Lunes, 9 de mayo de 2022.
El 2 de abril, fecha de nacimiento de Hans Christian Andersen, se celebra el Día Internacional del Libro Infantil. Es una iniciativa que emprendió en 1967 el International Board on Books for Young People (IBBY), un «colectivo sin ánimo de lucro compuesto por asociaciones y personas de todo el mundo comprometidas con la idea de propiciar el encuentro entre los libros y la infancia». En nuestro país, es la OEPLI, la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil, la que se encarga de promocionar este día en colaboración con el Ministerio de Cultura y Deporte.
Si bien ambas organizaciones difunden periódicamente información sobre actos relacionados con la literatura infantil y juvenil (LIJ), este año yo lo tenía claro: celebraría la ocasión, por un lado, leyendo un libro mágico con mi peque —no podía ser de otra manera— y, por otro, asistiendo, aunque solo fuera virtualmente, al curso de LIJ organizado por la Asociación Colegial de Escritores (ACE) y la Facultad de Educación y Formación del Profesorado de la Universidad Complutense con el tema «¿Qué leen los niños?».
Este curso, que tuvo lugar los días 4 y 5 de abril, me pareció una oportunidad fantástica para conocer mejor la situación de la LIJ en España y reflexionar sobre los efectos que tiene en ella la revolución digital. El atractivo principal que tenía para mí el programa era que incluía una amplia representación de distintos agentes y géneros del libro infantil y juvenil, lo que se me antojó valioso por mi doble faceta de madre y traductora.
El lunes comenzamos con una presentación del curso, que ofreció una perspectiva muy optimista del sector. Destacaría la intervención de Manuel Rico, que mencionó los resultados de la encuesta sobre hábitos de lectura realizada en 2021 por la Federación de Gremios de Editores de España. Los datos indican que la lectura infantil se mantiene en valores muy elevados y que, durante el año pasado, el número de libros leídos por la población adolescente registró un aumento. Dicho esto, cabe aclarar que la alta cifra de lectores frecuentes muestra un descenso importante en la adolescencia y, según Rico, es ahí donde deberían concentrarse los esfuerzos.
El presidente de la ACE habló también del papel de su asociación en apoyo de la LIJ, entre otras cosas, para lograr el reconocimiento académico de la disciplina en el ámbito general de la literatura, de modo que no se considere un género menor. Comentó que ACE tiene un grupo específico de LIJ, recordó el primer Congreso de Literatura Infantil y Juvenil, organizado por ACE en 2021 y aún disponible en YouTube, y anunció que se ha planteado a la Dirección General del Libro la posibilidad de instaurar un premio nacional de literatura infantil y otro de literatura juvenil.
La participación de la UCM en la introducción al curso versó sobre el valor de la lectura en general y sobre si los niños y adolescentes necesitan leer literatura en la era «posdigital». Begoña Regueiro explicó que el formato, ya sea papiro o tableta, no importa. Puede que los lectores ahora sean actores multimodales (que leen, copian, pegan en Instagram, escriben reseñas en blogs…) y que esta novedad quizá aumente el número de «lectores débiles», con menos capacidad de atención y reflexión, pero también es cierto que utilizan varios órganos sensitivos para mejorar la asimilación de información y que su presencia en redes crea experiencias inmersivas y relaciones autor-lector y lector-lector muy efectivas para el fomento de la lectura.
Violante Krahe aportó, a continuación, su perspectiva como editora de Edelvives. Además de defender a ultranza que los libros para niños son literatura, Krahe comentó la riqueza y variedad de estas lecturas (en cuanto a su formato, temática, género y enfoque) y las comparó con una ventana, que se puede abrir hacia fuera, para conectar al niño con otros, y hacia dentro, para ayudarle a descubrirse a sí mismo. También recalcó la importancia del mediador, ya sea un familiar, librero, profesor o bibliotecario, que es fundamental en las primeras etapas, cuando los niños aún ni saben leer ni escogen sus lecturas, pero también más adelante para que se conviertan en lectores independientes y habituales. Una idea que me transmitió esta charla y con la que me identifiqué inmediatamente fue la de que proporcionar una buena lectura a los peques es una suerte inigualable y que resulta muy gratificante porque son los lectores ideales: tienen una disposición innata al juego y ¿qué es la literatura si no un juego?
Antes de comer, la escritora Pilar Lozano mencionó que la LIJ comparte características con los relatos para adultos (es breve, tiene ritmo y deja espacio para la imaginación) y que es determinante para el futuro del lector. También citó cifras del completísimo Anuario Iberoamericano sobre el Libro Infantil y Juvenil 2021 de Ediciones SM para poner de manifiesto la buena salud del sector. Lozano pasó después a hablar de su especialidad, la literatura realista o social para niños: una mirada a nuestra realidad que puede tratar cualquier tema, siempre que sea con calidad literaria. El objetivo general es que los niños y adolescentes desarrollen un espíritu crítico y afición por la literatura, pero existen dos peligros que hay que evitar: 1) dirigirse con condescendencia al lector o intentar adoctrinarlo y 2) engañarlo o sobreprotegerlo.
