Criaturas de Omelas: traducir con perspectiva de género, Maite Fernández Estañán

Viernes, 8 de julio de 2022.

I do make up things that didn’t exist before by naming them.
I call it Earthsea, and there it is.

Ursula K. Le Guin, entrevista en el documental Worlds of Ursula K. Leguin [1]

 

El relato Quienes se marchan de Omelas, publicado en 1973, y que he tenido el placer de traducir recientemente para la editorial Nórdica, es un relato muy breve, de apenas quince páginas en letra grande, un relato además en el que no hay una trama, en el que no hay ni siquiera personajes; es, en realidad, uno de esos relatos de tesis, un relato filosófico que nos aboca a la paradoja de la felicidad a costa de la desventura, y que puede suscitar interminables debates y lecturas diversas. Sin embargo, Quienes se marchan de Omelas no es solo un texto filosófico, sino que es también, sin lugar a dudas, un artefacto literario. Funciona como una bomba de relojería, armada con precisión, que nos explota en la cara al llegar al final. Su traducción, por lo tanto, requería un cuidado extremo de cada pieza y una reproducción fiel de cada detalle. Y uno de esos detalles era el tratamiento del género. Al traducirlo, fui topándome con dudas todo el tiempo, que resolví lo mejor que pude, pero me quedé con ganas de llevar a cabo una reflexión más profunda y una consulta más exhaustiva de los debates al respecto, así que me he atrevido, una vez publicado el libro, a hacer un análisis en este sentido de mi propia traducción.

Empecemos por la autora. Ursula K. Le Guin (1929-2018) está considerada como una de las más grandes escritoras estadounidenses de ficción especulativa y una de las primeras mujeres en adentrarse en el género. Después de conseguir publicar varios relatos en revistas, empezó a escribir novelas. Su éxito llegó con Un mago de Terramar, publicado en 1968 y el primero de un ciclo de cinco volúmenes.

Cuenta Le Guin que después de escribir los tres primeros libros sobre Terramar quiso escribir uno más desde la perspectiva de un personaje femenino, pero lo que parecía fácil se convirtió en un trabajo arduo que le llevó diecisiete años concretar: Tehanu se publicó en 1990. En ese proceso, se dio cuenta de que le resultaba arduo porque, en realidad, ella era en cierto modo una mujer que quería escribir como un hombre, porque esos eran sus modelos, más aún en un género masculinizado como el de la ciencia ficción, y además, escribía para un público mayoritariamente masculino. Escribir una novela en la que el argumento girara en torno a un personaje femenino significaba renunciar a una parte de su público, cambiar algunas de las normas del género y significaba, como explica en el documental Worlds of Ursula K. Leguin (Los mundos de Ursula K. Le Guin), dejar de crear mundos que girasen alrededor de héroes y magos poderosos y poner en el centro de todo a un personaje marginado. «Era importante pensar en los privilegios, el poder y la dominación, en términos de género, lo cual no habían hecho la ciencia ficción ni la fantasía —explica Le Guin—. Lo único que cambié fue el punto de vista. De repente, estamos viendo Terramar… desde el punto de vista de quienes carecen de poder».

Otro de los grandes éxitos de Ursula K. Le Guin fue La mano izquierda de la oscuridad, una novela en la que un terrestre llega a una colonia, Gueden, cuyos habitantes son hermafroditas, es más, su sexualidad es neutra durante unas tres semanas del mes y se manifiestan como varones o mujeres en la semana restante. No pueden saber qué sexo les tocará cada mes, aunque a veces puedan elegir el sexo que prefieren mediante determinadas drogas. En esta controvertida novela, Le Guin trata de explorar, entre otras cosas, en qué consiste la naturaleza humana cuando se elimina el factor género, es decir, qué parte de nosotros es esencial y qué parte depende de nuestra biología, así como de la sociedad y las relaciones de poder que se establecen entre hombres y mujeres. Para hablar de los guedenianos, Le Guin optó por el masculino y, en la novela, se refiere a estos seres como «he», utilizando por lo tanto los pronombres «his» o «him». Esta decisión fue cuestionada por muchos lectores y Le Guin tomó conciencia a través de ellos de la existencia de una predisposición a utilizar el masculino como género neutro que podía estar contribuyendo sin quererlo a mantener la predominancia de lo masculino sobre lo femenino. De hecho, en relatos posteriores vinculados a Gueden, optó por referirse a sus habitantes en femenino.

