Martes, 22 de noviembre de 2022.
Muchas de las palabras que nombran lo desbaratado, la mezcolanza, el batiburrillo o la bullanga son palabras enrevesadas. Palabras que comparadas con las sencillas mesa, cama, casa, tren, calle, etc., constituyen un auténtico galimatías que, en cierta manera, sugiere el gatuperio que nombran, en una suerte de armonía imitativa.
Tal vez «descuajeringado», con sus cinco vocales y sus siete consonantes diferentes, sea el mejor ejemplo del enrevesamiento de esas palabras, pero «desvencijado», «desbarajuste», «jerigonza» o «tejemaneje» no le andan muy a la zaga en cuanto a enrevesamiento. Una cosa llamativa en los vocablos que acabamos de citar es el papel capital que juega en ellos el fricativo sonido de la jota para sugerir la idea de «mejunje», de «berenjenal», «jolgorio» o «mojiganga».
Pero si observamos los ejemplos citados, notaremos también que la reduplicación expresiva es frecuente en ellos, como en «tejemaneje», «mejunje» y «mojiganga», cosa que ocurre en muchas otras palabras de este campo semántico, mírense si no palabras como «bochinche»,«zurriburri»,«rifirrafe»,«popurrí», o «guirigay». Una especie de insinuación del ir y venir, del dale que dale, que se puede intuir también en palabras que sugieren el derecho y el revés, como «enrevesar» o «tergiversar».
Y puesto que hemos citado «bochinche», notemos que la africada che es un sonido muy frecuente en este tipo de vocabulario enrevesado. Piénsese, por ejemplo, en palabras como «escachifollado», «escabechina», «descacharrado», «francachela» o «pachanga», mientras que, por ejemplo, la presencia de la pe, tan habitual en palabras que indican pompa, opulencia, es mínima.
Muchas de las palabras que nombran lo desbaratado, la mezcolanza, el batiburrillo o la bullanga son palabras enrevesadas (…) [y] constituyen un auténtico galimatías que, en cierta manera, sugiere el gatuperio que nombran, en una suerte de armonía imitativa
Otro fonema fricativo frecuente en este vocabulario es el de la zeta; ya hemos citado «zurriburri» y «zipizape» pero también podríamos citar palabras como «zarabanda», «zapatiesta», «zafarrancho», o «zaragata». Es curioso cómo se acumulan las aes en estas últimas palabras, como en las de origen árabe: «algarabía», que nombraba tan sólo la lengua árabe, ha pasado a significar también «jerigonza», «maraña», «algazara» o «alborozo», estas dos últimas también de origen árabe.
En fin, muchas de las palabras que nombran lo «destartalado», la «marimorena», la «barahúnda», lo «despanzurrado» la «tremolina» o lo «estrafalario» son palabras más bien largas y retorcidas, con reduplicaciones, mezclas de fricativas, africadas, vibrantes… que acaban expresando muy bien el barullo, el embrollo, lo descuartizado que nombran.
Gabriel Hormaechea ha traducido, entre otros autores, a Elisabeth Van Gogh, Fernande Olivier, Vincent Van Gogh, Paul Gauguin, François Olivier Rousseau, Mireille Calmel, Jean-Paul Sartre, Anatole France, Colette, Flora Tristán, Anne Gédéon Lafitte, Édith Piaf, François Rabelais, Patrick Modiano. Ha sido durante años vicepresidente de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña ACEC.
Curioso curioso, Gabriel. Observador de la lengua habrá que nombrarte.
Confieso que siento algo que si no es felicidad se le parece cuando una traducción me permite utilizar una de esas palabras.