Jueves, 4 de noviembre de 2021.
El 21 y 22 de octubre, tras un paréntesis de dos años, tuvo lugar la duodécima edición de El Ojo de Polisemo en la Universitat Autònoma de Barcelona. Licencia para traducir es el nombre que la organización decidió darle en esta ocasión; no porque nos hayamos colegiado, sino por la temática que se abordaba: la traducción del género policíaco y de misterio. Hace tres años, en el II Encuentro Profesional de la Traducción Editorial en Málaga, Julia Osuna y Carlos Mayor ya nos abrieron el apetito con su charla sobre novela negra «Negro que te quiero giallo: la traducción como arte forense»; así que mi inscripción a este Polisemo no se hizo esperar demasiado. Otro adelanto al misterio, la intriga y la comezón lo tuvimos pocos días antes del esperado encuentro con el ataque informático que sufrió la UAB. Desgraciadamente, no se trataba de un acto performativo por parte de la organización para darle un toque noir a la cita.
Pese a ese escenario —aunque le pongamos humor— desagradable, a las 9.30 comenzamos sin contratiempos con la inauguración a cargo de Albert Branchadell (decano de la FTI), Joaquín Beltrán (director del Departament de Traducció i Interpretació i d’Estudis de l’Àsia Oriental de la UAB), Helena Aguilà Ruzola (vicepresidenta de ACE Traductores y profesora en la UAB), Ana Alcaina (socia de ACE Traductores y profesora en la UAB) y Miquel Edo (vicedecano de la FTI).
Después, Helena Aguilà presentó a Isabel García Adánez, que nos hizo entrar en materia con su conferencia inaugural, «Misterios de la traducción», donde propuso una analogía entre una buena traducción y el crimen perfecto y nos ofreció consejo para urdir el nuestro sin que nos pillaran nunca con las manos en la masa. Por otro lado, defendió la dignidad del oficio traductor tanto en las novelas policíacas de culto como en las más populares, ya que las dificultades pueden acechar desde cualquier renglón y tampoco le hacen ascos a una novela de quiosco.
A las 11.00, tuvimos nuestro primer vis a vis, esto es: el descanso y, por tanto, los esperados reencuentros y las desvirtualizaciones. Se agradecen los avances tecnológicos y la posibilidad de las videoconferencias, pero nada como vernos las caras con un buen café. ¿A quién no le va a gustar?
Los talleres paralelos de lenguas próximas contaban con Gabriel López Guix, que desplegó sus virtudes detectivescas a la hora de traducir a Poe y entonó el j’accuse contra la posedición en los textos literarios, y Josefina Caball, que con un fragmento del Milkman de Anna Burns nos guio para resolver enigmas como la traducción del propio título y el ritmo de esta estupenda novela traducida al catalán por ella en Edicions de 1984.
Sobre las 13.00, Olivia de Miguel y Dolors Udina reflexionaron sobre el futuro del oficio y la forma en que ambas accedieron en su día. En mi caso, era la primera vez que asistía a una ponencia impartida por estas dos traductoras y fue una grata sorpresa escucharlas; los comienzos no suelen ser fáciles ni hay dos iguales y salí bastante reconfortado de aquella charla (por no mencionar la risoterapia).
Después del almuerzo, Miquel Edo entrevistó a Pau Vidal, traductor de Andrea Camilleri en catalán. Una trepidante conversación llena de apuntes sobre sociolingüística, dialectología y caprichos del lenguaje y sus hablantes (fer servir, usar, utilitzar?) que consiguió que no cayésemos rendidos al efecto narcótico de la comida.
La mesa redonda «Cuestión de género: la traducción de novela policíaca nórdica vs. la novela anglosajona», con Patricia Antón de Vez, Ana Flecha y Ana Alcaina como moderadora, logró mantener la tensión. Las ponentes expusieron parte de la trastienda editorial (propuestas de títulos que nunca verán la luz, informes de lectura, etc.) y usaron la mesa como foro improvisado para sacar a la palestra un tema complejísimo: la traducción de la violencia de género y cómo enfrentarnos a estos horrores imprevistos. También fue interesante oír las reflexiones de Ana Flecha sobre su doble papel de escritora y traductora; según ella (y en respuesta a una pregunta que a menudo le formulan), no traduce mejor por escribir, sino que escribe mejor porque traduce.