Cabe entender, por todo ello, que en 1973, cuando publicó Quienes se marchan de Omelas, oscilara aún entre formas más tradicionales de representar los géneros y otras más conscientes de la necesidad de incluir de manera explícita a hombres y mujeres o de dejar de lado el sexo de cada cual para centrarse en aquello que nos hace humanos a través de dos estrategias concretas: la utilización de pares de palabras para incluir a ambos sexos y la utilización del pronombre neutro «it».

Así, podemos ver cómo utiliza aún el masculino genérico en los siguientes párrafos:

We have almost lost hold; we can no longer describe a happy man, nor make any celebration of joy. How can I tell you about the people of Omelas? They were not naive and happy children— though their children were, in fact, happy. They were mature, intelligent, passionate adults whose lives were not wretched. Casi lo hemos dejado escapar; ya no podemos describir a un hombre feliz, ni celebrar la alegría. ¿Qué puedo decirles de la gente de Omelas? No eran niños ingenuos y felices, aunque sus hijos fueran, de hecho, felices. Eran adultos maduros, inteligentes y apasionados cuyas vidas no eran desgraciadas.

 

En cambio, la autora recurre a los pares, en este otro párrafo:

Let us not, however, have temples from which issue beautiful nude priests and priestesses already half in ecstasy and ready to copulate with any man or woman, lover or stranger, who desires union with the deep godhead of the blood, although that was my first idea. Pero, eso sí, olvídense de templos de los que salen hermosos sacerdotes y sacerdotisas sin ropa de camino al éxtasis y dispuestos a copular con cualquier hombre o mujer, amante o extraño, que desee la unión con la divinidad profunda de la sangre, aunque esa bien hubiera podido ser mi primera idea.

 

Dejando de lado el cambio de persona verbal que introduje por razones que no vienen al caso, cabe decir que en inglés «man» y «woman» son palabras heterónimas, es decir, excluyentes entre sí, por lo que es necesario incluir ambas para dejar claro que se hace referencia a ambos sexos. También pueden considerarse heterónimos «priests and priestesses», por un alejamiento semántico entre el concepto masculino y el femenino. En español, son asimismo heterónimos «hombre o mujer» y «sacerdotes y sacerdotisas». No ocurre así con «boys and girls», que aparece más adelante, y que podría haberse traducido simplemente como «chicos», entendiendo el masculino plural como genérico, ya que, según la RAE:

«[L]os nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo: Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales; En mi barrio hay muchos gatos (de la referencia no quedan excluidas ni las mujeres prehistóricas ni las gatas). Así, con la expresión los alumnos podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas. A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos: “Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y compañeras” (Excélsior [Méx.] 5.9.96). Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva; así pues, en el ejemplo citado pudo —y debió— decirse, simplemente, ayudar a sus compañeros»[2].

A pesar de los reparos de la RAE respecto a los desdoblamientos, en la traducción, creí más adecuado recurrir al desdoblamiento, «chicos y chicas», para dar visibilidad a esa voluntad explícita de mencionar a ambos sexos, así como por la ambigüedad que entrañaría en este caso el masculino plural.

Aprovecho a hacer aquí un inciso sobre las críticas que vierte la RAE a los desdoblamientos, porque, en ocasiones, se escuchan declaraciones absurdas que no ayudan en nada al buen uso del lenguaje, y cito aquí una declaración de José María Merino, por lo demás un escritor maravilloso al que admiro y respeto profundamente: «Pues como digo siempre, si usted quiere cambiar la lengua cambie la realidad. No se puede cambiar la realidad desde la lengua. Feminizar todo no tiene sentido. ¿Qué vamos a decir, “brazo y braza”?». Si bien la primera parte es discutible, la segunda es uno de esos «no argumentos» que escuchamos a menudo y que sirven para ridiculizar los esfuerzos por utilizar nuestra lengua de la manera que más nos pueda convenir, y quisiera traer a colación los sensatos comentarios del equipo de traducción al español de las Naciones Unidas que, en sus Orientaciones para el empleo de un lenguaje inclusivo en cuanto al género en español, indican que:

«Los principales retos del español para una comunicación inclusiva en cuanto al género son la confusión entre género gramatical, género sociocultural y sexo biológico, el nivel de conocimiento de los recursos que ofrece la propia lengua para hacer un uso inclusivo dentro de la norma y las asociaciones peyorativas que han heredado del sexismo social algunos equivalentes femeninos»[3].

