Hace ya algunos años pedimos a los socios de ACE Traductores que nos contaran cómo empezaron a traducir; con sus respuestas, publicamos un Centón en el número 38 de Vasos Comunicantes. Años más tarde, repetimos la pregunta a quienes se habían iniciado en los últimos tiempos y por ello restringimos la encuesta a los menores de treinta y cinco años. El resultado, que reproducimos a continuación, se publicó en Vasos Comunicantes 43.
Los testimonios directos son de gran utilidad y permiten, asimismo, concluir que, si bien ahora son más los traductores que han pasado por facultades que forman específicamente en traducción, en líneas generales poco es lo que ha cambiado: el azar y los contactos personales parecen seguir siendo la principal vía de acceso a la profesión.
Elvira Gallego:
Yo entré en la traducción literaria porque me recomendó mi profesor de italiano de la carrera, que por aquel entonces trabajaba en Alianza Editorial. Se puso en contacto conmigo y me dijo que estaban buscando un traductor de inglés al español para una novela actual (chick lit) y me dijo que si estaba interesada. Yo no tardé ni medio segundo en responderle que por supuesto, y entonces me puso en contacto con Javier Setó, me hicieron una prueba y me contrataron para traducir la novela. Desde entonces, traduzco todos los años algún libro para ellos (de la misma colección que el primero que traduje).
Enviando CV a otras editoriales, incluso de puerta en puerta, no he conseguido nada en absoluto. Es decir, que mi carrera como traductora literaria comenzó gracias a mi profesor, a quien estaré eternamente agradecida.
Marc Jiménez Buzzi:
Tengo 35 años, supongo que todavía «entro». Recibí mi primer encargo de traducción literaria gracias a la recomendación de un colega. Ahora que lo pienso, desde entonces todos los trabajos (salvo uno o dos, a lo sumo) me han llegado de la misma manera. El simple envío de CV nunca me ha abierto ninguna puerta. Incluso alguna editorial a la que había mandado ya mi CV no me ha ofrecido la posibilidad de hacer una prueba de traducción hasta que un colega al que ya conocían me ha recomendado.
María Pardo:
Acabo de ver tu correo de esta tarde. En estos momentos ya hace un par de años que no hago traducción editorial (a excepción de una mala experiencia el año pasado que acabó en impago por parte de la editorial), pero me dediqué a ello durante tres años seguidos.
Empecé un poco por casualidad, la verdad es que como en la mayoría de los trabajos que he tenido. Supongo que estaba en el lugar correcto en el momento correcto… y también tuvo algo que ver la poca profesionalidad de alguna editorial.
Te cuento. Cuando se creó la editorial El Andén en Barcelona, hace unos años, una amiga de un amigo empezó a trabajar allí de secretaria. Poco a poco fue metiendo a todos los amiguetes traductores que tenían ya un cierto bagaje. Yo le envié mi flamante CV de recién licenciada en Traducción con experiencia en casi nada y, como era de esperar, pasó sin pena ni gloria por las manos de los diversos editores. Unos meses más tarde, recibí una llamada de El Andén. Querían traducir un par de libros al gallego, y mira por dónde, pues tenían mi currículum por allí… bueno, ya veían que no tenía mucha experiencia, pero claro, es que el plazo para pedir la subvención se acababa al día siguiente, y nada, pues que si me iba bien, me pasase esa tarde a firmar el contrato, que normalmente hacían una prueba de traducción y esas cosas, pero claro, dadas las circunstancias, pues no pasaba nada si por una vez se saltaban esas formalidades. Que me pagarían una tarifa un poco más baja y andando. Coincidió con que justo el día anterior se me había acabado el contrato en la ONG en la que había estado trabajando aquel último año, y la verdad es que la oferta me pareció un caramelito. Sin saber muy bien si me estaban ofreciendo unas condiciones dignas (ni idea de la existencia de ACE Traductores por aquel entonces), simplemente consulté la tarifa con otra amiga traductora que hacía tiempo que trabajaba para ellos, y me dijo que no estaba mal, que no era mucho menos de lo que le pagaban a ella. La verdad es que en defensa de la editorial he de decir que el contrato era totalmente legal y que, viéndolo en perspectiva, la tarifa no era buenísima, pero tampoco irrisoria. Eso sí, cobré por los pelos, creo que estuve entre los últimos pagos que hicieron antes de quebrar.
