Lunes 24 de enero de 2022.
Actualizado (imágenes) el 3 de mayo de 2022.
Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad, José Antonio Millán, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2022, 208 páginas.
Juan Gabriel López Guix
A lo largo del año 2022, se cumplirán dos quintos centenarios notables. El 6 de septiembre, el de la llegada a Sanlúcar de Barrameda de la nao Victoria con Juan Sebastián Elcano y otros diecisiete supervivientes de la expedición que había partido tres años antes de ese mismo puerto y que logró la primera circunnavegación de la Tierra. Elcano escribió al emperador Carlos V que habían «descubierto y redondeado toda la redondeza del mundo»; se trató de una hazaña con la que Elcano y sus hombres ciñeron el planeta y lo encuadraron en sus límites reales.
Dos meses antes, el 2 de julio, se habrá conmemorado aniversario de la muerte de Elio Antonio de Nebrija, quien había publicado en 1492 una Gramática sobre la lengua castellana. Dedicada a la reina Isabel de Castilla, la abuela del futuro emperador, Nebrija explicita en su prólogo que el primer propósito al componer la obra había sido «reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano», es decir, ceñir la lengua a la razón, sujetarla mediante la ciencia. Casi contemporáneas exactas, podríamos considerar que ambas empresas están emparentadas por un carácter «topográfico», ambas cartografiaron unos límites: del orbe, una, y de la lengua castellana, la otra.
Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad, la biografía encargada a José Antonio Millán por la Comisión del Quinto Centenario de Antonio de Nebrija traza, con voluntad divulgativa la biografía intelectual del autor de la primera gramática escrita sobre una lengua vulgar y la primera también en ser imprimida. Y es que, como recuerda Millán, Nebrija (1444-1522) fue uno de los primeros autores en escribir directamente para la imprenta, introducida en España apenas un par de décadas antes. La Gramática, innovadora en la medida en que trataba una lengua vernácula como si fuera una clásica, no tuvo un gran éxito de ventas en su tiempo, al contrario de lo que ocurrió con otras obras nebrijenses, como los diccionarios latino-español y español-latino (1492 y 1494-1495) o las Introductiones latinae (1481), utilizadas como libro de texto en la Universidad de Salamanca, donde se imprimieron, hasta principios del siglo XX; sin embargo, sí que influyó de modo notable en las gramáticas posteriores, tanto del castellano como de otras lenguas vulgares europeas (italiano, francés, alemán, portugués, neerlandés, inglés).
Millán divide su biografía en cuatro partes y un interludio. La primera parte repasa los primeros años y la formación en Salamanca y luego en Bolonia, donde además de profundizar en los estudios latinos tuvo su primer contacto con el griego y el hebreo: la tríada de lenguas bíblicas.
La segunda parte contiene la vuelta a España en 1470 al servicio del arzobispo de Sevilla Alonso de Fonseca y luego la vida universitaria como profesor en Salamanca. En esa etapa publica su primera edición de las Introductiones, que no dejará de ampliar a lo largo de su vida.
El interludio trata de los intereses científicos de Nebrija, sus conocimientos de aritmética, cosmografía, astrología o metrología. Esos intereses se reflejan, por ejemplo, en la obra Isagogicon cosmografiae (1487-1490), que es casi contemporánea de la «pintura cósmica» encargada para el techo de la biblioteca de la Universidad de Salamanca inaugurada en 1479 que hoy recibe el nombre de «Cielo de Salamanca» y puede visitarse restaurada en el patio de las Escuelas Menores.
La tercera parte cubre, a partir de 1487, las casi dos décadas transcurridas en Extremadura al servicio de Juan de Zúñiga. Publica entonces la versión bilingüe de las Introductiones y nuevas versiones revisadas y ampliadas de esa obra, llevado siempre por la convicción de que el conocimiento de la lengua latina era la base de la sociedad y el fundamento de una vida plena: sin él «todos los libros en que están escritas las artes dignas de todo hombre libre yacen en tinieblas sepultadas». También entonces publica sus dos diccionarios latino-español y español-latino y la Gramática. Nebrija amplía el alfabeto latino con las letras para los nuevos fonemas del castellano ç, j, v, ñ, e incluye en la secuencia alfabética los dígrafos ch y ll que perdurarán como letras del abecedario hasta su exclusión cinco siglos más tarde por María Moliner en 1966 y las Academias de la Lengua Española en 1994.