Estando de acuerdo con todo ello, quisiera llamar la atención sobre la primera advertencia: no se debe confundir el género gramatical con el sexo biológico ni con el género sociocultural, lo cual quiere decir lo siguiente: un brazo es un brazo y una pierna es una pierna (no tienen sexo biológico ni género sociocultural); un gato es un gato y una gata es una gata (tienen sexo biológico), pero no importa que utilicemos el masculino genérico, puesto que gatos y gatas carecen de género sociocultural. El problema surge únicamente cuando hablamos de seres humanos y es ahí, donde podemos recurrir al segundo elemento: el del conocimiento de los recursos que ofrece la lengua.

Volviendo a Omelas, debo decir que «chicos y chicas» fue el único desdoblamiento que añadí a la traducción, por mantener un paralelismo con el resto de pares y tomando como referencia el uso de dos palabras en inglés. En cambio, no quise desdoblar otros sustantivos como «espectadores» o «viajeros», pues creo que hubiera sobrecargado el texto y añadido algo que no estaba explicitado en el texto inglés.

Curiosamente, más adelante, volvemos a encontrarnos con el masculino genérico:

A boundless and generous contentment, a magnanimous triumph felt not against some outer enemy but in communion with the finest and fairest in the souls of all men everywhere and the splendor of the world’s summer: this is what swells the hearts of the people of Omelas, and the victory they celebrate is that of life. Una satisfacción ilimitada y generosa, un triunfo magnánimo que no requiere de un enemigo externo, sino que nace en cualquier lugar de la comunión con las almas más notables y hermosas de todos los seres humanos y del esplendor del verano del mundo: eso es lo que inflama los corazones de los habitantes de Omelas, y la victoria que celebran es la de la vida.

 

En este segundo caso, más consciente de los retos que planteaba el texto, me decanté por «seres humanos».

A partir de ahí, la historia continúa con su descripción de esa sociedad utópica, hasta que nos topamos con una persona (y no quiero desvelar demasiado sobre el relato) que con todo su sufrimiento sustenta la felicidad consciente y madura de los habitantes de Omelas. Aquí, las referencias en inglés hablan de «a child, boy or girl» y, a continuación, todas las referencias utilizan el pronombre «it», es decir, el pronombre neutro utilizado en inglés para referirse a objetos, en ocasiones a animales, e incluso a bebés, cuando se desconoce el sexo.

The room is about three paces long and two wide: a mere broom closet or disused tool room. In the room a child is sitting. It could be a boy or a girl. It looks about six, but actually is nearly ten. It is feeble-minded. Perhaps it was born defective, or perhaps it has become imbecile through fear, malnutrition, and neglect. It picks its nose and occasionally fumbles vaguely with its toes or genitals, as it sits hunched in the corner farthest from the bucket and the two mops. It is afraid of the mops. It finds them horrible. It shuts its eyes, but it knows the mops are still standing there; and the door is locked; and nobody will come. The door is always locked; and nobody ever comes, except that sometimes—the child has no understanding of time or interval—sometimes the door rattles terribly and opens, and a person, or several people, are there. La habitación mide unos tres pasos de largo y dos de ancho: no es más que un armario escobero o un cuarto de herramientas en desuso. Hay alguien allí sentado. Podría ser un niño o una niña. Aparenta unos seis años, pero en realidad tiene diez. Tiene pocas luces. Quizás naciera así, o quizás se ha vuelto así por el miedo, la desnutrición y el abandono. Se hurga la nariz y a veces se toquetea los dedos de los pies o los genitales, mientras permanece en el rincón más alejado del cubo y de las dos fregonas. Tiene miedo a las fregonas. Le parecen horribles. Cierra los ojos, pero sabe que las fregonas siguen allí; y la puerta no puede abrirse; y nadie va a venir. La puerta siempre está cerrada; y nadie viene, salvo alguna vez –la criatura no entiende de horas o intervalos–; alguna vez la puerta chirría horriblemente y se abre, y una persona, o varias, aparecen.

 

La palabra «child» en inglés es un sustantivo común en cuanto a género; en cambio, en español, nos vemos obligados a marcar el género y a elegir entre «niño» o «niña». En todas las traducciones que he visto, si bien se menciona lo de «niño o niña», se pasa a continuación a hablar de un «niño» y a utilizar los pronombres o adjetivos masculinos, quizás siguiendo esa norma de la RAE que dice:

«En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: El hombre es el único animal racional; El gato es un buen animal de compañía»[4].

