Lunes, 22 de agosto de 2022.
Reproducimos aquí parte de la conversación entre algunos traductores miembros de la lista de distribución de correos electrónicos de ACE Traductores. El centón completo aparece VASOS COMUNICANTES 41.
From: CARMEN FRANCÍ
To: listacett@acett.org
Sent: Friday, December 14, 2007 11:36 AM
Subject: [ACETT] ¿saben los pájaros de ornitología?
¿Es útil para el traductor la teoría sobre traducción?
¿Os ha ayudado alguna vez haber leído a Schleiermacher, García Yebra, Newmark o Steiner?
María Teresa Gallego: Seré breve: no.
Celia Filipetto: Seré algo más extensa: depende.
Pilar Vázquez: Para mí, sí. No me ayudan en la práctica cotidiana, pero dan sentido a lo que hago. La teoría puede ser un consuelo, ¿o no?
Francisco López: No. A menudo dicen barbaridades que la práctica del oficio desmiente. Sucede casi siempre que la teoría se desvincula de la práctica, en este y otros ámbitos.
Carmen Francí: ¿Y por qué no sirve?
María Teresa Gallego Urrutia: Ésa es otra pregunta. Sólo hacías dos.
Carmen Francí: (Me siento como mi dentista dentro de unos días, cuando me arranque la muela del juicio) Pues no será la última.
María Teresa Gallego: A bote pronto:
- porque cocino sin libro de recetas.
- porque dirigí mi instituto al margen del BOE.
- porque si escribo un poema marco el ritmo con los nudillos en la mesa.
- porque las teorías me aburren.
Malika Embarek López: A mí me ayudó mucho L’épreuve de l’étranger de Antoine Berman (Gallimard, 1984). Me confirmó algunas intuiciones. Sobre todo, cuando habla del «francés» de los escritores francófonos, que compara con el francés de la traducción. Por ejemplo dice:
Ce français étranger entretient un rapport étroit avec le français de la traduction. Dans un cas, on a des étrangers écrivant en français et donc imprimant un sceau de leur étrangeté à notre langue; dans l’autre, on a des oeuvres étragères réécrites en français venant habiter notre langue et donc la marquer, elles aussi, de leur étrangeté (nota 1 de la página 18).
Si no lo habéis leído, lo recomiendo. Es fascinante, casi libro de cabecera…:-)
Pilar Vázquez: Me encantó. Lo que no significa que me ayudara a la hora de traducir las frases concretas. Y también Pour une critique des traductions.
Carmen Francí: Claro, ése es el punto. No se trata de recetas de cocina sino de encontrar el autor que te dice: el sofrito está listo cuando tiene ese tono gris Tiziano…
Es un placer ver bien plasmada una idea que te ronda.
Concha Cardeñoso: La teoría de la traducción, para un traductor literario, se resume en dos: amar la lengua sobre todas las modas y conocer las modas y modos de las lenguas de partida y de llegada mejor que a ti mismo.
María Teresa Gallego: Yo sé cuando mi mayonesa -por usar un símil que ya usé otras veces- está como tiene que estar sin necesidad de que me lo diga nadie.
Hay que saber los ingredientes de los guisos, claro. Conocerlos bien. Pero los ingredientes de los guisos NO son los teóricos de la traducción. Son los escritores, son sus libros. Y son las lenguas. Y lo que hay detrás de las lenguas, la visión del mundo, la experiencia del mundo que se plasma en las lenguas. Eso es lo que necesito. Eso son los ingredientes. Y yo los combino.
Pilar Vázquez: Maite, pero eso es la práctica. (El libro de García Yebra, por ejemplo, con todas las listas de discrepancias y eso.)La teoría sería un libro sobre «el arte/oficio» de cocinar. La reflexión sobre la cocina. (After Babel, por ejemplo. O las locuras o no locuras de Venuti).
Mario Merlino: A mí las teorías me sirven para darles alguna vuelta más de tuerca (si tengo fuerzas), saborearlas cuando apuntan o confirman intuiciones, deglutirlas si me parecen novedosas.
