Premio Matilde Horne a la mejor traducción del género fantástico

Martes, 19 de abril de 2022.

Pórtico, la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, ha aprobado en su asamblea extraordinaria de marzo de 2022 la creación del Premio Matilde Horne a la Mejor Traducción de Género Fantástico, organizado junto con ACE Traductores en honor a la traductora Matilde Zagalsky.

Al premio optarán novelas, novelas cortas, antologías de un mismo traductor o grupos de traductores, relatos y en general obras literarias de más de 17.500 palabras, y constará de una primera fase de selección popular y una segunda en la que un jurado nombrado por la junta de ACE Traductores elegirá la obra ganadora del premio.

Las bases se pueden consultar aquí.

Para recordar su figura, reproducimos aquí dos textos de Andrés Ehrenhaus. El primero de ellos, publicado en VASOS COMUNICANTES 37, en la primavera de 2007.

Importantes novedades en la situación contractual de Matilde Horne

El caso de Matilde Horne cobró especial resonancia a raíz del artículo y entrevista de Virginia Collera aparecidos en El País el 6 de enero de 2007. Sin embargo, tanto sus dificultades para lograr que le fuesen liquidados los derechos de las más de sesenta obras traducidas como la precariedad de su salud y condiciones de vida actuales eran sobradamente conocidas por la comunidad traductora. Matilde tiene noventa y dos años, vive en una residencia geriátrica en Ibiza y una fractura de cadera la obliga a desplazarse en silla de ruedas; tiene, además, la vista seriamente deteriorada. Este último dato no es gratuito: de no ser así, Matilde seguiría traduciendo, que es lo que le gusta y ha hecho toda su vida.

También es sabido que Matilde trabajó casi exclusivamente para Minotauro, sobre todo en los años previos a la adquisición (en 2001) de esta editorial por el Grupo Planeta. Desde entonces, todas las gestiones que la traductora intentó con el grupo resultaron infructuosas. A partir de 2003, ACE Traductores expuso el caso en CEDRO y logró que se le concediera algún tipo de ayuda asistencial de carácter especial, ya que Matilde carecía incluso de Seguridad Social. En 2005 se iniciaron nuevas gestiones ante la editorial que no fructificaron. Durante los últimos meses de 2006, ACE Traductores asumió el caso como un objetivo prioritario de la asociación: puso en contacto a la traductora con una periodista de El País y reunió toda la documentación necesaria para llevar el reclamo ante el departamento de derechos del Grupo Planeta. En enero de 2007 se celebró la primera reunión entre ACE Traductores, como representante de Matilde, y el entonces jefe del departamento de derechos. Y en marzo de 2007 se firmó el acuerdo entre las partes.

El acuerdo consta, a grandes trazos, de dos vertientes: por un lado se liquidan, mediante una suma neta, los derechos devengados de las traducciones de Matilde Horne explotadas por Planeta entre 2001 y 2006; por el otro, se regularizan los contratos (previamente inexistentes) de las cuarenta y tres traducciones de Matilde publicadas por Planeta o uno de sus sellos, entre las cuales se encuentran obras de Ray Bradbury, Ursula K. Le Guin, Stanislav Lem, Angela Carter, Brian Aldiss, Christopher Priest, Doris Lessing y otros grandes autores, además de los consabidos dos tomos de El señor de los anillos, de Tolkien. A partir de esta regularización, se le liquidará semestralmente a Matilde el porcentaje de derechos que genere la venta de tales obras desde el 1 de enero de 2007 en adelante.

Es importante recordar que el acuerdo se inscribe en el marco de un relativo cambio en la política contractual de algunas –cada vez más– editoriales y que Planeta en particular empezó a negociar la regularización de los contratos que más le interesan (y a demanda de los traductores) hace ya dos años. También nuestra política reivindicativa ha ido cambiando últimamente y cada vez son más los traductores que se atreven a reclamar lo que por ley les corresponde. Por otra parte, creemos que algunas de las negociaciones llevadas a cabo por ACE Traductores constituyen un significativo paso adelante en la constitución de las mesas paritarias de negociación, uno de nuestros principales objetivos históricos.

