro», ha perdido el matiz de alteridad, que a veces es importante. No es lo mismo «otro» como «todo aquello que no soy yo» y «otro» como «distintos, variados, algunos». Tampoco puedo usar «alteridad», que es lo que usé en El segundo sexo, porque esta vez no me refiero a un concepto sino a personas concretas. Estoy explorando «otras identidades» (cortesía de Ángela) y «otras vidas». (Todo esto me ha salido bastante lacaniano…).

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Escribir un texto sin marcas de género suele pasar por usar «personas» cada dos líneas. A veces es un comodín necesario, pero me estoy esforzando por reformular la frase más profundamente, cambiando de persona gramatical, convirtiendo adjetivos en verbos, buscando sinónimos invariables y usando sustantivos más abstractos que no requieran artículo (los artículos son ahora mismo mi bestia negra).

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Butler usa el término «vidas» de una manera particular, que todavía tengo pendiente explorar. Por ejemplo, «trans lives», «gendered lives», «queer lives», «lives dispensable». O el famosísimo «lives that matter», que lo resume todo. Creo que tiene que ir en plural, con perdón de los plurales distributivos. Quizá, al fin y al cabo, desde este punto de vista no sean lo mismo «nuestra vida» y «nuestras vidas». Lo mismo me pasa con cuerpo/cuerpos.

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Me estoy volviendo loca con el vocabulario del psicoanálisis. Ya era bastante difícil desde el francés, pero aquí tengo cuatro idiomas en cascada, dos escuelas psicoanalíticas (o más, si contamos a Derrida, que también sobrevuela por aquí) y las distintas escuelas de traducción al español, cada una con sus cosas. Sin contar el tropismo francés de Butler. A veces, incluso cuando soy capaz de resolver un término, me pongo a redactar una nota y me tengo que reprimir o me saldrían tres páginas.

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Hago juegos malabares con «phantom», «phantasm» y «fantasy», que podrían ser cosas muy parecidas si no existiera la escisión lacaniana del «phantasme»: fantasía, espantajo, fantaseo, obsesión, delirio, espectro, fantasía obsesiva, delirio obsesivo. Casi siempre «phantasm» (que es lo más frecuente) va a ser un mixto de fantasía + obsesión. No todos los términos valen para todos los casos, aunque parto de la base de la phantasia freudiana, que es lo que viene en el Laplanche español, después de todo. A partir de ahí, voy haciendo encaje de bolillos. Este término, que nunca dejó de darme problemas en francés (fantasme), también me los está dando en inglés… Pero Butler me parece más derridiana que lacaniana.

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Lo más difícil de todo es traducir unas estructuras mentales, un marco. Y no siempre encaja el inglés con el español, lo que obliga a usar estrategias muy elaboradas. Luego las palabras van encajando mejor o peor, pero hay que tener claro el marco, es lo más importante.

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En el inglés podemos tener un genérico, que se puede desglosar en un femenino y un masculino. Por ejemplo, «parents» y «fathers and mothers» o «children» y «sons and daughters». Y «parent» y «father» no son la misma cosa. En cambio, en español el femenino dibuja un enorme vacío que solo aparece cuando es imperativo indicar que no nos estamos refiriendo al masculino.

La frase: «[…] “gender” is taken as code for a political agenda that seeks […] prohibit any reference to “mother” and “father” in favor of a genderless future» tiene más fuerza en inglés que en español.

Por eso es todo tan complicado: porque tienes que pensar en lo que está y en lo que no está.

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Este libro me estruja tanto la cabeza que no puedo trabajar más de dos horas seguidas, sobre todo ahora que estoy revisando. Tengo que parar, dar una vuelta, leer el Hola… Me escurre el cerebro como un trapo de fregar, me quedo vacía.

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Al entrar en un mundo en el que la desvinculación entre binarismo, sexo y género es total, empiezas a preguntarte cosas y a no dar nada por hecho (a no ser que me esté metiendo en un delirio, pero en ese caso será el delirio de mi libro).

Me ha costado entender cómo no se puede dar por sentado que embarazada se aplica siempre a mujer, pero ¿qué pasa con «feminista», como comentaba más arriba? ¿Y qué pasa con «lesbiana»? ¿Debo asumir que una lesbiana es siempre una mujer? (siempre me acuerdo de El amante lesbiano, de Sampedro). Bienvenida a un mundo en el que no puedes dar por hecha ninguna presuposición de género. Y, como soy la cocinera, cada una de estas opciones va a tener una contrapartida lingüística que me obliga a tomar partido porque, después de todo, tendré que expresarlo de una forma o de otra.

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He cambiado el ejemplo: «Soy un hombre de la misma forma en que lo son todos los demás» por «Soy una mujer…». No modifica nada en el sentido, solo es un ejemplo, pero, de la misma forma que en inglés «man» no se puede confundir con «human», en español «hombre» es ambivalente, puede ser genérico o específico. Podría haber puesto «varón», pero creo que mejor así.

