Palabra de librero: entrevista a Paco Goyanes, de la librería Cálamo

Viernes, 29 de octubre de 2021.

Entrevista de Enrique Alda a Paco Goyanes, propietario de la librería Cálamo (Zaragoza).

 

 

¿Cómo y cuándo se creó la librería?

Se creó en 1983, después de haber trabajado unos años en otros ámbitos que no tienen nada que ver con el mundo del libro y como una salida profesional afín a mis inquietudes de aquella época, con un poco de dinero que aportó algún miembro de la familia y algún crédito.

¿Qué libro traducido marcó tu infancia?

Sin duda fueron los de Tintín, Enid Blyton y Julio Verne.

¿Qué libros te hicieron cobrar conciencia de la labor de los traductores, de estar leyendo palabras extranjeras que alguien había escrito en otro idioma?

Yo creo que fueron las aventuras de Tintín. De niño leía muchísimos cómics. Me llamó mucho la atención porque visitaba una casa que tenían libros en idiomas extranjeros, en francés, en inglés…, y recuerdo haber visto las aventuras de Tintín en francés. Aquello me parecía absolutamente mágico cuando lo leí en español, porque me di cuenta de la importancia que tienen las traducciones.

­ ¿Qué traducción te ha parecido especialmente destacable y por qué?

Yo había leído a Shakespeare en ediciones normales y recuerdo que después leí las que publicó Cátedra. Me di cuenta de que era un Shakespeare completamente diferente. Hay otro libro que leí con gran pasión y que en ese momento me pareció una gran traducción. Tampoco es que pueda valorarlo porque mi nivel de idiomas desafortunadamente no es muy bueno, pero recuerdo la traducción de Martin Eden [obra de Jack London traducida por Marta Salís]. Lo había leído en una edición bastante antigua y posteriormente leí la publicada por Alba no hace tanto y también me sorprendió mucho esa traducción.

¿Cuál es la traducción más curiosa que te han pedido?

Me piden continuamente traducciones de libros que no se han traducido jamás. Incluso me piden cosas que están recién publicadas en Estados Unidos, porque la gente quiere leerlas ya. Todas las semanas tengo que decir: «Todavía no se ha traducido».

¿Cómo influyen las traducciones en los libros que encargas y recomiendas?

Creo que ha habido una evolución. La valoración del traductor ha evolucionado tanto como el mundo de las librerías. Antes alguien te pedía una edición de Homero, sin más. Ahora la gente ya no pide eso, quiere una buena traducción. Realmente sí que ha habido un cambio en el que el traductor cada vez está más valorado, la gente es consciente de que estamos leyendo al traductor y cada vez se valora más la traducción. Es algo que he notado muchísimo en los últimos diez años.

Cuándo te piden recomendaciones, ¿tienes en cuenta la traducción?

Sí, en la medida en que yo pueda conocerla sí, la tengo muy en cuenta. Todos los que trabajamos en la librería, y Ana especialmente que domina varios idiomas, lee en francés y habla inglés e italiano, valoramos mucho la traducción. Sobre todo porque hay traducciones magníficas y otras que parecen hechas casi a mala leche. Desafortunadamente, a pesar de que hay editoriales que nos dan mucha confianza, porque ves que la traducción tiene nivel, todavía vemos que en algunas pasa lo mismo con la corrección de estilo o las erratas. Hay editoriales que curiosamente tienen muchas erratas, mala corrección de estilo y, curiosamente, malas traducciones.

¿Qué libros, autores, géneros o temas asocias con algún traductor en concreto?

Por ejemplo, toda la obra de Thomas Bernhard la asocio con Miguel Sáenz. También sigo con bastante atención a Selma Ancira y las traducciones que hace del ruso y del griego. La conozco personalmente, la he visto hablar sobre traducción y he conversado con ella varias veces.

¿De qué manera te parece que las librerías pueden ser aliadas de los traductores en sus reivindicaciones?

En la valoración de una buena traducción. Creo que hay que valorar el trabajo del traductor, en la medida de nuestras posibilidades. Recomendar buenas traducciones creo que ayuda a valorar el trabajo del traductor y a evitar el tema del intrusismo. Tengo la sensación de que en esa profesión hay mucha traducción de Google y se nota muchísimo, especialmente en algunas editoriales.

En España hay varios premios que reconocen la labor de los traductores, como el Premio Nacional a la Mejor Traducción, el Esther Benítez o el Ángel Crespo. ¿Los conoces?

Sí, claro. El Premio Nacional a la Mejor Traducción está muy valorado y tiene impacto en las ventas.

O sea, que te enteras de los fallos.

Sí.

¿Sueles destacar las obras ganadoras en la librería?

Sí.

¿Cuándo darás un premio a la mejor traducción en los Premios Cálamo?

De alguna manera ya lo damos. Cuando premiamos a un autor traducido, estamos premiando al traductor. En 2020 curiosamente los tres autores han sido de lengua española: una chilena, una mejicana y un español, pero en 2019, se lo dimos una autora moldava-rumana, a Kallifatides, griego…

Y a una catalana, Canto yo y la montaña baila, traducido por Concha Cardeñoso.

Las tres traductoras vinieron al acto. Estuvieron presentes, estaban invitadas y participaron en la ceremonia. Les dimos el papel que teníamos que darles. Nos preocupamos por invitarlas, al igual que a la editora catalana de Irene Solà… En ese sentido creo que ya reconocemos la labor de los traductores.