Jueves, 17 de noviembre de 2022.
Este año, del 19 al 23 de octubre, todas las estrellas se alinearon en la Feria del Libro de Fráncfort para los traductores de España: España, país invitado y lema de la feria, Translate. Transfer. Transform. Por una vez, los traductores éramos los protagonistas. No me lo podía perder.
Aun sabiendo que Fráncfort es una de las ferias de libros más importantes del mundo (si no la más importante), su tamaño resulta abrumador. Salas inmensas con todos los libros que una se pueda imaginar y un programa tan amplio y variado que habría sido necesario triplicarse para estar a la vez en tanta charla interesante. Apartado de las salas de las editoriales alemanas, que estaban a reventar de amantes de la lectura, el pabellón de España era —por contradictorio e increíble que pueda parecer— un oasis de tranquilidad. Su luz tenue, sus instalaciones artísticas en color turquesa y magenta y sus dos acogedores escenarios escondidos tras las paredes de papel con las palabras de Nebrija lo convertían en un lugar de encuentro y reflexión de lo más agradable. Un escaparate ideal para acercar la creatividad desbordante del panorama literario español al público alemán e internacional.
Pero volvamos a lo que más nos interesa: la traducción. Desde el acto de inauguración, estuvo muy presente y muchos han enfatizado, elogiado y agradecido la labor de los traductores. El pistoletazo de salida lo dio Irene Vallejo en su discurso del martes 19 de octubre, en el que describió la traducción como «un mismo río con distinta agua; idéntica partitura, con diferente instrumento» o «el arte de unir universos», nada menos. A ella siguieron muchos más autores que encontraron palabras de reconocimiento para los traductores y que estuvieron de acuerdo en que son imprescindibles.
Sin embargo, no solo acudieron autores, editores y lectores a Fráncfort. También acudimos muchos traductores. Uno de nuestros puntos de encuentro fue el Centro Internacional de Traducción, organizado por la asociación alemana de traductores literarios, el VdÜ. En él se celebraron varias mesas redondas sobre temas específicos (esas preguntas que solo nos hacemos los traductores) como la traducción postcolonial, el lenguaje no discriminatorio o la utilidad de artículos de la Wikipedia para traductores. Pero la mayoría de las mesas redondas tenía el propósito de dar a conocer la labor de los traductores («una tarea de bastidores y penumbras», para volver a Vallejo) al público general. Aparte de algunas charlas sobre la realidad de la profesión, hubo muchas ocasiones para leer o escuchar fragmentos de traducciones, como el Vernon Subutex de Despentes o Violeta de Allende, y asar a los traductores con preguntas de todo tipo. Muchos lectores aprovecharon la ocasión y plantearon tanto preguntas más generales sobre el proceso de traducción de un libro como otras más concretas sobre el texto presentado. En los talleres de «traducción transparente», el público pudo ver de cerca cómo trabajan los traductores de diferentes géneros como el cómic, la novela policíaca o la literatura de no ficción. La actividad más interactiva y divertida fue sin duda el Translation Slam, en el que varios traductores se enfrentaron al reto de traducir sobre la marcha expresiones fraseológicas, letras de canciones o frases del siglo XIX a la jerga juvenil de hoy en día. Seguro que más de un lector se fue de la feria con una idea más clara de lo que hace un traductor de libros y de las muchas sutilezas del lenguaje con las que lidiamos.
Otra mesa redonda sobre nuestra profesión, ya de vuelta en el pabellón de España, giró en torno al futuro de la traducción editorial en Europa. Moderada por Isabel García Adánez, participaron Belén Santana y Paula Aguiriano en representación de ACE Traductores. Al igual que sus compañeros de mesa Jürgen Jackob Becker de Alemania y Jacqueline Csuss de Austria, enfatizaron la importancia de asociarse y de hacer piña para mejorar las condiciones de los traductores y destacaron la colaboración entre asociaciones de varios países. Ante la pregunta respecto al futuro de la traducción editorial, todos coincidieron en que ya había un diagnóstico claro de los puntos débiles de la profesión y propuestas definidas para su mejora que no serían muy complicadas de poner en práctica con un poco de voluntad. En este sentido destacaron el informe Translators on the Cover encargado por la Comisión Europea y elaborado por un grupo de expertos de varios estados europeos. Otra ocasión más para trasladarle al público general una idea más clara sobre la realidad de la profesión.
No cabe duda de que el diseño del pabellón de España fue impresionante, las charlas inspiradoras y la lista de lecturas pendientes se ha vuelto kilométrica. Pero lo mejor de todo ha sido la vuelta a la presencialidad. Conversar con otros agentes del sector y conocer en persona a compañeros traductores de España y Alemania no tiene precio. Estoy segura de que todos hemos vuelto a nuestras pantallas más animados y felices de poder poner cara a los nombres que tantas veces hemos leído en páginas de créditos o por correo electrónico. Y no se me ocurren mejores palabras para terminar que las que pronunció Belén Santana: esperemos que no se quede en el brillibrilli de Fráncfort.
Nacida en Alemania, Franziska Dinkelacker vino a España con diecinueve años para estudiar Traducción e Interpretación en la Universitat Jaume I de Castellón y más adelante especializarse en Traducción Literaria con un posgrado de la Universitat Pompeu Fabra en Barcelona. Lleva desde el 2015 traduciendo para editoriales españolas y alemanas. Además, es profesora asociada en la Universitat Jaume I y está escribiendo su tesis sobre literatura intercultural alemana y traducción.
Gracias, por este paseo casi al galope por la feria, Franziska. 🙂
Bien resumido.