Dejando de lado las disquisiciones teóricas sobre esa afirmación de la RAE, creo, simplemente, que el uso del masculino en este caso no es fiel al texto original y, por mucho que uno pueda justificarlo recurriendo a la RAE, lo cierto es que ese uso está lejos de remitir al lector a ese «it» de sexo desconocido al que se refiere la autora. Recordemos el ejercicio del científico cognitivo de Berkeley George Lakoff, que pide a sus estudiantes que no piensen en un elefante para demostrarles que en cuanto se pronuncia una palabra, aunque sea para negarla, es imposible dejar de evocar el marco mental que rodea a esa palabra (imágenes, conocimientos, sensaciones). De forma similar, difícilmente imaginará nadie a una niña si el texto, en español, habla de «un niño», y eso significa que estamos eliminando la mitad del significado de ese «it», que incluye a niños y niñas.

Hoy en día, podría haber solucionado el problema hablando de «une niñe», pero hubiera sido una solución anacrónica, ya que no estaba vigente aún en la época en que se escribió el relato. La mejor solución que encontré para superar esa dificultad (seguro que hay otras) fue recurrir en primer lugar a un pronombre indefinido, «alguien» y, a continuación, a un sustantivo epiceno, es decir, un sustantivo con una forma única para designar a individuos de uno u otro sexo. El epiceno que elegí fue «criatura» y, de ese modo, conseguí mantener la ambigüedad sobre el sexo de ese ser. La elección del epiceno «criatura» significa la utilización de pronombres y adjetivos femeninos, ya que, si bien «criatura» alude a ambos sexos biológicos, no por ello deja de tener un género gramatical. En cuanto al pronombre personal «it», por suerte, resulta fácil soslayarlo en español, pues habitualmente prescindimos de esos pronombres.

Aun así, ¿qué ocurre cuando «la criatura» habla por sí misma? Porque ahí no hay trampa ni cartón, una o uno sabe (casi siempre) cuál es su sexo biológico o su género sociocultural. Aunque en el relato de K. Le Guin no hay diálogos, sí se hace referencia en una ocasión a que «la criatura» dice «I will be good». ¿Seré bueno? ¿Seré buena? Aquí el problema se resolvió modificando la estructura y convirtiendo el adjetivo en un adverbio: «Me portaré bien».

La única traducción anterior a la de Nórdica que he encontrado publicada es la de María Elena Rius, en Edhasa, dentro de la antología titulada Las doce moradas del viento, edición de 2004. En dicha traducción, así como en otras que encontré en Internet y en las que no se cita al traductor, «the child» se ha traducido por «el niño», ese «it» se ha traducido por «él», se han utilizado adjetivos y pronombres masculinos, y la alocución se ha traducido como «Seré bueno», en masculino otra vez. En mi opinión, se trata de una tergiversación, seguramente inconsciente, del texto original.

Pasado este trance, parecía superado lo más difícil, pero entonces me encontré con un último párrafo, denso, poético y eficaz, en el que de nuevo se acumulan los pares de palabras de distinto género, con una frase final que cierra con contundencia el relato y que es además la que da lugar al título del cuento: «But they seem to know where they are going, the ones who walk away from Omelas».

At times one of the adolescent girls or boys who go to see the child does not go home to weep or rage, does not, in fact, go home at all. Sometimes also a man or woman much older falls silent for a day or two, and then leaves home. These people go out into the street, and walk down the street alone. They keep walking, and walk straight out of the city of Omelas, through the beautiful gates. They keep walking across the farmlands of Omelas. Each one goes alone, youth or girl, man or woman. Night falls; the traveler must pass down village streets, between the houses with yellow-lit windows, and on out into the darkness of the fields. Each alone, they go west or north, towards the mountains. They go on. They leave Omelas, they walk ahead into the darkness, and they do not come back. The place they go towards is a place even less imaginable to most of us than the city of happiness. I cannot describe it at all. It is possible that it does not exist. But they seem to know where they are going, the ones who walk away from Omelas.