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Butler me ha contestado a través de la editorial sobre «feministas»/«feminismos». Dice que prefiere que no haya marca de género pero, de tener que haberla, que sea el femenino. Lo contrario de lo que me ha dicho @RAEInforma, por cierto. Si eso no es un femenino genérico, no sé qué va a ser. A mí ya me parece bien lo que me dice Butler, que conste.

Eso quiere decir que voy a priorizar «los feminismos» o «las teorías feministas» sobre «las feministas», ahí es fácil evitar las marcas de género. No obstante, hay muchísimos ejemplos en los que, cuando decimos «las feministas» nos estamos refiriendo muy específicamente a mujeres. Por ejemplo: «Las feministas transexcluyentes tienen miedo de que les roben su feminidad». No puedo decir «los feminismos transexcluyentes tienen miedo de que les roben su feminidad».

No me he atrevido a preguntarle por «lesbianas», que se quedará en femenino. Después de todo suele formar parte del doblete «gais y lesbianas», que es binario por definición. No paro de sacarle punta a todo.

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Algunas de las cosas que detecto en esta primera revisión:

  • Se me escapan artículos por doquier. No sirve de nada que encuentres un sustantivo o un adjetivo epiceno o neutro si tiene que ir precedido por «los» o «las». Los artículos masculinos son una plaga que se me infiltra por todas partes.
  • Voy encontrando nuevas fórmulas para suprimir las marcas de género que no se me habían ocurrido en el primer borrador. Esa es una de las cosas que más me maravilla: la capacidad infinita de mejorar las cosas poco a poco y con mucha paciencia (el método del abate Faria con la cucharita).
  • Puedo destensar bastante la sintaxis, pero la mayor parte del trabajo está hecho. Eso quiere decir que he hecho la primera versión muy concentrada. No obstante, sigo reformulando y simplificando las frases y despegándome del inglés. No importa las veces que leas un texto, siempre podrás hacer más.

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Otro problema que encuentro con la supresión de las marcas de género son los discursos de terceros. Terceros que suelen ser el papa, la Iglesia católica, los jueces del Tribunal Supremo, los partidos y las instituciones que defienden el orden y la tradición.

En esos casos, no es que las esté dejando sistemáticamente (salvo que esté reproduciendo literalmente un discurso), pero si no las puedo suprimir de forma sutilísima, que no se note, las dejo. Después de todo, no puedo colocar un «personas embarazadas» en una frase del juez Thomas…

Y es que a veces la supresión de las marcas de género queda muy reivindicativa, como insistiendo en la opción política que supone, y en otras queda muy sutil, como si lo natural fuera hablar así. Con eso también es necesario jugar.

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Me está costando mucho controlar el uso que da Butler al sarcasmo. A veces no entiendo bien las frases a la primera porque pone muy pocas marcas para identificar los argumentos ridículos que analiza y contra los que se manifiesta. Así que tengo que revisar una y otra vez la lógica de la argumentación en su conjunto, que puede abarcar varias frases, para estar segura de que no hago un revoltillo de argumentos. De alguna forma, lo pone todo al mismo nivel y espera que el lector sea capaz de hacer la distinción sobre la base de pequeñas marcas. Es complicado, porque tampoco quiero dar todo masticado si Butler no ha querido hacerlo.

El caso es que a veces traduzco una frase como si la dijera Butler, luego me doy cuenta de que está reproduciendo argumentos de terceros, porque son cosas que no puede haber dicho, empiezo a buscar marcas que me indiquen que es algo sarcástico, pero no las encuentro, están elididas y solo el propio razonamiento me indica que estoy errando el rumbo.

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He tardado más de una hora con esta frase: «One could speculate that the allegedly pernicious caricature of gay and lesbian people, including their supportive parents or their queer parents, as “doing harm” to children is a projection and disavowal of the brutal sexual exploitation of children conducted by the Catholic Church».

Al final ha quedado así: «Solo hay que pararse a pensar en cómo esas caricaturas negativas de gais y lesbianas (incluidos sus progenitores cuando les dan su apoyo o cuando también son queer) se nos presentan como nocivas para la infancia: quizá se trate de una proyección y una forma de negar la brutal explotación sexual de menores llevada a cabo por la Iglesia católica».

He dudado mucho con «supportive», porque no entendía bien qué pintaban los padres en esto. Pensaba que era «sarcasmo», aunque he acabado deduciendo que no lo es. Lo definiría como una asociación mental muy vaga que no ha cuajado de forma totalmente explícita en la escritura.

Luego, por alguna razón, la primera opción que se me ocurre siempre para «disavowal» es «repudiar», «desautorizar» o «desaprobar». En cambio, en el caso de Butler es siempre «negar», en el sentido más psicoanalítico de la palabra (el lenguaje de Butler tiene un fondo psicoanalítico tremendo). Y los dos significados pueden ser prácticamente opuestos en algunos contextos, así que tengo que tener muchísimo cuidado.

En realidad, la frase y el argumento son muy sencillos, tengo que reflexionar sobre por qué determinadas frases se enganchan en todas las esquinas. Obviamente es la forma en que evoluciona el pensamiento de Butler, cómo se va desenroscando en su cabeza, para convertirse in fine en su forma de escribir, pero necesitaría llegar a describirlo y definirlo mejor para incorporarlo de forma más eficaz (y menos dolorosa).

