Lunes, 12 de junio de 2023.
The dim sea glints chill. The white sun is shy,
And the skeleton weeds and the never-dry,
Rough, long grasses keep white with frost
At the hilltop by the finger-post;
Comienzo a leer el poema The Sign-post, de Edward Thomas. Ya en el segundo verso me llama la atención el término skeleton weeds, pues me es desconocido. Pregunto a un urbanita británico que tengo al lado, pero no puede especificar qué tipo de mala hierba o hierbajo es. ¡Qué curiosos estos términos! pues eso de mala hierba depende de cómo, dónde, cuándo y para qué o para quién. Decido probar en Google con «Edward Thomas poemas» y encuentro dos versiones. En una de ellas está traducido como «maleza» —demasiado general, pienso—, y en la otra como «hierbajos esqueléticos» —nada específico—. No es que sea conocedor de todas o ni siquiera de la mayoría de las malas hierbas y yerbajos; pero, habiendo pasado mi infancia y parte de mi adolescencia en un pueblecito rural en el que cada herramienta, cada animal, cada bicho por pequeño que fuera, cada planta, cada hierba, fuera «buena» o «mala» tenía su nombre y debíamos conocerlo y saber lo que convenía hacer o no hacer en cada caso, jamás había oído eso de hierbas esqueléticas aunque muy bien pudiera describir el aspecto y la forma de esa hierba. Pero como estoy convencido de que se trata del nombre común de esa planta y desconfiando de skeleton, pues recuerdo un caso curioso en el que alguien tradujo skeleton key («llave maestra») como «llave esquelética», seguía con la mosca detrás de la oreja y convencido de que, si no era una «mala hierba» ajena a mi entorno infantil y juvenil, debería conocerla. Si uno ha sido capaz de distinguir con precisión y rapidez los vallicos que crecían entre el trigo para arrancar aquellos y no este, o que «detrás de la violeta está la viboreta» y
comprobarlo; cuando uno ha luchado por deshacerse —a mano, nada de herbicidas— de los recurrentes y odiosos cenizos que invadían los cultivos de patata y, ya de vuelta a casa tras horas de contemplar y arrancar esos invasores tan persistentes, se ha detenido para arrancar de una linde o del borde del camino un buen brazado de los cenizos más lozanos y de tamaño considerable, pero tiernos, para que La Burra que nos acompañaba en innumerables tareas y caminatas disfrutara de uno de sus manjares favoritos, sabrá perfectamente a qué me refiero.
Tras estar un tiempo considerable dedicado a rememorar situaciones y lugares con todo lujo de detalles, me hace un guiño la pantalla del ordenador y vuelvo a centrarme en el asunto. Buscar las imágenes en Google podría ser la solución. Efectivamente, entre diferentes imágenes aparece una planta que yo conocía bien y recuerdo que tenía un nombre sonoro y familiar. Bueno, para asegurarme, prefiero comprobar en el diccionario que tengo más a mano, el Wordreference.com. ¡No aparece en él! Echo mano del DRAE, pero en un aviso me dice que esa palabra no se encuentra en el Diccionario. Pasado un momento de frustración, me digo que ahí se afirma que esa palabra no se encuentra en el diccionario, no que no exista; y existir, existe porque además de oírla y pronunciarla, he visto, tocado, arrancado, utilizado esa planta en numerosas ocasiones, durante horas en algunos casos. Veo que el nombre científico es Chondrilla juncea. Ya solamente tengo que buscar en castellano. Efectivamente, la Wikipedia dice de Chondrilla juncea que es «la achicoria dulce o alijunjera, una especie de la familia de las asteráceas».