Unos meses después, cuando acabé con los dos libros que me habían encargado, la situación de la editorial ya no estaba como para esperar más encargos (como mucho daba para cruzar los dedos para que te pagasen). Y justo en aquel momento me encontré, también por casualidad, con una excompañera de trabajo de otro sitio, que también estaba trabajando de secretaria en una editorial que empezaba. Me dijo que le enviase el CV, porque justo en ese momento buscaban traductores, y allí fui encadenando un libro con otro durante un año y pico. Tampoco conocía ACE Traductores, y como en la carrera poco me habían hablado de mis derechos como traductora, durante todo ese tiempo no vi ni un solo contrato, ni tampoco ningún tipo de copyright de la traducción al lado de mi nombre en la contraportada de los libros que se publicaron. En un momento dado la editorial cambió de manos, y el nuevo jefe demostró ser un impresentable con los pagos, así que aproveché que me acababan de llamar de una de las editoriales surgidas de las cenizas de El Andén (vía la secretaria del principio de todo), y tuve la suerte de que entre los libros que me encargaron había una tetralogía de fantasía (tochos de más de 500 páginas) que me dio de comer durante más de un año. Cuando se acabó la tetralogía se acabó también el presupuesto de la editorial para traducciones, así que en cuanto me ofrecieron otro trabajo (de nuevo en una ONG), la traducción editorial se quedó aparcada. Eso fue hace unos dos años, y en este tiempo he continuado traduciendo, pero básicamente otro tipo de documentos para clientes que ya tenía.
En fin, en resumen, que viví casi exclusivamente de la traducción editorial durante tres años seguidos, y partía de cero en el mundo de la traducción en general. La verdad es que ahora ya no es así por diferentes razones, una es que los clientes para los que trabajaba ya no hacen encargos porque están en las últimas, y otra es que al tener otro trabajo, tampoco me he matado a buscar editoriales para las que traducir. Pero he de decir que sí que he enviado cartas a unas cuantas, e incluso alguna propuesta de traducción con un primer capítulo traducido. Muchas me responden amablemente, pero después nunca más se supo, otras ni eso. La verdad es que no creo que hubiera llegado a entrar en este mundillo si no hubiera tenido a una conocida dentro.
No sé si era esto lo que buscabas con tu pregunta, creo que te he descrito bastante bien mi caso individual… por si necesitas más datos para la «estadística», soy licenciada en Traducción e Interpretación y tengo 31 años.
De hecho es algo que no sé si ha cambiado, pero en mi época siempre nos quejábamos de no tener una asignatura que nos preparase para la selva laboral… que nos hablasen de asociacionismo, de los procesos para darse de alta como autónomo y otras batallas con hacienda, de los contratos, de cómo hacer facturas, de los impagos y medidas recomendables para evitarlos…
Siempre que conozco a alguien que está comenzando lo primero que le recomiendo es que se haga miembro de las asociaciones, yo me hubiera evitado muchas tomaduras de pelo si las hubiera conocido desde el principio, o si en su momento me hubieran insistido en la importancia de formar parte.
Aunque yo herramientas para buscar trabajo en el sector editorial tampoco es que conozca muchas, quizá me vendría bien asistir al curso…
Margarita Santos:
Yo tengo 33, qué ilusión entrar todavía en vuestra encuesta, jajaja.
Pues yo he tenido claro que quería ser traductora literaria desde que leía libros de Barco de vapor y me daba cuenta de que en la contraportada decían que el autor o autora eran de Suecia, Alemania, etc., y luego al principio decía «traducción de: Menganita». Creo que con 12 años ya pensé que sería una profesión maravillosa.
