¿Es Sally Rooney otra Amanda Gorman?, Jordi Fibla

Lunes, 15 de noviembre de 2021.

La decisión que ha tomado la joven y famosa novelista irlandesa Sally Rooney de no permitir que su última novela Beautiful World, Where Are You se traduzca al hebreo debería hacer saltar todas las alarmas. ¿Las alarmas de quiénes? De quienes asistimos estupefactos a estas acciones de destacados millennials que hacen presagiar un futuro en el que la traducción, esa fabulosa manera de saltar por encima de las barreras lingüísticas, se utilizará como chivo expiatorio para castigar a todos los hablantes de una lengua por las culpas, reales o supuestas, de una parte.

Dos novelas de Sally Rooney se publicaron en hebreo, cosa que, según la misma autora, le enorgulleció mucho. Pero eso ha cambiado. Ahora Sally Rooney apoya la campaña BDS (Boycott, Divestment, Sanctions) que se propone «poner fin al apoyo internacional a la opresión de los palestinos por parte de Israel y presionar para que ese país cumpla con las leyes internacionales». Y ella hace su modesta aportación a esos fines prohibiendo que su novela se traduzca al hebreo en Israel. Tal vez aceptaría la traducción si la editorial no estuviera radicada en el país, lo cual sortearía el boicot… pero ¿dónde, aparte de la antigua Tierra Santa, se traduce al hebreo y se publican libros en esa lengua?

Es cierto que esta manera de incluir la cultura en un boicot de naturaleza política no es exclusiva de Sally Rooney y, diez años atrás, Alice Walker, una escritora de mi generación, la que ya se está yendo con la música a otra parte, no quiso que se tradujera su novela El color púrpura al hebreo, pero no es lo mismo un caso aislado en 2012 que dos casos seguidos en los últimos meses, protagonizados por jóvenes dotadas para el arte de las que uno esperaría amplitud de miras.

Prohibir la traducción de una obra a otra lengua por prejuicios de raza, género o postura política es una barbaridad. El impulso a boicotearlo todo, prescindiendo de la razón, que aconseja abogar por un debate en los máximos organismos internacionales y sanciones a los responsables directos de atropellos contra determinados grupos humanos, no debería afectar a una lengua y a la mayoría de los lectores de esa lengua, cuya participación personal en las acciones de sus dirigentes es nula, incluso aunque los hayan votado. Sally Rooney se suma al rasgo amandiano de tomar el rábano por las hojas y confundir las churras con las merinas. Si el ejemplo cunde, apaga y vámonos.

 

 

Jordi Fibla Feito nació en Barcelona en 1946. Ha acumulado una obra abundante y muy diversa que él ha calificado alguna vez como «varios archipiélagos de excelencia en un mar de mediocridad». En 2015 le concedieron el Premio Nacional de Traducción por toda su obra.