Casi desespero porque ese nombre no coincide con el que yo querría ver; pero en mi exasperación observo que «alijunjera» se parece al nombre por el que yo la conozco, solo se diferencia en esa «a» inicial, que probablemente desaparecería al usar el artículo femenino y quedaría en «la lijunjera», y en esa «u», que habría pasado, a su vez, a ser una «o». No aparece en el diccionario, pero existe. Voy hasta el final de la entrada en la Wikipedia —no sé por qué no lo había hecho antes— y en el apartado final, que dice «nombres comunes»,[1] encuentro doce líneas con los diferentes nombres por los que se la conoce. ¿Aparecerá el mío, «lijonjeras» (en plural)? Primera línea, segunda, tercera… nada. Por fin en la undécima línea, tras setenta y cuatro palabras, encuentro la mía y me recreo en su contemplación. Ahora tendré que traducir el poema y estoy seguro de que el lector no dudará sobre cuál de entre esas noventa y cinco palabras quedará en mi traducción, aunque esa palabra no se encuentre en el Diccionario, porque existir, existe, vaya que si existe. Ah, y eso de mala hierba, pues depende de para quién y para qué.
Las mejores escobas para barrer patios empedrados o enrollados, corrales y, sobre todo, las eras tras la trilla eran las escobas de lijonjeras, útiles hasta que no quedaba, por el desgaste en el uso, más que el mango con unos pocos centímetros. Y cuando, terminada la jornada, volvíamos a casa, La Burra me llevaba montado muy a gusto y yo la dejaba ramonear a su antojo lo más tierno de los cenizos y algunas lijonjeras del borde del camino.
THE SIGN-POST
The dim sea glints chill. The white sun is shy, One hazel lost a leaf of gold
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EL POSTE DE SEÑALES
El mar brumoso destella frío. El blanco sol es tímido, y las lijonjeras Un avellano perdió una hoja de oro de la copa,
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[1] Nombres comunes de la Chondrilla juncea en castellano: abaleas, aballaderas, abujera, achicoria, achicoria dulce, achicorias dulces, agujera, agujeras, ajonjera, ajonjera común, ajonjera delgada, ajonjera de peñas, ajonjera dulce, ajonjera juncal, ajonjera lechera, ajonjeras, ajujera, ajunjera (6), alijonjera, alijonjeras, aljonjera, aljunjera, almerón, almidones, almirón, almirón dulce, angujera, asonjera, aujera, baleas, baleguera, baleo, baliadera, balladeras, cama-roja espinosa, carneruelos, carnigüelos, carrigüelos, carrihuelo, chicoria, chicoria de algodón, chicoria descarnada, chicoria dulce, chicoria resinosa legítima, chorrina, chorrinas, cogol, condrila, condrilla, escoba, escoba aujera, escoba de hojera, escobas, escobas de ajunjera, escobas de baleo, escobilla, escobillas, fusillos, gayombo, gayumbo, hierba del sarampión, hojavera, husillo, husillos, jonjera, junjera, junquerina, lecherina, lecherinas, lechuga de entre los planos, lechuguilla, lenjunjera, lijonjera, lijonjeras, lisonjera, lizón, lizones, lonjera, manporrina, pajo, pimpájaros, ripias, salmerón, sonjera, talleras, tallos, tamarillas, ternilla, ternillo, terniño, terniya, terrao, usillos, venaetes.
Pedro Pérez Prieto (Navaescurial, Ávila, 1953) es licenciado en Filología Moderna (Francés e Inglés) por la Universidad de Salamanca, y en Filología Española por la UNED. Traduce poesía de forma continuada desde el año 2003. Su traducción de los Sonetos de William Shakespeare (Nivola, noviembre de 2008) recibió en 2009 el Premio Esther Benítez que otorga ACE Traductores. Ha traducido Arena y espuma y una selección de Dichos espirituales, de Gibran Kahlil Gibrán bajo el título de Aforismos en la colección A la mínima en la editorial Renacimiento. En noviembre de 2014 se publicó su antología bilingüe Poesía en lengua inglesa. Antología esencial; El Corsario, de Lord Byron, en 2015; una reedición revisada de los Sonetos de William Shakespeare en 2016 e Historia de Cardenio, de Shakespeare y Fletcher en 2017; todas estas en la editorial Sial Pigmalión y en edición bilingüe. En esta misma editorial aparecerán próximamente Poemas sobrenaturales, de Coleridge y otras dos antologías. Acaba de publicarse Poemas, de Christopher Caudwell y no tardará en aparecer Tres poemas, de Hannah Sullivan.