¿Vale la pena leer la traducción de Marchena?, Jordi Fibla

Viernes, 25 de febrero de 2022.

Al comienzo de la novela Bewilderment (2021), de Richard Powers, figura esta cita:

Therefore, for a similar reason, we must admit that the Earth,
the sun, the moon, the ocean and other things are not
unique, but number in numbers beyond numbers.

 Lucretius, De rerum natura

Es lo bastante simple para traducirla sin recurrir al original latino, pero lo más probable es que los traductores a las versiones castellana y catalana de la novela prefieran utilizar alguna de las traducciones directas existentes en sus lenguas de trabajo respectivas: en castellano, la de Eduard Valentí Fiol, la de Agustín García Calvo o la de Miguel Castillo Bejarano; en catalán, la de Joaquim Balcells o la de Miquel Dolç. Es de suponer que el traductor al castellano dejará de lado las versiones realizadas en los siglos XVIII y XIX.

Veamos en primer lugar el original:

Quampropter caelum simile ratione fatendust
terramque et solem lunam mare, cetera quae sunt,
non esse unica, sed numero magis innumerali.

Eduard Valentí, el traductor al que yo habría elegido por una razón sentimental (fue el autor de los textos de morfología y sintaxis latinas que estudié en mi infancia y que todavía hoy, a pesar de que dispongo de magníficos libros como Lingua latina per se illustrata, así como los vídeos del extraordinario youtuber Luke Ranieri, también conocido como Scorpio Martianus, reviso a menudo para procurar que no me abandone el latín básico que aprendí en aquella época remota), traduce:

Por tanto, y de acuerdo con el mismo principio,
debe admitirse que la tierra y el sol, la luna, el
mar y los demás seres no son únicos, sino
que existen en número infinito.

Joaquim Balcells lo hace así:

Per una raó semblant cal reconèixer
que el cel i la terra i el sol,
la lluna, el mar i quant existeix,
no són únics, ans, al contrari, en
nombre innombrable.

Aunque he dispuesto ambos fragmentos como si pertenecieran a un poema, en realidad las dos versiones están escritas en prosa. Sus autores no han creído necesario trasladar los hexámetros latinos a alguna forma métrica de nuestras lenguas romances. La traducción de sed numero magis innumerali me parece más cercana al original en la versión inglesa, but number in numbers beyond numbers, aunque no iguala la sobriedad del verso de Lucrecio, acercamiento que sí detecto en la versión catalana, que traduce exactamente el numero innumerali y no descarta el magis. Si alguno de nuestros excelentes latinistas lee este artículo y no está de acuerdo con esta apreciación de un párvulo en latín, ya me corregirá y le estaré muy agradecido.

Veamos otra versión castellana de fines del XVIII, debida a José Marchena, más conocido como el abate Marchena. Este ha creído oportuno buscar una equivalencia poética al hexámetro de Lucrecio y ha optado por el endecasílabo blanco:

Por lo menos diremos precisados
que el cielo, tierra, mar, el sol y luna,
y todo cuanto existe no son cuerpos
e individuos únicos y aislados;
antes llegan a ser innumerables.

El sobrenombre de abate se debe a que, en su primera juventud, Marchena recibió órdenes menores, que nunca ejerció. Estuvo totalmente en desacuerdo con la España de su tiempo, refractaria a la Ilustración, donde el poder de la Iglesia era inmenso. Fue un volteriano acérrimo que hubo de huir a Francia, donde se afilió al grupo de los girondinos tras haberse desengañado de los jacobinos, en la época de la Revolución. Pero hizo cosas para mí más interesantes que meterse de hoz y de coz en el fregado revolucionario francés, como inventarse un fragmento desconocido del Satiricón de Petronio que dio el pego, aunque no sucedió lo mismo con unos versos falsos de Catulo en los que, a pesar de su gran dominio del latín, en seguida se le vio el plumero. Con estos antecedentes resulta muy apropiado que también tradujera a Ossian, el legendario poeta irlandés cuya obra descubrió James MacPherson, aunque este nunca mostró los manuscritos ni se hallaron después de su muerte. Ossian fue supuestamente un poeta gaélico del siglo III d. de C. y no existen manuscritos en gaélico anteriores al siglo X, por lo que la controversia estuvo servida.

