María E. Roces González: Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak, Ismaíl Kadaré

Viernes, 2 de febrero de 2024.

María E. Roces González ha traducido del albanés Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak, de Ismaíl Kadaré, Alianza Editorial, noviembre de 2023.

Sinopsis

Un 23 de junio de 1943, cuando el poeta Ósip Mandelstam acaba de ser detenido, de lo que está al corriente todo Moscú, suena el teléfono en la kommunalka donde reside Bóris Pasternak, colega y amigo del anterior. Telefonea inopinadamente Stalin, el tirano de quien depende la vida y la muerte de cada cual, y esa llamada, de la que circularán más tarde distintas versiones, se presume que dura unos tres minutos. De ella oirá hablar por vez primera Kadaré a los veintidós años, durante su primer mes en Moscú, donde estudia literatura y escritura en el Instituto Gorki, se menciona como una de las principales razones para denigrar al poeta y está enmarcada en la despiadada campaña contra el Nobel otorgado a Pasternak, del que el poeta ruso, más de medio siglo después de instituirse el premio, habría de ser la primera víctima.

En las distintas versiones, el misterio de la llamada reside, sobre todo, en la parte en la que Stalin le pregunta a Pasternak qué piensa de Mandelstam, y este experimenta, al parecer, un desconcierto tal que le hace incapaz de defender adecuada y firmemente al colega y amigo; deducción que se extrae del reproche y la humillación que Pasternak recibe ipso facto de Stalin.

En su manifiesta declaración de curiosidad por conocer exactamente cuántas versiones circulaban entonces y seguían circulando ochenta años después sobre la dichosa llamada telefónica, Kadaré recoge trece de ellas y las disecciona bajo el microscopio (como hiciera, pongamos por caso, en Día de Buró Político, de Las mañanas del café Rostand, y anteriormente en su conferencia de 2004: La cólera de Aquiles, en el CCCB de Barcelona), incluidas las versiones de las relevantes mujeres de la vida de Pasternak: Zinaida Pasternak, Olga Ivínskaya, Anna Ajmátova y Nadiezdha Mandelstam.

Con estos mimbres reflexiona Kadaré sobre la antigua rivalidad, vieja como el mundo, entre el poeta y el príncipe, es decir, entre el dúo Pasternak-Stalin de la Unión Soviética (trío en ocasiones, cuando integra a Mandelstam), y el dúo Kadaré-Enver Hoxha de la República Popular Socialista de Albania, así como sobre las consecuencias de su propagación o acogida entre los círculos literarios y «las masas». Rivalidad —afirma Kadaré— que «se había convertido en una suerte de tormento en el régimen comunista», porque «lo quisiéramos o no, el poeta entraba en escena, no por voluntad propia, sino porque así lo exigen las leyes de la tragedia».

Los tresminutos de marras vuelven a despertar en Kadaré la fascinación por sus años estudiantiles en Moscú, de modo que fabula sobre el hecho mismo de la creación y de paso nos introduce en la casa editora estatal Naim Frashëri mientras intenta colar El ocaso de los dioses de la estepa como parte de una trilogía. Y acaban desfilando por los mentados tresminutos, en un claro ejercicio de dominio y soberanía del escritor frente al tirano (no en vano el título original del libro es Cuando riñen los déspotas), las «manías» literarias, y los «temas obsesivos» de Ismaíl Kadaré, junto con su asidua y portentosa parentela literaria.

Comentario de la traductora sobre la traducción

Algo más de cuatro décadas de «convivencia», o más bien de «connivencia» después, verter al castellano a Kadaré significa seguir transitando por sus claves de orden literario, creativo, por las recónditas fuentes de las que Kadaré extrae su visión literaria de la realidad, por sus códigos, sus variantes, sus reiteraciones, sus trasuntos, sus «manías»… Es algo así como una persistente invitación a su estudio, donde despliega el proceso de creación en sentido estricto que da origen al vasto, atrayente y enigmático universo kadareano que es preciso desentrañar —ingente labor asumida por el «pionero a la fuerza» Ramón Sánchez Lizarralde—, y en el que, a medida que se suceden las obras y los temas, aparece de pronto subrepticiamente alguna nueva incógnita a despejar.

¡Y vuelta a indagar en los vericuetos de los peculiares caminos kadareanos! Relecturas: «¡¿Dónde demonios…, en qué obra expresa algo parecido?!». Visitas de rigor a la parentela, si no es Homero puede ser Esquilo, a los rapsodas del Norte albanés o a los cantores de Gjirokastra, con la ineludible salida a escena de la santísima trinidad: Dante, Shakespeare, Cervantes… Y específicamente, para la ocasión, reencuentro con los camaradas físicos o literarios del Moscú juvenil, donde Kadaré se adentra en El ocaso de los dioses de la estepa poco antes del advenimiento de El gran invierno de la soledad.

¡Estupendo! Viaje en el Transiberiano con el Doctor Zhivago, arropada con poemas de Mandelstam, Pasternak, Ajmátova y el Pushkin de rigor, fascinada con las seiscientas páginas de Contra toda esperanza de Nadiezhda Mandelstam, indagando en biografías, memorias y derivados que giran alrededor de esos aciagos tresminutos, retrocediendo a consignas y diatribas de Lenin e incluso Stalin y, puesto que ya nos hemos ido por las ramas, ¿por qué no?, descarrilando en El fin del «Homo sovieticus» de Svetlana Aleksiévich. Claro que, Kur sunduesit grinden (Cuando riñen los déspotas, el Tres minutos de Alianza) se publicó en Albania en 2018, cuando la traductora, que se encontraba precisamente en Tirana, lo leyó por primera vez, despertando en ella, igualmente, la curiosidad malsana de la que tiene a gala contagiar Kadaré, de modo que, a la hora de verterlo, hubo de visitar, de nuevo, el kadareano embrollo socialista soviético.

En fin, como decía Sánchez Lizarralde hace algo más de un cuarto de siglo: «…hablando de literatura en sentido estricto, de buena literatura, no es lo mismo traducir un solo libro del autor en cuestión que consagrarse de manera continuada a la traducción del conjunto de su obra, como es mi propio caso en relación con Ismaíl Kadaré. No se trata de un mero problema de cantidad, en este caso la permanencia de la comunicación, el esfuerzo continuado por penetrar las claves de las obras del autor, determinará un vínculo con el cerebro de éste —permítaseme el atrevimiento— de una especie cualitativa distinta». Amén.

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