Enshittification o enmerdando, que es gerundio

Viernes, 3 de enero de 2025.

Según se lee en un artículo de Soledad Gallego-Díaz en El País, enmerdar es la palabra del año:

Nacida para explicar el deterioro de las redes y plataformas, se aplica ahora para describir un patrón de calidad decreciente. Se enmierdan, se están enmerdando los servicios que se prestan a los ciudadanos y no es nada inevitable, sino producto de la búsqueda exacerbada de beneficios. Este año la expresión más popular es «nos están enmerdando».

Es ya público que algunos editores emplean programas de inteligencia artificial para algunas de las traducciones que publican: ellos mismos lo han dicho. Otros no lo confiesan, pero basta con ver el ritmo de libros traducidos que ponen en el mercado y la calidad del resultado para deducir que hacen algo tan viejo como dar gato por liebre. ¿Por qué habría de sorprendernos? En un mundo enmerdado, ahogado por los productos low cost y la comida basura, algunas editoriales —o emprendimientos comerciales— se han sumado a la producción de obras perfectamente prescindibles. Nadie iría a un museo de cuadros pintados por una inteligencia artificial, de la misma manera que la literatura creada o traducida por la IA carece por completo de interés y solo puede satisfacer a los paladares menos exigentes: es el equivalente a los pingos de usar y tirar que luego se acumulan en los desiertos del tercer mundo tras haber producido escasa satisfacción y un enorme problema en cuestión de consumo y generación de residuos.

Los traductores profesionales sabemos que las máquinas son como los robots aspiradores: quitan la mugre que se ve a simple vista, pero no son capaces de ver el nido de arañas que crece lentamente en la esquina de la habitación o no se dan cuenta de que ese barrillo blandito que cepillan con alegría es un excremento que ha entrado en la casa adherido a la suela de los zapatos y se aplican alegremente para esparcirlo, enmerdándonos toda la casa.

Para traducir bien un texto no basta con resolver lo obvio, tal como sabe hacer ya una máquina: hay que abordar con todos los sentidos humanos —olfato, tacto, gusto, oído y vista, e incluso alguno más para captar lo implícito— los rincones donde se esconde la complejidad.

En este sentido, VASOS COMUNICANTES aspira a seguir siendo un rincón humano donde los traductores de carne y hueso reflexionemos sobre esas complejidades. No obstante, no caigamos en la ingenuidad de despreciar a la IA de entrada sin profundizar sobre sus capacidades. Véanse aquí un par de ejemplos (uno y dos) de editoriales que bien podrían sustituir al que acabáis de leer, tal como los ha escrito ChatGPT siguiendo indicaciones precisas, pero sin un solo retoque humano.

Carmen Francí, codirectora de VASOS COMUNICANTES

 

Fotografía de Giuliano Belli, Wikimedia Commons.