Viernes, 20 de mayo de 2022.
Literary Translator Studies, Klaus Kaindl, Waltraud Kolb y Daniela Schlager (eds.), Amsterdam/Philadelphia, John Benjamins Publishing Company, 2021, 313 páginas.
Sofía Lacasta Millera
El estudio y análisis de la traducción como disciplina se ha llevado a cabo a través de diferentes perspectivas: teniendo en cuenta el contexto en el que tiene lugar, los agentes que participan en ella, el ámbito de especialidad o incluso la combinación lingüística. En esta ocasión, la monografía Literary Translator Studies, editada por Klaus Kaindl, Waltraud Kolb y Daniela Schlager, y publicada en 2021 por la editorial John Benjamins, parte de la figura del traductor en general, y del literario en particular, para analizar el reciente cambio de paradigma en los estudios teórico-prácticos de la traducción, que pone ahora el foco en la persona que traduce y las circunstancias que la acompañan.
En el prólogo de la obra, Kaindl describe de manera pormenorizada la evolución de la figura del traductor como punto de partida de los Estudios de Traducción. En este sentido, pone sobre la mesa por qué la investigación llevada a cabo por otras disciplinas se ha centrado más en la identidad de dicha figura que la propia disciplina. A través de una base teórica y metodológica reflexiona sobre cómo el estudio de las traducciones se enmarca en un contexto científico, mientras que el análisis del individuo que realiza la traducción se sustenta sobre unas bases subjetivas cuya influencia e impacto en la obra es imprescindible contemplar.
Si bien el autor sitúa la «Conferencia sobre la función, la identidad y la personalidad del traductor literario» celebrada en el Centro de Estudios de Traducción de Viena (mayo, 2018) como la semilla que germinó en la publicación que aquí se reseña, lo cierto es que ya había un sustrato regado durante las décadas previas. La evolución desde los Estudios de Traducción hasta los Estudios sobre el Traductor supuso un importante giro que fue interpretado en un primer momento a través de una metodología confusa y, sobre todo, deshumanizada, ya fuese por exclusión o por reducción, abogando por modelos abstractos y sistemas lingüísticos que alejaban la teoría de la práctica individual. A partir de la década de 1970, sin embargo, el objetivo ha residido en integrar la práctica traductora en la teoría a través de los Estudios Descriptivos de Traducción y la Teoría Funcionalista. Aunque cada uno de estos enfoques perseguía una meta diferente, ambos abordaban la realidad de la traducción, estudiando al traductor como persona. Dos décadas más tarde, se empieza a dar visibilidad al traductor como creador de la obra y, sobre todo, se produce el primer intento de sistematización biográfica de los Estudios sobre el Traductor (Who is the translator, Antoine Berman, 1985). Desde ese momento, han sido muchas las aproximaciones en las que la traducción seguía siendo el tallo a través del cual se nutría el traductor, y es que la humanización no requería una reorientación metodológica en sí de ciertos conceptos, sino un cambio de actitud respecto al enfoque de análisis. Los Estudios sobre el Traductor han de partir de su naturaleza pasada y presente, social y cultural, dando por hecho que se retroalimentan de un contexto. Siguiendo esta línea, son numerosas las publicaciones desde la década del 2000 en las que se configura la aplicación de este planteamiento, siempre con el foco en el traductor, pero a través de un prisma aperturista basado en la interdisciplinariedad que permite comprender cómo el individuo se interrelaciona con otros elementos como la cultura, la sociología, los procesos cognitivos, la psicología, el género, la hermenéutica, la narratología, la identidad y la personalidad, entre otros muchos ejemplos.
A partir de las pinceladas de Kaindl, los dieciséis capítulos que conforman el volumen se estructuran en cuatro bloques que abordan la (sub)disciplina a través de diversos prismas. A pesar de la brevedad de esta reseña, cabe destacar cómo se plantea el análisis en cada uno de estos bloques mediante algunos de los casos prácticos que en ellos se tratan.
El primero de ellos propone un enfoque biográfico y bibliográfico para analizar la figura del traductor literario como punto de partida de los Estudios de Traducción. Mary Bardet, por un lado, desarrolla un estudio pormenorizado de la traductora Jeanne Heywood, que tradujo entre 1905 y 1908 más de diez novelas que abarcan desde la literatura infantil hasta innovadoras obras de escritores contemporáneos. Bardet establece, de esta manera, un paralelismo entre la posición social y cultural de la traductora y el momento histórico en el que lleva a cabo dichas traducciones, demostrando, una vez más, la relevancia de la relación entre el traductor y el contexto. Por otro lado, Belén Santana López y Críspulo Travieso Rodríguez, a través de un enfoque más metodológico y tomando como ejemplo las referencias de la Biblioteca Nacional de España, analizan la importancia de reconocer la autoría del traductor a través de un corpus de traducciones alemán-español datadas entre 1970 y 2010, poniendo de manifiesto la ausencia de consenso a la hora de registrar dichas referencias bibliográficas y, en el caso de haberlo, la necesidad de hacerlas visibles y accesibles no solo para los investigadores, sino también para el público general. En este sentido, resulta evidente que la colaboración entre los Estudios de Traducción y las Ciencias de la Documentación contribuye a mejorar la visibilidad social de los traductores literarios como agentes culturales y generadores de conocimiento.