 

A veces, uno de los adolescentes, chico o chica, después de ver a la criatura, no vuelve a casa a lamentarse o enfurecerse: de hecho, no vuelve a casa. En ocasiones, un hombre o una mujer mayores también se quedan en silencio un día o dos, y luego abandonan sus hogares. Esas personas salen a la calle y echan a andar en soledad. Caminan y caminan, sin volverse, hasta salir de la ciudad de Omelas por sus hermosas puertas. Siguen caminando por las tierras de labranza de Omelas. Cada una de ellas, chico o chica, hombre o mujer, en soledad. Cae la noche; el viajero ha de atravesar las calles de las aldeas, dejar atrás las casas y sus ventanas con luces amarillentas, y salir a la oscuridad del campo. Cada uno en soledad, hacia el oeste o hacia el norte, hacia las montañas. Siguen. Abandonan Omelas, caminan en dirección a la oscuridad, y no regresan. El lugar al que se dirigen es para la mayoría de nosotros un lugar aún menos imaginable que la ciudad feliz. No puedo en modo alguno describirlo. Es posible que no exista. Pero parecen saber a dónde van, quienes se marchan de Omelas.

 

 

Aquí nos encontramos con uno de esos casos en los que el inglés no exige la concreción del género («the ones»), mientras que, en español, estamos obligados a definir el género del pronombre («los que» o «las que»). Pero, de nuevo, tenemos un recurso más a nuestra disposición, como es el del pronombre neutro «quienes». Y de nuevo la RAE nos advierte del peligro de empobrecimiento para nuestro idioma que supondría descartar los pronombres marcados en aras del neutro, aunque, todo hay que decirlo, en su propio informe utiliza «quienes» en numerosas ocasiones.

«La propuesta no es agramatical; sin embargo, debería ser reconsiderada desde diferentes puntos de vista: a) Es innecesaria, pues el masculino genérico no oculta la presencia de la mujer, sino que la incluye con igual derecho que al varón. b) Eliminar las secuencias el + que y los + que implica un empobrecimiento en las posibilidades estilísticas de la lengua. c) Lo que se propone peligra abrir un hueco para el sistema de los relativos que se refieren a seres humanos[5]».

Después de pasar por todos esos pares que incluyen explícitamente a hombres y mujeres, y aun dejando algunos masculinos genéricos tanto en singular como en plural («el viajero», «cada uno» o «la mayoría de nosotros»), decidí al menos modificar la traducción más inmediata, y la que ha dado título hasta ahora a este conocido relato, «Los que se marchan de Omelas», para utilizar un pronombre genérico, «Quienes se marchan de Omelas», una decisión justificada fundamentalmente por la colección de indicaciones que la autora siembra a lo largo del relato, así como por sus propias reflexiones sobre la cuestión.

Es cierto que la RAE advierte en su informe sobre el lenguaje inclusivo de un posible empobrecimiento del español si dejamos de utilizar este tipo de pronombres masculinos o femeninos. También nos advierte de los peligros de los desdoblamientos y de cualquier otra opción que pueda intentarse. Cabe decir que la RAE, aun aportando argumentos lingüísticos razonables y bien fundamentados, adopta en ocasiones una actitud beligerante contra lo que denomina «corrección política». En un extracto de una conferencia del Director de la RAE, Darío Villanueva, publicado en la web de la institución, puede leerse lo siguiente: «La corrección política —ha comenzado señalando en su ponencia Darío Villanueva— es una nueva forma de censura. Una censura perversa, para la que no estábamos preparados, pues no la ejerce el Estado, el Gobierno, el Partido o la Iglesia, sino fragmentos difusos de lo que denominamos sociedad civil»[6] (los subrayados son de la autora de este artículo).

Esta actitud podría tener que ver en parte con el hecho de que la expresión «corrección política» (por cierto, no incluida en el DRAE) es muy poco afortunada, ya que la palabra «político» nos lleva siempre a pensar en la imposición de unos partidos o unas ideologías frente a otras (y volvemos a los marcos mentales de Lakoff). Seguramente hubiera sido mejor inventar una expresión más amable como «cortesía lingüística» o «utilización respetuosa del lenguaje», por poner algún ejemplo, ya que de lo que se trata, fundamentalmente, es de no ofender a nuestros conciudadanos. Pero ya que el término está ahí, sería bueno que la RAE dejara de utilizarlo peyorativamente y, además, lo incluyera en su diccionario, a ser posible con una definición no sesgada, como las que ofrecen el diccionario de Cambridge («the act of avoiding language and actions that could be offensive to others, especially those relating to sex and race»[7]) o el diccionario de Oxford («The avoidance of forms of expression or action that are perceived to exclude, marginalize, or insult groups of people who are socially disadvantaged or discriminated against»[8]).

