Bombing of Poems: un proyecto artístico que conmemora a los caídos en la Segunda Guerra Mundial, Irene de la Torre

Lunes, 22 de septiembre, de 2025.

A finales de noviembre de 2024 recibo un correo con el asunto: «Propuesta: traducciones para Poetry International». Es una frase que añade las dos palabras mágicas con las que mis ojos se abren como platos y empiezan a brillar: traducciones y poesía, así que no lo dudo y abro el correo enseguida. Me escribe Fleur Jeras —gestora cultural y coordinadora de traducciones del Festival Poetry International de Róterdam— para preguntarme si me interesa ser una de las tres traductoras de neerlandés a castellano para un proyecto muy especial: Bombing of poems. Todavía no me ha dado tiempo a leer en qué consiste el proyecto y mi cabeza ya empieza a dibujar un sí rotundo.

Bombing of Poems

Bombing of Poems
https://www.poetryinternational.com/en/projects/bombing-of-poems/bombing-of-poems

¿Qué es Bombing of poems?

Organizado por el colectivo artístico chileno Casagrande, Bombing of poems es una performance artística celebrada en el espacio público con el objeto de conmemorar a las personas fallecidas en alguna ciudad que haya sido bombardeada. Casagrande ya ha celebrado varias ediciones, y en la de 2025 se ha unido a la organización holandesa Poetry International para rendir homenaje a los caídos en el bombardeo de Róterdam durante la Segunda Guerra Mundial.

¿Y cómo rinden homenaje? Cambiando las bombas por palabras y, más concretamente, por poemas impresos en marcapáginas que lanzan desde un helicóptero por la ciudad de Róterdam, al atardecer, el mismo día que tuvo lugar el bombardeo en 1940: el 14 de mayo. Es también una forma de celebrar el amor y la belleza de la poesía, abriendo al mismo tiempo un espacio al poder de las palabras, de la literatura y de la poesía, con el fin de que sean sustitutas de las armas, las guerras y los bombardeos.

En total se lanzaron 100 000 poemas de 100 poetas diferentes. Al ser una colaboración entre dos instituciones, una holandesa y otra chilena, cada una seleccionó 50 poemas de poetas de sus respectivos países, y de todos ellos se encargó su traducción: de los de Chile al neerlandés y de los de Países Bajos al castellano. Efectivamente, aquí es donde entro yo, junto a dos estupendas traductoras de poesía de neerlandés a castellano —Micaela van Muylem y Daniela Martín Hidalgo— y tres estupendos traductores de castellano a neerlandés: Joep Harmsen, Lisa Thunnissen y Bodil Kok.

El proceso de traducción

Entrando en materia: traducir poesía. Me había iniciado en esta tarea ocho años atrás, en lo que sería mi primera traducción de poesía del neerlandés publicada en una revista literaria. En aquel momento tuve la suerte de conocer a la autora, de sentarme junto a ella mientras ella me iba explicando cada verso, cada palabra, y juntas confeccionamos una versión en castellano, ella ayudándome con todos los significados ocultos y yo respirando, cerrando los ojos y cantando los poemas en mi cabeza para que se respetara el ritmo.

Si ya se hace una distinción muy clara entre traducción general y literaria, la traducción de poesía merece un cajón aparte y muy separado. ¿Es necesario ser poeta para traducir poesía? Para muchos editores, sí. Para mí, no. Sin querer entrar mucho en este debate, lo que sí que es necesario para traducir poesía —siendo o no poeta— es haber leído mucha y tener mucho oído y sensibilidad hacia el ritmo, hacia la elección de las palabras adecuadas. Y mucha empatía hacia el otro: el o la poeta.

Para este proyecto hice una primera lectura de los dieciséis poemas que me asignaron a mí, y fue algo mágico descubrir cada uno de ellos. Algunos poetas ya los conocía —son incluso amigos—, otros nombres me sonaban de oídas y algunos eran poetas y escritores muy reconocidos en Países Bajos, así que para mí fue un enorme honor y esperaba estar a la altura. El hecho de pasar de una persona a otra, con un estilo y voz diferentes, hacía que cada poema funcionara como un libro aparte, y tuve que dedicar entre dos y tres días a cada poema, debiendo dejar un espacio siempre entre uno y otro para cambiar la voz en mi cabeza. Algunos de ellos fueron bastante sencillos de interpretar y de plasmar en castellano, pero otros no tanto. Para estos últimos las traductoras al castellano formamos un equipo de consulta muy útil, pero también hice uso de un recurso que nos propuso Fleur: contactar directamente con los poetas. Cuál fue mi sorpresa cuando, después de escribirles, enseguida me contestaron y me dieron una explicación detallada de cada palabra, del significado que radicaba, del origen, de la imagen inicial que venía de una experiencia propia, de gran peso para ellos, que habían dejado plasmada en palabras. Descubrir aquellos significados tan profundos detrás de un poema es como tener a un pintor abstracto explicando el significado de su cuadro. Es inimaginable el mundo —¡o universo!— que hay detrás.

A muchos traductores escribir o contactar con los autores no les gusta, porque sienten que no son capaces de llegar ellos solos ahí y creen que no van a dar muy buena imagen profesional si lo hacen. Para mí es todo lo contrario, aparte de ser un proceso muy emocionante. El hecho de desgranar cada poema, de conocer su origen, de meter el dedo en la llaga del dolor o de la dicha de cada uno de ellos, ver y habitar ese dolor o esa dicha, empatizar al máximo con esa persona, y después plasmarlo todo en palabras en castellano pautadas por su original —que sirve como mapa, como si me lo estuvieran susurrando ellos al oído— es una experiencia muy enriquecedora. Y creo que la mayor satisfacción que puedo tener como traductora.

Tras confeccionar una primera versión de todos los poemas, después de varias semanas los volví a leer con otros ojos. Cambié varias palabras que entorpecían el ritmo, los leí en voz alta, me aseguré de que había generado un poema con el mismo tono que el original. Y los envié, aunque la versión final con la que una está contenta del todo (casi) nunca se consigue. Había que respetar un plazo: los marcapáginas tenían que estar listos para el 14 de mayo.

Lanzamiento de marcapáginas

El pasado 14 de mayo de 2025 tuvo lugar el lanzamiento en Róterdam. Yo no pude asistir, desgraciadamente, pero como voy a visitar Ámsterdam en junio me guardan una caja con los marcapáginas de mi traducción para que vaya a recogerla en persona.

Sentada en mi escritorio en Madrid, aquel día —a modo de meditación—, pensé en cada uno de los marcapáginas que llevan mi nombre como traductora, en los que dejé un pedacito de mí: de mi dedicación, del cariño, amor y empatía que puse en todas aquellas traducciones.

Solo espero que ese cariño, amor y empatía sea algo que llegue a los lectores y lectoras que recogieron un marcapáginas del cielo ese día y que sirva, aunque sea mínimamente, para replantearse el porqué de las guerras, para reivindicar el cese de las bombas, mundial y para siempre.

Irene de la Torre (Madrid, 1988) es licenciada en Traducción e Interpretación, escritora, correctora y traductora literaria de inglés, francés, neerlandés y catalán al castellano. Ha publicado su obra en varias revistas de literatura, como Quimera, Casapaís, Ceniza o De Revisor (Países Bajos), habiendo sido traducida al italiano, catalán y neerlandés. Ha publicado traducciones de poesía y narrativa tanto en revistas literarias como en editoriales, como Navona, Editorial GG o Lengua de Trapo. También es lectora editorial y redacta artículos para varios medios. Tiene una colección de relatos y un poemario terminados y en la actualidad escribe su primera novela.

 

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