Después descubrí que existía la carrera Traducción e Interpretación, pero no aprobé el examen de acceso en la Universidad de Salamanca, y entré en Filología Inglesa. Cuando acabé Filología volví a intentar entrar y ya me aceptaron. Me llevé una decepción, porque en Traducción e Interpretación la salida de la que menos se hablaba era la literaria. Aun así, continué (mal no me iba a venir), intentando hacer todas las asignaturas de literaria posibles.
Siempre he intentado hacer todo lo que caía en mis manos relacionado con la traducción literaria. He hecho dos cursos de traducción literaria por Internet, de Cálamo y Cran y otro organizado por la Universidad Felipe II.
Pero lo que me abrió las puertas al primer libro fue aprender una lengua exótica. Cuando estaba en el último año de Traducción en Salamanca ofrecieron una plaza de Erasmus en la Universidad de Kaunas, en Lituania. No sé por qué, pero de repente sentí unos deseos enormes de ir. Creo que, aunque no me lo reconociera ni a mí misma, lo que más me atraía era aprender lituano. Casi no tuve que mover un dedo para ir, todavía hoy pienso que fue el destino :). El responsable de Erasmus de nuestra facultad sabía que me interesaba y me llamó por teléfono, aunque yo ni había rellenado los papeles (ni yo ni nadie, al parecer, jajaja). Un mes más tarde estaba en Vilnius aprendiendo lituano en un curso intensivo de verano para estudiantes de Erasmus. El idioma y el país me gustaron tanto que me quedé tres años más, con una beca de lectorado para dar clases de español en la universidad.
Cuando llevaba dos años en Lituania descubrí un libro de un autor lituano de literatura infantil en un escaparate de mi pueblo, en España. Me quedé a cuadros, claro. Lo curioso es que en el «título original» sólo había caracteres chinos. No salía de mi asombro, y la librera me recomendó que escribiera a la editorial, preguntándoles. Así lo hice, y me contestaron que lo habían traducido del inglés, pero que una editorial china tenía los derechos del libro. Y me pidieron mi currículum, por si acaso les interesaba para futuros proyectos de ese idioma.
Unos meses después, participé en un taller de traducción literaria para traductores del español al lituano. Me interesé por el taller y escribí preguntando si podría participar, aunque fuera de oyente. El director del taller se interesó mucho por mí y me pidió que tradujera algo del lituano al español. Al final el director del taller resultó ser mucha palabra y poca acción, pero el taller fue interesante.
Como la editorial seguía sin dar señales, decidí escribirles hablándoles del taller, y les envié los cuentos que había traducido para dicho taller. Eran unos cuentos precisamente del mismo autor de quien ya habían publicado un libro. No me contestaron, pero unos meses más tarde me escribieron diciéndome que les habían gustado mis cuentos y preguntándome si me gustaría traducir otro libro de ese autor. ¡Casi me da un telele! Jajajaja. Todavía no estaba muy claro, querían ver mi currículum y pensárselo. Pero unas semanas después me confirmaron que lo podía traducir.
El caso es que de esa editorial no he vuelto a saber nada más que saludos que me devuelven cuando yo les escribo. Pero fue gracias a ese primer paso que he metido un poco más la naricilla en la profesión. Más o menos un mes después de traducir el libro tuvo lugar la feria del libro en Vilnius. Allí conocí de casualidad al escritor que había traducido y resultó ser un cielo. Estuvimos hablando un buen rato y después comenzamos a tener contacto por email.
