Burgess y las 1985 naranjas traducidas, I, Juan Pascual Martínez Fernández

Lunes, 4 de septiembre de 2023.

 

—Hola, Juan.
—Hola, V.
—Tenemos una traducción para ti. Conoces a Anthony Burgess y su obra ¿verdad?
—¡CLARO!
—Verás, hay un libro que (contiene la respiración) no sé si conocerás: 1985. Fue un encargo que le hicieron como una especie de respuesta a 1984.
—Ahm… no.
—¿Lo quieres traducir?
—Claro. ES BURGESS.

Así fue mi primer contacto con cualquier cosa de Burgess que no fuera la Naranja. Y luego lo he agradecido mucho, porque me dio ocasión de constatar lo genio que era para luego empezar a blasfemar en su nombre y contra su nombre por las dificultades que me encontré a la hora de traducirlo…

Porque, a ver, Burgess no solo era novelista, también era ensayista, crítico, compositor, guionista, y, por último, pero no menos importante, lingüista. No solo inventó el nadsat, también creó la jerga de los jóvenes rebeldes que aparecen en 1985, y donde también se inventa la gramática obrera que supuestamente las buenas gentes británicas iban a utilizar ese mismo año (su equivalente de la neolengua). Otro ejemplo es el Ulam, el idioma de los homínidos de la película En busca del fuego, y que consiste en más de 160 palabras sacadas de sus investigaciones sobre las distintas ramas del indoeuropeo.

Burgess, por esas fechas, estaba deprimido porque, según sus propias palabras, «quería escribir una obra maestra y no tenía el coraje para hacerlo». Sin que él lo supiera, su esposa, Liana, escribió a la editorial estadounidense Little, Brown and Company y los convenció de que le encargaran un libro sobre Orwell. Burgess admiraba profundamente a Orwell, a quien se preciaba de haber conocido. La novela de Burgess no pretende ser una secuela de 1984 ni nos relata cómo es la vida de Winston un año después. En 1985, creó su propio concepto de distopía.

La obra consta de tres partes. La primera, titulada «1984», son una serie de artículos de crítica literaria sobre Orwell, todo escrito de manera informal, pero muy inteligente: su biografía, el contexto histórico en el que escribió 1984 y algunas reflexiones sobre los temas que Orwell plantea en esa novela, como la naturaleza de la libertad, el libre albedrío y el gobierno, y también sobre La naranja mecánica. La segunda es la propia novela, y la tercera incluye una entrevista ficticia y una nota breve, aunque infernal, sobre la gramática del inglés de los trabajadores que Burgess se inventó.

La novela tiene una trama sencilla, pero está repleta de variedades del inglés hablado y escrito, y casi todas reflejan la idea de Burgess de que la sociedad se estaba embruteciendo, a excepción de las bandas kumina, jóvenes que se rebelan contra el sistema… pero lo hacen estudiando, y que tienen su propia jerga, basada en el árabe. Burgess utilizó a menudo el dialecto y el acento como un método breve de destacar a cada personaje de su ficción, y un ejemplo es el escocés dudosamente exagerado que habla el compañero de prisión de Bev en el tren a Sussex: «Sae, ye dullyeart horse-punckin, ye’d hae it that the Laird’s worrrd is kilted in a tippit?». Hala, a disfrutar con la tarea traductora… ¿qué quiere decir? Y si me llego a enterar… ¿cómo lo traduzco? ¿Qué jerga, qué acento?

Al desarrollar la jerga de las bandas en 1985, Burgess utiliza el latín y el griego para subrayar sutilmente los intentos de rebeldía que adoptan las bandas para separarse del gobierno y de su aburrido sistema educativo. Queda claro cuando se encuentra con varios miembros de una banda.