La práctica es fundamental.
Pero la teoría la enriquece, la acentúa (muchas veces contradiciéndola), reaviva las neuronas, descubre nuevos recovecos, hasta en sus peores momentos aparece alguna reflexión que te enciende la lamparita.
¿Qué sería de mí, oh dios, si no hubiese leído la descripción que hace fray Luis de León de su lucha traduciendo El cantar de cantares?
¿O si sólo hubiese leído el lomito o solapado sobre la traducción de Paul Ricoeur traducido por Patricia Willson?
Y así.
Gemma Pecharromán: Con respecto a la ornitología, diré que cuando me ofrecieron la primera traducción me apresuré a comprar el Diccionario de María Moliner, de quien me he hecho gran devota, y la Teoría y práctica de la traducción de Yebra, ¿qué queréis que os diga? Pues que no saqué nada en limpio. Que a traducir se aprende leyendo y traduciendo. Es mi opinión.
Itziar Hernández: Hay teorías y teorías… Encuentro vana la pura teoría, pero las reflexiones teóricas basadas en la práctica creo que pueden ayudar mucho.
Para seguir con la metáfora de Maite, que alguien me explique por qué la mayonesa es blanquecina cuando cuaja puede no ayudarme a hacerla mejor; pero saber que ella (Maite) pone la batidora a velocidad media porque así no se le corta, seguramente me permitirá al menos probarlo y ver si a mí también me funciona.
(Por si es relevante, diré que soy Licenciada en Traducción).
Arturo Peral: La pregunta es compleja. La teoría de la traducción, hasta hace muy poco, no era más que un conjunto de opiniones personales o textos apologéticos para justificar una traducción (en la mayoría aparecen disculpas en caso de haber metido la pata). Además, la traductología se suele entender como el debate entre dicotomías como traducción «palabra por palabra» o «sentido por sentido» (al más puro estilo San Jerónimo). Hay que darle tiempo, todavía es un bebé (comparado con otras ciencias más veteranas, con barba y entradas). Y hay que darle tiempo también para que se desvincule de las otras ciencias de las que tanto ha mamado: la lingüística, la crítica literaria, etc.
La teoría, además, tiene el inconveniente de que los investigadores proponen una teoría y se agarran a ella como a un clavo ardiendo y no se dan cuenta de que para proponer algo en este campo tiene que ser sistemático pero también flexible. Eso les quita verosimilitud a los ojos de quien practica y no teoriza.
Pero yo creo que la teoría de la traducción tiene tres lados positivos:
1) El hecho de analizar cómo traducen profesionales y qué decisiones toman puede ayudar a la hora de enseñar a traducir (que en sí mismo es otro tema de debate que quizá no venga a cuento: ¿El traductor nace o se hace?).
2) Creo que analizar de forma sistemática la traducción, estudiar las decisiones y elaborar una metodología de crítica traductológica puede ayudar a combatir la invisibilidad del traductor y a derribar la quimera del traductor medio alquimista y medio traditore. El artista y el literato tienen una crítica digna, tienen mecanismos teóricos para respaldar sus decisiones y sus obras. ¿Por qué no el traductor?
3) Ayuda a tomar conciencia de lo que hacemos y a actuar con cierta responsabilidad (coincido con Malika y también aconsejo la lectura de Berman). A mí me ha ayudado, no tanto a traducir, sino a ser un traductor reflexivo, a tener cuidado con lo que hago y a ser consciente de la responsabilidad de mis decisiones.
María Teresa Gallego: Bueno, si hay gente que quiere reflexionar sobre la traducción y ponerlo por escrito, es muy dueña. Pero no deja de ser una secuela.
Una secuela de lo que yo hago. Y no me hacen falta esas reflexiones para hacerlo.
Pilar Vázquez: De acuerdo. Sin embargo, para mí, añaden placer a lo que hago. Y hasta es posible que por eso me ayuden a hacerlo mejor.