Casi dos años después de aquel primer libro (yo ya no vivía en Lituania), me escribe el escritor y me dice que la editorial mexicana que suele publicar sus libros se ha interesado en su último trabajo, y que él les ha dicho que conoce a una traductora fantástica del lituano al español y que les había dado mi contacto. Como ya dije, un cielo de hombre, porque él no habla ni palabra de español, ¡no podía saber si mi traducción era buena o mala! Yo no podía aguantar la impaciencia, así que escribí a la editorial yo misma, al contacto que me dio el escritor lituano. Me contestaron inmediatamente, que muy interesante que traduzca del lituano, pero que ahora mismo están con otro proyecto del alemán, que si quiero hacer la prueba. Me mandaron el primer capítulo. No me dijeron de qué autora alemana se trataba, sólo que era una autora reconocida. Por supuesto, pensé en Cornelia Funke, porque es la única autora alemana del género fantástico que conozco, pero ni en mis mejores sueños pensé que sería una novela suya. Una semana más tarde me escriben diciéndome que mi prueba era la que más les había gustado y que si quería traducirlo, que era el primer libro de la nueva trilogía de Cornelia Funke. Para mí aquello fue una bomba :).
Desde aquel primer libro, a principios de 2010, he traducido para esta editorial mexicana dos libros más de Funke y un libro del mismo autor lituano.
Así que creo que he conseguido meterme en la profesión a base de constancia, de un poco de ayuda de buenas personas, y de ser muy, muy pesada :).
En cuanto a la segunda pregunta, si en la carrera me prepararon para encontrar trabajo en una editorial… Creo que no mucho, la verdad. Pero creo que las cosas están cambiando y ahora sí les hablan más de la realidad de las editoriales, los contratos… A mí nunca me dijeron que tenía que firmar un contrato. De hecho, para la primera traducción no hubo contrato. Me mandaron una factura para que la firmara y a correr. Lo que sí hice fue preguntar a Carlos Fortea, que había sido mi profesor de literaria del alemán, si la tarifa que me ofrecían era normal, porque yo no tenía ninguna referencia. Así que un poco de ayuda sí que he recibido. También fue Carlos quien me habló de ACE Traductores y me aconsejó que entrara. Y fue él también quien me animó a perseguir mi sueño cuando hablé con él muy desanimada al principio de la carrera. Le dije que en el discurso de bienvenida a los alumnos habían dicho que sólo un 1,5 % (el porcentaje era algo similar) salían de la carrera para dedicarse a literaria. Nunca olvidaré lo que me respondió, completamente serio: «¿Y por qué no vas a ser tú parte de ese 1,5%?» :).
Desde entonces, siempre he tenido esa frase en mente en momentos de desánimo.
Marta Armengol:
Mis disculpas por demorarme tanto en responder al llamamiento. La verdad es que llevo muchos meses inactiva en la lista. He pasado dos años en Estados Unidos estudiando, durante los cuales no he ejercido. Pero me gusta estar al tanto de lo que se cuece gracias a vosotros, y participar en medida de lo posible.
Llegué a la traducción literaria casi por casualidad. Un amigo había publicado recientemente con una pequeña editorial, y sabía por el editor que necesitaban un traductor del alemán. Sabedor de mi conocimiento de idiomas y mi sensibilidad literaria, mi amigo pasó mi currículum al editor.
Así fue cómo me encontré traduciendo mi primera novela con diecinueve años (ahora tengo veinticinco), sin tener ni idea de lo que hacía. Ahora leo esa traducción y me muero de la vergüenza. Cobré una cantidad misérrima incluso para los escándalos que se comentan en la lista. Pero yo era una niña tonta y no sabía lo que hacía. Con los años (traduje tres novelas más para él) el editor acabó demostrando sobradamente ser un impresentable con una profesionalidad comparable con la de un alcornoque. Uno de los motivos por los que quiero que me trague la tierra cuando pienso en mi primera traducción es que nunca pasó por las manos de un corrector. Tal cual estaba en el documento de Word que yo mandé, tal cual lo mandaron a imprimir.
En las novelas siguientes, a pesar de que lo que este señor me pagaba seguía siendo de reír para no llorar, y a pesar de que seguía siendo una pardilla redomada, fui ganando más confianza y, aunque sospecho que fueron igual de poco corregidas, las miro y el deseo de que me trague la tierra es ligeramente menos intenso (quizá solo hasta las rodillas).