Pero Le Guin va más allá de esa voluntad de no excluir u ofender. Para ella, el lenguaje es una herramienta destinada a crear mundos posibles. Lo hace ella en sus novelas, lo hacen sus magos cuando nombran las cosas, lo hacen sus civilizaciones fantásticas cuando crean formas de organización social diferentes a las nuestras.

A diferencia de lo que opina José María Merino, en la entrevista anteriormente mencionada, cuando dice «si usted quiere cambiar la lengua cambie la realidad. No se puede cambiar la realidad desde la lengua»[9], Le Guin cree que el lenguaje puede cambiar la realidad; es más, cree que su escritura la ha cambiado de algún modo. Y lo cierto es que, sin imposiciones ni normas que empobrezcan el discurso, sí podemos utilizar las herramientas a nuestro alcance para cambiar el mundo y, entre otras cosas, para visibilizar en mayor medida a la mitad de la humanidad o para buscar, como hace Le Guin con sus guedenianos y omelienses, la humanidad compartida entre hombres y mujeres.

En el caso de Quienes se marchan de Omelas, renunciar a esos recursos significaría ser infiel al texto original y dejar de plasmar las inquietudes de la autora, que son también las de su generación y que llegan hasta nuestra sociedad actual. La cuestión del género es un elemento clave en su obra, por lo que no puede obviarse o despacharse con ligereza. Y no se trata tanto de «corrección lingüística» como de hacer un uso creativo y consciente del lenguaje.

Le Guin creía en la capacidad del lenguaje para crear mundos que no existían hasta ser nombrados, y su literatura, su exploración de lugares fantásticos y de las más diversas estructuras sociales, puede que no haya cambiado la realidad, pero sí ha contribuido a ello. La literatura tiene el poder de influir en el mundo, y la literatura, no lo olvidemos, está hecha de lenguaje.

 

 

[1] Disponible en Filmin: https://www.filmin.es/pelicula/los-mundos-de-ursula-k-le-guin.

[2] DPD. Uso del masculino en referencia a seres de ambos sexos. Consultado el 17 de mayo de 2022 en género | Diccionario panhispánico de dudas | RAE – ASALE.

[3] Orientaciones para el empleo de un lenguaje inclusivo en cuanto al género en español. consultadas el 12 de mayo de 2022 en NACIONES UNIDAS Lenguaje inclusivo en cuanto al género.

[4] DPD. Uso del masculino en referencia a seres de ambos sexos. Consultado el 17 de mayo de 2022 en género | Diccionario panhispánico de dudas | RAE – ASALE.

[5] RAE, Informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas.

Consultado el 17 de mayo de 2022 en Informe_lenguaje_inclusivo.pdf (rae.es)

[6] Darío Villanueva: «La corrección política es una nueva forma de censura», publicado el 14 de marzo de 2018 (consultado el 12 de mayo de 2022 en https://rae.es/noticia/dario-villanueva-la-correccion-politica-es-una-nueva-forma-de-censura).

[7] Consultado el 12 de mayo de 2022 en https://dictionary.cambridge.org/dictionary/english/political-correctness.

[8] Consultado el 12 de mayo de 2022 en https://www.lexico.com/definition/political_correctness.

[9] Entrevista de Karina Sáez de Borgo a José María Merino (José María Merino: «No se puede cambiar la realidad desde la lengua», publicada en Zenda el 29 de abril de 2022 (consultado el 12 de mayo de 2022 en José María Merino: «No se puede cambiar la realidad desde la lengua» – Zenda (zendalibros.com)

 

Maite Fernández Estañán es traductora. Estudió Traducción e Interpretación en la Universitat Autònoma de Barcelona. Cursó luego un máster en Estudios de Traducción en la University of Warwick, impartido bajo la dirección de Susan Bassnett, y se empeñó en dedicar su trabajo de fin de máster a la traducción de poesía. Trabaja habitualmente para organismos internacionales del ámbito de las Naciones Unidas, como traductora, revisora y algunas veces como intérprete. Ha traducido a autores como Henry James, Edith Wharton, Kate Chopin o Herman Melville e imparte talleres de traducción literaria en Billar de Letras. Es autora de Taller de traducción – Guía práctica y poética para la traducción de libros del inglés al español, publicado por Alba en 2019. Tiene también por ahí algún texto literario propio, pero leer es lo que más le gusta y ha coordinado grupos de lectura en Madrid y en Copenhague.

1 Comentario

  1. maria

    Muy interesante.
    Gracias.