Viernes, 24 de septiembre de 2021.
Escribir palabras ajenas, Pablo Ingberg, Eduvim, Córdoba (Argentina), 2019, 327 páginas.
Uno siempre abre con cierta prevención los volúmenes que se anuncian como compilatorios, y el volumen que ahora reseñamos explica en los agradecimientos que su origen remoto está en los artículos del autor publicados en fechas distintas en la revista El trujamán del Instituto Cervantes. La prevención se atenúa cuando leemos que solo un tercio de los capítulos procede de esa fuente, y desaparece por completo cuando se acomete la gozosa lectura de este libro lleno de sugerencias, ironías, verdades profundas y otras discutibles que el propio autor, con notoria honradez, es el primero en discutir.
Pablo Ingberg es un traductor de larga trayectoria. Un profesional, bregado en los clásicos grecolatinos y en los ingleses, y no descubro nada cuando añado que ha recibido múltiples premios y becas y que es uno de esos colegas que se interrogan no solamente por la traducción, sino por lo que implica traducir a una lengua múltiple y poliforme como la nuestra.
Consecuencia directa de esa condición profesional y de esa experiencia es cada capítulo de este libro que desde la cubierta está anunciando ya sus intenciones definitorias: escribir palabras ajenas. Ante todo escribir, y luego no escribir con, sino escribir qué. Escribir.
Quien lo probó la sabe, decía Lope de Vega, e Ingberg prueba en cada una de estas páginas que lo probó y lo sabe. El libro es un compendio de reflexiones que avanza con soltura de lo más general a lo más variopinto, hilado con un bramante de tal solidez que su lectura termina siendo la de un conjunto íntegro y coherente, no la de una sucesión de textos. En él se trata desde la concepción de la traducción hasta los problemas de criterio que a todos nos han asaltado en alguna ocasión (¿cuál es la mejor forma de traducir los nombres de las calles?), y que son en cada uno de los casos pretexto para jugosas observaciones, pero sobre todo, y es lo que más valoro en la lectura, campo para las propias inseguridades.
No hay en este libro ni consejos ni reglas, sino dudas. Las de aquel que ha tenido que tomar decisiones que han ido cambiando con el tiempo («Elogio de las notas») y otras que han ido cambiando con los tiempos («Apostillas sobre variedades», «Perspectivas de un lenguaje inclusivo»). Y hay frases rotundas con las que simpatizo de manera explícita («se traducen libros escritos en el pasado, no en el futuro»; «la traducción no es igual al original. Si fuera igual, no haría falta») que dejo en manos del lector para que las busque en su contexto. Y hay preguntas que solo puede hacerse quien ha tenido que responderlas: ¿por qué la gente tiene tanto miedo a las frases largas? ¿Por qué nos empeñamos en alterar el orden de palabras del original? Preguntas que atañen a la médula misma del oficio.
Enriquecen el texto sus ejemplos, sus citas, testimonio de una larga carrera de autor y de lector, que no se mide en años sino en cavilaciones. Si tuviera que ponerle una pega al libro se la pondría al editor, que a ratos resalta, en páginas escritas en letra blanca sobre fondo negro, frases especialmente contundentes que distraen la atención de la lectura por pretender centrarla. No hacen falta descansos en este texto, los proporciona ya la brevedad intensa de los capítulos, que no solo permiten una lectura abundante en pausas, sino que sugieren la conveniencia de hacer una pausa para reflexionar al final de cada uno de ellos.
Un libro altamente recomendable. Los experimentados se reconocerán en muchos de los temas planteados. Los nuevos pensarán por primera vez en cosas que aún no habían cruzado su camino. Los enamorados de la literatura disfrutarán leyendo sobre literatura.
Carlos Fortea (Madrid, 1963). Doctor en Filología Alemana, traductor literario con más de 130 títulos publicados de autores clásicos como Stefan Zweig, y modernos como Nino Haratischwilli, o la biografía de Kafka escrita por Reiner Stach, galardonada en 2018 con el Premio Ángel Crespo de Traducción. Es autor de novelas juveniles (El diablo en Madrid, 2012, A tumba abierta, 2016), y para público adulto (Los jugadores, 2015, finalista del Premio Espartaco de la Semana Negra de Gijón, El mal y el tiempo, 2017). Ha sido Presidente de ACE Traductores (2013-2019) y Decano de la Facultad de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca (2004-2012).
Espléndida reseña de un espléndido libro.