El segundo apartado se sustenta sobre una base social y científica, así como sobre una mirada orientada al proceso que recorre el traductor literario. Anu Heino, por ejemplo, entrevista entre 2018 y 2019 a diez traductores finlandeses que previamente habían recibido un cuestionario sobre su origen, su experiencia educativa y su carrera profesional. La variada formación y especialización de estos traductores permite aproximarse a la multiplicidad de posibles identidades profesionales y su acceso al mundo de la traducción, demostrando que en todos ellos hay cuatro factores clave a la hora de constituir su identidad como traductores literarios: la pasión por la lectura y la literatura, la relevancia de la lengua materna, la etapa educativa y, finalmente, la percepción que poseen de la traducción literaria como actividad profesional. En el mismo bloque, Yvonne Lindqvist se centra en el proceso de «consagración» de quince traductores suecos, desde la fase de inversión en formación hasta la confirmación, pasando por la iniciación y el reconocimiento. Con el objetivo final de escudriñar su capital individual, fundamenta el caso en elementos tan diversos como la educación, la asociación con agentes bien posicionados, el acceso a becas o la obtención de premios.
El tercer apartado abre nuevas vías de investigación a través de los paratextos. Por una parte, Nitsa Ben-Ari aprovecha su experiencia como miembro del jurado de un concurso de traducción que tuvo lugar en Israel en 2017 para destacar el uso de las notas del traductor, un fenómeno tan antiguo como la traducción en sí, pero que se desarrolla ahora como género en sí mismo. Para ello, constituye un corpus de treinta traducciones publicadas entre 2015 y 2017 y se pregunta hasta qué punto el traductor ha de tener voz en su obra. Las conclusiones, basadas todas ellas en datos empíricos, arrojan datos tan importantes y sorprendentes como que el lugar en el que aparecen dichas notas en la obra tiene gran relevancia, así como que existe una relación entre su uso y el género del traductor. Por otra parte, Anna Fornalczyk-Lipska analiza la voz de los traductores de literatura infantil a través de los paratextos. De esta manera, demuestra cómo los prefacios y las entrevistas, entre otros ejemplos, favorecen la visibilidad y potencian el prestigio del traductor. A través de una investigación basada principalmente en el contexto comunicativo y el contenido, establece la diferencia entre obras pertenecientes al canon y aquellas pertenecientes a la literatura infantil en las que los traductores son plenamente conscientes del papel que desempeñan como mediadores.
Finalmente, el cuarto y último apartado ofrece nuevas sendas que recorrer mediante la investigación en los Estudios sobre el Traductor a través de las traducciones en sí y los paratextos que las acompañan. Michelle Woods comienza este bloque examinando la obra y movimientos de algunas de las mujeres que han traducido a Tolstói, a saber, Constance Garnett, Marian Schwartz, Isabel Hapgood e, incluso, Sofia, la mujer del autor. Para ello, parte del estudio de la experimentación que lleva a cabo a través de la prosa para analizar cómo ellas lo transmiten en las respectivas traducciones, poniendo de manifiesto en qué medida su condición de ávidas lectoras influye en su trabajo como traductoras. Como conclusión de la obra, Judith Woodsworth juega con pilares teóricos como la fidelidad de la traducción o la invisibilidad del traductor para describir su identidad y percepción a través de la ficción literaria. Con la constante amenaza de las traducciones automáticas, Woodsworth ejemplifica a través de las obras de las escritoras neoyorquinas Rachel Cantor e Idra Novey cómo en las novelas de ficción la traducción se convierte en un elemento clave de la trama y de la identidad de sus protagonistas.
A pesar de haber mencionado solo parte de los casos prácticos que ilustran la multiplicidad de caminos a través de los cuales se pueden afrontar los Estudios sobre el Traductor en general, y el literario en particular, resulta evidente que la obra reseñada pone de manifiesto la necesidad de reconocer y registrar correctamente la autoría del traductor. Asimismo, recalca hasta qué punto es imprescindible tener en consideración la cantidad de factores que influyen en su desarrollo profesional, más allá de los condicionamientos teóricos que preceden a la traducción per se.
El volumen constituye, por lo tanto, un instrumento de considerable utilidad para los traductores, tanto consolidados como aquellos que se inician en la práctica, pues aúna lo académico y lo profesional, ámbitos incomprensiblemente aislados el uno del otro en la mayoría de las ocasiones. El recorrido a través de los cuatro bloques ya mencionados y la exposición de casos muy diversos permiten al lector especialista en traducción sentirse identificado. En este sentido, la difusión de la obra a través de bibliotecas y asociaciones es primordial para conseguir un acceso más generalizado que ponga de manifiesto, una vez más, la visibilidad y reconocimiento que requiere la figura del traductor.
Sofía Lacasta Millera (Jaca, 1995) es graduada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Salamanca (2017), donde también cursó el Máster en Traducción Especializada y Mediación Intercultural, con mención internacional METS en la Université ISIT de París y la University of Swansea (2018), y el Máster de Formación de Profesorado MUPES (2019). Ha completado dichos estudios con numerosos cursos y seminarios en el ámbito de la literatura, las artes visuales, la música y el teatro. Ha participado en diversos congresos sobre la investigación en nuevas tendencias de traducción, así como en publicaciones especializadas en cultura y traducción. En la actualidad, disfruta de un contrato predoctoral en la Universidad de Salamanca, donde investiga acerca de la traducción intersemiótica de obras postmodernistas desde un punto de vista no solo lingüístico, sino también artístico, musical y filosófico, destacando la importancia del paisaje visual y sonoro de dichas obras.