Por el cumplesantos de Miguel Sáenz, Ricardo Bada

Lunes, 8 de agosto de 2022.

Con Miguel Sáenz telefoneo un par de veces al año, siempre para hacerle alguna consulta, porque lo que Miguel no sepa no lo sabe nadie ni te lo informa ninguna Miss Hortensia Google ni ningún Mr. Web. Y por otra parte, desde el 17.10.54 hasta el 31.12.99 le he dedicado a la Radio 45 años, dos meses y catorce días de mi vida, y tengo el oído muy despierto[1]. Gracias a esas dos premisas que dejo sentadas, puedo testimoniar que la voz de Miguel Sáenz que me llega por teléfono, al entrar su dueño en el santuario de los noventa años, sigue siendo la misma voz firme, cálida, expresiva y –¿lo diré?– gozosa, descaradamente joven, del Miguel Sáenz a quien conocí en persona durante el otoño madrileño de 1986, y desde entonces somos amigos.

No lo soy en cambio de los maximalismos, pero en el caso de Miguel la cosa es peliaguda, porque de él casi no se puede hablar si no es echando mano a los superlativos. La tarea de traductor que ha llevado a cabo es gigantesca: bastaría recordar que ha traducido la obra completa de Thomas Bernhard, pero es que a ello se añade una increíble cantidad de títulos que incluye la obra poco menos que completa de Günter Grass, una novela del calibre de Berlin Alexanderplaz, de Alfred Döblin, el teatro de Bertolt Brecht, novelas de Kleist, Schnitzler, Kafka, Joseph Roth, Peter Handke, Dürrenmatt, Sebald, Christa Wolf, y en inglés de Conrad, Salman Rushdie y Roald Dahl, sin que esta lista sea exhaustiva. Si acaso tuviese un pero que ponerle a tan inmenso corpus es que en él no figura nada más que una novela de mi bienamado Faulkner. Y si en la Academia Sueca mirasen por encima del borde del plato (una expresión muy alemana), el siguiente Nobel a un español tendrían que concedérselo a Miguel, entre otras muchas razones para certificar así que los traductores también son autores.

Bada Grass Saenz El Escorial 1994

Ricardo Bada, Günter Grass y Miguel Sáenz. El Escorial, 1994.

Todo lo que llevo dicho lo hizo además de participar como traductor en una infinidad de conferencias internacionales del más alto rango, y todo ello, dicho sea de paso, amén de su desempeño profesional como jurista en uno de los tres ministerios militares que hubo hasta la transición; tarea gracias a la cual se jubiló con un apelativo que no puede ser más poético: general auditor del Aire.

Ahora, con motivo de su nonagésimo cumplesantos (como dicen en el Perú y es bastante menos agresivo que cumpleaños), un grupo de amigos y colegas le ha dedicado un libro titulado Lisura y tez del envés, editado por Carlos Fortea y Pollux Hernúñez, libro del cual tengo a la mano un ejemplar y cito tan sólo algunos de los trabajos que en él pueden leerse: «Miguel el Amplio», de Elvio Gandolfo; «Nombres de cuento: la traducción de los antropónimos en los relatos de los hermanos Grimm», de Helena Cortés Gabaudan; «Memoria de la exactitud», de Juan Cruz; «W.H. Auden y Miguel Sáenz: cruces de caminos», de Luis Gago; «Contrabando de ideas: dos calas en la recepción de Heinrich Heine en España», de Marisa Siguan; «Un cardo al aire: los múltiples caminos de Miguel Sáenz», de Pura López Colomé; y «A ti, que tantos hombres has sido», de Ramón García Fernández. Ah, y que no se me olvide el soneto primoroso de E[milio] P[ascual] en la contraportada, cuyos seis versos finales no puedo dejar de citar: «Ha sido Doppelgänger de las voces / más variadas y lúcidas: inglesas, / alemanas, austríacas, francesas… / con ecos tan brillantes como atroces. / Dio a la palabra pátina exquisita. / Tiene hijos y nietos. Tiene a Grita». (Y es que es imposible de toda imposibilidad hablar de Miguel sin mencionar a Grita, son un auténtico águila de dos cabezas).

Me han interesado en especial dos textos. Uno, el de la gran Helena Cortés Gabaudan, a quien se debe la hazaña de haber puesto por fin en español el Fausto completo de Goethe, en edición bilingüe y definitiva, y que en esta ocasión me ha desasnado acerca de un cuento infantil que oía por la radio en mis años juveniles y cuyo protagonista era un personaje que se llamaba de una manera imposible, «El enano saltarín » («¡Pero si nadie puede llamarse así! », clamaba yo en el desierto cada vez que Radio Nacional de España en Huelva lo emitía). Y el otro texto, que me abrió ventanas desconocidas, es obra de Alberto Rivas, quien da cuenta cabal de una novela de Miguel titulada Si vas para Chile, que publicó en 1973, después de una estadía suya en el Santiago chileno como traductor para la III Conferencia plenaria de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo; una novela que debe ser de imprescindible lectura para entender el Chile inmediatamente anterior al 11S nuestro, el del pinochetazo y la felonía de las fuerzas armadas chilenas (por favor, respetar mis minúsculas); una novela que concluye cuando su protagonista, Juan Goñi, traductor durante la conferencia, se encuentra ya a bordo del avión donde vuela de regreso, desde Pudahuel a Barajas, y recapacita en todo lo que deja atrás, un párrafo que termina de una manera desgarradora: «Detrás quedaba también un pueblo en la calle, buscando desesperadamente un camino».

Alberga mi biblioteca muchísimos libros traducidos por Miguel, pero sólo tres obras de su autoría directa: su apasionada y apasionante biografía de Thomas Bernhard; su novela Homenaje a F.K., curiosamente dedicada «A mi pierna derecha, compañera fiel durante tantos años» y que demuestra la bien cortada pluma narrativa de su autor; y, last but not least, esa joya que es su última publicación hasta la fecha, el texto Territorio, que le acredita como un memorialista de postín. A esos tres deberé añadir ahora Si vas a Chile, y me metí al portal www.iberlibro.com donde pude ver que hay siete ejemplares en venta, y me atrajo enseguida la descripción del séptimo: «Dedicado por el AUTOR al anterior propietario, al que atribuye una de las historias del libro».

Este dato, querido Miguel Sáenz, es mi regalo de cumplesantos. Que los cumplas feliz y con salú, como decía mi abuela Remedios, y «en amor y compaña», como decían la susodicha y Juan Ramón Jiménez, y que todavía pueda felicitarte un par más dellos, como decimos los clásicos.

 

NOTAS:

[1] Como se puede leer al principio de esta entrevista, Ricardo Bada ha sido redactor de la sección latinoamericana en español de la radio alemana Deutsche Welle [Nota del consejo de redacción].

 

 

 

 

Ricardo Bada (Huelva, España, 1939), escritor residente en Alemania desde 1963. Coeditor allí de dos antologías de literatura española contemporánea, y en solitario, de la obra periodística de García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la poeta costarricense Ana Istarú, y en Bolivia de la única antología integral en castellano de Heinrich Böll (Don Enrique).

2 Comentarios

  1. Ricardo Bada Responder

    Se me deslizó un error en el texto, porque ninguna traducción es definitiva. Lo que quise decir, y se me fue el sanrto al cielo, es que la traducción del «Fausto» de Goethe por Helena Cortés Gabaudan me pareece congenial. Vale.

  2. Pues es una maravilla que de vez en cuando se nos vaya el santo al cielo.

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