Lo mejor ha sido la hora que nos hemos pasado dándole vueltas a la frase por What’sApp, a cinco bandas, hasta que todo ha ido encajando en mi cabeza. Gracias, Berna, Reyes, Laura y Elena.

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Luego están todas esas frases condicionales, implícitas y explícitas, esos titubeos, esos «quizá» tácitos o expresos que me están volviendo loca. Desde luego, es una forma de hablar, una forma de razonar.

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Dando vueltas para encontrar una traducción más consecuente para «externalized», porque en realidad quiere decir «proyectar», «desplazar», transferir a un elemento externo, usar un chivo expiatorio. Digamos que «externalizar» es una traducción demasiado económica y aquí estamos en un registro psicoanalítico. Por ejemplo, la Iglesia externaliza hacia el género el daño que ha causado a la infancia. Es decir, lo proyecta sobre el género, haciéndole responsable de un daño que ha causado ella misma. Estoy usando «proyectar» la mayor parte de las veces. De nuevo una solución psicoanalítica me ofrece una traducción diferente.

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Realmente los artículos son una complicación. Si no quiero poner «niñas y niños», tengo que poner «menores», pero es una palabra complicada de usar sin artículo. Y ese artículo va a ser masculino, no puede ser otra cosa. Ninguna de las dos opciones me gusta, pero tampoco quiero usar opciones poco naturales. No termino de encontrar una salida convincente para este problema. Estoy alternando diferentes opciones para no sobrecargar, solo espero que quede fluido. ¿Será mejor poner «los y las menores» que poner «los niños y las niñas»? Ahí queda la pregunta.

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Las marcas del discurso indirecto son tan minimalistas que a veces traduzco ocho líneas pensando que quien habla es Butler, cuando en realidad está hablando el papa, un obispo o un senador republicano. Ahí puede pasar que vea las contradicciones o que las subsane inconscientemente, lo que es mucho peor (¡Ay, mi tendencia a rellenar huecos y a compensar contradicciones!). Y cuando termina, te comenta (o no): «¿Ves qué contradictorios son? Lo que dicen no tiene sentido». Y me tengo que volver al principio del párrafo a ver quién ha dicho qué. A veces es tan imperceptible que si no estoy muy concentrada se me puede escapar.

Lo estoy haciendo algo más patente, de la forma más sutil que puedo, usando conectores más explícitos o cambiando el orden de la frase para que se entienda mejor quién dice qué. Ya es bastante difícil seguir la argumentación. El lector, obviamente, sabe cómo piensa Butler y sabe cómo piensa el papa, pero a veces los argumentos son tan complejos que tienes que leer cada frase tres veces. Y no es que eso me parezca mal, pero tengo la sensación de que en inglés es más fácil seguir la pista.

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Para rizar el rizo, todos los argumentos contra los detractores del género se basan en una contradicción. El esquema básico es:

X dice A y también dice B. A y B son contradictorios, por lo tanto X es contradictorio.

O bien:

X dice A y de las consecuencias de A se puede inferir B. A y B son contradictorios, por lo tanto X es contradictorio.

Como razonamiento está claro, pero la complicación está siempre en cómo marcas el discurso de X. El caso es que Butler lo marca muy poco. Desde luego, no hay comillas (salvo en citas literales), no hay cursiva, no hay verbos dicendi. Arranca con el argumento de X, dejando que el contexto permita identificar que quien habla es X y no introduce su punto de vista hasta llegar al momento en que pone de relieve la contradicción. A veces, su punto de vista va en primera persona, pero a veces… no.

Es muy brechtiano.

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En el fondo, esto no deja de ser un trabajo oulipiano con sus reglas limitadoras, sus contraintes. Por eso voy mejorando con la práctica, porque estoy ingresando en una lógica paralela. Escribir sin marcas de género tiene que ser a la fuerza infinitamente más fácil que escribir sin usar la letra «a».

Lo que ocurre, y esto es inesperado, es que a medida que voy desbrozando me descubro un nivel de reformulación que no tenía, mis frases alzan el vuelo y encuentro soluciones de traducción que caminan solas, incluso cuando no estoy tratando de borrar marcas de género.

 

Alicia Martorell Linares es traductora desde hace más de 30 años. Sus campos de especialización son las ciencias humanas y sociales, la comunicación financiera y empresarial y los textos institucionales. Es socia de ACE traductores, Asetrad y la SFT francesa. Ha traducido, entre otros autores, a Roland Barthes, Judith Butler, Simone de Beauvoir y Cioran.

 

 

 

 

 

1 Comentario

  1. Concha

    Toda una aventura llena de trampantojos, trampas a palo seco, arenas movedizas, pozos sin fondo y demás escollos de la traducción. Solo digo que ojalá no me toque nunca una traducción con esos presupuestos… Pero, enhorabuena, Alicia, tal como lo cuentas, tendrían que hacerte un monumento.