Entrevista a Marta Hernández Pibernat, Cesc Martínez, Anna Carreras y Pau Vidal

Viernes, 19 de marzo de 2021.

Continuamos la serie de entrevistas a los traductores de Elena Ferrante. En esta ocasión, Celia Filipetto entrevista a los traductores al catalán: Marta Hernández Pibernat, Cesc Martínez, Anna Carreras y Pau Vidal, que han traducido las siguientes obras:

Anna Carreras: L’amor que molesta (2016), Els dies del abandonament (2017), La filla fosca (2017), La frantumaglia (2017), Navona Editorial.

Marta Hernández Pibernat: L’amiga genial (2015), Una fuig, l’altra es queda (2016), Edicions La Campana.

Cesc Martínez, Història del nou cognom (2016), La nena perduda (2016), Edicions La Campana.

Pau Vidal, La vida mentidera dels adults (2020), Edicions La Campana.

 

1. ¿Qué supuso en tu carrera profesional haber dado voz a una escritora ausente? ¿Hubo un antes y un después?

Marta Hernández Pibernat: En mi opinión, saber más o menos datos biográficos de un escritor no cambia el hecho de que a lo que se enfrenta el traductor es a la obra en sí, que es independiente de la identidad y la biografía de su autor. Otra cosa es que nos guste conocer la peripecia vital de un escritor al que admiramos, pero ese ya es otro tema, que ha dado lugar a toda clase de disquisiciones. Así, no saber quién era Elena Ferrante no supuso para mí ninguna diferencia respecto a otras traducciones.

Cesc Martínez: Efectivamente, en el momento en que se hizo la traducción de L’amica geniale, no se conocía la verdadera identidad de Elena Ferrante, y me enfadé bastante cuando se supo quién era. Sobre todo por el modo en que se desveló. Yo me había tomado el uso de seudónimo como parte de la propia creación literaria, un personaje de ficción más, entre la autora real y la narradora. Ferrante, para mí, emana de la propia historia, como si alguien salido de las novelas se hubiera puesto a escribirlas. No necesitaba para nada saber quién se escondía tras el seudónimo. La traducción partía con esa incógnita pero, más que un inconveniente, a mí me parecía una invitación a participar en el juego literario de una forma similar a la de cualquier lector, lo cual es positivo, creo. Puede que hubiera sido divertido firmar la traducción con seudónimo, también.

En cuanto a si hubo un antes y un después… Mi trayectoria de traductor no es muy extensa, aunque siempre he estado metido en la literatura de un modo u otro. Traducir a Ferrante fue un reto, sin duda, pero no ha supuesto un cambio significativo para mí.

Anna Carreras. Traducir cuatro obras de Elena Ferrante al catalán no representó para mí un antes y un después, sino un antes y un superdespués. Fue como entrar en una cueva matriz. En las entrevistas empezaron a llamarme «la traductora oficial de Elena Ferrante al catalán», y eso era muy emocionante porque valoraban mi trabajo. Traducir a una bestia parda como Ferrante fue un placer desde la primera línea: detecté que era uno de los pocos casos en los que un best seller estaba dotado de talento y calidad, dos conceptos que raras veces se dan juntos. Para mí, Ferrante nunca ha sido una escritora ausente, sino una mujer con nombre y apellidos que juega al escondite con los medios de comunicación. Los lectores fieles a Ferrante son como los fans de una banda de rock. Le exigen calidad, se llame como se llame. No la divinizan. Lo que cuenta es la literatura. Mi sensación era que ella me dictaba la traducción, como si de algún modo yo fuera una mera transcriptora de su pensamiento. Mi objetivo siempre fue el mismo: ¿cómo escribiría Ferrante si fuera catalana?

 

Pau Vidal. Doncs la veritat és que no. Per a mi, Elena Ferrante no és pas cap absència, sinó una presència ben palpable: té una veu i un estil amb els quals m’he confrontat durant un parell de mesos i que en certa manera he fet una mica meus. Per a mi Elena Ferrante sí que existeix. Des d’un punt de vista tècnic, doncs, cap canvi en relació als altres autors, tenint en compte que la relació autor/traductor per regla general és inexistent.

Si et refereixes, potser, a la recepció de l’obra, la resposta és la mateixa. El meu posicionament professional, la manera com encaro l’ofici, no s’ha modificat en cap mesura després d’una acollida que, sincerament, m’esperava més fragorosa.