Antes del descanso de la tarde, Miquel Edo y Helena Aguilà rindieron homenaje a una compañera con quien inicialmente íbamos a hablar de la traducción del griego moderno en las novelas de Petros Márkaris, Montserrat Franquesa, que desgraciadamente nos había dejado unos días atrás; un espejo en el que mirarnos todos por su labor profesional y su compromiso. Asimismo, Helena Aguilà leyó unas emotivas palabras de Vicente Fernández, presidente de ACE Traductores.
A las 18.15, Carlos Fortea y Pau Joan Hernández, autores y traductores de literatura infantil y juvenil (si bien hubo consenso en evitar esa etiqueta más allá de lo comercial) nos introdujeron en la novela policíaca y de misterio para el público más joven y abordaron el peliagudo tema de la censura (e injerencias) y de la estructura editorial en este sector, cuya cadena de distribución (y, por tanto, sus ventas) difiere de la de la narrativa para adultos. El coloquio contaba con Helena Aguilà como moderadora.
La guinda del pastel para un día tan completo la puso María Enguix con su entrevista a Gemma Rovira, que nos maravilló con el valor que tiene el fenómeno fan. Para ello, se sirvió de su experiencia a la hora de traducir las obras de Robert Galbraith gracias a la enorme información que encontró en strikefans.com: descripción detallada de personajes, fotografías de los lugares reales donde están inspiradas las novelas… El paraíso de todo traductor.
La mañana del viernes comenzó con una conversación entre Paula Aguiriano y Teresa Lanero, un soplo de aire fresco para estudiantes y traductores noveles que a menudo no ven la hora de empezar a trabajar. Hablaron de editoriales grandes, medianas, pequeñas y minúsculas, de las famosas propuestas de traducción y del programa de mentorías, entre otras cosas. También recordaron que insistir, mostrar interés por una editorial o por un título concreto, no nos convierte en pesados, sino en personas que quieren trabajar y ponen su empeño en ello. Como siempre, el acceso al mundo laboral en el campo de la traducción literaria depende de la situación en que nos encontremos y hay que tener cubiertas todas las posibles opciones para que, como rezaba el título de su ponencia, la suerte nos pille insistiendo.
A las 10.00, Mateo Pierre Avit presentó a la ganadora del II Premio Complutense de Traducción Universitaria «Valentín García Yebra», Isabel Vaquero García de Yébenes, que explicó las formas de postularse para los diferentes premios que se conceden a los estudiantes. En su caso, tradujo algunos fragmentos de Horae solitariae. A Literary Pilgrim in England, de Edward Thomas, disponibles en el número 50 de VASOS COMUNICANTES.
Después, Ana Alcaina moderó uno de los momentos más esperados de cada Polisemo: «La voz de los estudiantes», donde Mía Postigo, Dana Perea y Rafa Montón, estudiantes de cuarto curso aportaron su opinión sobre los estudios de Traducción e Interpretación, los intercambios en el extranjero y su visión del futuro. Un claro ejemplo de cómo podemos aprender unos de otros pese a las diferencias de edad y experiencia.
Tras el descanso, viajamos a otras latitudes con los talleres paralelos de lenguas lejanas impartidos por Mari Carme Espín («Cultura y tradiciones de China a través de la traducción») y Anna Gil-Bardají («Traducir un Frankenstein árabe: de Shelley a la Bagdad moderna»), un lujo que va en sintonía con la oferta formativa de la UAB, que incluye el árabe, el chino o el ruso (por citar algunos ejemplos) como segundas o incluso terceras lenguas.
