Inés Sánchez Mesonero: Dulce de leche, de Miguel Vila

Viernes, 28 de abril de 2023.

Inés Sánchez Mesonero ha traducido del italiano la obra de Miguel Vila Dulce de leche, Ediciones La Cúpula, noviembre de 2022.

Sinopsis de la obra

Marco, un joven con una aparente vida maravillosa, se ahoga en la frustración y la apatía. Al principio, vemos cómo en su vida tiene amigos, una novia preciosa, cariñosa y popular, las metas personales de cualquier chaval de su edad… Sin embargo, a medida que avanza la obra, descubrimos que su falta de motivación y concentración está relacionada con su incapacidad de expresar y entender sus necesidades y deseos. La bomba de relojería, cargada desde hacía tiempo, empieza a hacer tic tac cuando nuestro protagonista conoce a Lulú, la madre del bebé que cuida su novia. Esta mujer, de la Italia más profunda, heladera, sin estudios y cuyo ser, tanto a nivel físico como intelectual, va contra todas las normas de belleza establecidas, genera una gran atracción en Marco, sobre todo por una característica: sus enormes senos lactantes. La situación se irá agravando, la trama tomará giros inesperados y la presión de la olla exprés no dejará de aumentar hasta que…

Con un estilo inspirado en Chris Ware, Miguel Vila nos muestra, en un contraste de tonos pasteles dulces y un gran detallismo de los rasgos físicos hasta llegar al esperpento, un relato de cruda realidad, nada edulcorada, amarga e intensa como la leche de los pechos de Lulú.

El lenguaje original también se caracteriza por los opuestos: a un lado tenemos a la novia, perfecta, y a Marco y sus amigos, todos con estudios, de ciudad, expresándose en un italiano «correcto»; al otro, Lulú y otros seres cercanos, hablando en dialecto de la zona de Padua y de manera muy vulgar, representado sobre papel de manera oralizada, precisamente para marcar todo lo posible esa diferenciación.

Comentario de la traductora sobre la traducción

Sin duda, la particularidad más peliaguda de traducir esta obra era cómo diferenciar el lenguaje de los que hablan en dialecto del resto, ese abismo ya mencionado. Lo que hice fue crear un lenguaje de estos personajes marcando este nivel de oralización y vulgaridad: para ello, me concentré en las apócopes y contracciones, exageré los sonidos y escogí las expresiones de nivel menos formal, siempre allá donde cuadraba, es decir, no necesariamente en su posición original. Así pues, de las dos esferas que habitan el lenguaje de Lulú, la local y la informal-analfabeta, me centré en la segunda; es decir, excluí la primera para evitar un sinsentido cultural, como sería poner expresiones catalanas o andaluzas al personaje. Un ejemplo de ello sería:

­—… ¡Y además yo m’hago el mejor espríss de Bessaniga!
—¿En serio?
—Síssí.
—¡Cinco años en un bar, como pa no!
—¡Qué guay! ¡Me gustaría mucho probarlo!
—¡Pos luego te lo preparo en casa!

Normalmente, es una táctica que se debe utilizar con mucho cuidado, pues local o «dialecto» no significa analfabeto o vulgar; en este caso, no obstante, esta característica sí estaba presente en el original, por lo que la aproveché para generar la personalidad lingüística de los personajes, decisiva para la comprensión de la obra. Obviar esta realidad hubiera sido extirpar un órgano vital del texto.

Es, aun así, una apuesta arriesgada, pero el público parece haberla recibido muy bien, la editorial la respetó y, sobre todo, el autor me dio la enhorabuena. Nombrar a Miguel Vila me parece relevante, pues tiene orígenes argentinos y habla castellano; es decir, aunque no hubiera sido él capaz de hacer la traducción, por falta de conocimientos traductológicos y de la lengua, sí reconoció que el idioma que había diseñado correspondía con éxito a la Lulú que él había creado en italiano.

En lo referente al título, también hubo que darle muchas vueltas. «Fior di latte» es un sabor de helado muy común en el norte de Italia; lo más parecido en nuestro país sería el de nata. No se debe confundir con el queso homónimo, pues en el sur de la bota esta apelación lleva directamente a pensar en él; el autor es del norte, la acción se desarrolla en el norte y, para más inri, la protagonista trabaja en una heladería.

Así pues, había que concentrarse en la leche, su frescor, el dulzor y la tentación de devorar un helado que incluyera todos estos elementos. Dejar el título tal cual hubiera escondido gran parte de la información al lector español, pues en este país no estamos tan acostumbrados a ese término y normalmente lo encontramos en cierta marca de mozarelas; en otras palabras, podría inducir una idea preconcebida errónea de la temática. El título nos habla de la filia, de delicadeza, de belleza, de lo primitivo, de lo esencial, de lo sabroso…

Barajé varios títulos. Uno de los candidatos fue «leche merengada». Lo descartamos por su exagerada evocación a cierta cancioncilla infantil, por su expresividad menos delicada y por su alto contenido en canela, que poco tenía que ver con la obra. Además, fonéticamente no era tan suave. Tras darle muchas vueltas, el autor y yo concordamos «dulce de leche», opción que gustó a los editores.

Aunque podría decirse que es un alimento marrón y muy típico de Argentina, en España se consume principalmente en formato helado (aunque cada vez más en repostería); por otra parte, consideré que le daba el toque evocativo e irónico a lo agridulce de la historia, de extrema crudeza. Por último, se acercaba a la forma del título original «dulce-de-leche», «fior-di-latte».

Podemos añadir que otra dificultad, pero esta no es concreta de la obra, sino inseparable del cómic, es cuadrar el texto con los bocadillos. La fluidez no es la misma cuando hay que irse parando en cada recuadro y es de elevada importancia asegurarse de que el texto se teje coherente y fluido.

Enlace a las primeras páginas.

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