Del amigo, el consejo: entrevista a Olga Korobenko

Olga Korobenko

Lunes, 27 de septiembre de 2021.

Continuamos en esta serie de entrevistas breves originada en el número 43 de VASOS COMUNICANTES, en esta ocasión con la traductora Olga Korobenko, nacida en Kiev (Ucrania) donde estudió Filología Española e Historia de la Literatura. Hizo un curso de posgrado en Literatura Hispánica en la Universidad de Valencia. Empezó con traducciones audiovisuales en 1996, y desde 2000 reside en España. Después de haber pasado por varios puestos administrativos, desde 2007 es traductora autónoma a tiempo completo. Ha tocado todas las áreas: desde traducción técnica hasta interpretación simultánea; terminó decantándose por traducción creativa destinada a la publicación: literatura, arte, historia, arquitectura, turismo. Ha hecho traducciones literarias tanto del español al ruso (los nombres que más suenan de los autores que ha traducido son los de Matilde Asensi y Carlos Somoza), como del ruso al español (obras menores de Bulgákov, Makanin, Maiakovski, Tolstói, Andrujóvich, las memorias de Anastasía Tsvietáieva junto con Marta Sánchez-Nieves, y Nikolái Gumiliov). Desde 2016 se dedica casi exclusivamente a la traducción jurada.

  1. Un libro sobre traducción

En vez de un libro sobre traducción, quisiera citar unas consideraciones sobre traducción que hace Vladímir Nabókov en el post scriptum a la edición rusa de su Lolita. El traductor de esta novela es el propio Nabókov quien, harto de encontrar errores en las traducciones de las obras de autores rusos al inglés, quiso traducir lo que él consideraba uno de sus mejores libros en inglés a su lengua materna «correctamente». Lo que me ha llamado la atención son sus observaciones sobre el «espíritu» de la lengua. Dice que, tras dedicar seis meses a la traducción de su obra a la lengua que consideraba dominar perfectamente, ha llegado a estas conclusiones sobre la traducibilidad de dos idiomas maravillosos: «Los ademanes, muecas, paisajes, languidez de los árboles, olores, lluvias, tonalidades fundentes e iridiscentes de la naturaleza, todo lo tierno y humano (¡sorprendentemente!), así como todo lo paleto, bruto, vulgarmente jugoso, queda en ruso igual de bien o incluso mejor que en inglés; pero las sutiles insinuaciones, la poesía del pensamiento, la evocación inmediata que surge al nombrar conceptos muy distantes, el enjambre de epítetos monosílabos tan propios del inglés, todo esto y también todo lo relacionado con la tecnología, las modas, el deporte, las ciencias naturales y las pasiones antinatura, en ruso queda torpe, sobrecargado de palabras y a menudo horroroso en cuanto al estilo y el ritmo. Este descuadre refleja la principal diferencia en el plano histórico entre la lengua literaria rusa, verde, y la lengua inglesa, madura como un higo que rebosa su piel; entre un joven genial al que le falta educación y a veces el buen gusto, y un genio experimentado en el que se unen tesoros de conocimientos variopintos con una total libertad del espíritu. ¡Libertad del espíritu! Todo el aliento de la humanidad está en estas palabras».
Si tenemos en cuenta que a estas conclusiones llega un autor con sensibilidad especialísima hacia el lenguaje que domina a la perfección tanto la lengua de partida como la de destino y conoce perfectamente todas las intenciones del creador del texto literario, no las podemos achacar a sus limitaciones. Ha intuido una verdad con la que tenemos que lidiar, convivir y colaborar cada día.

Torre de babel de Hendrick van Cleve

  1. Una traducción favorita

No es la favorita pero sí la que me ha impresionado más recientemente. Hace poco leí Y las montañas hablaron de Khaled Hosseini traducida por Patricia Antón de Vez y Rita da Costa. Es un autor estadounidense de origen afgano, pero no lo conocía antes. Tras leer unos pocos capítulos, me fui a buscar de dónde era porque me parecía una historia tan bellamente contada, con tanto estilo, tino, equilibrio, melodía… que no parecía traducción, no sonaba para nada como una traducción del inglés. Era un afgano (por las cosas que contaba y la visión de vida especial que transmitía) que, sorprendentemente, había aprendido el español hasta el punto de producir una prosa brillante en este idioma. Cuando no me quedó otro remedio que aceptar que era estadounidense, fui a buscar los nombres de las traductoras y me quedé gratamente sorprendida por su saber hacer hasta el final del libro.

  1. Un diccionario

Mucho más que de diccionarios, tiro de textos paralelos. Pero si hablamos de diccionarios, los que más útiles me han sido en la traducción literaria han sido el de María Moliner y los de sinónimos, en la traducción jurada me ayuda mucho el Diccionario Jurídico de la RAE y en la médica, me impresiona el Libro Rojo de Fernando Navarro, es mucho más que un diccionario y no puedo dejar de admirarlo.

  1. La búsqueda más rara que he hecho en mi vida

Recuerdo haber comentado con mis amigos que, si hay alguien que rastrea nuestras búsquedas en Google, le pareceré una persona, cuanto menos, sospechosa. Me ha tocado buscar información sobre el diseño de artefactos explosivos y cultivo de marihuana para traducciones técnicas, inspiración para traducir descripciones eróticas de una obra de José Carlos Somoza, referencias históricas muy variadas para el Último Catón de Matilde Asensi. Un caso curioso fue una novela española contemporánea que contenía referencias al Vaticano. Después de buscar y rebuscar, resultó que el autor se tomó unas cuantas libertades para llamar las cosas a su manera. Eran tan abundantes las incongruencias de su libro que, una vez entregada la traducción y comentadas a la editorial rusa, esta decidió no publicar la obra que tenía tantos cabos sueltos.

 

 

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