Viernes, 25 de marzo de 2022.
El ajá del traductor. Experiencias y versiones, Miguel Marinas, Libros de la Resistencia, Colección Paralajes 29, 1ª edición, mayo de 2021.
José Luis Aja
El pasado mes de enero falleció Miguel Marinas, catedrático emérito de Ética y Filosofía Política de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en la traducción de Lacan, su interés por nuestro oficio no se limitó al estudio de los textos, sino que además demostró un firme compromiso con la profesión como autor del estudio sociológico que dio pie al Libro blanco de la traducción editorial en España, publicado en 2010 por ACE Traductores. En VASOS COMUNICANTES queremos rendirle un sentido homenaje mediante la publicación de una reseña de su último libro, cuyo título habla por sí solo: El ajá del traductor.
El ajá del traductor. Entre semblante, semblanza y simulacro
Pocos libros como El ajá del traductor relacionan de forma tan brillante la praxis de la traducción con la reflexión teórica sobre la disciplina. La lengua de Europa es la lengua de la traducción, como se deduce de la dedicatoria y de lo dicho por Umberto Eco en numerosas ocasiones. Esa lengua de la traducción se define por una mixtura, por una experiencia de fusión que Miguel Marinas asocia con la lectura de textos fundacionales de las lenguas occidentales como los indovinelli ―adivinanzas― en Italia o las jarchas en España. Quienes transcribieron estos textos vivieron una experiencia similar a la del traductor, pues los fonemas que oían no se correspondían con una grafía existente; un símil que reproduce el conflicto entre lengua y habla, entre sentido en lengua de partida y sentido en lengua de llegada, argumento esencial de este libro que sirve para fundamentar una idea muy extendida: el traductor se mueve en tierra de nadie.
Para Miguel Marinas, el traductor es un hombre de acción. Traducir es hacer, no contar. De aquí parte la necesidad de una gramática de la recepción que facilite esta poiesis del traductor, articulada en torno a conceptos como corteza ―o textura―, sentido y segmentación. Para definirlos, Marinas se remonta al Renacimiento, un periodo de consolidación lingüística en el que Fray Luis de León traduce el Cantar de los Cantares prestando especial atención a lo que llama la corteza del texto. El autor recoge, asimismo, las ideas de Fray Luis sobre el matiz desarrolladas en De los nombres de Cristo, donde el poeta afirma que nombrar no es solo recibir sentidos dados, sino elaborar sentidos latentes, un conflicto del que Marinas se ocupa en los siguientes capítulos del libro. Para Sem Tob de Carrión las palabras solo se explican por los silencios que las delimitan, por lo que el traductor tiene que valorar los huecos y las cesuras, lo no dicho, como elementos que sirven para segmentar el discurso.
A partir del capítulo 6 ―«Barthes, gran reserva»―, Marinas reflexiona sobre el texto y su interpretación desde la perspectiva de la filosofía contemporánea. Describe la experiencia del signo abierto y la pluralidad del texto, que nos libera de los fascismos del lenguaje y nos empuja a luchar contra la cerrazón interpretativa de un esquema estático autor-lector. Sigue, para ello, los dictados de Roland Barthes, autor que tradujo en varias ocasiones y que fue objeto de su tesis doctoral. A lo expuesto añade la lección de Lévi-Strauss, según la cual la comunicación es una forma de distorsión donde el lector ―y por tanto el traductor― hace frente, mediante el ejercicio de la lectura, a un haz de interpretaciones posibles de un mismo texto. Buena prueba del desafío que ello implica es el meticuloso ejercicio analítico que Marinas desarrolla en el capítulo 8 en torno a las traducciones de Jacques Lacan. La complejidad contextual del término semblant hace que se convierta en «semblante», «semblanza», «simulacro» u otros en función de la lectura e interpretación de cada traductor.
Concluiremos esta reseña de El ajá del traductor con un elemento transversal que aparece a lo largo de todo el libro: la relación entre música y texto. Ya decía Fray Luis que la corteza del texto era su música. Esta afirmación se matiza y se reinterpreta en varias ocasiones a lo largo del libro, ya que para Proust el estilo es música, para Deleuze se rige por ella y, para Barthes, hay que escribir como quien ataca un movimiento musical. No es de extrañar que en el último capítulo encontremos un análisis traslativo en el que la música es la protagonista. En la primera parte, Pablo Marinas analiza su traducción del poema «Tenebrae» (Paul Celan) en comparación con otras cuatro versiones al español. Y, por último, se obsequia al lector con unas traducciones de Georges Brassens en las que se reproduce la rima, el ritmo y el cómputo silábico del original. Es difícil imaginar mejor cierre para un libro sobre traducción.
José Luis Aja es traductor y profesor universitario. Licenciado en Filología Italiana, se doctoró en la Universidad Pontificia Comillas con la tesis titulada Los Racconti Romani de Alberto Moravia y el tratamiento del discurso oral en las traducciones españolas y francesas de la obra. Ha traducido ensayos de filosofía, cine, teoría de género y lingüística aplicada. En el campo de la narrativa, ha traducido novela contemporánea, así como literatura infantil y juvenil. Entre sus traducciones destacaremos El Corsario Negro, de Emilio Salgari (El País, 2004), Nemo. El gigante de piedra, de Davide Morosinotto (Anaya, 2017) y El corazón en braille, de Pascal Ruter (Anaya, 2018).
Estupenda lectura del Ajá del traductor. Gracias por esta reseña
Cristina Santamarina (viuda de Miguel Marinas)