 

2. ¿Cómo resolviste la presencia/ausencia del napolitano en las obras de Ferrante?

Marta Hernández Pibernat. Como ya han señalado otros traductores, las expresiones napolitanas de Ferrante están más bien ausentes de sus textos, y sabemos de ellas solo por referencias: la narradora explica que tal personaje hablaba en dialecto, que a tal otro le costaba expresarse en italiano, etc. Lo que sí es destacable es el hecho de que, a medida que Elena Greco se va desclasando, su expresión pierde progresivamente los rasgos «dialectales»; ya sabemos que para el italiano estándar, como entidad abstracta, todas las lenguas que no son la de Dante merecen poco menos que el desprecio y se explican solo por la incultura dominante entre las clases populares, y que ese discurso, muy arraigado en la cultura del país, se explica por las características concretas de la unificación de la península itálica en un único Estado.

En este sentido, un asunto que nos preocupó –a mí como traductora y a Isabel Martí como editora– fue la referencia constante a la lengua napolitana como dialecto. Los catalanes –como el resto de «españoles» cuya lengua materna no es el castellano– somos especialmente sensibles al matiz despectivo que conlleva esa denominación, que aún hoy, en el siglo xxi , ciertos sectores incluso intelectuales siguen empleando para tratar de reducir el catalán y el resto de las lenguas habladas en el Reino de España al estricto ámbito doméstico, como paso previo a su extinción.

De común acuerdo con la editora, pues, en la traducción catalana de la obra decidimos no utilizar esa palabra, «dialecto», para la italiana «dialetto», que traduje como «napolitano», aun a sabiendas de que estábamos introduciendo un matiz de respeto que el original no contenía.

Cesc Martínez. Realmente no fue una cuestión particularmente complicada. A diferencia de otros autores italianos que usan dialetto mezclándolo con el italiano estándar, que incluso aprovechan la ficción para reflexionar sobre la lengua, Ferrante parecía no querer explorar este tema. El napolitano se menciona como un signo de clase social o de nivel educativo, pero no hay un interés real en narrar las implicaciones que tiene. El hilo del relato no va por ahí. Ferrante se sitúa en un ámbito supralocal, lo cual contribuía a enmascarar aún más a la verdadera autora. Intenté mantener el mismo tono alocal, estándar.

Anna Carreras. Este tema es un gran debate. Sin decir nombres, todos sabemos que algunos traductores de Elena Ferrante se han pasado la presencia de los pasajes en napolitano por el escroto. En algunos casos, han puesto la directa y lo han traducido todo al italiano estándar, mientras que en otros —y eso me parece demencial— han interpretado el dialecto napolitano como si fuera pueblerino, antiguo y mal escrito. Eso es un error enorme, puesto que Ferrante asocia claramente cada dialecto del italiano con un estrato social, una cultura y unas costumbres muy marcadas. En mi caso, consulté con un amigo napolitano, el cual me contó que el italiano que se habla en Nápoles tiene salidas agresivas, léxico grosero, exclamaciones encadenadas, una palabra estalla dentro de la otra. Por eso tuve clarísimo que no debía homogeneizarlo todo, sino distinguir ambos registros y marcarlos muchísimo para respetar la intención de Ferrante.

 

 

Pau Vidal. Amb els mateixos recursos que faig servir per a les traduccions de Camilleri: jugant amb les possibilitats de la doble variació dialectal geogràfica i de registre. Fabricant, per dir-ho ràpid, un neodialecte català esquitxat de marques geodialectals no adscribibles a una parla local concreta i afegint-ne de sociolectals. Quantitativament, la dificultat era menor, perquè hi ha molt menys napolità en Ferrante que sicilià en Camilleri, però qualitativament es pot dir que el repte és similar: es tracta de reproduir una cohabitació lingüística sense un equivalent real en el nostre àmbit (la relació napolità-italià és molt diferent de la relació català-castellà), i per tant, en certa manera, ja impossible d’entrada.