El año que le entregué la última traducción y terminó mi relación con este editor (después de muchos meses, tuve que amenazarle con emprender acciones legales si no me pagaba) cursé un diploma de posgrado en traducción literaria. Lo hice porque, a pesar de mi experiencia, traducir me encantaba, y sentía que necesitaba una cierta legitimidad, digamos, institucional, si quería seguir ejerciendo.
En ese sentido, el curso sólo me sirvió para confirmar lo que ya había aprendido a golpe de morrazo con los textos originales, y me dio la seguridad de saber que nadie tiene la verdad absoluta, y traducir literatura no es más que adentrarse en la negrura con un farolillo e intentar tender el hilo por el laberinto con toda la sinceridad y pasión que uno pueda. Ahora tengo mi título, pero creo firmemente que a traducir se aprende leyendo. Y traduciendo, por supuesto.
Muchas gracias por darme la oportunidad de contar mi historieta.
Miguel Ros González:
Hace unos meses escribí un trujamán sobre cómo empecé a traducir. Ahí está el enlace: http://cvc.cervantes.es/trujaman/
Luego, a esos dos libros de los que hablo en el truja, se sumó un tercero que Turner me encargó tras hacerme una prueba de traducción, tan simple como eso: envié un correo a la editora, Pilar Álvarez, me mandó la prueba, la hice, le gustó y me encargó un tocho de 450 páginas. Dadle ánimo a los traductores in pectore, que a mí en la universidad no hacían más que repetirme que traducir libros era muy complicado, que tal; pero leñe, alguien tiene que hacerlo.
Ana María Nieda:
Pues en mi caso empecé por casualidad, porque era poco selectiva con los trabajos con tal de hacer cv e intentar abrirme camino en esto. No sirvió de mucho, empecé con La Factoría de Ideas (fue justo tras la lesión que me hizo plantearme abandonar la danza y desde que dejé de trabajar para ellos, como en 2008 o 2009, hasta noviembre del año pasado no volví a tocar la literaria porque a pesar de mandar mi cv a diestro y siniestro no hubo manera y creo que es prácticamente imposible hacerse un hueco, sinceramente).
En cuanto a la aportación de mi carrera en TeI a la traducción literaria, nula o casi: lo poco que nos contaban en clase Íñigo (Sánchez Paños), Manuel Mata (en «Traducción y Profesión» aunque su clase me solía pillar mal de hora e iba poco) y Juan Ortiz a quien le he perdido la pista y me encantaría hacer algún curso o seminario que imparta porque en muchas cosas tenía más razón que un santo y era de las clases que me gustaban (no era la alumna modelo, trabajaba a la vez que estudiaba y la mitad de las veces se me hacía insoportable ir a la universidad (le tengo tanta manía que incluso he rechazado un par de ofertas de profesora en otras universidades privadas).
Carolina Smith de la Fuente:
Bueno, pues aunque terminé los estudios en el 2007 y mi objetivo siempre ha sido la traducción de libros, no me puse «manos a la obra» hasta el 2010. Me preparé un Excel con editoriales y empecé a mandar currículos. No recuerdo cuántos correos envíe, pero serían unos treinta. Apenas conseguí respuestas (ni negativas) así que me desanimé un poco y no continué.
Para mí esto es una carrera de fondo, así que hasta que me vuelva a animar a buscar (de manera activa) una editorial que me quiera estoy intentado adquirir más experiencia como traductora, especializarme en los campos que quiero, asistir a charlas, conferencias, cursos (por ejemplo, en el 2008 asistí a un curso de traducción literaria en la London Metropolitan University y para los próximos meses tengo en mente un curso de escritura creativa) o apuntarme a la presección de ACE Traductores.
Lo que quiero decir, es que no, aún no he conseguido traducir libros pero eso no me preocupa (demasiado), ¡espero que aún me queden muchos años de profesión!