Un año en ACE Traductores, Noemí Jiménez Furquet

ACE TraductoresLunes, 11 de enero de 2021.

A pesar de que este año no me quito de encima la impresión de estar viviendo un interminable mes de marzo, hace unos días me percaté de que el tiempo en realidad pasa, y rápido. Sin darme cuenta, ya llevo un año en ACE Traductores. Así que, ahora que estrenamos calendario y hasta década, parece un buen momento para reflexionar y hacer balance. Ha sido un año tan raro, tan largo y tan corto que no va a ser tarea fácil resumir lo que ha significado para mí sin hacer referencia continuamente a esta pandemia que nos ha puesto la vida del revés. Os pido perdón de antemano.

Lo lógico sería comenzar con los antecedentes. Sin entrar en cuestiones demasiado personales, diré que, a punto de cumplir los cuarenta y tras casi veinte años dedicada a la traducción técnica, había decidido cambiar de rumbo y cumplir el viejo de sueño de muchos de los que estudiamos Traducción e Interpretación. Me había embarcado en un posgrado que acabé a principios de 2019 y me había dedicado durante meses a enviar currículos a editoriales. Sin éxito. Cero. Nada.

Desde el principio había tenido clara la idea de asociarme a ACE Traductores, tal y como me habían recomendado profesores y conocidos, pero creía que para hacerlo debía disponer como mínimo de dos libros publicados. Aviso para novatos: no es así. Existe la figura de presocio, con voz pero sin voto, que permite conocer la asociación desde dentro y tomar un primer contacto con el mundillo de la traducción editorial de la mano de quienes mejor saben cómo funciona. En cuanto me enteré de esta posibilidad y de que, además, la asociación ofrecía mentorías para traductores noveles, me lancé a la piscina. Era noviembre de 2019.


Aviso para novatos: (…) Existe la figura de premiembro, con voz pero sin voto, que permite conocer la asociación desde dentro y tomar un primer contacto con el mundillo de la traducción editorial de la mano de quienes mejor saben cómo funciona


Primeros auxilios para traductores editoriales en ciernes: MadridLos primeros meses fueron frenéticos. Yo, que vivo a caballo entre Madrid e Inglaterra, agarré un vuelo y me planté en la sede de la Casa del Lector, donde Teresa Lanero impartía un taller de primeros auxilios para traductores editoriales en ciernes. Allí me di cuenta de dos cosas: la primera, que el modo en que había intentado acercarme a las editoriales no era el más adecuado y era fundamental tomármelo con calma; la segunda, que no es lo mismo charlar con compañeros en redes sociales que vernos cara a cara. Estaba muy verde y aún más perdida que ahora, pero tanto Teresa como Ana Flecha y Marta Sánchez-Nieves me acogieron con cariño aquella noche de noviembre y me hicieron sentir una más. Gracias, de corazón.

La sensación de que es necesario verse en persona se avivó en diciembre, cuando asistí al club de lectura traducida en que Itziar Hernández Rodilla nos presentó su Orlando, entre otras cosas porque hacía casi dos décadas que no veía a esta antigua compañera de experimentos teatrales durante mis años salmantinos, y el breve reencuentro me supo a poquísimo. Además, ¡estaba Pepa Linares! Por supuesto, fui incapaz de balbucear tres palabras seguidas delante de ella, pero algún día me firmará una de sus obras, que para eso me he autoproclamado presidenta de su club de fans (estamos tardando en fundarlo).

Encantada con lo poco que había visto e ilusionada de nuevo, tenía clarísimo que 2020 iba a ser mi año. Iba a apuntarme a todas las actividades, a preparar unos currículos inmaculados con su correspondiente propuesta y a presentarme personalmente a las editoriales con la mejor de mis sonrisas. ¿Qué podía fallar?