Tras el descanso, fue el turno del escritor Fernando Lalana, cuya ponencia se centró en el «panorama desolador, pero apetitoso» del teatro infantil. Su gran deseo respecto a la educación es lograr que los niños de primaria lean con fluidez y que, así, en secundaria puedan cogerle el gusto a la lectura. Este comentario me pareció un eco claro de lo que habían señalado varios docentes que asistían presencialmente al acto: que los planes de estudios de formación de maestros no tienen suficientes horas dedicadas a la LIJ y que, si bien en educación infantil y primaria en el aula se usan canciones, rimas, cuentos, etc., luego se pasa a «enseñar para el examen». Cuando los profesores no están preparados y, además, se los obliga a dar prioridad a las metas de ciencias o matemáticas, los alumnos hacen un viaje desde el disfrute de la literatura a tener que hacer un comentario de texto de Góngora sin paradas intermedias.
Lalana abogó por la inclusión del teatro desde la educación primaria porque cumple la misma función de que los niños y jóvenes lean de manera individual, pero tiene otras posibilidades adicionales: se puede representar o leer en voz alta y lleva al lector a imaginar automáticamente la obra representada y a jugar con la voz, el tono y otras características de los diferentes personajes.
Ana María Yebra, por su parte, puso de relieve la importancia de su campo: la poesía infantil. En su opinión, la poesía estimula la creatividad y borra el concepto del trabajo en la escuela porque es un respiro, un goce. En contraste con Lalana, que mencionó que se publica poco teatro infantil, Yebra comentó que últimamente muchas editoriales le han hecho un hueco a la poesía infantil. De su agradable ponencia me quedé con un consejo práctico para la traducción: los niños necesitan la ligereza y la hermosura de la poesía y no saben de métrica, así que lo ideal es elegir el arte menor y los versos cortos con rima asonante.
El programa del martes comenzó con uno de mis favoritos: la literatura de misterio. Luisa Villar, que, además de escritora, es la coordinadora de LIJ de la ACE, nos deleitó con una crónica de lo que ahora se denomina «novela criminal», cuyo núcleo principal son las novelas de detectives. Villar eligió este género porque engancha al lector y genera en él un goce intelectual por la satisfacción de resolver el enigma, con lo cual es un buen género para la transición de los libros de niños a otros más complejos. El propósito de la autora es añadir a ese disfrute intelectual uno estético y emocional. Una contribución interesante del público fue la que destacó un beneficio añadido de estas lecturas: el hecho de que fomentan el uso de un proceso metódico para resolver el crimen y trabajan la paciencia.
Por desgracia, no pude asistir a la sesión final del curso, con la participación del escritor Santiago Clairac, pero sí que tuve el gusto de escuchar, antes de salir de la plataforma virtual, una amena charla de David Fernández Sifres. Encargado de tratar la literatura fantástica y el realismo mágico, este autor nos recordó que inventar o imaginar nos ancla a la niñez porque la fantasía es innata. Defendió el papel de la LIJ no para enseñar, sino para que el lector disfrute. Además, advirtió que escribir para niños no es fácil: se les puede contar cualquier cosa pero no de cualquier manera. Para el futuro, me apunto que he de cuidar el enfoque, el vocabulario y la sintaxis, entre otra cosas. Aunque eso ya lo sabíamos del artículo de VASOS COMUNICANTES titulado «Traducir para niños no es cosa de niños», claro. Ah, ¿que no lo habéis leído? Aquí os lo dejo.
Como madre de una niña de cuatro años, yo elijo ponerme las gafas del optimismo que se respira en el sector y me propongo crear una ávida lectora. Como traductora, me esforzaré por contribuir a la calidad de los libros para niños y adolescentes
La conclusión de este curso fue que, con la colaboración de todos los agentes de la literatura infantil y juvenil para producir buena literatura y formar adecuadamente a los educadores, la LIJ podría llegar a ocupar el lugar que le corresponde. Como madre de una niña de cuatro años, yo elijo ponerme las gafas del optimismo que se respira en el sector y me propongo crear una ávida lectora. Como traductora, me esforzaré por contribuir a la calidad de los libros para niños y adolescentes. ¡Manos a la obra!
Isabel Hurtado de Mendoza Azaola (Bilbao, 1978) estudió Filología Inglesa en la Universidad de Deusto. Durante su año de Erasmus en la Universidad de Mánchester, conoció a quien se convertiría en su primer cliente de traducción: un activista de la German Initiative to Ban Landmines. Este encuentro fortuito no solo trajo consigo su primer encargo de traducción, sino que también la impulsó a matricularse en el Máster de Traducción e Interpretación de la Heriot-Watt University (Edimburgo) meses después. Isabel se enamoró de la ciudad apodada «la Atenas del norte» y desarrolló una amplia carrera lingüística, como traductora autónoma y del Ayuntamiento de Edimburgo y como directora de español del centro IALS de la Universidad de Edimburgo. Muchos años después, Isabel es mentora de traductores noveles del Institute of Translation and Interpreting, examinadora de español y traductora de la International Baccalaureate Organization y, cómo no, traductora autónoma de inglés-español. El grueso de sus clientes está compuesto por ONG, organismos internacionales, organizaciones educativas, artísticas y culturales, y editoriales. En 2021, le otorgaron la beca Edwin Morgan Translation Fellowship (Scottish Universities’ International Summer School), centrada en la traducción de literatura británica, en particular la escocesa.