Dit això, afegeixo que com a catalanoparlant (i també com a traductor) em molesta una mica la tècnica ferrantiana de dir «disse in dialetto» i tot seguit transcriure en italià allò que el personatge se suposa que va dir en la seva llengua materna. Sé que és una qüestió complexa i que aquest recurs és tan vàlid com qualsevol altre, però repetir fins a l’extenuació la dicotomia llengua (és a dir, italià) versus dialecte (napolità), bo versus dolent, és una manera de consolidar un supremacisme lingüístic de la llengua de l’Estat que està matant la riquíssima variació lingüística del país.

 

3. ¿Podrías hablarnos de una dificultad especial de la traducción de las obras de Elena Ferrante?

Marta Hernández Pibernat. La verdad es que no. También puede ser que hace ya tiempo que terminé la traducción y que tiendo a olvidar las dificultades; en todo caso, sí recuerdo una impresión general de sencillez, tanto en el vocabulario como en la sintaxis, buscada expresamente por la autora, y la dificultad en todo caso fue tratar de mantener esa sencillez, rehuir las frases complejas que a veces, en primera lectura, son las que parecen resolver mejor las expresiones originales.

Cesc Martínez. En cuanto al texto en sí, no encontré dificultades concretas. Sí encontré que la ausencia de descripciones, el continuo encadenar una acción tras otra, la (para mí) excesiva dilatación de algunos sucesos importantes a base de intercalar pequeños ires y venires, dejaba poco espacio para la reflexión. Aunque puede que esta sea más bien mi visión de lector que de traductor.

El hecho de ser dos traductores diferentes para una misma saga (yo solo traduje los volúmenes dos y cuatro de L’amica geniale) supuso la dificultad de intentar mantener el tono que ya había dado Marta Hernández Pibernat en el primer volumen, y la facilidad de que algunas decisiones ya estaban tomadas.

Anna Carreras. En cuanto a las tres novelas que traduje, no tuve ninguna dificultad especial para entender dónde quería llegar Ferrante. En el caso de la Frantumaglia, llegué a odiarla. Pero duró poco. Estaba ante el laboratorio de la escritora, con un lenguaje ultra específico, técnico. Me tomé un par de copas de Moscato Frizzante y empecé a ganar la batalla. Volví a detectar la sinceridad con la que escribe Ferrante. Al cabo de pocas páginas, volvió la sensación que había tenido con la traducción de las novelas: Elena Ferrante estaba sentada a mi lado dictándome la traducción.

 Paul Vidal. Només puc parlar per La vida mentidera…, que és l’única que he traduït, però crec que les dificultats estilístiques que presenta són, per dir-ho així, menors. Una mica la puntuació (s’adscriu a la moda actual de suprimir les copulatives i fer moltes enumeracions separades per comes, prescindir de verbs d’acció…), una altra mica la convivència dialectal ja esmentada, i para de comptar. Tal vegada el que m’ha fet patir més ha estat la llargada inhabitual dels períodes verbals (ja siguin frases o paràgrafs), que he entès com un recurs d’estil per tractar de reproduir el pensament d’una adolescent d’aquesta edat; i, en aquest sentit, ho he trobat un recurs encertat.

 

4. ¿Has tenido algún contacto con otros traductores de Ferrante, has consultado otras versiones?

Marta Hernández Pibernat. Aunque suelo consultar versiones en otros idiomas de los libros que traduzco, que me sirven como diccionario complementario, en este caso no lo hice: respondes a cada obra del modo que te pide esa en concreto, y los textos de Elena Ferrante me hablaban directamente, así que no necesité intermediarios que me ayudaran a comprenderlos. Tampoco tuve contacto con otros traductores: en nuestro oficio trabajamos a solas y no siempre es fácil recordar que otros pueden estar enfrentándose a los mismos problemas que tú.

Cesc Martínez. No. En realidad solo tuve contacto con Marta Hernández Pibernat al principio del trabajo. Luego, el calendario marcó el ritmo y ya no tuve contacto con nadie más ni consulté otras versiones. Aunque tampoco estábamos tan presionados. La editorial Edicions La Campana usó dos traductores para poder empezar el segundo volumen sin haber terminado el primero y así poder sacarlos uno tras otro sin que pasara mucho tiempo entre ellos. Pues aún. ¡Hay casos de traducciones de una sola novela hechas a destajo a dos, tres y cuatro manos, que resultan auténticos frankensteins de estilo!