Además, 2020 empezó con muy buen pie. Arrancó el programa de mentorías, para el cual me asignaron como mentora a Noemí Risco, con cuya obra ya estaba familiarizada y que, sin duda, me iba a revelar el secreto definitivo para abrirme camino en el mundillo editorial… Por un lado, cometí nuevamente el error de no ir preparada, de no llevar listo un proyecto ni un plan para sacar el máximo partido a la oportunidad. Así que ahí va otra recomendación para novatos: tened siempre un punto de partida claro, aunque luego no os sirva o tengáis que cambiarlo. Ir a ciegas os hará perder el tiempo a vosotros y, lo que es peor, a la persona que se ha puesto a vuestra disposición. Por otro lado, carecer de una hoja de ruta me permitió probar distintas vías, hablar de mil temas y conocer la profesión desde la perspectiva privilegiada de quien lleva muchos años dedicada a esto. Me resultó especialmente útil descubrir formas de abordar un texto distintas a lo que yo estaba acostumbrada en traducción técnica y agradezco enormemente que me animara a no cerrarme a géneros que no sean mis predilectos como lectora.

 

Por si fuera poco, a principios de marzo me llegó mi primer encargo literario. Fueron tres meses de trabajo, con muchos errores de novata (¡cómo iba a saber yo que había que insertar un salto de página al terminar un capítulo!). Como suele decirse, a traducir se aprende traduciendo y no puedo estar más contenta con el proceso y con lo que se convirtió en el resultado final.

El siguiente hito en mi agenda, y uno de los más importantes del año, era el III Encuentro Profesional de la Traducción Editorial. Tenía ya mi vuelo reservado y mi hotelito en el centro de Gijón listo para abril cuando todo empezó a venirse abajo. El vuelo se canceló, al igual que el propio encuentro. Y que Liber en Barcelona. Y que la Feria del Libro de Madrid. Y que todo lo demás…

Creo que ya he mencionado que 2020 iba a ser mi año. ¿Y había dicho ya lo importante que me parecía que trascendiéramos las redes sociales y nos viéramos las caras?

III Encuentro Profesional de la Traducción Editorial


Por si fuera poco, a principios de marzo me llegó mi primer encargo literario. Fueron tres meses de trabajo, con muchos errores de novata (…). Como suele decirse, a traducir se aprende traduciendo y no puedo estar más contenta con el proceso y con lo que se convirtió en el resultado final.


 

Pues sí, 2020 iba a ser mi año… No es necesario incidir en cómo la realidad se ha ido imponiendo durante los últimos meses como una apisonadora que arrasaba con todos nuestros planes y certidumbres.

Pese a todo, no sería justo perderse en lamentos. Es cierto que las redes sociales se quedan cortas. E igualmente cierto que las citas online saben a poco. Pero en realidad ha sido una suerte pasar por una situación como esta en una época en que las tecnologías nos permiten seguir adelante con gran parte de nuestra vida diaria. Hemos tenido que adaptarnos, sí, pero la asamblea general de ACE Traductores demuestra que las cosas se pueden hacer bien a pesar de los inconvenientes y por mucho que echemos en falta los encuentros informales y los lazos que se estrechan compartiendo un vino o un café.

Permitidme que, como traductora novel que soy, de todas las actividades de la asociación, haya apreciado especialmente los talleres y cursos dirigidos a quienes estamos empezando en el mercado editorial. Si a finales de 2019 tuvimos los talleres tres en uno de Pilar Comín para mejorar nuestro dominio del castellano, en 2020 Marta Cabanillas nos puso los dientes largos al presentarnos las becas y residencias para traductores, perfeccionamos nuestras técnicas de investigación de la mano de Alicia Martorell, conocimos con Amelia Ros cómo nos protegen la Ley de Propiedad Intelectual y los derechos de autor y descubrimos la verdad desnuda de nuestro (limitado) margen de maniobra como traductores noveles gracias al esclarecedor curso de negociación para traductores, impartido por Jorge Martín Mora-Rey.

Por no hablar de las oportunidades que nos ha brindado la virtualidad y de las que, en condiciones normales, no habríamos podido disfrutar. Quienes no vivimos en grandes capitales hemos podido asistir a numerosos talleres, encuentros, coloquios y cursos que, de otro modo, no habrían estado a nuestro alcance. Y, si bien en ciertos momentos llegaba a agobiar tanta oferta, en unos casos los directos y en otros las grabaciones nos han permitido disfrutar de momentos únicos como la conferencia de Carlos Mayor sobre la nueva traducción de Persépolis, de Marjane Satrapi o la de Isabel García Adánez sobre Herta Müller, el discurso de agradecimiento por el premio Ángel Crespo de Victoria Alonso o la mesa redonda sobre las traducciones de La chica de Edna O’Brian con Ana Mata.

