Festival del cómic de Angoulême: experiencia de una traductora, Inés Sánchez Mesonero

Viernes, 9 de junio de 2023.

El Festival International de la Bande Dessinée d’Angoulême (FIBD) es, junto con el Lucca Comics, uno de los más importantes, grandes y antiguos de Europa y del mundo. Acoge alrededor de 6000 profesionales del mundo del cómic, unos 200 000 visitantes y nueve exposiciones. Supone la mayor librería de cómics en el mundo durante los días de su celebración. Huelga decir que este encuentro no se produce en Francia por casualidad: de las tres corrientes principales tradicionales, una es la franco-belga.

Antes de seguir, hagamos un pequeño inciso para los que desconozcan el mundo del bocadillo. Tradicionalmente, encontrábamos el cómic americano, más de superhéroes; el manga, con toda la viñeta asiática; y el europeo ya mencionado. Desde este punto de vista histórico, en esta corriente se encuentra Tintín o Astérix y Obélix, personajes más que conocidos en todo el mundo. En el cómic europeo-occidental moderno contaríamos con obras como Ana Penyas, ganadora de uno de los premios de esta edición, todo lo de Paco Roca, etc. En realidad, dichas acotaciones ya no tienen sentido, pues cada vez se da más una gran retroalimentación entre los estilos. Hoy en día, esa corriente «europeo-occidental» podría llamarse «novela gráfica internacional», pues sus obras surgen por todo el mundo de manera indistinta; un ejemplo de ello es Marjane Satrapi con su Persépolis (traducción de Carlos Mayor, Reservoir Books).

Volviendo al festival, tanto entre los premiados y nominados como en las exposiciones encontramos un gran número de obras extranjeras, principalmente de manga (corriente japonesa) y el ya mencionado estilo «novela gráfica internacional». No es común ver en este encuentro material de superhéroes (corriente más estadounidense).

A pesar del carácter internacional del FIBD, como ya hemos mencionado, la corriente mejor representada en él es la cultura francesa: la representación que se hace del mundo del cómic en este festival deriva de su vivencia particular. Es decir, encontramos en mayor proporción a autores francófonos, pero también, como ya se ha apuntado antes, hay creaciones extranjeras, pero por ser populares en este país.

Para hacernos una idea del mercado del cómic traducido en Francia, basta un dato: se calcula que únicamente el 19% de obras publicadas son traducciones, a diferencia de España, con un mercado mucho menor, en el que estas representan un 84 %. Aunque sería muy interesante reflexionar sobre esta comparación y las diferencias laborales y contractuales de ambos países, vamos a concentrarnos en analizar la realidad relativa al FIBD.

Aprovechando mi visita a esta edición, me estuve fijando si se citaba al autor de la traducción, y a posteriori en la web del festival. A continuación, resumo lo que averigüé.

En primer lugar, en la mayor parte de exposiciones de autores extranjeros, no se citaba al autor de la traducción. Cierto es que en algunas ocasiones no aparecían diálogos, sino únicamente el título, acompañando a las páginas originales o impresiones de estas. En cualquier caso, citar al traductor es importante, pues es quien da vida al autor en el país, y quien ha dado la posibilidad de otorgarle importancia y amplitud, junto con el editor. Las ocasiones en las que sí se citó al traductor eran más bien las exposiciones pequeñas, con varios autores poco conocidos. Este hecho es curioso, pero sin duda está ligado al curador de cada exposición, que fue diferente para cada una.

Siguiendo la línea temática de las exposiciones, he de añadir que, en las páginas en las que había bocadillos, en la mayoría de casos dicho texto no aparecía traducido: ni al inglés, ni al francés en el caso de las obras extranjeras. Sin restar importancia a la ilustración, que ocupa gran parte del cómic, ni al protagonismo del dibujante, el texto es importante para la comprensión de las imágenes. Únicamente junto a algunas páginas de una exposición se encontraba la traducción del diálogo o un resumen de la escena, lo cual, como digo, aportaba calidad al entendimiento.

En segundo lugar, tenemos las galas de premios, en las que, de nuevo, hay una gran proporción de títulos extranjeros. A pesar de no haber estado presente en estas, sé por las redes sociales y por los autores mismos que el único caso en el que se incidió de veras en el nombre del traductor fue en el premio a la mejor traducción de manga japonés al español. Es decir, de los veintitrés premios que se otorgan en el festival, únicamente en uno se citó al traductor; según algunas fuentes, debieron de citar a algún traductor más. Escribí a la organización preguntando sobre el tema, pero aún no he recibido respuesta.