 Anna Carreras. Nunca. Yo me lo guiso, yo me lo como. Me gusta aislarme y encararme en solitario con cualquier texto, como un reto personal, sin contagios ni plagios. Consultar otras versiones me hubiera parecido megacutre, igual que preguntar a otros traductores porque, como ya he dicho, algunos caen en la trampa del napolitano y se lo pasan por el forro. Traducir es hacer verosímil un texto, llevándolo a tu terreno idiomático, transustanciarte en el autor como si fueras él o ella.

 Pau Vidal. No. No tinc costum de fer-ho, potser perquè fins ara m’he trobat poques vegades amb autors ja «estrenats», per dir-ho així. El que sí que he fet ha estat llegir altres peces de la mateixa autora, i haig de confessar que la tetralogia de L’amiga genial no m’havia atrapat gaire. Menys que La vida mentidera, això segur.

També puc dir que algun altre traductor d’alguna obra menor de la mateixa autora sí que ha consultat la meva versió i ha discrepat rotundament de les solucions adoptades, la qual cosa em confirma que, tal com passa amb els camilleris, l’alternança de codis és una de les grans qüestions pendents de la traductologia actual.

 

 

Anna Carreras Aubets (Barcelona, 1977) es filóloga, escritora, traductora, correctora, crítica y articulista de prensa. Autora de las novelas Camisa de foc (2008), Tot serà blanc (Premi Alexandre Ballester, 2008), Unes ales cap a on (2011), Ombres franceses (2016), Fes-me la permanent (2016), Encén el llum (2017), L’ull de l’escarabat (2019), i Halley 2042 (2020). Ha traducido a Elena Ferrante, Paolo Cognetti o Carlo Collodi al catalán y ha participado en antologías como Assassins de Girona, Sangassa, Visions del Purgatori, Paper cremat. 10 contes per a 100 anys de Ray Bradbury y Delinqüents. Actualmente escribe su tercera novela negra.

 

 

Marta Hernández Pibernat (Barcelona, 1958), colaboradora editorial autónoma desde 1977, se ocupa de toda clase de tareas en el campo de la edición: traducción, redacción, corrección, revisión de traducciones, adaptación de textos, informes de lectura, etc. Entre las obras que ha traducido se hallan: Obabakoak, de Bernardo Atxaga (castellano a catalán); Adolphe, de Benjamin Constant (francés a catalán y castellano); Ferragus, jefe de los Devorantes, de Honoré de Balzac (francés a castellano); Verd aigua, de Marisa Madieri, Com si Déu no existís, de Paolo Flores d’Arcais, La llarga vida de la Marianna Ucrìa, de Dacia Maraini, y L’amiga genial y Una fuig, l’altra es queda, de Elena Ferrante (italiano a catalán); Les planes, de Gerald Murnane (inglés a catalán). En esta última combinación de idiomas (inglés a catalán) colabora desde hace unos años con su hija Zahara Méndez, con la que ha traducido libros de Alice McDermott, Claire Keegan y otras autoras. Mantiene, con irregularidad persistente, los blogs Paranys y Bosc de lletres, este último también en colaboración con su hija Zahara.

 

Cesc Martínez (Manresa, 1974) se licenció en filología catalana y desde entonces ha estado vinculado profesionalmente al mundo de la edición. Como traductor, ha abordado principalmente ensayos, sobre todo de artes escénicas, aunque también ha traducido narrativa. Ha trabajado como corrector de estilo y supervisado traducciones para varias editoriales. Entre 2001 y 2005 fue coeditor de una de las primeras revistas literarias publicadas en catalán a través de internet: El tacte que té. Es autor del libro de microrrelatos Bits (Emboscall, 2001) y las novelas Opi i sardines (La Magrana, 2011) y Traça un perímetre (Anagrama, 2019).

 

Fotografía de Laia Serch

 

Pau Vidal és filòleg de formació i divulgador lingüístic d’ofici. Com a traductor de literatura italiana s’ha especialitzat en narrativa contemporània (Tomasi di Lampedusa, Roberto Saviano, Antonio Tabucchi, Erri de Luca, Gianni Rodari) i sobretot en l’obra d’Andrea Camilleri, el creador del comissari Montalbano, del qual n’ha girat al català una quarantena de títols. La seva traducció més recent és El colibrí, de Sandro Veronesi (Ed. Periscopi), i té a punt de publicació Els virreis, de Federico de Roberto (Ed. de 1984).