Del amigo, el consejo: entrevista a Amelia Serraller Calvo

Miércoles, 10 de junio de 2020.

Continuamos esta serie de entrevistas breves originada en el número 43, esta vez con Amelia Serraller Calvo, profesora y traductora técnica y literaria del polaco, el inglés y el ruso. Colaboradora del Área de Filología Eslava en la Universidad Complutense, trabajó previamente como profesora en el Departamento de Iberística de la Universidad de Breslavia. En 2015 defendió su tesis doctoral ¿Literatura o periodismo? La recepción de la obra de Ryszard Kapuściński, premiada con el primer Premio Embajador de Polonia en Humanidades. Es autora del ensayo Cenizas y fuego: crónicas de Ryszard Kapuściński (Ediciones Amargord), de la edición crítica de Fugaces de Sofía Casanova y del blog Operación Este en FronteraD. Recibió la Medalla Gloria Artis 2018 por su labor como difusora de la literatura polaca, entre sus autores traducidos figuran los rusos Vladímir Sorokin, Aleksandr Pushkin y Nikolái Chernyshevski, así como los polacos Józef Wittlin, Jan Polkowski, Anna Augustyniak, Marcin Kurek y Piotr Bednarski.

Un libro sobre traducción

Lo cierto es que mi texto de cabecera es muy breve: el soneto Al examinar por vez primera a Homero en versión de Chapman (On first looking into Chapman´s Homer) de John Keats. Al hacerse por fin con una buena traducción, el poeta inglés experimenta la euforia de un astrónomo que descubre un nuevo planeta. Leer supone entonces vivir una peligrosa aventura y enfrentarse a lo desconocido, como Hernán Cortés y sus hombres cuando llegaron a México.

Aunque he aprendido mucho con las disquisiciones de Lawrence Venuti sobre extranjerizar o domesticar y la invisibilidad del traductor, quería recomendar un libro de ficción: Los palimpsestos de Aleksandra Lun. Es una novela vibrante, ingeniosa, llena de humor, que aborda con clarividencia y sin pretensiones el tema de las identidades complejas. Y con el mérito añadido de ser escrito por la única escritora polaca de la literatura española.

Torre de Babel de Peter Bruegel el Viejo

Una traducción favorita

Una traducción que sin duda me dejó huella fueron los Cuentos rusos prologados por Borges para Siruela y traducidos por Isabel Vicente (La muerte de Iván Ilich de Tolstói, Lázaro de Andréiev y El cocodrilo de Dostoyevski).

Leyendo La defensa de Nabókov a cargo de Sergio Pitol o El duelo de Joseph Conrad traducido por Arturo Agüero Herranz uno tiene la sensación de volar de una página a otra, como si nos estuvieran engañando con originales.

Un diccionario

 El Diccionario del uso del español de María Moliner, sin duda, con el que crecí. De polaco, los dos volúmenes del Wielki słownik hiszpańsko-polski que publicó Oskar Perlin, ampliado por su hijo Jacek y revisado por Roberto Mansberger, son todo un clásico que durante años llenó un inmenso vacío. Algo parecido ocurría con los de Rubiños, fiel reflejo de la mentalidad soviética. Ambos necesitan ser complementados por un monolingüe y una actualización que refleje los cambios en el habla.

Con los años cada vez aprecio más los temáticos. En especial, El diccionario de símbolos del poeta Juan Eduardo Cirlot y el Diccionario Akal de literatura general y comparada, al cuidado de Greiner Mai.

La búsqueda más rara que he hecho en mi vida

El traductor tiene mucho de historiador y detective. Con Piotr Bednarski o Varlam Shalámov me adentré en la jerga del gulag, que con la de los campos de exterminio nazis es lo que más huella deja. No solo aprendes términos concretos, que te transportan a otro universo de delirantes rutinas y mentalidades, sino también cómo fabricar prótesis o distinguir los tipos de úlceras y llagas.

En especial disfruté con la jerga criminal varsoviana del barrio obrero de Czerniaków, que tan bien plasma Stanisław Grzesiuk, o con el lenguaje cifrado de la resistencia judía en el Archivo clandestino del gueto de Varsovia, del gran Emanuel Ringelblum.

Me fascina el cirílico uncial del antiguo eslavo, aunque desde los años de la carrera mantengo una relación de amor-odio con el glagolítico, voluntariamente criptográfico para evitar las acusaciones de herejía.

Eso sí, la búsqueda más surrealista probablemente fuese un documento del Gran Khan Guyuk, el nieto del temible Gengis, en antiguo mongol con grafía árabe… al menos por ahora.

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