Una de las sesiones que más sorprendieron de la jornada fue la de Pedro Sánchez Álvarez, de CEDRO, con quien hablamos sobre piratería y cómo remar juntos contra ella. Después de la presentación de Mateo Pierre Avit, nos presentó, entre otros avances, sus flotas y galeones: un sistema que han desarrollado para detectar si ha habido coincidencias de más del 80 % en los textos que vuelquen sus socios (que pagan la friolera de 0 € anuales, ¡asóciate!), incluidos aquellos que aún no sean públicos; para entendernos: literalmente cualquier texto de nuestra autoría (por ejemplo, las propuestas de traducción).
A las 15.15, Paula Aguiriano presentó a Margot Nguyen Béraud, presidenta de ATLAS, que nos esperaba para contarnos cómo funcionan los talleres, programas de residencia y otros eventos que organizan. Las condiciones para acceder al Collège International des Traducteurs Littéraires (y a su tentadora biblioteca abierta 24 h) nos lo ponen bastante fácil si tenemos un proyecto interesante en mente haya o no aún contrato de por medio.
Posteriormente, el compañero de UniCo José Manuel González, presentado por Ana Alcaina, nos invitó a «Volver al lugar del crimen: el oficio de corregir», donde tendimos puentes entre traducción y corrección con lo que nos une más allá de la invisibilidad: el gusto por un trabajo bien hecho.
Más adelante, exploramos los matices borrosos de los géneros y subgéneros de la novela negra con Concha Cardeñoso y Eugenia Vázquez Nacarino y los editores Antonio Lozano, de RBA, y María Fasce, del grupo PRH, con Helena Aguilà de moderadora. Una conversación agradable y distendida donde se puso de manifiesto que las clasificaciones siguen criterios bastante subjetivos y dependen muy a menudo de decisiones comerciales, como ya adelantaban Carlos Fortea y Pau Joan Hernández el jueves.
Al último descanso del Polisemo le siguió la sesión de Higo Mental (Ricardo Pérez-Hita y Marta Sesé), que en diálogo con Francina Ribes, comentaron algunos vídeos icónicos del cine policíaco y la cultura popular española que resonaron en la cabeza de muchos (no solo hablo por mí, estoy seguro) hasta bien entrada la noche.
Después, Helena Aguilà, Ana Alcaina y Miguel Edo procedieron a la clausura del Polisemo XII y, como es costumbre, lo hicieron acompañados del representante de la universidad anfitriona de la próxima edición de El Ojo de Polisemo; en este caso, Carlos Fortea, de la UCM, que en 2022 acogerá no solo este congreso, sino también el ENETI. No hay excusa para no viajar a Madrid el año que viene.
Finalmente, con premeditación y nocturnidad, cenamos en el centro y nos despedimos hasta la próxima ocasión con el agradecimiento a quienes han pasado meses luchando contra viento y marea para que fuera posible reencontrarnos. Caras nuevas, caras viejas: dos caras de la misma moneda; vuelvo a Málaga con incógnitas, muchas, pero también con mucho aprendido y por aprender de la mano de los mejores compañeros y profesionales y con la certeza de que desde el escudo asociativo se soportan mejor los envites. Para mí, estos encuentros son siempre un refuerzo positivo, terapia de grupo, la demostración palpable de que es posible vivir del oficio y hacerlo con un compañerismo sano.
Fotografías de Elías Ortigosa (a excepción de la número 5, de Helena Aguilà, la número 10, de Isabel Llasat y la número 25, de Paula Aguiriano).
Elías Ortigosa (Málaga, 1995) es traductor del francés, del inglés y del italiano, además de librero en la librería Áncora. Estudió el grado en Traducción e Interpretación en la Universidad de Málaga y, tras su estancia en Marsella como auxiliar de conversación, el máster en Traducción para el Mundo Editorial. Se ha dedicado a la enseñanza de español para extranjeros y a la corrección de textos y colabora en la selección y traducción de relatos de la revista TALES. En 2019 participó en el programa de mentorías de ACE Traductores bajo la supervisión de Teresa Lanero.