Creemos que la resolución de casos ejemplares como el de Matilde Horne, además de hacer merecida justicia, nos beneficia a todos, pues abre camino, sienta precedente y señala una dirección. Alegrémonos, pues, por ella y no cedamos en nuestras justas reclamaciones.

Fotografías de Matilde Horne facilitadas por la familia

 

El segundo texto se publicó en VASOS COMUNICANTES 40 y en el periódico El País el 20 de junio de 2008 con motivo de su fallecimiento.

Matilde Horne, In memoriam

MATILDE HORNE encarnaba el paradigma del traductor literario: honesta, rigurosa, inquieta, prolífica e… invisible. Su nombre es tan legendario para muchos lectores como desconocida su persona. Se la recordará sobre todo como la traductora de una parte importante de la trilogía del Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien, pero Matilde fue, en el panorama de las letras traducidas, mucho más que eso. Contaba en su haber con más de 70 títulos, casi todos ellos de primerísimo rango, y no dejó de traducir hasta que la vista la traicionó por completo. El martes 10 de junio moría, lúcida hasta el fin, en la residencia de Cas Serres, en Santa Eulalia, Ibiza, a la edad de 94 años. Matilde Zagalsky, que adoptó el apellido de su marido para firmar sus trabajos, nació en Buenos Aires en 1914.

En 1978, como muchos de sus compatriotas durante los oscuros años de la dictadura militar, tuvo que marcharse de Argentina y se instaló en España con sus hijos. Para entonces ya era una traductora de reconocido prestigio: el Fondo de las Artes argentino había premiado su traducción de Clea, el cuarto volumen del Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, y editoriales como Sudamericana, Minotauro, Grupo Editor, Edhasa o Amorrortu le encomendaban la traducción de autores de la talla de Ray Bradbury, Ursula K. Le Guin, Stanislav Lem o James Baldwin. Especialmente fructífera fue su relación profesional y de amistad con Francisco Porrúa, editor visionario donde los haya y responsable directo, por poner el ejemplo más sonado, de que Sudamericana se arriesgase a publicar en 1967 Cien años de soledad, de García Márquez. Tiempo después, Porrúa volvería a hacer gala de su acertado criterio al asumir la edición de las obras fundamentales de Tolkien, esta vez para su propio y mítico sello, Editorial Minotauro. Matilde Horne y Paco Porrúa (que firmó como Lluís Domènech, uno de sus seudónimos habituales) tradujeron juntos Las dos torres y El retorno del rey, segundo y tercer volúmenes de la célebre trilogía tolkeniana. La obra de Tolkien, convertida en fenómeno de masas, proporcionó a Matilde una paradójica y controvertida notoriedad. Numerosos blogs y páginas de Internet hablan de ella y circulan mil y una versiones de la situación en la que afrontó sus últimos años de vida. Lo cierto es que Matilde, tal como expresó en una entrevista aparecida en enero de 2007 en El País, no dejaba de sorprenderse de que la traducción de Tolkien fuese como el árbol que no deja ver el bosque, pues se sentía tanto o más orgullosa de haber traducido a Angela Carter, Chistopher Priest, Doris Lessing, Brian Aldiss, William Carlos Williams o los ya mencionados Durrell, Bradbury y Le Guin. Matilde era una traductora chapada a la antigua, formada desde abajo en la dura fragua de la Olivetti y el papel carbón. Su espíritu idealista y juvenil la llevó a forjarse una idea romántica de la profesión, que no abandonó nunca y que le causó no pocas penurias. Cuando ya no pudo seguir traduciendo a causa de su progresiva ceguera, descubrió que había descuidado los aspectos más materiales de la profesión y tuvo que recurrir a su amigo Porrúa y a las ayudas asistenciales de organismos como CEDRO para completar su exigua pensión. En 2006, gracias a la iniciativa de sus hijos Martín y Virginia y de algunos colegas y asociaciones de traductores, la editorial Planeta le liquidó los derechos devengados de la venta de sus traducciones desde que, en 2001, adquiriera el sello y el fondo de Minotauro. Un reconocimiento tardío, sin duda, pero representativo de la precariedad en la que el traductor desarrolla su paciente e imprescindible labor.

Andrés Ehrenhaus