Viernes, 13 de mayo de 2022.
Les traducteurs par eux-memes. Anthologie. Textes réunis et présentés par Jean Delisle, avec la participation d’Alain Otis, Quebec, Presses de l’Université Laval, 2022, 246 páginas.
Luisa Lucuix Venegas
Presses de l’Université Laval (Quebec) ha publicado a principios de este año una antología de textos escritos por cuarenta y dos traductoras y traductores de Quebec y francocanadienses, Les traducteurs par eux-mêmes. La selección, introducción y exquisita presentación de los textos es de Jean Delisle, profesor emérito de la Universidad de Ottawa, autor de numerosas obras sobre la historia y la enseñanza de la traducción, recompensado con el Grand Prix de Traductologie 2021 por la Société française de traductologie.
El objetivo de la antología, como anuncia su título (Los traductores por sí mismos o según ellos), es dar la palabra a los traductores, recoger la visión que tienen de su persona y de su profesión. Organizados en cinco bloques —Literatura, Retratos, Profesión de traductor, Música y Humor—, los más de cincuenta textos recopilados adoptan muy distintas formas, desde el poema hasta la fábula pasando por el rap o las memorias. Casi todos vienen precedidos por una breve pero esclarecedora presentación de Delisle, que los contextualiza. Hay que especificar que los más antiguos datan de finales del siglo xix. Además, el editor aclara algunas de las referencias a las que aluden los autores en notas a pie de página y cierra el volumen con una biografía detallada de cada traductor y siete páginas de bibliografía.
La creatividad, la discreción, la fidelidad, la intraducibilidad, el problema de la «fetichización» del original (Lori Saint-Martin, p. 12), la alteridad, el abandono, la relación con la propia lengua, la cuestión ética y la censura (¿son las obras «que corresponden a nuestra concepción del bien las únicas dignas de ser traducidas?», se pregunta Hélène Rioux, p. 40), la libertad al traducir teatro o poesía, la apuesta por la traición, la relación con el autor o el miedo a no estar a la altura para traducir «lo que no se dice, toda la carga emotiva» (Delisle, p. 31), son algunos de los temas que abordan los traductores literarios en sus textos.
La antología también comprende un número importante de reflexiones de traductores técnicos, en su mayoría funcionarios, trabajadores del Bureau des traductions del gobierno de Canadá creado en 1934 para ocuparse del importante volumen de traducciones requeridas por la administración federal. Funcionaría hasta 1995, ya bajo el nombre de Bureau de la traduction, y a esta oficina le debemos, por ejemplo, como se explica en la antología, la creación de TERMIUM PLUS®, valioso banco terminológico gratuito y consultable en línea. Destacaría el ameno relato de Jacques Gouin de su primer día como traductor al servicio del Bureau tras regresar de la II Guerra Mundial; o el de Jean-Pierre Davidts, que dejó la microbiología para ser traductor científico del Gobierno, y tuvo que lidiar con el ensañamiento de un revisor que llegaría a hacerlo dudar de sus propios conocimientos científicos; la descripción que hace Pierre Benoît del ambiente de trabajo que en los años cuarenta se vivía en Canadá en las redacciones de los periódicos francófonos, donde la mayoría de las noticias se traducían del inglés; y hasta un poema homenaje a la labor del famoso Bureau.
No son pocos los traductores que eligen la poesía para expresar su relación con la traducción. Desde Michel Garneau, traductor al «quebequés internacional» de la antología publicada por Leonard Cohen en 2006 Book of Longing,[1]que se propone escribir un poema por cada poema del libro de Cohen que va traduciendo, hasta el autorretrato paródico en verso de Rémi Tremblay, un traductor de principios del s. xx o las jocosas rimas con las que Joseph-Gérard DeGrâce relata las tribulaciones de un joven que debuta como traductor y hace lo posible por perfeccionarse.
En el apartado del humor, son muy divertidas las definiciones de Jean-Pierre Davidts de traductor —«Animal diurno, a veces nocturno. Con tendencia a dormir muy poco. […] El equilibrio mental de este mamífero es inestable y pasa rápidamente de la exuberancia a la depresión más profunda…»— y de revisor —«de la misma familia que el traductor, de quien es enemigo hereditario. […] Cuando ataca, el revisor expulsa un espeso líquido rojo destinado a paralizar al traductor…»— (pp. 198-199), y el diccionario de bolsillo de François Lavallée, con entradas como «ventana de despacho: aparato de tortura que muestra al traductor gente que vive» o «cliente: persona que te impide trabajar» (p. 204). O la reflexión de Eve Renaud sobre la exigencia física de la profesión, que respondería a la anécdota de Léon Ledieu recogida páginas atrás, sobre los estragos que el exceso de trabajo causaba en la salud mental de algunos traductores a finales del s. xix.
Ya en esos textos más antiguos se observa una preocupación por defender el trabajo de los traductores y la lucha por el reconocimiento de la traducción como profesión. Tampoco falta, en textos más recientes, una crítica a la actitud de algunos de los miembros de las asociaciones de traductores ni la cuestión de la pertinencia o no de la sindicalización del gremio.
Tres últimas reflexiones. Jean Delisle opina que se puede pensar que los traductores quebequeses pertenecientes a la Ordre des traducteurs, terminologues et interprètes agréés du Québec están satisfechos con su situación laboral en 2021, al igual que en los años ochenta, cuando más del 80 % así declaraba estarlo, «y que ocurre lo mismo con sus colegas federales y con los traductores independientes…» (p. 191).
En lo que respecta a la traducción literaria, es importante tener en cuenta que, dentro de Canadá, la traducción al francés, al inglés o a cualquiera de las lenguas de los pueblos autóctonos de las obras literarias canadienses está financiada por el Conseil des Arts del gobierno federal, lo cual permite a los traductores de estas lenguas trabajar con unas condiciones respetuosas. Para profundizar en este tema, recomiendo por ejemplo la conferencia de la traductora y profesora de la Université du Québec en Outaouais, Madeleine Stratford, «La traduction littéraire au Canada au xxie siècle : au-delà des “deux solitudes”», disponible a día de hoy en la página de YouTube de la École normale supérieure – PSL de París.
Por último, el editor de la antología aborda también la cuestión de la dimensión política de la traducción en el contexto canadiense y su evolución. El traductor de los años veinte que trabajaba traduciendo al francés los documentos oficiales «se consideraba el guardián de la lengua francesa y el actor principal del bilingüismo del Estado» (Delisle, p. 125). Hoy en día, las palabras de la autora y traductora contemporánea Lori Saint-Martin citadas por Delisle en su introducción reflejan la importancia de la profesión en el país: «dividido por la lengua, unido por la traducción» (p. 2).
La obra ofrece, pues, múltiples puntos de vista sobre la traducción, en mi opinión interesantes para cualquier traductor de nuestro país que desee asomarse a la realidad de este trabajo en otras partes del mundo, ya sea por el valor histórico de muchos de los textos, ya sea por confirmar las similitudes que nos acercan y las diferencias que nos alejan de nuestros colegas canadienses.
[1] En castellano, Libro del anhelo, publicado por Lumen con traducción de Alberto Manzano Lizandra.
Luisa Lucuix Venegas estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla y el Máster en Edición del Grupo Santillana y la Universidad de Salamanca. Ha trabajado para distintas editoriales españolas y francesas corrigiendo, editando y coordinando publicaciones. Hoy se dedica sobre todo a la traducción literaria, principalmente de literatura quebequesa, y colabora con frecuencia con la Oficina de Québec en Barcelona y Québec Édition en la organización de eventos destinados a acercar esta literatura a los profesionales del sector editorial español.