Del amigo el consejo: Jesús Negro García

Lunes, 12 de septiembre de 2022.

Retomamos esta serie de entrevistas breves originada en el número 43 de VASOS COMUNICANTES, en esta ocasión con Jesús Negro García, que traduce, corrige y escribe.

Un libro sobre traducción

Las navidades pasadas me leí Por qué la traducción importa, de Edith Grossman, en traducción de Elio E. Gandolfo, y me gustó, aunque en general no soy muy aficionado a este tipo de libros, que me acaban cansando pasado cierto número de páginas, a pesar de las jugosas reflexiones que siempre contienen. Prefiero formatos más breves, como los propios artículos de VASOS COMUNICANTES, de la que aprovecho para decir que echo mucho de menos el formato papel, y ya lo siento por el ramalazo de conservadurismo antidigital. Algo más me interesan ciertas obras en el campo de la traductología, esa disciplina que tan razonable escepticismo genera entre los practicantes de la traducción, pero también a veces tan injustamente incomprendida. Mona Baker o Maria Tymoczko (que cuenta con un aparato filosófico de aquí te espero) son autoras muy estimulantes; también Michael Cronin, de quien hace ya unos años escuché una ponencia sobre lo que él llamaba ecological intersemiotics, una cosa muy especulativa que en aquel momento me voló la cabeza. Cultural Translation, de Sarah Maitland, me parece muy recomendable, muy jugoso y entretenido. Tengo que decir que creo que nunca habría llegado a estas lecturas de no ser gracias a la compañera Sara de Albornoz.

Una traducción favorita

No soy muy de tener X cosa favorita; me parece muy loco tener un grupo de música favorito o una canción favorita o un libro favorito, y me revientan los sesos cada vez que me preguntan por algo así, pero diré que me quedé muy impresionado en su momento con las de Alá Superstar (una novela corta que es en realidad un librazo monumental e incomprensiblemente ignorado, o al menos esa impresión tengo yo) y El lugar de la estrella, ambas de María Teresa Gallego Urrutia.

Un diccionario

Entendido como herramienta de trabajo, no tengo un diccionario predilecto; soy muy mudable y tiro mucho de los recursos disponibles en Internet de un modo bastante aleatorio. No sé, quizá deba mencionar el Diccionario marítimo español, de Timoteo O Scanlan, que es una chulada. Ahora bien, por puro placer, me lo gozo mucho con el Diccionario visual de arquitectura, de Francis D. K. Ching, con traducción de Carlos Sáenz de Valicourt (un trabajazo, por cierto). Y no sé si pinta mucho aquí, pero también está el Compendio de lógica, argumentación y retórica, de Paula Olmos Gómez y Luis Vega Reñón (eds.), una especie de diccionario o enciclopedia compacta de lógica formal e informal, que ha adquirido para mí una condición casi de místico desde que lo descubrí hace unos años. A veces me quedo totalmente alelado con algunas de las entradas que contiene; me gusta la sensación de que haya algo que se me escapa. Cuando era chaval, lo flipaba con el Diccionario de mitología clásica en dos volúmenes de C. Falcón, E. Fernández-Galiano y R. López Melero; aún los conservo conmigo.

La búsqueda más rara que hice en mi vida

Pues no sabría decir, no recuerdo ninguna en particular. Sí que he llegado a niveles inmensurables de desesperación en varias ocasiones, pero por cuestiones de dificultad más que de rareza, claro. Puede ser que, al haberme topado con tantos fenómenos raros y absurdos en la vida, eso me haya ahorrado a su vez muchas búsquedas raras y absurdas a la hora de traducir.