Del amigo el consejo: Jaime Valero

Lunes, 26 de septiembre de 2022.

Continuamos en esta serie de entrevistas breves originada en el número 43 de VASOS COMUNICANTES, en esta ocasión con Jaime Valero (Madrid, 1984). Comenzó su carrera como traductor literario en el año 2008, si bien ya había publicado antes un par de traducciones que le sirvieron como bagaje, con autores de la talla de Oscar Wilde y Jerome K. Jerome. Desde entonces ha traducido un centenar de obras, ubicadas sobre todo en el ámbito del cómic y el de la literatura infantil y juvenil. Durante su trayectoria ha colaborado con editoriales como Anaya, Hidra, SM, Salamandra y ECC Ediciones. Durante varios años, compaginó su labor como traductor con la de periodista cultural. Fue redactor jefe de la revista Hip Hop Life y colaboró habitualmente en medios digitales e impresos como Mondosonoro, Zona Fandom, Papel en Blanco y La Tormenta en un Vaso. Sin dejar de lado ese gusto por dejar las cosas por escrito, en 2008 publicó un libro de relatos titulado Delirios breves y, ya en fechas más recientes, ha publicado las novelas Homo Superior y Al amparo de las nubes.

Un libro sobre traducción

Voy a empezar este cuestionario con una confesión: no soy amigo de los libros teóricos ni académicos de ningún tipo. Si a ello le sumamos que estudié Periodismo y no Traducción e Interpretación, el resultado es que soy un profano total en este tipo de textos, así que no puedo aconsejaros ninguna obra que no hayan recomendado ya, con mucho más tino, los demás entrevistados en esta sección. Si acaso, diré que tengo ganas de leer La impostora, el ensayo de Nuria Barrios del que tanto se habla últimamente en nuestros círculos, pero sobre todo por lo que parece que tiene de experiencia personal y no tanto de reflexión académica.

Sin embargo, para no dejar la respuesta en blanco, prefiero tirar de inventiva ―como cuando uno se «olvidaba» de estudiar antes de un examen― y salirme por la tangente recomendando un libro para aprender a escribir, que en eso también consiste este oficio. O, para afinar mejor, un libro sobre el oficio de escribir. Y aquí también me voy a alejar del academicismo citando a Stephen King, un buen escritor que suele ser denostado por sus cifras de ventas y por los géneros que maneja. Mientras escribo es un libro que aproxima al lector a la figura de aquellos que nos ganamos la vida aporreando el teclado de un ordenador (aunque quizá aún quede alguno que siga tirando de su máquina de escribir de toda la vida), ya sea inventando nuestros propios mundos o traduciendo a nuestra lengua los de otras personas.

Una traducción favorita

Podría elegir muchas, por supuesto, pero me quedaré con dos: una traducción de una novela y otra de un cómic. Dentro de la primera categoría, me voy a quedar con una novela que leí hace relativamente poco: Gente normal, de Sally Rooney, traducida por Inga Pellisa. Me parece genial cómo ha trasladado al castellano el estilo de la autora, con qué naturalidad recrea sus diálogos, con qué fluidez transmite lo que nos quiere decir. En mi opinión, no hay mejor cumplido para una traducción que poder decir de ella que no lo parece, que todo te encaja tan bien como si la obra hubiera nacido para estar escrita en tu propio idioma. Me gustó tanto que el siguiente libro de Rooney, Dónde estás, mundo bello, también me lo compré en su versión española, pasando del original, aunque todavía lo tengo pendiente de lectura.

En cuanto al cómic, me quedo con la traducción al castellano de Odio, emblema del underground noventero creado por Peter Bagge. La traducción corrió a cargo de Hernán Migoya, si bien lo de ser traductor no es su actividad principal, puesto que destaca más por su labor como escritor, guionista y editor. El caso es que en este cómic supo captar de maravilla la frescura, el gamberrismo y el tono coloquial del original. Todo lo bueno que he dicho del trabajo de Inga Pellisa en Gente normal, se puede aplicar también aquí. Además, seguro que no fue tarea fácil adaptar muchos de los juegos de palabras, chistes y vocabulario empleado por Bagge en el original. Pero Migoya lo consigue.

Un diccionario

Vaya por delante que en esto de los diccionarios soy un defensor acérrimo de las versiones digitales, tanto por la comodidad como por la rapidez y versatilidad de las búsquedas. Dicho esto, mi diccionario de cabecera es el portal WordReference, que me acompaña en mis peripecias traductoriles desde que comencé en este oficio. Una cosa muy útil de este diccionario ―además de la cantidad de idiomas que maneja, de las definiciones, de los ejemplos de pronunciación, etc.―, es el foro donde los usuarios pueden preguntar sus dudas, debatir posibles traducciones de términos o pasajes complejos, y, con el paso de los años, formar una base de datos utilísima para todos los que venimos detrás. Una anécdota: a través de este foro, entré en contacto con la traductora al checo de The First Fifteen Lifes of Harry August, una novela de Claire North muy estimulante, pero que me costó bastantes sudores terminar de traducir. Me di cuenta de que alguien estaba preguntando en el foro por muchas dudas que también me estaban surgiendo a mí, de modo que le envié un mensaje y al final acabamos cruzando varios correos para echarnos una mano con los entresijos de esta novela, que no fueron pocos.

Dentro de ese ámbito digital, también acudo a menudo al diccionario Merrian-Webster, que ofrece definiciones muy completas de palabras en inglés, con ejemplos de uso o detalles sobre los orígenes de la palabra en cuestión. Suele incluir acepciones poco usuales, que en más de una ocasión me han salvado la papeleta. Por último, y como traduzco muchos cómics y novelas juveniles, me topo con mucha jerga coloquial para la que siempre viene bien acudir a UrbanDictionary. En cuanto a diccionarios patrios, el panhispánico de dudas me parece sensacional.

La búsqueda más rara que he hecho en mi vida

Cosas raras, raras, tampoco es que me haya topado, pero sí curiosas y estimulantes. Por ejemplo, traducir la saga de Los habitantes del aire fue como hacer un cursillo acelerado en folklore anglosajón, donde descubrí criaturas que no había oído mencionar en mi vida, como merrows, phookas, selkies y shagfoals. Algunas de esas criaturas conservaron su nombre original y para otras busqué equivalencias dentro de nuestra propia mitología. También tuvo su guasa cuando me encargaron traducir una guía del videojuego Fortnite, en la que me tocó documentarme sobre las traducciones oficiales de los nombres de los artilugios, personajes y ubicaciones del juego. Google debió de pensar que me había vuelto un poco loco al verme buscar sin parar nombres tan tronchantes como Parque Placentero, Ribera Repipi o Socavón Soterrado. Y con una complicación añadida: ¡en Latinoamérica no se llaman igual que en España!

Como curiosidad, lo que recomiendo a cualquier traductor del inglés es que tenga siempre a mano una Biblia (aunque no necesariamente para encomendarse al altísimo) y alguna traducción de las obras completas de Shakespeare, porque da igual lo que traduzcas, que cada dos por tres te vas a encontrar con una cita de uno u otro. ¡En serio!

 

2 Comentarios

  1. Concha

    Pues sí, Jaime, tienes toda la razón: una Biblia y buenas traducciones de las obras completas de Shakespeare… al menos para los que traducimos del inglés.

  2. IHM

    Uf, la Biblia es imprescindible, pero también «tricky». Hace poco discutíamos en Twitter qué versión era más popular entre los traductores y dependía de varios factores. El caso es que ya no hace falta tenerla en la mesilla de noche. Por ejemplo, la de la Conferencia Episcopal está en Internet y la consulta es fácil.