Lunes, 26 de abril de 2021. Actualizado el 30/4/2021.
No acabo de ver la utilidad de la traducción inversa que ha hecho la sinóloga Alicia Relinque de la primera versión china del Quijote, titulada La historia del Caballero Encantado (1922). Se trata de la traducción a la lengua de origen de una adaptación de la obra cervantina, debida a Lin Shu, un señor que no sabía más lengua que la suya y que «tradujo» a partir de lo que le contaba un amigo ilustrado que entendía el inglés y se servía de traducciones de la novela en esa lengua realizadas en el siglo XVII. Pese a esta aparente complejidad, según la traductora, ¡oh, sorpresa!, esa primera versión china del Quijote se parece al original mucho más de lo que cabría esperar. Sin embargo, vuelvo al inicio de este artículo: ¿para qué su traducción al castellano? La vida es breve, los libros a leer muchos, los españoles tenemos el privilegio de poder leer el Quijote tal como lo escribió Cervantes en nuestra lengua. ¿Vamos a dedicar el tiempo que podríamos invertir en otra relectura del clásico a leer la castellanización de una chinoiserie literaria? Francamente, prefiero abordar la del Quijote apócrifo de Avellaneda, una lectura que tengo eternamente postergada.
En su artículo que ha publicado El País, titulado «La historia del caballero encantado»: Don Quijote de la China, la autora desaprovecha la ocasión de ir un paso más allá de la mera curiosidad que suscita esa adaptación de Lin Shu para mencionar a Yang Jiang (Pekín, 1911-2016), autora de una verdadera traducción del Quijote, que queda sepultada en la vaguedad de la frase «surgieron otras ediciones […] con otros traductores». Pero ella sí que fue la primera traductora china que hizo una versión completa del Quijote al mandarín, considerada como la traducción definitiva de la obra en China. Fue también novelista, dramaturga y autora de libros de memorias en los que relata las penalidades que sufrieron ella y su marido bajo el régimen de Mao.
Yang Jiang también tradujo Gil Blas de Santillane, de Alain-René Lesage, lo cual me hace pensar que si Lin Shu no conocía ninguna lengua extranjera, pero traducía de varias de ellas, Yang Jiang por lo menos dominaba dos. En el siglo XVIII, Tobias Smollett tradujo al inglés tanto la obra de Cervantes como la de Lesage. Es inimaginable una traducción inversa del Quijote de Smollett. Claro, no hay comparación con el chino en punto a exotismo. Un trabajo así, tan inútil, a mi parecer, como el que ha hecho Alicia Relinque con la versión quijotesca china, no sería tan divertido, ni muchísimo menos. Sí, traducción rima con diversión, pero la diversión llevada al extremo se convierte en pérdida de tiempo.