Tras una investigación sobre el premio, este no pertenece al festival mismo, sino a la fundación Konishi y la embajada de Japón en Francia. De ahí el contraste entre la representación del traductor en este galardón y la del resto. En cualquier caso, me parece muy positivo que se entregue este reconocimiento en un festival como el FIBD, para concienciar al público general y a los profesionales de la importancia de la traducción.

En cuanto a la web del festival, todos los libros nominados y los presentes en el palmarés vienen acompañados del nombre del traductor, lo cual resulta reconfortante. Sin embargo, no es el mismo caso en redes sociales.

Para acabar, aproveché la gran concentración de profesionales del mundo literario para intentar conocer a colegas traductores y por desgracia únicamente me encontré a uno, en contraste con los cientos de autores. Un gran porcentaje de estos autores acuden para la firma de ejemplares, por lo que les supone una actividad laboral remunerada; no solo por la financiación del viaje y el minúsculo porcentaje de las ventas, sino porque recientemente el gobierno francés ha estipulado que debe remunerar junto con la editorial misma a los autores por el número de horas de dedicatorias. El resto, como una servidora, vienen a ofrecer su arte a editoriales y a hacer contactos. Cada vez existen más ayudas de desplazamiento para artistas por temas de crecimiento laboral, sobre todo para profesionales jóvenes y emergentes.

Otra búsqueda que llevé a cabo durante los días en Angulema fue en conversaciones con autores traducidos: «Como creador de la obra, ¿qué piensas sobre la presencia del nombre del traductor en la cubierta? ¿Te parece una medida exagerada, que tapa tu nombre y ocupa demasiado espacio, o por el contrario es una buena representación del trabajo realizado?». Aunque mi investigación es sesgada y para nada profesional, pues no soy socióloga ni las entrevistas fueron exhaustivas, en la mayoría de casos la respuesta fue clara: «No me supone problema alguno. Es más, entiendo la gran importancia de su trabajo para la buena vida de mi obra en otro idioma». Cuanto más charlaba sobre la obra y su viaje lingüístico con autores, no solo traducidos por mí, sino también otros con los que tuve la oportunidad de compartir un rato, más apreciaban la labor. La única respuesta diversa que obtuve fue la de un autor, que afirmó: «No me importaría, pero creo que eso es decisión del editor». Cierto es que es el responsable del diseño de la cubierta, pero en ningún caso los autores se opusieron a ello.

El mundo laboral literario, y en especial el del cómic, no es el que goza de mejores condiciones, y esto es sabido hasta por los mejores artistas presentes en el festival. Por eso, tras la observación y los extensos diálogos, me reitero en la importancia de apoyar a los creadores, pues también arriesgamos queriendo vivir del arte. Sí, nos incluyo entre ellos a nosotros, los traductores, pues elaboramos una obra de arte a partir de la original para que siga viviendo y se propague por el planeta.

En resumen, para ser un festival internacional, la representación de los traductores existe, pero queda aún camino por recorrer. Es posible que ante la falta de grandes cifras de publicaciones extranjeras en Francia se le dé menos importancia a la traducción, lógica que no coincide con el mercado español. Un evento que mueve a tantos miles de personas, que va ya por su 50ª edición, tiene los medios suficientes para incluir a traductores entre sus líneas tal y como es debido. El cómic también es literatura, de tanta calidad como cualquier otra, así que esperemos que se le otorgue mayor reconocimiento a este ámbito en las próximas ediciones.

 

Inés Sánchez Mesonero (Salamanca, 1994) es traductora literaria, correctora, redactora y profesora de idiomas; también imparte talleres de traducción de cómic, especialmente a institutos. Vivió en Salamanca hasta que finalizó sus estudios en Traducción e Interpretación (USAL) y desde entonces ha residido en Italia, Francia y, ahora, Zaragoza. Sus lenguas de trabajo son el castellano, el italiano, el francés y el inglés, aunque también estudia portugués y rumano. Su campo de especialización es el cómic y el álbum infantil ilustrado; además, trabaja con novela y poesía. Teresa Radice, Joann Sfar, Mathieu Bablet y Jim Bishop son algunos de sus autores traducidos. Por otra parte, forma parte del proyecto europeo de traducción literaria CELA como traductora del italiano y, en sus ratos libres, escribe poesía y relato y pinta con acuarela.