Lunes, 26 de diciembre de 2022.
Continuamos en esta serie de entrevistas breves originada en el número 43 de VASOS COMUNICANTES, en esta ocasión con Jesús Cuéllar Menezo, que es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid y tiene el Diploma in Translation del Institute of Linguists de Londres. Traduce del inglés ensayo (humanidades y ciencias sociales), narrativa y artículos de prensa. Entre los autores que ha vertido al castellano figuran Tony Judt, Geoffrey Parker, Shirley Hazzard, Gabriel Jackson, Anthony Giddens, Norman Birnbaum y James Wood. En 2006 obtuvo el premio a la mejor traducción de la Asociación de Editoriales Universitarias Españolas por Nacionalismo. Cinco vías hacia la modernidad, de Liah Greenfeld. Cuando no traduce, ve películas sobre las que escribe críticas y hace entrevistas, ahora para Ctxt.
Un libro sobre traducción:
The Translation Studies Reader, editado por Lawrence Venuti en 2000, me sirvió como vía de acceso a las teorías sobre traducción y como introducción a la propia teoría de la «domesticación» del texto traducido, bastante pesimista, sobre la que escribió el propio Venuti. La autobiografía profesional y vital de Gregory Rabassa, If This Be Treason y el libro de David Bellos, Is that a Fish in your Ear? me resultaron muy sugerentes, sobre todo el primero, con esa forma tan sorprendente de entender la traducción, instintiva y poco sistemática. Pero los dos adolecen de algo bastante frecuente en los autores anglosajones: la irritante convicción de que el inglés es «superior» a las demás lenguas.
Quizá los libros que me han resultado más útiles a la hora de traducir han sido los escritos por autores de lengua española que, siguiendo en cierta manera el modelo de Fernando Lázaro Carreter en El dardo en la palabra, indican vicios o directamente errores en los que incurren los hablantes y sobre todo los escribientes de nuestra lengua. Me refiero a obras como las de Álex Grijelmo (Defensa apasionada del idioma español, La punta de la lengua, sus artículos en El País) o Luis Magrinyà (Estilo rico, estilo pobre), que con su carácter incisivo y a veces jocoso me han ayudado a afinar y afilar mi escritura, y me han divertido mucho. Ya sé que estos libros tan «normativos» no están muy de moda ni muy bien vistos en algunos sectores de la profesión, pero a mí me han servido.
Una traducción favorita:
Imposible citar sólo una. Recuerdo algunas que me impresionaron cuando ni siquiera sabía que me iba a dedicar a este oficio y en las portadas de algunos libros que leía escribía taxativamente mi veredicto a lápiz, con una petulancia, entonces juvenil, que no me ha abandonado del todo. Entre esos deslumbramientos, más o menos tempranos, figuran Un cautivo enamorado de Jean Genet, traducido por María Teresa Gallego e Isabel Reverte; Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, en versión de Julio Cortázar; Luciano Leuwen de Stendhal, en versión de Consuelo Berges; las traducciones de Miguel Sáenz de Thomas Bernhard o Salman Rushdie, las de Fernando de Valenzuela de Milan Kundera o Pavel Kohout, o la imponente El Mediterráneo y el mundo mediterráneo de Fernand Braudel, a cargo de Mario Monteforte, Wenceslao Roces y Vicente Simón. No pongo aquí las traducciones que entonces tachaba de «infames», claro está, ni tampoco muchas y magníficas traducciones más recientes, dado que no voy a poder citar todas las que quisiera.
Un diccionario:
Igual de imposible elegir sólo uno. Tengo mucho cariño a los primeros que utilicé en papel: el Larousse bilingüe esp-ing/ing-esp de Ramón García-Pelayo, el Webster’s o el María Moliner antiguo, que continúan en mis estanterías. Después, más que desprenderme de diccionarios, he ido acumulando volúmenes (y páginas web) de toda clase y condición (diccionarios de uso, de sinónimos, de americanismos, de insultos, económicos, de cine). Tengo una especial fijación con los de jergas, actuales e históricas, y aún espero, con vana esperanza, que alguien retome la edición en papel del ingente Historical Dictionary of American Slang de Lighter, que en su día publicó Random House.
La búsqueda más rara que he hecho en mi vida:
A estas alturas, ya no sé lo que es raro y lo que es simplemente fruto del libro que traduces en cada momento. Como he traducido muchos ensayos de hispanistas anglosajones, me ha tocado buscar y rebuscar multitud de fuentes españolas antiguas, no siempre citadas adecuadamente. También me han dado mucho trabajo los libros que tenían jerga callejera, como un estudio etnográfico sobre un barrio popular de emigrantes de origen italiano en el Boston de los años 40 o la autobiografía del trompetista Dizzy Gillespie, narrada en un estilo muy coloquial, lleno de giros de la cultura negra del jazz en los años 40 y 50.