María Teresa Gallego Urrutia: A mí me produce tanto placer traducir que, la verdad, no necesito otro. Es como eso que decís de dar sentido a la vida. Traducir, el hecho de traducir, le da sentido a mi vida.
Laura Calvo Valdivielso: Me apunto al bando de los teóricos. Pero creo que esto, como en todo, es sobre todo una cuestión de carácter. A mí me pasa como a Pilar: necesito hallar un sentido a mi vida. Y para eso los textos teóricos me ayudan, aunque luego no me sirvan para traducir mejor, sólo para racionalizar el proceso, entender que esas cosas no sólo me pasan a mí. Y eso lo hago con todo: para cocinar recurro desde a Simone Ortega a La vera cucina di Napoli; para decorar mi casa me trago cien revistas de decoración; desde que me quedé embarazada, me doy atracones periódicos de libros de puericultura y psicología infantil, y así con todo. Mi santo dice que hago de la vida un asunto libresco, y quizá tenga razón, pero no sé hacerlo de otro modo. Yo creo que sin Steiner, sin Eco, sin García-Yebra, sin Leonardo Bruni o sin Fray Luis no me habría decidido nunca por la traducción.
María Teresa Gallego: Si, como dice Arturo, que existan teóricos de la traducción coopera a la visibilidad del traductor y la conciencia social de su necesidad, ésa es otra historia. Que tiene su importancia. Que no es desdeñable. Pero entonces podríamos decir que la teoría de la traducción puede ayudarnos a mejorar nuestra consideración social y, en consecuencia, nuestra condición laboral. Pero no a traducir.
La pregunta inicial era: ¿ayuda a traducir? Y sigo diciendo: no.
¿Son libros gratos de leer o interesantes? Pues unos sí. Y otros no. Steiner, sí. García Yebra, no.
No puedo decir muchos más, porque he leído muy poca teoría de la traducción.
Pero también es otra historia.
La pregunta era: ¿hacen falta para traducir? Mi respuesta personal sigue siendo: no.
[En cambio a los teóricos de la traducción sí les hace falta que haya traductores. La teoría de la traducción va por detrás de la traducción, no por delante.]
Celia Filipetto: Pertenezco a una generación de traductores que se formó con muy poca teoría de la traducción. Para mí, la clave está en el refrán inglés practice makes perfect. La práctica no asegura que las traducciones salgan perfectas, pero curte y da muchas tablas.
Cuando trabajo, me encuentro con miles de problemas que intento solucionar para que la traducción funcione y acabe diciendo casi lo mismo que el texto original. La verdad es que nunca sé muy bien si las soluciones que utilizo en cada caso son una expansión, una transposición, una modulación o una equivalencia.
Sólo soy consciente de que los traductores contribuimos a amasar la lengua (si se me permite el símil culinario) y a construir la literatura cuando reflexiono sobre el tema, cosa que no hago cuando traduzco. De lo contrario, no solucionaría los problemas ni terminaría mi trabajo a tiempo.
¿Os ha ayudado alguna vez haber leído a Schleiermacher, García Yebra, Newmark o Steiner?
Para mí son siempre interesantes las reflexiones de otros sobre la traducción. Es como ver diseccionada mi personalidad traductora en el diván de la teoría. He encontrado en los textos teóricos la explicación de muchas de las soluciones que utilizo a diario. Y aunque no me ayuden exactamente a traducir, sí me sirven para ver que muchas de mis estrategias son válidas.
Arturo Peral: Celia dice que es de la generación que se formó con muy poca teoría de la traducción. ¿Acaso ahora se enseña más? Yo me licencié hace dos años y sólo tuve una asignatura cuatrimestral llamada «Teoría e Historia de la Traducción» (y la carrera es de cuatro años). No creo que desde entonces hayan incluido más materia.