Siempre eran peligrosos, los más peligrosos, porque eran inteligentes, más que inteligentes, con buenos estudios, algunos de ellos. Ese era el problema: cuando el estado no fomentaba los estudios, estudiar se convertía en algo antisocial. (…)
―Si no les importa, caballeros, vivo aquí ―les dijo Bev. Estaba en el segundo escalón de la escalera de piedra, no le dejaban subir. Y añadió―: Tengo un poco de prisa.
Festina lente ―le respondió un joven.

Más tarde llega a conocer la contracultura representada por los jóvenes matones a los que temía y despreciaba en la primera página, al enterarse de que esos matones son en realidad adolescentes que quieren aprender lo que su Estado, cada vez más imbécil, se niega a enseñarles:

—Vamos a la escuela (…), hasta los dieciséis. Esa es la ley. Bien, vamos y no prestamos atención a la basura que ellos llaman sociología e inglés de los trabajadores. Nos sentamos en la parte de atrás y leemos latín.
—¿Quién os enseña latín?
—Están por ahí todos esos profesores antiestatales (…). Está bien, hay estos expulsados de las escuelas por no querer enseñar la mierda que se supone que deben enseñar, ¿verdad? Ellos vagan, como tú estabas vagando. Entonces les damos algún que otro fajo, como estamos contigo. Luego nos dan un poco de educación a cambio. Educación real, no basura de la escuela estatal.

Esta versión de la distopía de Orwell presenta una revisión de Alex y su pandilla de drugos. En este Londres futuro, los pandilleros son agentes positivos del cambio subversivo en lugar de los violentos agentes del caos que conocemos de La naranja mecánica. Organizan clases clandestinas de latín para mantener viva la cultura y la educación mientras la civilización decae. Burgess los llama bandas kumina, y «kumi na» es el equivalente suajili del sufijo inglés –teen, al igual que nadsat lo es en ruso. Estas bandas clandestinas, familiarizadas con el latín y el griego antiguo, hablan en una antilengua entre ellos, utilizando una mezcla macarrónica de inglés y árabe. No fue un problema importante de traducción, pero sí que me sirvió para ir preparándome para el nadsat.

El auténtico desafío de traducción de 1985, y que luego me sirvió, no solo para La naranja mecánica, sino también para 1984, fueron las escasas seis páginas de Una nota sobre el inglés de los trabajadores. Pocas, pero matonas. La traslación de las modificaciones de la gramática inglesa de un modo que fuera comprensible y asequible a quien leyera el libro fue lo «peor» a lo que me había enfrentado profesionalmente hasta ese momento. Menos mal que conté con doble ayuda, que para eso la compaña traductora es de las mejores: Rocío S. Rudilla (Azote Ortográfico) y otra compañera que prefiere mantenerse en el anonimato, que me echaron una mano (me salvaron) puliendo y repuliendo las locuras que se me iban viniendo a la cabeza para trasladar el genio de Burgess a algo que fuera razonablemente comprensible.

El origen de esta gramática en 1985 se debe a que los opresores son los sindicatos y no un gobierno totalitario. Burgess utilizó esta gramática para expresar su idea sobre las tendencias hacia la ofuscación en los círculos socialistas y sindicales, sobre todo la introducción de un lenguaje que evitara a toda costa toda posibilidad de ofender, especialmente en términos de política de identidad. Incluso en 1978, estas tendencias eran identificables; de hecho, Burgess las menciona en 1985, donde condena lo que él consideraba una forma de lenguaje cada vez más censora impuesta por el Estado que invadía la verdadera libertad de expresión.

