La carta de Hungría y otros equívocos, Ricardo Bada

Viernes, 22 de septiembre de 2023.

Los equívocos suelen ser una fuente de regocijo que mana casi constantemente. Siempre me he preguntado, por ejemplo, por qué los cineastas argentinos presentan sus películas a concurso en el Festival de San Sebastián, sabiendo de antemano que si ganan les van a premiar con una Concha de Oro. Y, en fin, la duodécima acepción de ese sustantivo nos dice bien a las claras que «concha» es, con un alto grado de probabilidad, la palabra más malsonante en el Río de la Plata y muchos otros lugares de la geografía americana, consulten EL diccionario: 12. f. malson. Arg., Bol., Chile, Guat., Par., Perú y Ur. Coño (‖ vulva y vagina).

 (Del tiempo que viví en Buenos Aires recuerdo el sentido del humor de un librero en la Avenida de Mayo, la calle más madrileña de la ciudad, el cual había ubicado en el escaparate de su negocio una novela de doña Concha Espina al lado de otra del italiano Giovanni Verga. Lamenté mil y una veces no cargar mi cámara fotográfica para poder documentar ese non plus ultra del emparejamiento).

Pero el equívoco que quiero mencionar aquí, y también está relacionado con el Río de la Plata, tiene como protagonista a Alfredo di Stéfano, el capitán del glorioso Real Madrid ganador de cinco Copas de Europa consecutivas. Di Stéfano era un jugador sumamente limpio, de la estirpe de los Gary Linecker y Miroslav Klose. Solo una vez lo expulsaron del terreno de juego jugando para el Real y fue por un equívoco. En un encuentro contra Las Palmas, en Gran Canaria, el primero de enero de 1956, sucedió lo que cito de Wikipedia:

El Real Madrid ganó aquel partido (1-3) y llegó a sumar 14 temporadas sin perder en el Insular. Se adelantó con dos goles antes del descanso (Olsen y Gento, antes del minuto 20) en jugadas de contraataque, liderado por la velocidad de Di Stéfano y del propio Gento. En la segunda parte, acortó distancias Torres, a los 8 minutos, y un rato después llegó la jugada de la expulsión, en la que existe algo de leyenda, pero en la que seguramente Di Stéfano respondió a una agresión de Beneyto. ¡Di Stéfano era expulsado en el Insular por el árbitro Mosquera! Algunas crónicas cuentan que Beneyto fue quien cometió la agresión sobre el delantero madridista, pero el caso es que ambos jugadores «vieron tarjeta roja». El delegado de campo y la policía tuvieron que intervenir para que el astro abandonase el campo. Más de cinco minutos estuvo el juego detenido por los incidentes. Di Stéfano se negaba a irse y el defensa dijo: «Hasta que no se vaya él, yo tampoco». Se formó una gran tangana donde participaron todos los jugadores, con agresiones mutuas. Al final tuvo que intervenir la fuerza pública para que el astro madridista se fuera del césped entre una gran bronca.

(Solo una precisión: en 1956 no existían todavía las tarjetas amarilla y roja, invento del árbitro inglés Kenneth George Aston, inspirado por las luces de un semáforo y que se «estrenó» en el Mundial 1970, en México, aunque allí no se mostró ninguna roja. La primera roja en la historia de los Mundiales de la FIFA se la mostró el árbitro turco Doğan Babacan —asimismo, el primer árbitro turco en esa historia— al jugador chileno Carlos Caszely, el 14 de junio de 1974 en el Estadio Olímpico de Berlín).

Parte de la leyenda es que Di Stéfano no fue expulsado por repeler la agresión de Beneyto sino porque al decretar Mosquera la expulsión de ambos, «la saeta rubia» le preguntó: «¿Qué cobraste?», y el árbitro lo entendió en el sentido de que le habían pagado. Tengo la no demostrable convicción de que ese incidente provocó que ingresara en EL diccionario la décima acepción, americana, del verbo «cobrar»: tr.Am. En el fútbol y otros deportes, dicho de un árbitro: Sancionar las faltas cometidas en el juego. «El árbitro cobró una falta dudosa».

Pero eso no es nada comparado con lo que le pasó a José Feliciano en los Países Bajos, allá por finales de los años sesenta. Al terminar el primer concierto de su gira quiso agradecer al público con un juego de palabras : «Thank you, very Dutch!» en vez de «very much!». Los neerlandeses, que saben más inglés que los norteamericanos, lo cual ni siquiera es una hazaña, sacaron a relucir al día siguiente, en las reseñas del concierto, todas las connotaciones negativas de Dutch en el idioma de Faulkner y Hemingway. Y eran aproximadamente una veintena. Botón de muestra: un Dutch party es una fiesta a la que cada invitado debe llevar lo que desea beber. El adjetivo Dutch, al menos en los USA, tiene una connotación negativa. José Feliciano tuvo que disculparse. Y es que ya se sabe que el infierno está empedrado de buenas intenciones.

David y Urías, Rembrandt

Más: hace un par de meses estuve viendo David y Betsabé, ya vista en mis hoy tan lejanos días de Huelva, y desde luego la bella Susan Hayward y el apuesto Gregory Peck forman una pareja insuperable. Pero por lo que respecta al tema de esta columna, lo cierto es que la peli me hizo recordar las muy mal llamadas «sevillanas bíblicas», porque en realidad son seguidillas de Alosno, donde hubo en el tiempo de los Reyes Católicos un alto porcentaje de judíos conversos.

Carlos Saura las integró en su película dedicada a las sevillanas, y en 1994, cuando vino a Colonia para participar en una Semana del Cine Español, hice amistad con él, me regaló un vídeo de Sevillanas, y, riéndose, me comentó que Paco Toronjo convirtió «la carta de Urías» en «la carta de Hungría» en la que, según él, hubo un misterio. A Carlos le divertía mucho. Lo que no parece haber notado nadie, tampoco Carlos, es que a aquel fenomenal cantaor no se le oye decir «Betsabé», lo que canta es un híbrido de Betsabé e Isabel, y si uno afina el oído, en otra de esas bíblicas, llama a Dalila «La Lila».

Para mi gran sorpresa, una amiga mía alemana no conocía ese episodio de David versus Urías en la Biblia, así es que se lo conté, y también le divirtió el cambalache cometido por el gran Paco Toronjo. Le prometí mandarle dos enlaces respectivos, uno con el vídeo correspondiente de Sevillanas: (oír al llegar a 1’14” y 2’34”). Y al segundo enlace le añadí una explicación, para que se divirtiese más: «Te mando la versión divulgada por la TV neerlandesa, porque parece que allí tampoco conocen la Biblia; si te fijas en los subtítulos, aun sin saber neerlandés, verás que tradujeron «la carta de Hungría» de una manera literal: «De brief uit Hongarije was geheimzinnig»: (oír y leer en el metraje 1’18”).

 

 

Ricardo Bada (Huelva, España, 1939), escritor residente en Alemania desde 1963. Coeditor allí de dos antologías de literatura española contemporánea, y en solitario, de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la poeta costarricense Ana Istarú, y en Bolivia de la única antología integral en castellano de Heinrich Böll (Don Enrique).