Protección jurídica de la propiedad intelectual y derechos de autor

Aunque estas charlas y encuentros virtuales no formen parte como tal de la programación de ACE Traductores, si nos hemos enterado de su mera existencia ha sido gracias a un pequeño espacio que para mí es el corazón de la comunidad: la lista de distribución. Por medio de la lista nos han llegado noticias, oportunidades y encuentros. Pero sobre todo nos muestra a diario y de primera mano las redes de solidaridad que se establecen entre colegas. Que alguien de la talla de María Teresa Gallego o Celia Filipetto responda a una duda, poder reír con el ingenio de María Alonso Seisdedos o Concha Cardeñoso, o leer los artículos que Carmen Francí rescata de la hemeroteca debería convalidarse con grado de máster. Como me preguntó hace meses un compañero que se planteaba asociarse, solo por todo lo que se aprende en esa lista ya merecería la pena.


(…) un pequeño espacio que para mí es el corazón de la comunidad: la lista de distribución. Por medio de la lista nos han llegado noticias, oportunidades y encuentros. Pero sobre todo nos muestra a diario y de primera mano las redes de solidaridad que se establecen entre colegas. (…) Solo por todo lo que se aprende en esa lista ya merecería la pena


¡Y eso que a veces cuesta un montón vencer la vergüenza y asomar la cabeza! No obstante, hay que hacer el esfuerzo, pues entiendo que la asociación es de todos y todos debemos hacer asociación, cada uno con lo mucho o poco que pueda aportar. Por eso, cuando se me propuso escribir una reseña en Vasos Comunicantes y a pesar de que me sentí un poco abrumada por sumar mi nombre a la lista de colaboradores, acepté de buen grado. La ayuda y el apoyo de Belén Santana fueron inestimables y espero poder agradecérselo personalmente algún día.

¿Cuándo? Difícil saberlo. Se ha acabado 2020 y aún no sabemos qué nos deparará 2021. Nadie sabe cuándo o cómo podremos reunirnos, si será en Gijón, en Madrid, en Barcelona o si seguiremos viéndonos cada uno desde nuestra casa. Por mucho que hayamos podido asistir a una Liber online, lo virtual siempre deja un sabor algo descafeinado. El cuerpo nos pide vernos, tocarnos, hablar sin una pantalla por delante y sin que lo que digamos vaya a quedar grabado para la posteridad.

Por lo demás, si nada se tuerce, en septiembre de este 2021 recién estrenado publicaré una segunda novela traducida y, además de engrosar mi currículo y tal vez conseguir nuevas oportunidades de trabajo, podré convertirme en miembro de pleno derecho de ACE Traductores. Soy consciente de que este nuevo camino profesional que he elegido en la madurez exige más paciencia de la que creí tener y sé que cometeré mil errores más antes de poder sentirme a la altura de los compañeros más experimentados, pero también sé que en el seno de la asociación tendré una red en la que caer si equivoco el salto y un hombro en el que apoyarme. Así que solo puedo decir gracias. No sé si sois conscientes de lo importantes que sois, pero sabed que lo sois.

 

 

Noemí Jiménez Furquet (Barcelona, 1978) estudió Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y la Technische Hochschule Köln, y lleva veinte años trabajando como traductora científico-técnica de inglés, alemán y francés. En la actualidad vive a caballo entre el Reino Unido y España, y desde 2019, tras concluir el postgrado en Traducción Literaria de la Universidad Pompeu Fabra, compagina la traducción técnica con los servicios editoriales. Durante el primer semestre de 2020 participó como mentoranda en el Programa de Mentorías de ACE Traductores, acompañada por la traductora veterana Noemí Risco Mateo. Acaba de publicar su primera novela traducida.