Para ello, creó un lenguaje satírico basado en la clase social. En sus propias palabras, el «inglés de los trabajadores» (Worker’s English, WE) «representa la racionalización de un modelo general de lenguaje proletario», «que fue declarado obligatorio como asignatura y como medio de instrucción en las escuelas estatales», y que se basaba en «el habla de los trabajadores urbanos de los condados del centro y el este de Inglaterra, con algunos añadidos de las Midlands industriales y del noroeste». Todo esto incluye la simplificación de los elementos de inflexión, como algunas partes de los verbos, la declinación de los pronombres y las irregularidades de pluralización en los sustantivos, con el consiguiente infierno para la tarea traductora, con perlas como:

That a considerable economy has been effected in verb conjugation may be seen chiefly in the invariable negative form ain’t, which serves to negate the present tense of both to be and to have:

He ain’t there = He isn’t there.
He ain’t been there = He hasn’t been there. (página 202)

También es contraria a cualquier sesgo intelectual, no menos que la neolengua de Orwell: la gramática obrera de Burgess es la formalización de un modo de hablar inglés degradado, con tendencias a las afirmaciones de lo obvio y carente por completo de facilidad para expresar el pensamiento abstracto. Por supuesto, se evita en todo lo posible lo que él llama el «inglés burgués» y se da preferencia a elementos y coletillas del habla popular, como es el caso del verbo get:

The verb get — not always considered elegant in bourgeois education, so that rise has been preferred to get up and enter to get in — is regarded as a useful form in WE and its increased use in verbal phrases may, it is hoped, enable a vast number of verbs to be eliminated from the language. Indeed, it is believed that, with the exception of such verbs as to be and to have, practically all existing verbs can be replaced by a get-phrase. Thus:
drink = get some drink down
eat = get grub in your guts
live = get some living done
eliminate = get rid (shot) of
sleep = get your head (swede, loaf) down
read = get some reading done; get your head into a book; get a bit of bookwork into your fat lazy swede, etc.
Admittedly, it may be necessary to employ a verbal noun or gerund in a get phrase, but the indicative mood of the great majority of verbs can, in time, be rendered supererogatory. (página 203).

Como último ejemplo de todo lo anterior, y de las capacidades expresivas de este inglés obrero, esta es una versión de la apertura de un discurso muy conocido en el Hamlet de Shakespeare:

To get on with bloody life or not to, that’s what it’s all about really. Is it more good to get pains in your fuckin loaf worryin about it or to get stuck into what’s getting you worried and get it out of the way and seen off? To snuff it is only like getting your head down, and then you get rid of the lot, anyway that’s how we’d like to have it… (página 205-206).

Y he aquí esta mi versión:

Seguir adelante con la puñetera vida o no, de eso va todo en realidad. ¿Es más bueno tener dolores en tu puñetero tarro preocupándote por eso o quedarte atrapado en lo que te preocupa y quitártelo de en medio y largarlo? Palmarla es como pillar pabajo la cabeza y luego pillar pafuera todo, de todas maneras, así es como nos gustaría que fuera…

Espero que, de algún modo, todo lo anterior expliqué el elevado número de cervezas que necesité para resolver (en lo que buenamente pude) las invenciones lingüísticas de un escritor de la talla de Burgess.

—Hola, Juan.
—Hola, N.
—Tenemos otra traducción de Burgess que a lo mejor te interesa.
—¡CLARO! (cruza todavía más fuertecito los dedos).
—Verás, queremos sacar una nueva edición de La naranja me…
—SÍ, QUIERO.

Pero eso ya será otra historia…

 

Juan Pascual Martínez Fernández se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Málaga en 1996. Actualmente imparte docencia como profesor asociado del Departamento de Traducción e Interpretación y sufre una tesis sobre Philip K. Dick y su traducción. Es traductor autónomo desde 1996, especializado en el campo de la traducción editorial, con más de ciento cuarenta obras traducidas en géneros tan diversos como la ciencia ficción, la fantasía, la novela romántica, de terror o policíaca.
Entre esas obras destacan títulos como La Exégesis, de Philip K. Dick, Lo irreal y lo real, de Ursula K. Le Guin, El emperador goblin, de Katherine Addison, La naranja mecánica, de Anthony Burgess, 1984, de George Orwell, Al acecho, de Jack Ketchum, o La red oscura, de Dean Koontz.