La cuarta parte, dedicada al período final de su vida a partir de 1505 en que volvió a dedicarse a la enseñanza universitaria en Salamanca y Alcalá de Henares, está centrada en torno a la relación de Nebrija con las Escrituras, su fugaz participación en el proyecto de la Biblia políglota complutense y los conflictos con la Inquisición, motivados por su férrea voluntad de seguir el «rastro de la verdad», y la verdad era para él la verdad filológica: estaba convencido de que el saber gramático dotaba de una autoridad superior a la que proporcionaban dogmas, cánones y ortodoxias.
Por desgracia, el siglo XVI hispano estuvo marcado en el terreno de los estudios y la traducción de la Biblia por el conflicto entre humanistas y teólogos, una pugna en la que los segundos emprendieron contra los primeros una campaña sin cuartel para erradicar (físicamente incluso) cualquier atisbo de heterodoxia. El clima intelectual no dejaría de empeorar con el paso de los años: Lutero daría a conocer sus tesis a finales de 1517, sería excomulgado por el papa y declarado prófugo por Carlos V en 1521; la década de 1520 vio en la península los procesos contra los alumbrados; la siguiente, la persecusión de los «erasmistas»; el concilio de Trento se inició en 1545 y marcó el inicio de la reacción oficial contra la nuevas ideas religiosas…. En los primeros años del siglo, incluso en un clima intelectual todavía relativamente benigno, Nebrija sólo se libró de tener graves problemas con la Inquisición gracias a la protección del cardenal Cisneros.
De hecho, su salida del equipo que se empezó a formar a principios de siglo en Alcalá de Henares para la Biblia políglota complutense (una monumental edición de la Biblia en hebreo, arameo, griego y latín promovida por el cardenal) se debió a que no consiguió convencer a Cisneros de la necesidad de corregir las incongruencias del texto latino que resultaban evidentes a su mirada de filólogo. Sin embargo, ni siquiera Cisneros se atrevió a enmendar la traducción latina de Jerónimo (que sería declarada versión «auténtica» cuatro décadas más tarde en el concilio de Trento). Que el texto de la Vulgata pudiera contener corrupciones era tan impensable para la ortodoxia religiosa como que el Sol, un cuerpo perfecto y regular según la cosmología heredada de Aristóteles, pudiera contener impurezas e imperfecciones (como las manchas que vería Galileo a principios del siguiente siglo). Armado con su arsenal de herramientas filológicas, el humanista Nebrija osó poner en duda la sacralidad de lo fijado por la tradición. Fue el primero de los grandes humanistas del siglo en tener roces con la Inquisición: el gran inquisidor Diego de Deza le incautó en 1505 todos sus papeles, que sólo le fueron devueltos gracias a la intervención de Cisneros. De haber vivido en la segunda mitad de siglo, quizás habría corrido la misma suerte que fray Luis de León y los hebraístas salmantinos encarcelados al mismo tiempo que él (algunos de los cuales murieron en prisión a la espera de juicio).
Escrito en un estilo ameno y ágil, Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad está salpicado de detalles sobre la vida universitaria o el mundo de la edición de la época, con mención especial al impresor Arnao Guillen Brocar, que además de ocuparse de las obras de Nebrija sería fundamental en la impresión de la Biblia políglota complutense (para cuyo Nuevo Testamento fundió unos tipos griegos -los primeros que se vieron en la península- de los que se ha dicho que son los más elegantes jamás fundidos). También abundan los comentarios etimológicos sobre expresiones que proceden del tiempo de Nebrija y que todavía son de uso corriente. Da la impresión de que José Antonio Millán no ha podido resistirse a un impulso didáctico que lo lleva a abismarnos, en medio de una frase o un párrafo, en el corazón de nuestras palabras; un impulso que, en cierto modo, podría considerarse como un guiño al filólogo Nebrija y a una tradición lexicográfica que se remonta a las Etimologías de Isidoro de Sevilla.
Juan Gabriel López Guix es traductor del inglés y del francés. Se dedica sobre todo a la traducción de narrativa, ensayo y divulgación científica, así como a la traducción para prensa. Entre otros autores, ha traducido libros de Saki, Julian Barnes, Joseph Brodsky, Douglas Coupland, David Leavitt, Lewis Carroll, Michel de Montaigne, George Saunders, Vikram Seth, George Steiner y Tom Wolfe. Es profesor en la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue miembro de la junta rectora y vicepresidente de ACE Traductores entre 1997 y 2000.