Marcelino Menéndez Pelayo incluyó a Marchena en su Historia de los heterodoxos españoles, pero no se quedó satisfecho con su breve semblanza de un autor (poeta y panfletario, además de traductor) que estaba en el polo opuesto de su ideología profundamente conservadora y católica. Aquel inquieto e inquietante personaje que se proclamaba ateo y conspiraba en Francia contra la monarquía española, mientras que era un consumado latinista y tenía como libro de cabecera la Guía de pecadores de Fray Luis de Granada, le fascinaba hasta tal punto que, cuando se puso a escribir una introducción a las obras completas de Marchena (una recopilación de sus textos dispersos), se extendió tanto que acabó por obtener lo más aproximado a una biografía junto con una valoración crítica de aquel literato revolucionario a caballo de los siglos XVIII y XIX.

Como he dicho al comienzo, yo no usaría la versión de Marchena para la cita de Lucrecio en la novela de Powers, pero ¿vale la pena leerla? Uno de los aspectos más interesantes del libro que sobre el abate publicó Menéndez Pelayo es la ecuanimidad con que señala los fallos y aciertos de la traducción. Sí, contiene errores que claman al cielo, pero también logros que rozan lo sublime. Marchena hace suya la filosofía epicúrea de Lucrecio, se mete en su piel, por así decirlo, y, en 1791, traduce De rerum natura en unos versos que se me antojan más modernos que buena parte de lo que se escribía bien entrado el siglo XIX. He aquí un ejemplo extraído del libro III:

La muerte nada es, ni nos importa,
puesto que es de mortal naturaleza:
y a la manera que en el tiempo antiguo
no sentimos nosotros el conflicto
cuando el cartaginés con grandes fuerzas
llegó por todas partes a embestirnos;
cuando tembló todo el romano imperio
con trépido tumulto, sacudido
de horrible guerra en los profundos aires;
cuando el género humano en mar y tierra
suspenso estuvo sobre cuál de entrambos
vendría a subyugarle: pues lo mismo,
luego que no existamos, y la muerte
hubiere separado cuerpo y alma,
los que forman unidos nuestra esencia,
nada podrá sin duda acaecernos
y darnos sentimiento, no existiendo:
aunque el mar se revuelva con la tierra
y aunque se junte el mar con las estrellas.

Según Menéndez Pelayo, Marchena «inundó literalmente a España de engendros volterianos (…) algunas de estas versiones estaban escritas con tal primor y arte y en tan pura lengua castellana, que hacían mucho más terrible y peligroso el veneno. Otras eran atropelladas y de pane lucrando, hechas por el abate para salir del día, con rapidez de menesteroso y sin intención literaria». Y al leer esto, yo, que estoy lejísimos de ser un carca redomado como don Marcelino, pero tampoco tengo ni una pizca de revolucionario, me siento plenamente identificado con el traductor Marchena. ¡Cuánto he bregado durante años en el nada gratificante mundo del pro pane lucrando! Por otro lado, a pesar de la postura reaccionaria del ultraconservador filólogo y crítico literario ante el genial Voltaire, entre muchos otros ilustrados, resulta muy instructivo leer su libro sobre el abate, entre otros motivos por sus opiniones sobre la traducción, en una época en que no se hacía mucho caso de la fidelidad al original ni caer en un servilismo empobrecedor de la lengua de llegada, como tampoco se tenía en cuenta que la traducción es un arte. Para Menéndez Pelayo «traducir no es ceñirse a poner en una lengua los pensamientos o los afectos de un autor que los ha expresado en otra. Débense convertir también en la lengua en que se vierte el estilo, las figuras; débesele dar el claro oscuro del autor original». Y también: «Añadiremos que ninguno es buen traductor sin ser excelente autor, y que todavía es dable ser escritor consumado y menos que mediano intérprete».

En definitiva, a la pregunta de si vale la pena leer la traducción del poema de Lucrecio que hizo José Marchena en su juventud, respondo que sí, y lo mismo digo de la obra que Menéndez Pelayo, en sus antípodas ideológicas, escribió sobre él.

Tito Lucrecio Caro, De la naturaleza de las cosas, traducido por José Marchena («El abate Marchena»), Colección Austral, Espasa Calpe, S.A., Madrid, 1969.

Marcelino Menéndez Pelayo, El Abate Marchena, Colección Austral, Espasa Calpe Argentina, S.A., Buenos Aires, 1946.

 

Jordi Fibla Feito nació en Barcelona en 1946. Ha acumulado una obra abundante y muy diversa que él ha calificado alguna vez como «varios archipiélagos de excelencia en un mar de mediocridad». En 2015 le concedieron el Premio Nacional de Traducción por toda su obra.

 

 

 

 

 

1 Comentario

  1. Concha

    ¡Cuánto estudio, cuánta erudición y cuánto jugo le saca a las cosas Jordi Fibla en este artículo!
    ¡¡¡Ovación clamorosa!!!