Y es verdad, me he ido por las ramas. Entiendo que la teoría no es necesaria para todos, aunque ayuda. Es como un diccionario en CDRom. No es necesario para traducir, pero puede ser de gran ayuda. Sin embargo, para mí es algo necesario. Me ayuda a tomar conciencia de lo que hago. Creo que me ayuda incluso a mejorar.
Francisco López: Pero yo creo que lo que hay que preguntarse no es tanto si los pájaros saben de ornitología como si los ornitólogos saben de pájaros, y, si saben, qué y cómo han llegado a saberlo. E ignoro si la ornitología es una ciencia, pero estoy cierto de que ni la traductología ni la crítica literaria lo son. Ni falta que les hace.
María Teresa Gallego: Personalmente, me formé sin ninguna teoría de la traducción. Me formé leyendo incansablemente desde la infancia, haciendo mías la música y la letra de la lengua y la literatura de todas las épocas; me formé ahondando en el conocimiento del castellano y del francés, jugando con esas dos lenguas, explorándolas; cursando un bachillerato (francés) marcadamente humanista en que había latín desde los diez años y griego desde los trece; cursando luego una filología francesa en la que tuve la suerte de ser alumna de Dámaso Alonso, de Eugenio de Bustos, de Sebastián Mariner, de Jean-Pierre Richard, de Juan Manuel Rozas, de Antonio Quilis, de Fernando Granja y de Jesús Cantera, y colándome por mi cuenta en las clases de Rafael Lapesa.
Y cuando empecé a ser consciente de que había teoría de la traducción… suena de lo más pedante e impertinente decirlo… me disculpo… pero es que fue así… ya me habían dado el Premio Nacional -también es verdad que me lo dieron cuando era bastante joven.
Arturo Peral: Quizá la traductología no sea una ciencia por la falta de enfoque científico, por la desconfianza que provoca (quizá por su corta edad, quizá por la inflexibilidad de los investigadores) o por falta de rigor. Pero yo creo que sí: es un arte y una ciencia. Y quizá un modo de vida.
Iñigo Sánchez Paños: Yo, como (modestísimo) profesor de Teoría de la Traducción, no me puedo quedar callado en todo este tejemaneje… ¡Me apunto a la teoría que capitanea Maite! ¿Contradictorio? No del todo… Todos los que nos hemos formado a martillazos —c’est en forgeant qu’on devient forgeron— nos habríamos evitado —quizá, vaya usted a saber— alguno. Y, sobre todo, la teoría de la traducción no es para aprender a traducir —eso sería la Teoría de la Enseñanza de la Traducción, Incluso la Metodología de la Enseñanza de la Traducción (asignaturas que no tengo idea de que existan)—, sino para ayudar a reflexionar sobre lo que hacemos, casi a filosofar. Y ayuda a los profesionales de otras ramas de la profesión a tener una terminología más o menos común, a enfocar los primeros ataques con algo más de tranquilidad, etc.
Claro que a lo mejor es que yo no enseño Teoría de la Traducción… sino ¡Teoría de la Práctica de la Traducción! Porque mis alumnos terminan aprendiendo hasta a hacer facturas (sí, tendrán que facturar, aplicar el IVA, etc.). Y, de verdad, sobre todo sobre todo, aprenden a reflexionar y a sacar sus propias conclusiones, que pueden ser coincidentes con las de Nida, García Yebra (casi jamás), Amparo Hurtado… Eso es lo que realmente (me) importa.
Ah… Por encima de cualquier otra cosa, aprenden que la traducción se basa casi siempre en lo mismo: en depende.
Y también fui alumno de Jesús Cantera.
Núria Petit Fontserè: Todo depende de lo que se entienda por teoría de la traducción. Desde luego, hablar de traductología es una pedantería, pero como existen facultades traducción y hay que publicar para medrar… Ahora bien, reflexionar sobre lo que uno hace, sistematizarlo más o menos y llegado el caso comentarlo y transmitírselo a los más jóvenes ¿no es acaso lo que en esta asociación se está haciendo?